Friday April 26,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

290- El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre
el recuerdo de las almas


La caravana sale del vasto patio de Alejandro. Ordenada como para un desfile militar.

Cierran la marcha Jesús y todos los suyos. Los camellos caminan meciendo con su rítmico paso su pesada carga, y las cabezas, sobre los arqueados cuellos, a cada paso parecen preguntar:

«¿Por qué? ¿Por qué?», con un movimiento mudo pero típico, como el de las palomas, que a cada paso parecen decir:

«Sí, sí» a todo lo que ven. Tiene que atravesar la ciudad la caravana; lo hace en un nítido ambiente matutino. Todos van arrebozados, porque hace fresco. Los cascabeles de los camellos, el crrr crrr de los camelleros, la voz estridente de un camello que prefiere el inactivo establo, advierten a los gerasenos de la marcha de Jesús.

La noticia se extiende rápida como el relámpago, y unos gerasenos vienen a despedirlo y a traerle ofrendas de fruta y otros alimentos. Corre también un hombre con un niñito enfermo.

-¡Bendícelo para que se cure! ¡Ten piedad!
Jesús bendice alzando la mano, y añade:
-Ve seguro. Ten fe.

El hombre responde un «sí» tan lleno de confianza, que una mujer pregunta:
-¿Curarías a mi marido, que está enfermo de úlceras en los ojos?
-Si sois capaces de creer, sí.
-Entonces voy por él. Espérame, Señor -y, más que echarse a correr, vuela como una golondrina.

¡Esperar! ¡Parece fácil! Los camellos siguen adelante. Alejandro, que va a la cabeza de la columna, no sabe de las exigencias de los que van atrás. La única solución es mandarle un aviso.

-Corre, Margziam. Ve a decir al mercader que se pare antes de salir de las murallas» -dice Jesús.
Y Margziam sale corriendo raudo para cumplir su misión. La caravana se detiene. El mercader retrocede hacia Jesús.

-¿Qué pasa?
-Quédate aquí y verás.

Pronto regresa la mujer de Gerasa con su marido enfermo de los ojos. ¡Decía úlceras!: son dos huras de podredumbre abiertas en medio de la cara. Los ojos se ven allí en el centro, enturbiados, enrojecidos, semiciegos, en medio de una resudación de repugnantes lágrimas. En cuanto el hombre levanta la venda oscura que protege de la luz, el lagrimeo aumenta porque la luz aumenta el dolor de los ojos enfermos.

El hombre gime:
-¡Piedad! ¡Sufro mucho!
-También has pecado mucho. ¿De eso no te quejas? ¿Sólo te afliges de poder perder la pobre vista del mundo? ¿No sabes nada de Dios? ¿No te da miedo una oscuridad eterna? ¿Por qué has pecado?

El hombre se echa a llorar y agacha la cabeza, sin decir nada. Su mujer también llora y gime:
-Yo he perdonado...

-También Yo perdonaré si me jura aquí que no volverá a caer en su pecado.

-¡Sí, sí! Perdón. Ahora sé lo que el pecado trae consigo.

Perdón. Como la mujer, perdóname. Tú eres el Bueno.
-Te perdono. Ve a aquel riachuelo, lávate en el agua la cara y quedarás curado.

-El agua fría lo empeora, Señor -gime la mujer.
Pero el hombre no piensa sino en ir al riachuelo, y va... a ciegas hasta que el apóstol Juan, compasivo, lo toma de la mano y lo guía; Juan solo, hasta que la mujer sujeta al hombre de la otra mano, el cual desciende hasta el límite del agua gélida, que borbota entre las piedras, se agacha, toma el agua con los cuencos de las manos unidas y se lava una y otra vez la cara. No da señales de dolor. Es más, da la impresión de que lo que está haciendo le alivia.

Luego, con la cara todavía mojada, remonta el margen del riachuelo y vuelve donde Jesús, que le pregunta:
-¿Y bien? ¿Estás curado?
-No, Señor. Por ahora no. Pero Tú lo has dicho y yo quedaré curado.

-Permanece, entonces, en tu esperanza. Adiós.

La mujer se derrumba llorando... Está desilusionada. Jesús hace una señal al mercader de que se puede continuar; y éste, también desilusionado, hace pasar la voz. Los camellos reanudan la marcha con ese movimiento suyo como de una barca que alzara y bajara la proa y el tajamar contra la ola, salen fuera de las murallas, toman el amplio y polvoriento camino de caravanas que se extiende en dirección sudoeste.

Ya la última pareja del grupo apostólico (o sea, Juan de Endor y Simón Zelote) ha sobrepasado en unos veinte metros los muros, cuando un grito corta el aire silencioso: parece llenar de sí el mundo, se repite, cada vez más alto, jubiloso, laudatorio:

-¡Veo! ¡Jesús! ¡Bendito mío! ¡Veo! ¡Veo! ¡He creído! ¡Veo! ¡Jesús, Jesús! ¡Bendito mío! -y el hombre, cuya cara ha recuperado completamente la salud y cuyos ojos han vuelto a ser bonitos -dos carbunclos llenos de luz y vida-, hiende las filas apostólicas para caer a los pies de Jesús, y acaba casi debajo de las patas del camello del mercader, que apenas si tiene tiempo de apartar al animal del hombre prosternado.

El hombre besa el manto de Jesús mientras repite:
-¡He creído! ¡He creído y veo! ¡Bendito mío!
-Levántate y vive feliz, y, sobre todo, sé bueno. Di a tu mujer que sepa creer completamente. Adiós.

Jesús se libera de los brazos del curado y reanuda la marcha.

E1 mercader se acaricia la barba pensativo... Termina preguntando:

-¿Y si no hubiera sabido seguir creyendo después de la desilusión del lavado?
-Se hubiera quedado como estaba.
-¿Por qué exiges tanta fe para hacer un milagro?

-Porque la fe testifica la presencia de esperanza en Dios y amor a Dios.

-¿Y por qué has exigido antes el arrepentimiento?
-Porque el arrepentimiento hace a Dios amigo.
-Yo, que no tengo enfermedades, ¿qué tendría que hacer para testificar que tengo fe?

-Allegarte a la Verdad.

-¿Y podría ir a la Verdad sin la amistad de Dios?
-No podrías hacerlo sin la bondad de Dios. El Señor permite que quien -todavía sin arrepentimiento-lo busque, lo encuentre; porque el arrepentimiento generalmente llega cuando el hombre, conscientemente o con un mínimo atisbo de conciencia de lo que su alma quiere, conoce a Dios.

Antes de esto es como un idiota guiado sólo por el instinto. ¿No has sentido nunca la necesidad de creer?

-Muchas veces. Lo que pasaba es que no me sentía satisfecho de lo que tenía. Sentía que había otra realidad, más fuerte que el dinero y que los hijos, mi esperanza... Pero a la hora de la verdad no me preocupaba de tratar de saber aquello mismo que buscaba sin saberlo.

-Tu alma buscaba a Dios. La bondad de Dios ha permitido que encontraras a Dios. El arrepentimiento de tu yerto pasado lejos de Dios te dará la amistad con Dios.
-Entonces, para... para obtener el milagro de ver con el alma la Verdad, ¿tendría que arrepentirme de mi pasado?

-Ciertamente. Arrepentirte y decidirte a un completo cambio de vida...

El hombre vuelve a acariciarse la barba. Tanto fija su mirada, que parece como si estuviera estudiando y contando los pelos del cuello del camello. Sin querer, golpea con el talón al animal, que interpreta el golpe como una incitación a acelerar el paso, de forma que acelera y va adelante con el mercader, hacia la cabeza de la caravana.

Jesús no lo detiene. A1 contrario, Él mismo se para, dejándose adelantar por las mujeres y los apóstoles, hasta que llegan Simón Zelote y Juan de Endor. Jesús se une a éstos.

-¿De qué habláis? -pregunta.
-Hablábamos del desconsuelo que debe sentir quien no cree en nada o quien pierde la fe que tenía. Ayer Síntica estaba verdaderamente angustiada, a pesar de haber pasado a una fe perfecta -responde el Zelote.

-Yo le decía a Simón que, si es penoso pasar del Bien al Mal, también es desconcertante pasar del Mal al Bien. En el primer caso, uno se siente torturado por la recriminación de su conciencia; en el segundo, uno se siente... acongojado... como debe sentirse quien se encuentra transportado a un país extranjero, absolutamente desconocido... O es la zozobra de quien, siendo un mísero y un inculto, se viera puesto en medio de una Corte regia, entre doctos y nobles. Es un sufrimiento... Yo lo conozco... Mucho sufrimiento... Uno no es capaz de creer que sea verdad, que pueda durar... que se pueda merecer... especialmente cuando se tiene manchada el alma... como estaba la mía...

-¿Y ahora, Juan? -pregunta Jesús.
El rostro extenuado de Juan de Endor, extenuado y triste, se ilumina con una sonrisa que lo hace menos macilento.

Dice:
-Ahora no. Queda la gratitud; es más, aumenta la gratitud hacia el Señor, que ha querido esto. Queda el recuerdo del pasado para mantenerme humilde. Pero hay seguridad. Me siento aclimatado. Ya no me siento extranjero en este dulce mundo tuyo de perdón y de amor. Me he tranquilizado. Estoy sereno, feliz.

-¿Juzgas buena tu experiencia?

-Sí. Si no fuera porque me duele haber pecado, porque con mi pecado he entristecido a Dios, diría que siento que mi pasado ha estado bien; me puede servir mucho para sostener a almas que son voluntariosas pero se sienten desconcertadas en los primeros momentos de su nueva fe.
-Simón, ve a decir al muchacho que no salte tanto, que esta noche estará agotado.

Simón mira a Jesús, pero comprende la verdad de la orden. Sonríe inteligentemente y se marcha, dejando así solos a los dos.

-Ahora que estamos solos, Juan, escucha este deseo mío. Tú, por muchas razones, tienes una amplitud de juicio y pensamiento que ningún otro de mis seguidores tiene, y tienes una cultura más vasta que la común entre los israelitas. Por eso, te ruego que me ayudes...

-¿Yo ayudarte a ti? ¿En qué?

-Para Síntica. ¡Tú eres un magnífico pedagogo! Margziam contigo aprende pronto y bien. Tanto es así, que tengo intención de dejaros juntos unos meses, porque quiero en Margziam un conocimiento más amplio que el del pequeño mundo de Israel. Para ti ocuparte de él es motivo de alegría; también a mí me da alegría el veros juntos, tú enseñando, él aprendiendo, tú rejuveneciéndote, él madurando mientras está ocupado. Pero tendrás que ocuparte también de Síntica, como de una hermana desorientada. Tú lo has dicho: es sentirse desconcertados... Ayúdala a aclimatarse en mi ambiente. ¿Me haces este favor?

-¡Pero, mi Señor, si para mí es gracia hacerlo! No me acercaba a ella porque tenía la impresión de ser yo una persona superflua. Pero, si Tú lo quieres... Ella lee mis volúmenes: los hay sagrados y solamente cultos: libros de Roma y de Atenas. Veo que consulta y medita. Pero nunca me había entrometido a ayudarla. Si Tú lo quieres...

-Sí, lo quiero. Quiero veros amigos. Ella también, como Margziam y tú, estará en Nazaret un tiempo. Será bonito. Mi Madre y tú maestros de dos almas que se abren a Dios. Mi Madre: la angélica Maestra de la Ciencia de Dios; tú: el experto maestro del humano saber, que ahora puedes explicar con referencias sobrenaturales. Será bonito y bueno.

-¡Sí, mi bendito Señor! ¡Demasiado bonito para el pobre Juan!... -y el hombre sonríe ante el pensamiento de estos próximos días de paz junto a María, en la casa de Jesús...

Y el camino serpentea bordeando las pequeñas elevaciones que hay inmediatamente después de Gerasa, bajo un calorcillo de sol que cada vez se siente más, en una lindura de campiña que acaba siendo toda llana. Un camino que está bien conservado y por el que se camina cómodamente. Y se reemprende el camino después del alto del mediodía.

Es casi de noche cuando por primera vez oigo reír con ganas a Síntica: Margziam le ha contado no se qué y ha hecho reír a todas las mujeres. Veo que la griega se inclina a acariciar al niño y a rozarle la frente con un beso, tras lo cual el niño empieza otra vez a saltar como si no sintiera cansancio.

Pero todos los demás sí que están cansados, de forma que la decisión de pernoctar en la fuente del Camellero es recibida con alegría. El mercader dice:

-Hago noche siempre ahí. La etapa de Gerasa a Bosrá es demasiado larga, para los hombres y para los animales.
-Es humano este mercader -observan entre sí los apóstoles, comparándolo con Doras...

La "fuente del Camellero" no es sino un puñado de casas alrededor de numerosos pozos. Una especie de oasis no en la aridez del desierto, porque aquí no hay aridez. Es un oasis en la amplitud deshabitada de los campos y matas de árboles frutales que se intercalan durante millas y que, en esta anochecida de Octubre, emanan la misma tristeza que el mar a la hora del crepúsculo. Así que ver casas, oír rumor de voces, llantos de niños, sentir el olor de las chimeneas humeantes, ver las primeras lamparillas encendidas, es dulce como volver al propio hogar.

Mientras los camelleros se detienen para que los camellos beban una primera vez, los apóstoles y las mujeres siguen a Jesús, y, con el mercader, entran en la... muy prehistórica posada que los hospedará durante la noche...

...En la mísera y fumosa, vasta habitación donde han cenado y donde van a dormir los hombres, y mientras los domésticos preparan las yacijas hechas con heno amontonado encima de unos cañizos, se reúnen todos, cerca de un amplio hogar que ocupa toda la pared estrecha de la habitación. El fuego está encendido porque la noche ha traído consigo humedad y frío.

-Mientras no se ponga de agua el tiempo...-suspira Pedro.
El mercader lo tranquiliza:

-Debe terminar todavía esta luna antes de que venga el mal tiempo. Aquí hace así por la noche, pero mañana tendremos sol.

-¡Es por las mujeres, eh! No por mí. Soy pescador. Vivo en el agua. Y te aseguro que prefiero el agua a las montañas y al polvo.

Jesús habla con las mujeres y con sus dos primos. Lo están escuchando también Juan de Endor y el Zelote. Sin embargo, Timoneo, Hermasteo y Mateo están leyendo uno de los volúmenes de Juan; los dos israelitas le explican a Hermasteo los pasajes bíblicos de mayor oscuridad para él.

Margziam los escucha embelesado, pero con una carita que se vela de sueño. Lo ve María de Alfeo y dice:

-Ese niño está cansado. Ven, amor, que vamos a dormir.

Ven, Elisa; ven, Salomé. Ancianos y niños están mejor en la cama. Y haríais bien todos en iros a la cama, que estáis cansados.

Pero, aparte de las ancianas, excepto Marcela y Juana de Cusa, ninguno se mueve.

En cuanto, recibida la bendición, se marchan, Mateo susurra:

-¿Quién les iba a haber dicho a estas mujeres, hace poco, que iban a tener que dormir en paja, muy lejos de casa?
-Jamás he dormido tan bien -afirma categóricamente María de Magdala. Y Marta lo confirma.

Pero Pedro da la razón a su compañero:
-Mateo tiene razón. Me pregunto, y no lo entiendo, por qué os ha traído a vosotras aquí el Maestro
-Hombre, ¡pues porque somos las discípulas!
-¿Entonces, si fuera... a tierras de leones, iríais?

-¡Pues claro, Simón Pedro! ¡Como si fuera mucho caminar unos pasos! ¡Y, además, con Él al lado!...
-Hablando de pasos, la verdad es que son muchos. Y para mujeres que no están acostumbradas...

Pero las mujeres protestan tanto, que Pedro se encoge de hombros y calla.
Santiago de Alfeo, alzando la cabeza, ve una sonrisa tan luminosa en el rostro de Jesús, que le pregunta:

-¿Nos quieres decir la verdadera finalidad de este viaje, sólo con nosotros, con las mujeres, y... con poco fruto respecto al esfuerzo?

-¿Podrías pretender ver ahora el fruto de la semilla enterrada en los campos que hemos atravesado?
-No. Lo veré en primavera.

-Yo también te digo: "Lo verás a su tiempo".
Los apóstoles no replican nada.
Se alza la voz argentina de María:

-Hijo mío, hoy veníamos hablando entre nosotras de lo que has dicho en Ramot. Cada una de nosotras tenía impresiones y reflexiones distintas. ¿Querrías manifestarnos tu pensamiento? Yo decía que lo mejor era llamarte en ese momento. Pero ibas hablando con Juan de Endor.

-La verdad es que he sido yo la que ha suscitado la cuestión. Porque soy una pobre pagana y no tengo las espléndidas luces de vuestra fe. Sed indulgentes conmigo.

-¡Quisiera yo tener tu alma, hermana mía! -dice impulsiva la Magdalena. Y, siempre exuberante, la abraza y la mantiene junta a sí con un brazo.

Con su espléndida belleza parece iluminar ella sola la mísera barraca y transferir aquí la opulencia de su casa suntuosa. La griega, estrechada a ella, completamente distinta pero también de un físico singular, coloca una nota de pensamiento junto al grito de amor que parece emanar siempre de la pasional María; mientras que, sentada, su dulce rostro alzado hacia su Hijo, las manos entrecruzadas casi como si estuviera orando, recortado en el fondo de la negra pared su perfil purísimo, la Virgen es la perpetua Adoradora. Susana está en la penumbra del rincón, adormilada. Marta, activa a pesar del cansancio y de las insistencias de los demás, aprovecha la luz del hogar para asegurar unas hebillas en el vestidito de Margziam.

Jesús dice a Síntica:

-Pero no era un pensamiento penoso porque te he oído reír.

-Sí, por el niño, que resolvía la cuestión con soltura diciendo: “Yo sólo quiero volver si vuelve Jesús. Pero si quieres saber todo, ve, y luego vuelve y nos dices si te acuerdas".

Se echan a reír todas otra vez y dicen que Síntica había pedido a María explicación sobre el recuerdo que las almas conservan y que da razón de cierta posibilidad en los paganos de tener vagos recuerdos de la Verdad.

-Yo decía: "¿Será que esto confirma la teoría de la reencarnación en que creen muchos paganos?" y tu Madre, Maestro, me explicaba que lo que Tú dices es distinto.

Ahora te pido que me expliques también esto, mi Señor.

-Escucha. No debes creer que, porque los espíritus tengan espontáneos recuerdos de Verdad, esté demostrado que vivimos varias vidas. Ya conoces suficiente para saber cómo fue creado el hombre, cómo pecó, cómo fue castigado.

Te ha sido explicado cómo Dios incorpora en el animal-hombre un alma individual. Es creada cada vez una y jamás un alma es usada para posteriores encarnaciones. Esta certeza debería anular mi aserción acerca del recuerdo de las almas. Debería... para cualquier otro ser aparte del hombre, dotado de un alma hecha por Dios. El animal no puede recordar nada, naciendo una sola vez; el hombre puede recordar, a pesar de nacer una sola vez. Recordar con su parte mejor: el alma. ¿De dónde viene el alma, toda alma de hombre? De Dios. ¿Quién es Dios?

El Espíritu inteligentísimo, potentísimo, perfecto. Esta cosa admirable que es el alma, cosa creada por Dios para darle al hombre su imagen y semejanza como signo indiscutible de su Paternidad santísima, presenta dotes propias de Aquel que la creó: es, pues, inteligente, espiritual, libre, inmortal, como el Padre que la creó.

Sale perfecta del Pensamiento divino y en el instante de su creación es igual, durante una milésima de instante, que la del primer hombre: una perfección que entiende la Verdad por don dado gratis. Una milésima de instante. Luego, una vez formada, es lesionada por la culpa original. Para que entiendas mejor, te diré que es como si Dios estuviera grávido del alma que crea, y el creado, al nacer, fuera herido por una señal incancelable. ¿Me comprendes?

-Sí. Mientras es pensada es perfecta. Una milésima de instante, este pensamiento creador. Luego, el pensamiento traducido a hecho, el hecho queda sujeto a la ley provocada por la Culpa.

-Bien has respondido. El alma se encarna, por tanto, así en el cuerpo humano, llevando consigo, cual gema celada en el misterio de su ser espiritual, el recuerdo del Ser Creador, o sea, de la Verdad. El niño nace. Puede ser bueno, puede ser magnífico o pérfido; puede serlo todo porque en su querer es libre.

El ministerio de los ángeles con sus luces ilumina sus "recuerdos"; el artero los cubre de tinieblas. Según que el hombre desee las luces y aspire, por tanto, también a una virtud cada vez mayor, haciendo al alma señora de su ser, he aquí que aumenta en ella la facultad de recordar, como si la virtud fuera haciendo cada vez más sutil la pared que se interpone entre el alma y Dios.

Así se comprende por qué los hombres virtuosos de todos los pueblos sienten la Verdad (no perfectamente, por estar embotados por doctrinas contrarias o por letal ignorancia, pero sí suficientemente como para ofrecer páginas de formación moral a los pueblos a que pertenecen). ¿Has comprendido? ¿Estás convencida?

-Sí. Concluyendo: la religión de las virtudes practicadas heroicamente predispone al alma a la Religión verdadera y al conocimiento de Dios».

-Exacto. Y ahora ve a descansar con mi bendición. Y tú también, Mamá, y vosotras hermanas y discípulas. La paz de Dios descienda sobre vuestro descanso.

   


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