Thursday March 28,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

300- Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím


Hay gran ambiente festivo en la ciudad de Naím: recibe a Jesús por primera vez después del milagro del joven Daniel resucitado de la muerte.

Precedido y seguido por un buen número de personas, Jesús atraviesa la ciudad bendiciendo. Además de los de Naím, hay personas de otros lugares, que vienen de Cafarnaúm, adonde habían ido a buscarlo y de donde los habían mandado a Caná, y de esta ciudad a Naím.

Tengo la impresión de que, ahora que tiene muchos discípulos, Jesús ha creado una red de informaciones, de forma que los peregrinos que lo buscan lo puedan encontrar a pesar de su continuo cambio de lugar, que, de todas maneras, es de pocas millas al día, tanto cuanto consienten la época del año y la brevedad de los días.

Entre estas personas que han venido de otros lugares buscándole, no faltan fariseos y escribas, aparentemente respetuosos...

Jesús se hospeda en casa del joven resucitado, en la que han concurrido también las personas importantes de la ciudad; y la madre de Daniel, al ver a los escribas y fariseos -siete como los pecados capitales -, toda humilde, los invita, disculpándose de no poder ofrecerles una morada más digna.

-Está el Maestro, está el Maestro, mujer. Ello daría valor incluso a una cueva. Tu casa es mucho más que una cueva. Así que entramos y decimos: "Paz a ti y a tu casa".

Efectivamente, la mujer, a pesar de que ciertamente no es
rica, ha hecho lo posible y lo imposible para dar honor a Jesús. No hay duda de que han entrado en liza todos los bienes de Naím, puestos conjuntamente en movimiento para embellecer la casa y aderezar las mesas. Las respectivas propietarias ojean, desde todos los puntos posibles, a la comitiva que pasa por el pasillo de entrada, y que se dirige a dos habitaciones situadas una frente a la otra, donde la dueña de la casa ha preparado las mesas.

Quizás han pedido sólo esto por el préstamo de vajillas, manteles, asientos, y por su ayuda en la cocina; esto sólo: ver de cerca al Maestro y respirar donde Él respira.

Y ahora se asoman acá o allá, rojas, llenas de harina o de ceniza, o goteándoles las manos, según su tarea culinaria; ojean, reciben su pedacito de mirada divina, su porcioncita de voz divina, beben la dulce bendición con el oído y la dulce figura con la mirada, y vuelven, todavía más rojas, felices, a la lumbre, a la amasadera o al fregadero.

Felices ellas. Felicísima la que, con la dueña de la casa, ofrece las jofainas de las abluciones a los invitados importantes. Es una jovencita oscura de ojos y cabellos, pero de tez tenuemente sonrosada; más rosa cuando la dueña de la casa explica a Jesús que es la prometida de su hijo y que pronto se celebrarán la boda.

-Hemos esperado a que vinieras para celebrarlas, para que toda la casa quedara por ti santificada. Ahora bendícela, para que sea una buena esposa en esta casa
Jesús la mira, y, dado que ella se inclina, le impone las manos diciendo:

-Florezcan en ti las virtudes de Sara, Rebeca y Raquel; de ti nazcan verdaderos hijos de Dios, para su gloria y para alegría de esta morada.  

Ya Jesús y las personas importantes se han purificado y entran en la sala del banquete con el joven, dueño de la casa, mientras los apóstoles, con otros hombres de Naím menos influyentes, entran en la habitación de enfrente. El banquete empieza.

Comprendo, por lo que hablan, que, antes de que empezase la visión, Jesús había predicado y curado en Naím. Pero los fariseos y escribas poco se detienen en esto. En cambio llenan de preguntas a los de Naím para saber detalles sobre la enfermedad de que había muerto Daniel, sobre las horas que habían transcurrido entre la muerte y la resurrección, y sobre si había sido embalsamado completamente o no, etc. etc.

Jesús se abstrae de todas estas indagaciones hablando con el resucitado, que está magníficamente y come con un apetito formidable. Pero un fariseo llama a Jesús para preguntarle si había sabido antes de la enfermedad de Daniel.
-Venía de Endor por pura coincidencia, porque había querido complacer a Judas de Keriot, como también había complacido a Juan -le Zebedeo. Ni siquiera sabía que había de pasar por Naím cuando empecé el camino para el peregrinaje pascual -responde Jesús.

-¿Ah, no habías ido premeditadamente a Endor? -pregunta asombrado un escriba.
-No. No tenía, entonces, ni la más mínima intención de ir a Endor.
-¿Y entonces cómo es que fuiste?
-Lo acabo de decir: porque Judas de Simón quería ir.
-¿Y por qué este capricho?
-Para ver la gruta de la maga.

-Quizás es que Tú habías hablado de eso,...
-¡Jamás! No tenía motivo para hablar de eso.
-Lo que quiero decir es que... quizás habías explicado con ese episodio otros sortilegios, para iniciar a tus discípulos en...

-¿En qué? Para iniciar en la santidad no se necesitan peregrinajes. Una celda o una landa desierta, un pico de montaña o una casa solitaria van bien igualmente. Basta, en quien enseña, autoridad y santidad, y, en quien escucha, voluntad de santificarse. Yo enseño esto y no otras cosas. 

-Pero los milagros que ahora hacen ellos, los discípulos, qué son sino prodigios y...

-Y voluntad de Dios. Sólo eso. Y cuanto más santos vayan siendo más harán. Con la oración, con el sacrificio y con su obediencia a Dios. No con otras cosas.

-¿Estás seguro de eso? -pregunta un escriba, con la mano en el mentón y mirando de reojo, y de abajo arriba, a Jesús, con tono discretamente irónico y no sin un sentido de conmiseración.

-Son las armas y las doctrinas que les he dado. Si luego alguno de ellos, y son muchos, se corrompe con innobles prácticas, por soberbia o por otra cosa, el consejo no habrá provenido de mí. Puedo orar para tratar de redimir al culpable.

Puedo imponerme duras penitencias expiatorias para obtener que Dios le ayude especialmente con luces de su sabiduría para que vea el error. Puedo arrojarme a sus pies para suplicarle que abandone el pecado, con todo mi amor de Hermano, Maestro y Amigo.

Y no pensaría que me estaría rebajando al hacer eso, porque el precio de un alma es tal, que merece la pena sufrir cualquier humillación para ganarla. Pero no puedo hacer más. Si, a pesar de eso, continúa el pecado, llanto y sangre rezumarán de los ojos y el corazón del traicionado e incomprendido Maestro y Amigo.

¡Qué dulzura y qué tristeza en la voz y en la expresión de Jesús!

Los escribas y fariseos se miran entre sí. Es todo un juego de miradas. Pero no hacen ningún comentario al respecto.

En cambio, eso sí, hacen preguntas al joven Daniel: ¿se acuerda de qué es la muerte?; ¿qué sintió al volver a la vida?; ¿qué vio en el espacio entre la muerte y la vida?
-Yo sé que estaba enfermo y que sufrí la agonía. ¡Oh, qué cosa más tremenda! ¡No me hagáis recordarlo!... Y, no obstante, llegará el día en que tendré que volverla a sufrir. ¡Oh, Maestro!... -Lo mira aterrorizado, y empalidece ante el pensamiento de que tendrá que morir otra vez.

Jesús lo consuela dulcemente diciendo:
-La muerte es de por sí expiación. Tú, muriendo dos veces, quedarás purificado de toda mancha y gozarás enseguida del Cielo. Pero que este pensamiento te haga vivir una vida santa, de forma que sólo haya en ti involuntarias y veniales culpas.

Pero los fariseos vuelven al ataque:
-¿Pero qué experimentaste al volver a la vida?
-Nada. Me he encontré vivo y sano como si me hubiera despertado de un largo sueño pesado.

-¿Pero te acordabas de haber muerto?
-Me acordaba de que había estado muy mal, hasta la agonía, y nada más.

-¿Y qué recuerdas del otro mundo?

-Nada. No hay nada. Un agujero negro, un espacio vacío en mi vida... Nada.

-¿Entonces para ti no hay Limbo, ni Purgatorio ni Infierno?

-¿Quién ha dicho que no existen? Claro que existen. Pero yo no los recuerdo.
-¿Pero estás seguro de haber estado muerto?

Reaccionan todos los que hay de Naím:
-¿Que si estaba muerto? ¿Qué más queréis? Cuando lo pusimos en la lechiga estaba casi empezando a oler. ¡Y,
además!... con todos esos bálsamos y vendas habría muerto hasta un coloso. -¿Pero tú no te acuerdas de haber muerto? -Os he dicho que no. El joven se impacienta y añade:

-¿Pero qué es lo que queréis establecer con estas lúgubres argumentaciones?: ¿que un entero pueblo aparentaba que me tenía muerto a mí, incluida mi madre, incluida mi mujer, que estaba en la cama muriendo de dolor, incluido yo, atado y embalsamado, y que no era verdad?

¿Qué estáis diciendo?: ¿que en Naím éramos todos niños o imbéciles con ganas de bromas? Mi madre se puso blanca en pocas horas, mi mujer tuvo que ser asistida porque el dolor y la subsiguiente alegría la habían como enloquecido. ¿Y vosotros dudáis? ¿Y por qué lo íbamos a haber hecho?

-¿Por qué? ¡Es verdad! ¿Por qué lo íbamos a haber hecho? -dicen los de Naím.

-Jesús no habla. Se entretiene con el mantel como si estuviera ausente. Los fariseos no saben qué decir... Pero Jesús, al improviso, cuando la conversación y el asunto parecían concluidos, abre su boca y dice:

-El porqué es el siguiente. Ellos (y señala a los fariseos y escribas) quieren establecer que tu resurrección no fue sino una artimaña bien montada para aumentar mi estima ante las multitudes: Yo, el que la ideó; vosotros, cómplices para traicionar a Dios y al prójimo. No. Yo dejo las fullerías a los innobles.

No necesito hechicerías ni estratagemas, ni artimañas o complicidades, para ser lo que soy. ¿Por qué queréis negar a Dios el poder de devolver e1 alma a una carne? Si El la da cuando la carne se forma, y crea una a una las almas, ¿no podrá restablecerla cuando, volviendo a la carne por la oración de su Mesías, puede ser incentivo para que multitud de gente se acerque a la Verdad? ¿Podéis negar a Dios e1 poder del milagro? ¿Por qué 1o queréis negar?

-¿Eres Tú Dios?
-Yo soy quien soy. Mis milagros y mi doctrina dicen quién soy.

-¿Y entonces por qué éste no recuerda, mientras que los espíritus invocados saben decir lo que es el más allá?
-Porque esta alma, ya santificada por la penitencia de una primera muerte, habla la verdad; mientras que lo que sale de los labios de los nigromantes no es verdad.

-Pero Samuel...
-Pero Samuel fue, por mandato de Dios y no de la maga, a llevar al desleal para con la Ley el veredicto del Señor cuyas disposiciones no se hacen objeto de burla.

-¿Y entonces, por qué tus discípulos lo hacen?

La voz arrogante de un fariseo, que ha alzado el tono porque se ha sentido tocado en la herida, llama la atención de los apóstoles, que están en la habitación de enfrente, separados por un pasillo de poco más de un metro de ancho y sin separación de puertas o cortinas gruesas.

Sintiendo que es algo que los atañe, se levantan y van al pasillo sin hacer ruido, y se poner a escuchar.

-¿En qué lo hacen? Explícate. Si tu acusación es verdadera, les advertiré que no vuelvan a obrar contra la Ley.

-Yo sé en qué, y como yo muchos otros. Pero descúbrelo Tú por ti mismo, Tú, que resucitas a los muertos y te dices más que profeta. Nosotros, puedes estar seguro, no te lo vamos a decir. Además, tienes ojos para ver también muchas otras cosas cometidas por tus discípulos, hechas cuando no se debe o no hechas cuando se deben hacer. Y Tú no le das importancia a esto.

-¿Queréis indicarme algunas de estas cosas?
-¿Por qué tus discípulos violan las tradiciones de los antepasados? Hoy los hemos observado. ¡Hoy otra vez! ¡No hace más de una hora! ¡Han entrado en su sala para comer y antes no se han purificado las manos!» (Si los fariseos hubieran dicho: «y antes han degollado a unos cuantos de la ciudad» no habrían expresado un tono tan profundamente lleno de horror).

-Sí, los habéis observado. Hay muchas cosas que ver. Cosas hermosas y buenas, cosas que mueven a bendecir al Señor por habernos dado la vida, para que pudiéramos verlas, y por haberlas creado o consentido. Esas no las veis. Y, como vosotros, otros muchos. Y la verdad es que perdéis el tiempo y la paz yendo detrás de las cosas no buenas.

Parecéis chacales, o mejor, hienas que corren tras la estela de una pestilencia y no se cuidan de la afluencia de perfumes que vienen en el viento desde jardines llenos de aromas.

A las hienas no les gustan las azucenas ni las rosas, jazmines ni alcanfores, cinamomos ni claveles. Para ellas significan olores desagradables.

Pero el hedor de un cuerpo en putrefacción en el fondo de un barranco, o en un camino, sepultado bajo los espinos a que lo ha arrojado un asesino, o lanzado a una playa desierta por la tempestad, hinchado, cárdeno, agrietado, horrendo, ¡ah, ese hedor es perfume agradable para las hienas!

Olisquean el viento vespertino, que condensa y transporta consigo todos los olores que el sol destila de las cosas que ha calentado, para sentir este vago, sugestivo olor; y, una vez descubierto, una vez captada su dirección, empiezan a correr, con el hocico alzado, los dientes descubiertos por la vibración -semejante a una risa histérica -de las mandíbulas, para ir al lugar de la podredumbre. Y, ya sea cadáver de hombre o de cuadrúpedo, o de culebra quebrantada por el campesino) garduña muerta a manos del ama de casa, o aunque fuera una simple rata... les gusta, sí, les gusta, les gusta. Y en ese hedor en fermentación hunden sus patas, comen, se relamen...

¿Que hay hombres que día tras día se santifican? ¡Eso no les interesa! Pero basta con que uno sólo haga algún mal, basta con que algunos descuiden no ya un precepto divino sino una práctica humana -llamadla tradición, precepto o como queráis... al fin y al cabo una cosa humana -, basta eso para ir allí y acusar; aunque se trate solamente de una sospecha... cuando menos para darse la satisfacción de ver que la sospecha era una realidad.

Pues bien, responded ahora vosotros, vosotros que habéis venido aquí no por amor, sino con maligna intención, responded: ¿Por qué violáis el precepto de Dios por una tradición vuestra?

¡No me diréis ahora que una tradición es más que un mandamiento! Pues bien, Dios dijo: "Honra a tu padre y a tu madre", y también: "Quien maldijere a su padre o a su madre será reo de muerte".

Pero vosotros decís: “Aquel que dijere a su padre y a su madre: `Lo que debías recibir de mí es  korbán no está obligado a usarlo para su padre o para su madre". Por tanto, con vuestra tradición, habéis anulado el precepto de Dios.

¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías diciendo:

"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; en vano me honran, pues, enseñando doctrinas y preceptos de hombre".

Estáis atentos a las tradiciones de los hombres, al lavado de ánforas y copas, de platos y manos, y otras cosas semejantes; pero, eso sí, descuidáis los preceptos de Dios.

Os escandalizáis porque uno no se lave las manos; pero, eso sí, justificáis la ingratitud y la avaricia de un hijo ofreciéndole la escapatoria de la ofrenda sacrificial para no dar un pan a quien lo engendró y ahora necesita ayuda y él tiene la obligación de honrarlo porque es padre suyo.

Alteráis y violáis la palabra de Dios por obedecer a palabras vuestras, elevadas por vosotros a precepto. Así, os proclamáis más justos que Dios. Os arrogáis el derecho de legisladores, siendo así que sólo Dios es Legislador en su pueblo. Vosotros...

Y seguiría; pero el grupo enemigo abandona la sala bajo la granizada de acusaciones, chocándose con los apóstoles y con todas las otras personas que estaban en la casa, invitados o gente venida a ayudar a la dueña de la casa, los cuales, atraídos por el tañido de la voz de Jesús, se habían agrupado en el pasillo.

Jesús, que se había puesto de pie, se sienta de nuevo, e indica a todos los presentes que entren adonde está Él.

Les dice:

-Escuchad todos y comprended esta verdad. No hay nada fuera del hombre que entrando en él lo pueda contaminar.

Lo que sale del hombre es lo que contamina. Quien tenga oídos para oír que oiga, y use la razón para comprender y la voluntad para obrar. Y ahora salgamos. Vosotros de Naím perseverad en el bien y esté siempre con vosotros mi paz.

Se levanta, saluda en particular a los dueños de la casa, y se encamina por el pasillo.

Pero ve a las mujeres amigas, que, recogidas en un ángulo, lo miran embelesadas, y se dirige a ellas para decirles:

-Paz a vosotras también. Que el Cielo os pague el haberme socorrido con un amor que no me ha permitido echar de menos la mesa materna. He sentido vuestro amor de madres en cada miga de pan, en cada una de las viandas guisadas o asadas, en el dulce de miel, en el vino fresco y aromático. Amadme siempre así, buenas mujeres de Naím. Y la próxima vez no trabajéis tanto para mí. Es suficiente un pan y un puñado de aceitunas condimentadas con vuestra sonrisa materna y vuestra mirada honesta y buena.

Sed felices en vuestras casas, porque tenéis el agradecimiento del Perseguido, que se pone en camino consolado por vuestro amor.

Las mujeres, todas, felices a pesar de estar llorando, se han arrodillado; y El, al pasar, roza apenas, una a una, sus cabellos blancos o negros, como para bendecirlas.

Luego sale y reanuda su camino...
Las primeras sombras de la noche descienden y celan la palidez de Jesús, entristecido por demasiadas cosas.

   


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