Thursday April 25,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

247- María Stma. instruye a la Magdalena en orden a la oración mental


-¿Dónde vamos a detenernos, mi Señor? -pregunta Santiago de Zebedeo mientras van caminando por un paso entre dos colinas enteramente cultivadas y verdes desde la base hasta la cima.

-En Belén de Galilea. Pero durante las horas más calurosas haremos una pausa en el monte que domina Meraba. Así tu hermano se sentirá otra vez dichoso al ver el mar -y Jesús sonríe; luego concluye: «Los hombres habríamos podido caminar más, pero llevamos detrás de nosotros a las discípulas, y, aunque no se quejen nunca, no tenemos que cansarlas excesivamente.

-No se quejan nunca. Es verdad. Nosotros nos quejamos más fácilmente -admite Bartolomé.
-Y eso que están menos acostumbradas que nosotros a esta vida... -dice Pedro.

-Quizás por eso lo hacen con gusto -dice Tomás.

-No, Tomás. Lo hacen de buen grado y por amor. Convéncete de que ni mi Madre ni las otras mujeres de casa, como María de Alfeo, Salomé y Susana, dejan... así, con gusto, la casa para ir por los caminos del mundo y con la gente. Ni tampoco Marta y Juana -cuando venga-, que no están acostumbradas a estas fatigas, lo harían con gusto si no las moviera el amor. Respecto a María de Magdala, sólo un poderoso amor le puede dar la fuerza para sufrir esta tortura -dice Jesús.

-Y, si sabes que es una tortura, ¿por qué se la has impuesto? -pregunta Judas Iscariote -No es buena cosa ni para ella ni para nosotros.

-Sólo la demostración evidente, indudable, de su cambio podía persuadir al mundo. María quiere persuadir al mundo de esto. Su separación del pasado ha sido completa. Es completa.

-Eso habrá que verlo. Todavía es pronto para decirlo. Una vez que uno se ha acostumbrado a un tipo de vida, difícilmente se separa del todo. Nos hacen volver a él amistades y nostalgias -dice Judas Iscariote.

-¿Entonces sientes nostalgia por la vida de antes? -pregunta Mateo.

-Yo... no. Hablo en general. Yo soy yo: hombre, amo al Maestro.... Bueno, quiero decir que dispongo de elementos que me sirven para resistir en mi propósito; sin embargo, ella es una mujer, ¡y... qué mujer! Y, además, aunque su actitud fuera bien firme, es siempre poco agradable tenerla con nosotros. Si nos encontrásemos con rabíes, sacerdotes o fariseos importantes, podéis estar seguros de que sus comentarios no serían agradables. Con sólo pensarlo, ya me pongo colorado.

-No te contradigas, Judas. Si realmente has roto los puentes con el pasado, como pretendes decir, ¿por qué te duele tanto el que una pobre alma nos siga para completar su transformación en el Bien?

-¡Por amor, Maestro! Yo también hago todo por amor, por amor hacia ti.

-Pues entonces perfecciónate en este amor tuyo. Un amor, para serlo verdaderamente, jamás debe ser exclusivismo. Cuando uno sabe amar sólo un objeto y no sabe amar ningún otro, amado por el objeto de su amor, demuestra que no está en el verdadero amor. El amor perfecto ama, con las debidas gradaciones, a todo el género humano, a los animales y plantas, estrellas y agua, porque todo lo ve en Dios. Ama a Dios como conviene y ama todo en Dios. Mira que el exclusivismo en amor es muchas veces egoísmo. Sabe, por tanto, llegar a amar también a los demás por amor.

-Sí, Maestro.

Entretanto, el objeto del contraste de opiniones va con las otras mujeres, al lado de María, sin pensar que es la causa de todo ese debate.

Llegan a Yafia. La atraviesan. La dejan atrás. Ninguno de sus habitantes ha dado muestras de desear seguir al Maestro, ni de tratar de que se detuviera. Prosiguen: los apóstoles inquietos, por la indiferencia del lugar; Jesús tratando de calmarlos.

El valle continúa en dirección oeste. Al fondo se ve otro pueblo dispuesto al pie de otro monte. Y también este pueblo ­oigo que le llaman "Meraba"-se muestra indiferente. Los únicos que se acercan a los apóstoles -mientras sacan agua de una fuente clara que está pegada a una casa-son unos niños. Jesús los acaricia y les pregunta cómo se llaman; los niños, por su parte, también le preguntan su nombre, y quién es y a dónde va y qué hace. Se acerca también un mendigo semiciego, viejo, encorvado, y alarga la mano para pedir una limosna... y, efectivamente, la recibe.

Se reanuda la marcha con la subida de un monte, el que cierra el valle, en el que vierte las aguas de sus riachuelos, ahora reducidos a un hilo de agua o sólo a piedras resecas por el sol. Pero el camino es bueno: se abre, primero, entre bosques de olivos, luego bosques de otros árboles, que entrelazan sus ramas formando una galería verde por encima.

Llegan a la cima, coronada por un susurrante bosque de fresnos, si no me equivoco. Se sientan para descansar y alimentarse. Además de reposar y comer, deleitan la vista, porque el panorama es bellísimo, con la cadena del Carmelo a la izquierda de quien mira hacia el oeste. Y, donde la verdísima cadena del Carmelo, en que pueden verse las más bellas tonalidades del verde, termina, allí brilla el mar, abierto, ilimitado, que se extiende con su velo movido por leves olas hacia el norte, para bañar las orillas que, desde la punta del promontorio formado por el ramal extremo del Carmelo, suben hasta Tolemaida y las otras ciudades, y se pierde en una ligera niebla hacia la región sirofenicia. Sin embargo, al sur del promontorio del Carmelo, no se ve el mar, porque la cadena, que es más alta que el monte donde están, oculta su visión.

Pasan las horas en la sombra susurrante del aireado bosque. Quién duerme, quién habla en voz baja, quién mira.

Juan se aleja de sus compañeros y va al punto más alto posible, para ver más. Jesús se aparta, adentrándose en una zona frondosa para orar y meditar. Las mujeres, a su vez, se han retirado tras una cortina de ondeante madreselva toda en flor; allí se han refrescado, en un minúsculo manantial que, reducido a un hilo de agua, forma en la tierra un charco que no logra transformarse en arroyo. Luego las más mayores, cansadas, se han quedado dormidas; mientras tato, María Santísima, con Marta y Susana están hablando de su casa, ya lejana, y María dice que querría tener esa hermosa mata toda en flor como revestimiento de su gruta.

La Magdalena, que se había soltado el pelo porque no podía resistir su peso, se lo recoge de nuevo y dice:

-Voy adonde Juan, ahora que está con Simón, a mirar con ellos el mar.
-Yo también voy -responde María Stma.
Marta y Susana se quedan con las otras compañeras, que están durmiendo.

Para llegar a donde los dos apóstoles, deben pasar cerca de la zarza que Jesús ha elegido para retirarse en oración.

-Mi Hijo descansa con la oración -dice en voz baja María.
La Magdalena le responde:

-Pienso que será indispensable para Él retirarse para mantener ese maravilloso dominio que tiene y que el mundo somete a dura prueba. ¿Sabes, Madre? He hecho como me dijiste. Todas las noches me retiro durante un tiempo más o menos largo para poder restablecer en mí misma esa calma que se ve turbada por muchas cosas; después me siento mucho más fuerte.

-Por ahora, fuerte; más adelante te sentirás bienaventurada. Créelo, María: tanto en la alegría corno en el dolor, en la paz como en la lucha, nuestro espíritu necesita zambullirse enteramente en el océano de la meditación para reconstruir aquello que el mundo y las diversas vicisitudes derriban, y para crear nuevas fuerzas para subir cada vez más. En Israel se hace uso y abuso de la oración vocal. No quiero decir que sea inútil, ni que Dios la deteste; pero sí digo que siempre es mucho más útil para el espíritu la elevación mental a Dios, la meditación, en que, contemplando su divina perfección y nuestra miseria, o la miseria de tantas pobres almas -no ya para criticarlas, sino para compadecernos de ellas y comprenderlas, y para mostrarnos gratas con el Señor, que nos ha sostenido para que no pecásemos, o nos ha perdonado para no dejarnos caídas-, llegamos realmente a orar, o sea, a amar. Porque la oración, para que sea realmente oración, debe ser amor. Si no, es un farfullar de labios del que el alma está ausente.

-¿Pero es lícito hablar con Dios teniendo los labios todavía sucios de muchas palabras profanas? Yo, en mis horas de recogimiento, que hago como me has enseñado tú, mi dulcísima apóstol, hago violencia a mi corazón, que querría decirle a Dios: "Te amo"...
-¡No! ¡Eso no! ¿Por qué?

-Porque me parece que sería un ofrecimiento sacrílego por mi parte ofrecerle mi corazón...

-No hagas eso, hija, no lo hagas. Tu corazón, ante todo, ha sido consagrado de nuevo por el perdón del Hijo, y el Padre no ve sino este perdón. Pero, aunque Jesús no te hubiera perdonado todavía, y tú, en ignorada soledad -que puede ser tanto material como moral-, gritaras a Dios: "Te amo, Padre. Perdona mis miserias, porque me duelen por el pesar que te causan", cree, María, que el Padre Dios por su parte te absolvería, y le sería grato tu grito de amor.

 Abandónate, abandónate al amor sin oponerle violencia; antes al contrario, deja que el amor adquiera la violencia de un fuego devorador. El fuego consume todo lo material, pero no destruye nada de aire, porque el aire es incorpóreo (al contrario: lo purifica de los detritos minúsculos que en él esparce el viento, lo hace más ligero). Así es el amor para el espíritu: consume antes la materia del hombre, si Dios lo permite, mas no destruye el espíritu, sino que acrecienta su vitalidad y lo hace puro y ágil para que suba a Dios. ¿Ves allí a Juan? Es sólo un muchacho, y, sin embargo, es un águila; es el más fuerte de todos los apóstoles; porque ha comprendido el secreto de la fortaleza, de la formación espiritual: la amorosa meditación.

-Pero él es puro, yo... él es un muchacho, yo...
-Pues mira entonces al Zelote, que no es un muchacho. Ha vivido, ha luchado, ha odiado; lo confiesa con sinceridad.

Pero ha aprendido a meditar. Y créeme que él también está muy arriba. ¿Ves? Se buscan ellos dos. Porque se sienten iguales. Han alcanzado la misma edad perfecta del espíritu, y con el mismo medio: la oración mental: por ella, el muchacho se ha hecho viril en el espíritu; por ella, el otro, ya mayor y cansado, ha vuelto a una fuerte virilidad. Y, ¿sabes otro que, sin ser apóstol, adelantará mucho -es más, ya está muy adelantado-por su tendencia natural a la meditación, que desde que es amigo de Jesús se ha hecho en él una necesidad espiritual? Pues tu hermano.

-¿Mi Lázaro?... ¡Oh, Madre, tú que sabes tantas cosas, porque Dios te las muestra, dime cómo me tratará Lázaro la primera vez que me vea? Antes guardaba silencio con desdén. Pero lo hacía porque yo no admitía que me hicieran observaciones. He sido muy cruel con mis hermanos... Ahora lo comprendo. Ahora que sabe que puede hablar, ¿qué me dirá? Temo una abierta recriminación suya. Ciertamente me recordará todas las penas que he causado. Quisiera presentarme ante él inmediatamente. Pero tengo miedo.

Antes iba, y no me inquietaba siquiera el recuerdo de nuestra madre muerta, ni sus lágrimas, vivas aún sobre los objetos que usó, lágrimas vertidas por mí, por mi culpa. Mi corazón era cínico, altanero, cerrado a cualquier voz que no fuera "mal". Pero ahora yo no tengo ya la malvada fuerza del Mal, y tiemblo... ¿Qué me hará Lázaro?

-Te abrirá los brazos y te llamará, más con el corazón que con los labios, "hermana amada". Está tan formado en Dios, que no puede usar otros modos. No temas. No te dirá nada que haga referencia al pasado. Está -es como si lo estuviera viendo­ allí, en Betania, y se le hacen muy largos los días de su espera. Te está esperando a ti, para estrecharte contra su corazón, para saciar su amor de hermano. Si quieres gustar la dulzura de haber nacido del mismo seno, no tienes que hacer nada más que quererlo como él te quiere.

-Lo querría aunque me reprendiera. Me lo merezco.
-No. Te amará y nada más. Sólo te querrá.
Ya han llegado donde Juan y Simón, que están hablando de los futuros viajes. Ambos se ponen en pie, en signo de reverencia, cuando llega la Madre del Señor.
-Venimos también nosotras a glorificar al Señor por las hermosas obras de su creación.

-¿Has visto alguna vez el mar, Madre?
-Sí, lo he visto. Entonces el mar, a pesar de la tempestad, estaba menos turbado que mi corazón, y sus aguas menos saladas que mi llanto, mientras huía siguiendo el litoral desde Gaza hacia el Mar Rojo, con mi Niño en brazos y el miedo a Herodes detrás. Lo vi también al regreso. Entonces era primavera en la tierra y en mi corazón. La primavera del regreso a la patria. Jesús daba palmadas con sus manitas, contento de ver cosas nuevas... Yo y José también nos sentimos felices. De todas formas, la bondad del Señor, en mil modos, nos había aligerado el exilio en Matarea.

Su conversación sigue mientras me cesa la capacidad de ver y oír.
   


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