Friday April 19,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

253- María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada. La Magdalena debe forjarse sufriendo


Todavía es de noche (una preciosa noche de Luna menguante) cuando, silenciosamente, Jesús con los apóstoles y las mujeres, Juan de Endor y Hermasteo, se despiden de Isaac, que es el único que está despierto, para emprender el camino siguiendo la orilla del mar.

El rumor de los pasos es sólo un leve crujido de grava comprimida por las sandalias. Ninguno habla hasta que no dejan unos metros atrás la última de las casitas. Quien en ella duerme, o en las otras anteriores, ciertamente no ha advertido la silenciosa partida del Señor y sus amigos. El silencio es profundo. Sólo el mar habla: a la Luna, que ya se encamina hacia el poniente, empezando a declinar; a las arenas, y les cuenta las historias de las profundidades, con su larga ola de marea alta incipiente que va dejando cada vez menos margen seco al litoral.

Esta vez las mujeres van adelante, con Juan, Simón Zelote, Judas Tadeo y Santiago de Alfeo, los cuales ayudan a las discípulas a pasar pequeños escollos que aparecen acá o allá, húmedos de agua salubre y resbaladizos. El Zelote va con la Magdalena, Juan con Marta, mientras que Santiago de Alfeo se ocupa de su madre y de Susana y Judas Tadeo no cede a ninguno el honor de tomar en su recia y larga mano -otra parte en que asemeja a Jesús-la mano menuda de María, para sostenerla en los pasos difíciles. Cada uno de ellos habla en voz baja con su compañera. Parece como si todos quisieran respetar el sueño de la Tierra.

El Zelote habla muy animadamente con María de Magdala, y veo que más de una vez Simón abre los brazos con el gesto de quien dijera: «Así es y no hay otra posibilidad». Pero, dado que son los que van más adelantados, no oigo lo que dicen.

Juan habla sólo de vez en cuando con su compañera, señalándole el mar y el Carmelo, cuya ladera occidental está todavía blanca de luna. Quizás está hablando del camino que recorrieron la otra vez bordeando el Carmelo por la otra parte.

También Santiago, entre María de Alfeo y Susana, habla del Carmelo. Dice a su madre:

-Jesús me ha prometido que subiríamos allá arriba los dos solos, y que me diría una cosa sólo a mí.
-¿Qué querrá decirte, hijo? ¿Me lo participas luego?
-Mamá, si es un secreto, no te lo puedo decir -responde sonriendo, con esa sonrisa suya tan afectuosa, Santiago, cuya semejanza con José, el esposo de María, es muy sensible en las facciones y, más aún, en la serena dulzura.

-Para la madre no hay secretos.
-No los tengo, la verdad. Pero si Jesús me quiere allá arriba solo, y sólo para hablarme, es señal de que no quiere que sepa nadie lo que quiere decirme. Tú, mamá, eres mi querida mamá a la que quiero mucho, pero Jesús está por encima de ti y su voluntad también. De todas formas, le preguntaré, cuando llegue el momento, si te puedo decir a ti sus palabras. ¿Estás contenta ahora?

-Te olvidarás de preguntarlo...
-No, mamá; no te olvido nunca, aunque estés lejos de mí. Siempre que oigo o veo algo bonito pienso: "¡Si estuviera aquí mi madre!"
-¡Amor! Dame un beso, hijo mío.

María de Alfeo está emocionada. Pero la emoción no mata la curiosidad. Vuelve al asalto después de unos momentos de silencio.

-Has dicho: su voluntad. Entonces es que has comprendido que te quiere manifestar algún designio suyo. ¡Venga, hombre, al menos esto lo puedes decir! ¡Esto te lo habrá dicho estando presentes los demás!
-La verdad es que iba delante sólo con Él -dice sonriendo Santiago.

-Pero los otros podían oír.
-No me dijo mucho, mamá. Me recordó las palabras y la oración de Elías en el Carmelo: "De los profetas del Señor he quedado yo sólo"; "sé propicio a mi oración, para que este pueblo reconozca que Tú eres el Señor Dios"».
-¿Y qué quería decir?

-¡Cuántas cosas quieres saber, mamá! Ve donde Jesús, entonces; que te las diga -se defiende Santiago.
-Habrá querido decir que, dado que el Bautista ha sido apresado, queda sólo El como profeta en Israel, y que Dios deberá conservarlo mucho tiempo para que el pueblo sea adoctrinado -dice Susana.

-¡Mmm! Dudo que Jesús pida ser conservado mucho tiempo. Para sí mismo no pide nada... ¡Venga, Santiago mío, díselo a tu madre!

-La curiosidad es un defecto, mamá; es cosa inútil, peligrosa y a veces dolorosa. Haz un buen acto de mortificación...

-¡Ay, pobre de mí! ¿No habrá querido decir que me van a encarcelar a tu hermano, o... quizás... matarlo? -pregunta toda agitada María de Alfeo.
-Judas no es "todos los profetas", mamá, aunque, por tu amor, cada uno de tus hijos representa al mundo...

-Pienso también en los demás, porque... porque entre los profetas futuros estáis ciertamente vosotros. Entonces... entonces, si sólo quedas tú... Si sólo quedas tú es señal de que los otros, mi Judas... ¡oh!

María de Alfeo deja al improviso donde están a Santiago y a Susana y, ligera como una jovencilla, vuelve hacia atrás corriendo, sin hacer caso a la pregunta que le dirige Judas Tadeo. Llega, como si alguien la estuviera persiguiendo, al grupo de Jesús.

-Jesús mío,...estaba hablando con mi hijo... de lo que le dijiste... del Carmelo... de Elías... de los profetas... Dijiste... que Santiago se quedará solo... ¿Qué será de Judas, entonces? ¡Es mi hijo, sabes! -dice toda jadeante por la congoja y por la carrera realizada.
-Lo sé, María; como también sé que te sientes feliz de que sea mi apóstol. Date cuenta de que tú tienes todos los derechos como madre y Yo los tengo como Maestro y Señor.
-¡Es verdad... es verdad... pero Judas es mi hijito!... y María, vislumbrando un momento futuro, se echa a llorar con ganas.

-¡Oh, son lágrimas muy mal empleadas! Pero todo se le comprende a un corazón de madre. Ven aquí, María. No llores. Ya te consolé otra vez. En aquel momento te prometí que aquel dolor te alcanzaría de Dios grandes gracias, para ti, para tu Alfeo, para tus hijos... (Jesús ha pasado su brazo por encima de los hombros de su tía y la ha juntado estrechamente a sí... Ahora ordena a los que iban con Él:

-Vosotros id adelante...

Luego, ya sólo con María de Alfeo, sigue diciendo:
-Y no mentí. Alfeo murió invocándome. Por tanto, toda deuda suya hacia Dios quedó cancelada. María, tu dolor obtuvo esta conversión hacia el pariente que antes Alfeo no había comprendido, hacia el Mesías que no había querido reconocer; ahora, este dolor tuyo obtendrá que el vacilante Simón y el reacio José imiten a tu Alfeo.
-Sí, pero... ¿Qué vas a hacer con Judas, con mi Judas?
-Lo amaré más aún de cuanto le amo ahora.

-No, no. Hay un presagio amenazador en esas palabras. ¡Oh, Jesús! ¡Oh, Jesús!...

María Virgen vuelve hacia atrás porque, ante ese dolor cuya naturaleza todavía desconoce, quiere consolar también a su cuñada. En cuanto sabe de qué dolor se trata -porque su cuñada, al verla a su lado, llora aún más fuerte y se lo dice-se pone más pálida que la misma Luna.
María de Alfeo gime:

-Dile tú que no, que no... la muerte para mi Judas...
María Virgen, aún más pálida, le dice:

-¿Podría pedir esto para ti, si ni siquiera para mi Hijo pido que sea salvado de la muerte? María, di conmigo: "Hágase tu voluntad, Padre, en el Cielo, en la Tierra y en el corazón de las madres". Hacer la voluntad de Dios a través del destino de nuestros hijos es el martirio redentor de nosotras las madres... Además... nadie ha confirmado que vayan a matarlo a Judas, o matarlo antes de que tú mueras.

¡Tu oración de ahora por que alcance la mayor longevidad cómo te pesaría entonces, cuando, en un Reino de Verdad y Amor, veas todas las cosas a través de las luces de Dios y a través de tu maternidad espiritualizada! Entonces -estoy seguro de ello-, como bienaventurada y como madre, querrías que Judas fuera semejante a mi Jesús en su destino de redentor, y anhelarías vivamente tenerlo pronto contigo, de nuevo, para siempre. Porque el tormento de las madres es verse separadas de sus hijos: un tormento tan grande, que creo que perdurará, como ansia amorosa, incluso en el Cielo que nos acogerá.

El llanto de María -tan fuerte y en medio del silencio de un primer barrunto de alba-ha hecho que todos vuelvan atrás para saber lo que pasa, con lo cual han oído las palabras de María Virgen y la emoción se extiende: llora María de Magdala susurrando:

«Y yo le he procurado ese tormento a mi madre ya desde esta Tierra»; llora Marta diciendo: «La separación de los hijos y la madre significa dolor recíproco»; brillan también los ojos de Pedro. Por su parte el Zelote dice a Bartolomé: « ¡Qué palabras de sabiduría para explicar lo que será la maternidad de una bienaventurada!»; « ¿Y cómo -le responde Natanael  valorará las cosas una madre bienaventurada: a través de las luces de Dios y de la maternidad espiritualizada...! Se queda uno sin respiración, como ante un luminoso misterio».

Judas Iscariote dice a Andrés:

-La maternidad, expresada en esos términos, se despoja de todo sentido de peso para ser pura ala. Da la impresión de estar viendo ya a nuestras madres transformadas en una inimaginable belleza.

-Es verdad. La nuestra, Santiago, nos amará así. ¿Te imaginas lo perfecto que será entonces su amor? -dice Juan a su hermano, y es el único en que se dibuja una luz de sonrisa (¡tanto le emociona gozosamente la idea de que su madre llegue a amar en modo perfecto!).
-
Siento haber causado tanto dolor -dice Santiago de Alfeo en tono de pedir disculpas. Ha intuido más de lo que he dicho... Créeme, Jesús.
-Lo sé. Lo sé. María se está labrando a sí misma, y éste ha sido un golpe más fuerte de cincel; pero le quita mucho peso muerto -dice Jesús.

-¡Venga, madre! ¡Deja ya de llorar! Esto me duele. Que sufras como una pobre mujercita que no conoce las certezas del Reino de Dios. No te pareces en nada a la madre de los niños Macabeos -recrimina a su madre Judas Tadeo, severo, aunque abrazándola... Y, besándola en la cabeza, en sus cabellos entrecanos, añade: «Pareces una niña con miedo a las sombras y a las fábulas que le cuentan para asustarla.

Pero tú sabes dónde encontrarme: en Jesús. ¡Qué mamá! ¡Qué mamá! Deberías llorar si se te hubiera dicho que, en un futuro, fuera a traicionar a Jesús, a abandonarlo, o fuera a ser un réprobo. Entonces sí, entonces deberías llorar incluso sangre. Pero, si Dios me ayuda, no te daré nunca ese dolor, madre mía. Quiero estar contigo por toda la eternidad...

El reproche, primero; las caricias, después... terminan por enjugar el llanto de María de Alfeo, que ahora se siente -y se la ve-toda avergonzada de su debilidad.

En el tránsito de la noche al día -habiéndose ocultado la Luna sin haber empezado todavía a amanecer-la luz ha disminuido. Pero es sólo un breve intermedio incierto.

Inmediatamente después, la luz -primero plomiza, luego levemente gris, luego verdastra, luego láctea con transparencias de azul, finalmente clara, casi incorpórea plata-se afirma, cada vez más, facilitando el camino por el guijarral húmedo que las olas han dejado descubierto; mientras, los ojos se alegran con la vista del mar, ya de un azul más claro, pronto a encenderse de visos de gema.

Y luego el aire embebe su plata de un rosa cada vez más seguro, hasta que este rosa-oro de la aurora se hace lluvia rosa-roja que cae en el mar, en los rostros, en los campos, formando contrastes de tonalidades cada vez más vivos, los cuales alcanzan el punto perfecto -para mí siempre el más bonito del día cuando el Sol, saltando los confines del oriente, lanza su primer rayo hacia montes y laderas, bosques, prados y vastas llanuras marinas y celestes, y acentúa todos los colores: la blancura de las nieves o de las lejanías montañosas, con un color añil entreverado de verde diaspro; o el cobalto del cielo, que palidece para acoger el rosa; o el zafiro veteado de jaspe y orlado de perlas del mar. Y hoy el mar es un verdadero milagro de belleza: no muerto en la calmaría pesada ni agitado bajo la lucha de los vientos, sino majestuosamente vivo con su reñir de leves olas, apenas señaladas con una ondulación coronada por una crestita de espuma.

Llegaremos a Dora antes de que el sol queme. Reanudaremos la marcha al declinar del sol. Mañana, en Cesárea, terminará vuestro esfuerzo, hermanas. También nosotros descansaremos. Allí estará ciertamente vuestro carro. Nos separaremos... ¿Por qué lloras, María? ¿Voy a tener que ver hoy llorar a todas las Marías? -dice Jesús a la Magdalena.

-Le apena dejarte -dice su hermana para disculparla.

-No quiere decir que no nos vayamos a volver a ver, y además pronto.
María hace gesto de negación con la cabeza. No llora por eso.

El Zelote explica:
-Teme no saber ser buena sin tenerte a su lado. Teme... ser tentada demasiado fuertemente una vez que Tú ya no estés cerca manteniendo alejado al demonio. Me hablaba de esto hace poco.

-No tengas este temor. Yo no retiro nunca una gracia que he concedido. ¿Quieres pecar? ¿No? Pues estáte tranquila. Vigila, eso sí, pero no tengas miedo.

-Señor... lloro también porque en Cesárea... Cesárea está llena de mis pecados. Ahora los veo todos... Me espera mucho que sufrir en mi humanidad...

-Me alegro; cuanto más sufras mejor será, porque después ya no tendrás que sufrir con estas inútiles penas. María de Teófilo, te recuerdo que eres hija de un padre fuerte, y que eres un alma fuerte y que Yo te quiero hacer fortísima. En las otras compadezco las debilidades, porque han sido siempre mujeres mansas y tímidas, incluso tu hermana. En ti no lo soporto. Te labraré con fuego y yunque. Porque eres temple que debe labrarse así, para no deteriorar el milagro de tu voluntad y la mía. Esto debéis saberlo tú y los que -de entre los presentes o los ausentes-pensasen que podría ser débil contigo por lo mucho que te he amado. Te concedo que llores por arrepentimiento y por amor; no por ninguna otra cosa. ¿Comprendes? -Jesús se muestra sugestivo y severo.

María de Magdala se esfuerza en tragar lágrimas y sollozos y cae de rodillas, besa los pies de Jesús; e intentando hablar con voz firme, dice:
-Sí, mi Señor. Haré como Tú quieres.

-Álzate, pues, y está serena.

   


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