Friday March 29,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

307- Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención


El telar está parado porque María y Síntica están cosiendo muy diligentemente las telas que ha traído el Zelote. Doblan y ponen encima de la mesa, en montones ordenados por colores, los pedazos de vestidos ya cortados. Cada cierto tiempo, las mujeres cogen uno para hilvanarlo sobre la mesa. Así que los hombres se ven arrinconados hacia el inactivo telar, cerca, pero no interesados en el trabajo de las mujeres.  

Están también los dos apóstoles Judas y Santiago de Alfeo, los cuales, por su parte, observan la intensa labor femenina, sin hacer preguntas, pero creo que no sin curiosidad.

Los dos primos hablan de sus hermanos, especialmente de Simón, que los ha acompañado hasta la puerta de Jesús y luego se ha marchado «porque tiene un niño enfermo» dice Santiago para suavizar la cosa y disculpar a su hermano. Judas se muestra más severo; dice:

-Precisamente por eso debía venir. Pero parece que él también se ha vuelto idiota. Como todos los nazarenos, por lo demás, si se excluyen Alfeo y los dos discípulos que ahora quién sabe dónde están. Se ve que Nazaret no tiene de bueno nada más, y que ha escupido todo lo bueno que tenía, como si fuera un sabor molesto para esta ciudad nuestra...

-No hables así -ruega Jesús -No te envenenes el corazón... No es culpa suya...
-¿De quién, entonces?
-De muchas cosas... No investigues. De todas formas, no toda Nazaret es enemiga. Los niños...
-Porque son niños.

-Las mujeres...

-Porque son mujeres. Pero no son ni los niños ni las mujeres quienes afirmarán tu Reino.

-¿Por qué, Judas? Te equivocas. Los niños de hoy serán precisamente los discípulos de mañana, los que propagarán el Reino por toda la Tierra. Y las mujeres... ¿Por qué no lo pueden hacer?

-Ciertamente, no podrás hacer de las mujeres apóstoles; al máximo, serán discípulas, como Tú has dicho, que servirán de ayuda a los discípulos.

-Un día cambiarás la opinión sobre muchas cosas, hermano mío. Pero ni siquiera intento convencerte de tu error. Chocaría contra una mentalidad que te viene de siglos de conceptos y prejuicios errados acerca de la mujer. Lo único que te ruego es que observes, que anotes, en ti, las diferencias que ves entre las discípulas y los discípulos, y que observes, fríamente, su adecuación a mis enseñanzas.

Verás cómo, empezando por tu madre, que se podría decir que ha sido la primera de las discípulas en el orden del tiempo y del heroísmo -y lo sigue siendo, haciendo frente con valentía a toda una ciudad que la vitupera por serme fiel; resistiendo contra las voces de su sangre, que no le ahorra reproches por serme fiel -, verás cómo las discípulas son mejores que vosotros.

-Lo reconozco, es verdad. ¿Pero en Nazaret dónde están también las mujeres discípulas? Las hijas de Alfeo, las madres de Ismael y de Aser y sus hermanas. Y basta. Demasiado poco. Querría no volver a Nazaret para no ver todo esto.

-¡Pobrecilla tu madre! Le darías un gran dolor -interviene María.

-Es verdad -dice Santiago -Tiene muchas esperanzas de lograr conciliar a nuestros hermanos con Jesús y con nosotros. Creo que no desea sino esto. Pero, ciertamente, no es estando lejos como lo conseguiremos. Hasta ahora te he hecho caso en estar como aislado; pero, desde mañana, quiero salir a estar con unos u otros... Porque, si vamos a tener que evangelizar incluso a los gentiles, ¿no vamos a evangelizar nuestra ciudad? Me niego a creer que toda ella sea mala, que no se la puede convertir.

Judas Tadeo no rebate, pero está visiblemente inquieto.
Simón Zelote, que había estado todo el tiempo callado, interviene:

-No querría insinuar sospechas. Pero consentidme que os haga una pregunta para consolar vuestro espíritu. Ésta: ¿Estáis seguros de que en la actitud de reserva de Nazaret no haya fuerzas externas, venidas de otros lugares y que aquí operan bien, sobre la base de un elemento que debería, si se razonara con justicia, dar las mejores garantías de seguridad de que el Maestro es el Santo de Dios?

El conocimiento de la vida perfecta de Jesús, nazareno, debería facilitar a los nazarenos el aceptarlo como el Mesías prometido. Yo más que vosotros, y conmigo muchos de mi edad, en Nazaret hemos conocido, al menos de oídas, a algunos supuestos Mesías. Y os aseguro que su vida íntima desacreditaba las más obstinadas aserciones de mesianidad en ellos.

Roma los ha perseguido ferozmente como a rebeldes. Pero, aparte de la idea política, que Roma no podía permitir que existiera en los lugares de su dominio, estos falsos Mesías, por muchos motivos privados, habrían merecido castigo. Nosotros los instigábamos y sosteníamos, porque nos servían para saciar nuestro espíritu de rebelión contra Roma; los secundábamos, porque, estando embotados, hemos creído -hasta que el Maestro ha aclarado la verdad, y, por desgracia, a pesar de esto, todavía no creemos como deberíamos, o sea, totalmente -, hemos creído ver en ellos al "rey" prometido. Ellos halagaban nuestro espíritu afligido con esperanzas de independencia nacional y de reconstrucción del reino de Israel.

¡Pero, ay, qué miseria! ¡¿Qué reino, lábil y degenerado, habría sido?! No. Llamar a esos falsos Mesías reyes de Israel y fundadores del Reino prometido era en verdad degradar profundamente la idea mesiánica. En el Maestro, a la profundidad de su doctrina se une la santidad de vida, y Nazaret, como ninguna otra ciudad, la conoce. No tengo ninguna intención de acusar a los nazarenos de incredulidad respecto al carácter sobrenatural de su venida, que ellos ignoran. ¡Pero la vida! ¡Su vida!...

Ahora tanto resentimiento, tanta impenetrable resistencia... Bueno, mucho más que eso: tanta resistencia aumentada. ¿Y el origen de una resistencia tan crecida no podría estar en maniobras enemigas? Sabemos cómo son los enemigos de Jesús, sabemos la influencia que tienen.

¿Pensáis que sólo aquí se hayan mantenido inactivos y ausentes, si en todos los lugares nos han precedido, o se nos han juntado, o nos han seguido, para destruir la obra de Cristo? No acuséis a Nazaret como si fuera la única culpable. Más bien llorad por ella, desviada por los enemigos de Jesús.

-Muy bien lo has dicho, Simón: Llorad por ella... -dice Jesús. Y está triste.

Juan de Endor observa:

-También has dicho muy bien eso de que el elemento favorable se transforma en desfavorable porque el hombre raramente piensa con justicia. Aquí el primer obstáculo es el nacimiento humilde, la infancia humilde, la adolescencia humilde, la juventud humilde de nuestro Jesús.

El hombre olvida que los valores se celan bajo apariencias modestas, mientras que los que no son nada se camuflan bajo apariencia de grandes seres para imponerse a las muchedumbres.

-Será así... Pero ello no cambia en nada mi pensamiento acerca de los nazarenos. Sea cual fuere lo que les hayan dicho, debían saber juzgar por las obras reales del Maestro, no por las palabras de unos desconocidos.  

Un largo silencio, roto únicamente por el ruido de telas que la Virgen divide en franjas para hacer de ellas orlas.

Síntica no ha hablado en todo este tiempo, a pesar de haber estado atentísima. Conserva siempre esa actitud suya de profundo respeto, de discreción, que solamente con María o con el niño se hace menos rígida. Pero ahora el niño se ha dormido, sentado en un taburete justo a los pies de Síntica y con la cabeza apoyada en las rodillas de ella sobre su brazo doblado. Por eso ella no se mueve y espera a que María le pase las franjas de tela.

-¡Qué sueño más inocente!... ¡Está sonriendo!... -observa María inclinándose hacia la carita durmiente.

-¿Qué estará soñando? -dice, sonriendo, Simón.
-Es un niño muy inteligente. Aprende pronto y pide explicaciones precisas. Hace preguntas muy agudas y quiere respuestas claras. Sobre todas las cosas. Confieso que algunas veces me veo en dificultad para responder. Son argumentos superiores a su edad, y, algunas veces, también a mi capacidad de explicarlos -dice Juan.

-¡Ah, sí! Como aquel día... ¿Te acuerdas, Juan? ¡Tuviste dos alumnos muy mortificantes ese día! ¡Y muy ignorantes! ­dice Síntica, sonriendo levemente y mirando fijamente al discípulo con su mirada profunda.

Juan sonríe a su vez y dice:
-Sí. Y vosotros tuvisteis un maestro muy incapaz, que tuvo que pedir ayuda a la verdadera Maestra... porque, en ninguno de los muchos libros que había leído, este pedagogo ignorante había encontrado la respuesta para un niño. Señal de que soy un pedagogo ignorante todavía.

-La ciencia humana es ignorante todavía. Lo insuficiente no era el pedagogo, sino lo que le habían dado para serlo.

¡La pobre ciencia humana! ¡Oh, qué mutilada la veo! Me recuerda a una divinidad que era venerada en Grecia. ¡Se requería verdaderamente la materialidad pagana para poder creer que, por estar privada de alas, la Victoria fuera para siempre propiedad de los griegos! No sólo las alas a la Victoria; la libertad incluso nos han quitado... Mejor hubiera sido, en nuestra creencia, que hubiera tenido alas.

Habríamos podido concebirla capaz de volar para arrebatar rayos celestes y asaetear a los enemigos. Pero, así, sin alas, no daba esperanza sino desconsuelo y mensaje de tristeza. No la podía mirar sin apenarme... La veía doliente, descorazonada por su mutilación. Un símbolo de dolor, no de alegría... Y lo fue. Pero es que el hombre hace con la Ciencia lo mismo que con la Victoria. Le amputa las alas que bañarían en lo sobrenatural el saber y darían una clave para abrir muchos secretos de lo cognoscible y de la creación. Han creído, y creen, que, mutilándole las alas la tienen cautiva... Lo único que han hecho ha sido reducirla a minusválida... La Ciencia alada sería Sabiduría. Así, en ese estado, es solamente comprensión parcial.

-¿Y mi Madre os dio respuesta ese día?
-Con perfecta claridad y con casta palabra, adecuada para el oído de un niño y de dos adultos de sexo distinto sin que ninguno se ruborizase.

-¿Sobre qué versaba?

-Sobre el pecado original, Maestro. Tomé nota de la explicación de tu Madre para recordarla -dice Síntica; y también Juan de Endor dice: «También yo. Creo que será una cosa muy solicitada, si un día se va a los gentiles. Yo no creo que vaya porque...».

-¿Por qué, Juan?
-Porque viviré poco.
-¿Pero irías con gusto?

-Más que muchos otros de Israel, porque no tengo prejuicios. Y también... Sí, también por esto. Yo di mal ejemplo entre los gentiles, en Cintium, y en Anatolia. Hubiera deseado poder hacer el bien en los lugares en que he hecho el mal. El bien que debería hacer: llevar tu palabra allí, darte a conocer... Pero habría sido demasiado honor... No lo merezco...

Jesús lo mira sonriendo, pero no dice nada a este respecto. Pregunta:

-¿Y no tenéis otras preguntas que hacer?
-Yo tengo una. Me ha surgido la otra noche, cuando hablabas del ocio con el niño. He tratado de darme una respuesta, pero no lo he conseguido. Esperaba al sábado para hacértela, cuando las manos están inactivas y nuestra alma, en tus manos, es elevada a Dios -dice Síntica.

-Haz ahora tu pregunta, mientras esperamos la hora del descanso.

-Maestro. Tú dijiste que, si uno se vuelve tibio en el trabajo espiritual, se debilita y predispone a las enfermedades del espíritu. ¿No es así?

-Sí, mujer.

-Pues bien, esto me parece en contraste con cuanto os he oído a ti y a tu Madre acerca del pecado original, sus efectos en nosotros, la liberación de éste por medio de ti. Me habéis enseñado que con la Redención quedará anulado el pecado original. Creo que no yerro si digo que será anulado no para todos, sino solamente para aquellos que crean en ti.

-Es verdad.

-Dejo, por tanto a los otros, y tomo en consideración a uno de estos salvados. Lo contemplo después de los efectos de la Redención. Su alma ya no tiene el pecado original.

Vuelve, pues, a poseer la Gracia como la tenían los Progenitores. ¿Esto no le dará un vigor que no podrá sufrir desfallecimiento alguno? Tú dirás: "El hombre comete también pecados personales". Bien, de acuerdo. Pero pienso que también éstos caerán con tu Redención. No te pregunto cómo. Pero supongo que, como testimonio de que ella se ha producido verdaderamente -y no sé cómo acontecerá, si bien cuanto se refiere a ti en el Libro sagrado hace temblar, y espero que sea sufrimiento simbólico, restringido a lo moral, aunque el dolor moral no es una ilusión sino un espasmo quizás mucho más atroz que el físico -, dejarás, digo, unos medios, unos símbolos. Todas las religiones los tienen; en algunas ocasiones los llaman "misterios"...

El bautismo actual, vigente en Israel, es uno de ellos, ¿no es verdad?
-Lo es. Y habrá, con nombre distinto del que tú les das, en mi Religión también signos de esta Redención, que serán aplicados a las almas para purificarlas, fortalecerlas, iluminarlas, sostenerlas, nutrirlas, absolverlas.

-¿Y entonces? Si son absueltas también de los pecados personales, siempre estarán en gracia... ¿Cómo es que, entonces, serán débiles y propensas a enfermedades espirituales?

-Te pongo una comparación. Tomemos un niño recién nacido de padres sanísimos, sano y robusto. No hay en él ninguna tara física, hereditaria. Esqueleto y órganos perfectos. Goza de sangre sana. Tiene, pues, todos los requisitos para desarrollarse fuerte y sano, dándose, además, el caso de que su madre tiene leche abundante y sustanciosa. Mas, he aquí que en los albores de su vida se manifiesta en él una gravísima enfermedad cuya causa se desconoce; una enfermedad auténticamente mortal.

A duras penas se salva, por la piedad de Dios, que le retiene la vida que estaba a punto de marcharse de ese cuerpecito. Pues bien, ¿crees que, después, ese niño tendrá el mismo vigor que si no hubiera sufrido esa enfermedad? No. Tendrá siempre en sí un estado de debilidad, que, aunque no se manifieste claramente, estará ahí y lo predispondrá a las enfermedades más fácilmente que si no hubiera estado enfermo. Algún órgano ya nunca estará íntegro como antes. Su sangre será menos fuerte y pura que antes. Razones todas éstas por las que contraerá enfermedades más fácilmente, las cuales, a su vez, cada vez que le afecten, lo dejarán más propenso a enfermarse de nuevo. Lo mismo sucede en el campo espiritual. El pecado original quedará cancelado en los que crean en mí.

Pero el espíritu conservará una tendencia al pecado que no habría tenido sin el pecado original. Por tanto, es necesario vigilar y cuidar continuamente el propio espíritu, como hace la solícita madre con su hijito debilitado por una enfermedad infantil.

Por tanto, es necesario no holgar, sino ser siempre diligentes para fortalecerse en virtud. Si uno cae en la indolencia o en la tibieza, más fácilmente será seducido por Satanás. Y cada pecado grave, siendo semejante a una grave recaída, predispondrá cada vez más a la enfermedad y muerte del espíritu.

Por el contrario, la Gracia, restituida por la Redención, si va acompañada de una voluntad activa e incansable, se conserva. No sólo se conserva, sino que aumenta, porque queda asociada a las virtudes conseguidas por el hombre.

¡Santidad y Gracia! ¡Qué alas más seguras para volar a Dios! ¿Has comprendido?

-Sí, mi Señor. Tú, o sea, la Trinidad santísima, dais el Medio base al hombre. El hombre, con su trabajo y atención, no lo debe destruir. Comprendo. Todo pecado grave significa destrucción de la Gracia, o sea, de la salud del espíritu. Los signos que vas a dejarnos devolverán, sí, la salud; pero el pecador obstinado, que no lucha por no pecar, será cada vez más débil, aunque todas las veces sea perdonado. Es necesario, pues, vigilar para no perecer. Gracias, Señor... Margziam se está despertando. Es tarde...

-Sí. Vamos a orar todos juntos y luego iremos a descansar.

Jesús se levanta y todos lo imitan (también el niño, que todavía está adormilado). Y el "Pater noster" resuena, fuerte y armónico, en la pequeña habitación.

   


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