Friday April 19,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

196- El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias


La mayor parte de la mañana del sábado ha estado ocupada en dejar descansar a los cansados cuerpos y en arreglar la ropa, polvorienta y arrugada por el viaje. En las vastas cisternas del Getsemaní -colmadas de agua de lluvia -y en el Cedrón ­verdadera sinfonía entre los cantos, espumoso, lleno, por los chaparrones de los últimos días -hay tanta agua que es una verdadera incitación. Uno tras otro, los peregrinos, desafiando el fresco, bajan a zambullirse en el torrente; luego se ponen vestidos nuevos, de los pies a la cabeza, y, con el pelo todavía un poco tieso por las rociadas del torrente, van a sacar agua de las cisternas y la vierten en unas pilas grandes donde tienen la ropa, separada por colores.

-¡Bien! ¡Bien! -dice Pedro contento -Ahí se purgará y María la podrá lavar con menos esfuerzo -Supongo que es la mujer que está en Getsemaní.

-Pequeñuelo, tú eres el único que no puede ponerse vestidos nuevos. Pero mañana...

En efecto, el niño tiene una tuniquita limpia que ha sacado de su talego (tan pequeño, que le podría ir bien a una muñeca), pero está aún más descolorida y rota que la otra. Pedro observa, preocupado, la túnica, diciendo en tono apenas perceptible:

-¿Cómo lo llevo así a la ciudad? Estoy por dividir en dos mi manto... con un manto se taparía todo.
Jesús oye este soliloquio paterno y dice:

-Ahora es mejor que descanse. A1 atardecer iremos a Betania...

-Quiero comprarle la túnica. Se lo he prometido.
-Lo harás. Ciertamente. Pero es mejor pedirle a mi Madre su opinión. Ya sabes... las mujeres... están más dotadas que nosotros para las compras... además, será una satisfacción para Ella ocuparse de un niño... ¿Iréis juntos!

El apóstol se siente raptado al séptimo cielo por la idea de ir con María a comprar. No sé si Jesús ha expresado todo lo que piensa o si se reserva una parte (es decir, que su Madre tiene un gusto más fino que evitaría desentonos de colores horrendos); comoquiera que sea, obtiene el fin sin que su Pedro se sienta humillado.
Se diseminan por el olivar, muy hermoso en este sereno día abrileño. La lluvia de los días precedentes parece haber plateado los olivos y sembrado la tierra de flores, de tanto como resplandecen al sol las frondas, de tantas florecillas como hay al pie de los olivos. Los pájaros cantan y vuelan por todas partes.

No se ve el bullir de gente, pero sí las caravanas que se dirigen hacia la Puerta de los Peces -y hacia otras puertas cuyo nombre desconozco -, desde el lado este. La ciudad se las traga como si fuera un famélico vientre.
Jesús pasea y observa a Yabés, que está jugando, alegre, con Juan y los más jóvenes. También Judas Iscariote -ya se le ha pasado el enojo de ayer -está alegre y juega. Los más mayores observan sonriendo.

-¿Qué dirá tu Madre de este niño? -pregunta Bartolomé.
-Yo digo que dirá: "Está muy delgado"-dice Tomás.
-¡No! Dirá: "¡Pobre niño!" -responde Pedro.
-No, lo que dirá es: "Me alegro de que lo quieras" -objeta Felipe.

-La Madre no lo pondría nunca en duda. Yo creo que no hablará. Lo estrechará contra su corazón -dice Simón el Zelote.

-¿Y Tú, Maestro, qué dices que dirá?
-Hará lo que habéis dicho, pero lo pensará y lo dirá sólo en su corazón; al besarlo no dirá sino: "¡Bendito seas!", y lo cuidará como si fuera un pajarillo caído del nido.

Escuchad. Un día me habló de cuando era pequeñita. Todavía no tenía tres años, pues no estaba aún en el Templo, y ya se le rompía el corazón de amor y exhalaba, cual flor y aceituna, aplastada o rota en la prensa, todos sus óleos y perfumes.

En un delirio de amor, le decía a su madre que quería ser virgen para agradar más al Salvador, pero que querría ser pecadora para poder ser salvada, y casi lloraba porque su madre no la entendía y no sabía darle la solución para ser la "pura" y la "pecadora" al mismo tiempo. Le trajo la paz su padre, con un pajarillo que había salvado del peligro que corría en el borde de una fuente: le contó la parábola del pajarillo, diciéndole que Dios la había salvado anticipadamente y que, por tanto, Ella debía bendecirlo por doble motivo.

Y la pequeña Virgen de Dios, la grandísima Virgen María, ejercitó su primera maternidad espiritual hacia ese pajarillo caído del nido, y lo echó a volar cuando fue fuerte; este pajarillo no dejó ya jamás el huerto de Nazaret, consoló con sus vuelos y trinos la casa triste y los corazones tristes de Ana y Joaquín cuando María fue al Templo; murió poco antes de que expirase Ana: había concluido su misión.

Mi Madre se había consagrado a la virginidad por amor, pero, siendo criatura perfecta, poseía en su sangre y en su espíritu la maternidad; porque la mujer está hecha para ser madre, y comete aberración cuando se hace sorda a este sentimiento, que es amor de segunda potencia...

Poco a poco se han ido acercando también los demás.
-¿Qué quieres decir, Maestro, con "amor de segunda potencia"? -pregunta Judas Tadeo.

-Hermano mío, hay muchos amores, y de distintas potencias. Está el amor de primera potencia: el que se da a Dios. Luego, el amor de segunda potencia: el materno, o paterno.

Porque, si el primero es enteramente espiritual, éste es en dos partes espiritual y en una carnal se mezcla, sí, el sentimiento afectivo humano, pero predomina lo superior, porque un padre o una madre, sana y santamente tales, no dan sólo alimento y caricias a la carne de su hijo, sino que también nutren y aman su mente y su espíritu. Es tan cierto esto que estoy diciendo, que, quien se consagra a la infancia -aunque sólo fuere para instruirla -termina por amarla como si fuera su propia carne.

-Efectivamente yo quería mucho a mis discípulos -dice Juan de Endor.

-Debías ser un buen maestro... lo veo por cómo te comportas con Yabés.

El hombre de Endor, sin hablar, se inclina a besar la mano de Jesús.

-¡Sigue, te lo ruego, tu clasificación de los amores! -dice Simón Zelote.

-Existe amor hacia la compañera: es amor de tercera potencia, porque es -me refiero también en este caso a los sanos y santos amores -mitad espíritu mitad carne. El hombre para su esposa es maestro y padre, además de esposo; la mujer para su esposo es ángel y madre, además de esposa. Éstos son los tres amores más elevados.
-¿Y el amor al prójimo? ¿No te estás equivocando? ¿O es que te has olvidado de él? -pregunta Judas Iscariote.

Los demás lo miran perplejos y... con fiereza por la observación que ha hecho.

Jesús, sin embargo, responde sereno:

-No, Judas. Pero observa lo que te digo. A Dios se le debe amar porque es Dios, por tanto, no es necesaria ninguna explicación para persuadir de este amor. Él es el que es, o sea, el Todo; el hombre (la nada que viene a ser partícipe del Todo por el alma infundida por el Eterno -sin ella el hombre sería uno de tantos animales brutos que viven sobre la faz de la tierra o en las aguas o en el aire -) debe adorar por deber y para merecer sobrevivir en el Todo, es decir, para merecer venir a ser parte del Pueblo santo de Dios en el Cielo, ciudadano de la Jerusalén que no conocerá profanación o destrucción algunas por los siglos de los siglos.

El amor del hombre, y especialmente de la mujer, a la prole tiene indicación de precepto en las palabras de Dios a Adán y Eva, después de bendecirlos, viendo que era "bueno" lo que había hecho, en un lejano sexto día, el primer sexto día de lo creado. Les dijo: "Creced y multiplicaos y poblad la tierra...".

Veo tu tácita objeción... Te respondo inmediatamente: puesto que en la creación, antes de la culpa, todo estaba regulado y basado sobre el amor, este multiplicarse de los hijos habría sido amor, santo, puro, poderoso, perfecto. Fue el primer mandamiento de Dios al hombre: "Creced, multiplicaos". "Amad, por tanto, después de mí, a vuestros hijos.” El amor como es  ahora, el actual generador de los hijos, entonces no existía. La malicia no existía y, por tanto -porque va con ella -, tampoco la execrable hambre carnal. El hombre amaba a la mujer, y la mujer al hombre, naturalmente, pero no naturalmente según la naturaleza como nosotros la entendemos -o, mejor, como vosotros, hombres, la entendéis -, sino según la naturaleza de hijos de Dios, o sea, sobrenaturalmente. Muy dulces fueron los primeros días de amor entre los dos, hermanos -habían nacido de un Padre común -y, no obstante, esposos; de esos dos que amándose se miraban con sus inocentes ojos como dos gemelos en su cuna. El hombre sentía amor de padre hacia su compañera "hueso de sus huesos y carne de su carne" (como un hijo lo es para un padre). La mujer conocía la alegría de ser hija -por tanto, protegida por un amor muy elevado -, porque sentía que tenía en sí algo de aquel espléndido hombre que la amaba, con inocencia y angélico ardor, en los hermosos prados del Edén.

Luego, en el orden de los preceptos dados por Dios con una sonrisa a sus amados párvulos, viene aquel que el mismo Adán, dotado por la Gracia de una inteligencia sólo inferior a la de Dios, hablando de su compañera -y, en ella, de todas las mujeres -, decreta (el decreto del pensamiento de Dios, que se reflejaba límpido en el terso espejo del espíritu de Adán y que florecía en forma de pensamiento y de palabra): "El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una carne sola".

De no haber existido los tres pilares de los amores que he mencionado, ¿habría podido, acaso, existir amor al prójimo? No, no hubiera podido existir. El amor a Dios hace a Dios amigo y enseña el amor; quien no ama a Dios, que es bueno, no puede ciertamente amar al prójimo que en su mayoría es defectuoso. Si no hubieran existido el amor conyugal y la paternidad en el mundo, no habría podido existir el prójimo, porque el prójimo está hecho de los hijos nacidos de los hombres. ¿Estás convencido de esto?

-Sí maestro. No había reflexionado.

-Efectivamente, es difícil remontarse al hontanar. El hombre está bien hincado ya desde hace siglos, milenios, en el fango, y el hontanar está en las cimas, muy alto. Además, el primero de los manantiales viene de una inmensa altura: Dios... No obstante, de la mano, os conduciré a los manantiales; sé dónde están...

-¿Y los otros amores? -preguntan al unísono Simón Zelote y el hombre de Endor.

-El primero de la segunda serie es el amor al prójimo. En realidad es el cuarto en potencia. Luego viene el amor a la ciencia. Después el amor al trabajo.

-¿Y basta?
-Basta.
-¡Hay otros muchos amores! -exclama Judas Iscariote.

-No. Lo que hay es otros apetitos, pero no son amores; son "desamores"; niegan a Dios y niegan al hombre; no pueden ser, por tanto, amores, porque son negaciones y la negación es odio.

-¡Si niego el consentimiento al mal es odio? -insiste Judas Iscariote.
-¡Pobres de nosotros! Eres más insidioso que un escriba.

¿Me quieres decir lo que te pasa? ¿Es culpa del aire fino de Judea, que te pinza los nervios como un calambre? -exclama Pedro.

-No. Me gusta instruirme y tener muchas ideas, y claras. Dado que has mencionado a los escribas, aquí es fácil hablar con ellos; no quiero quedarme corto de argumentos.
-¿Y piensas que vas a poder, en el momento en que te haga falta, extraer del saco en que estás acumulando esos trapajos la hilacha del color deseado? -pregunta Pedro.

-¿Trapajos las palabras del Maestro? ¡Blasfemas!
-No te me hagas el escandalizado. En su boca no hay trapajos, pero después de maltratarlas nosotros se transforman en eso. Pon un pedazo de valioso lino cendalí en manos de un niño... Pasado un rato, será un trapajo sucio y roto. Pues es lo mismo que nos pasa a nosotros... Ahora que, si pretendes pescar en el momento oportuno el pingajillo que necesitas, entre que es un pingajillo y que está sucio... pues... ¡en fin... no sé yo cuál va a ser el resultado!

-¡Tú no te metas, que son cosas mías!
-¡Ah!, ¡claro! Ten por seguro que no me voy a meter en tus cosas. ¡Tengo ya bastante con las mías! Y además, a fin de cuentas, me conformo con que no perjudiques al Maestro; porque, si lo hicieras, entonces me metería también en tus cosas...

-Cuando actúe mal, lo harás; pero eso no sucederá nunca porque sé actuar... No soy un ignorante...

-Yo lo soy, ya lo sé. Pero, precisamente porque lo sé, no acumulo lastre para, en su momento, exhibirlo, sino que me pongo en manos de Dios... y Dios me ayudará por amor a su Mesías, de quien soy el siervo más pequeño y más fiel.

-¡Todos somos fieles! -contrapone, arrogante, Judas.
-¡Malo! ¿Por qué ofendes a mi padre? Es ya mayor. Es bueno. No debes hacerlo. Eres un hombre malo. Me das miedo ­dice, severo, Yabés, rompiendo el atento silencio en que estaba.

-¡Y van dos! -exclama en voz baja Santiago de Zebedeo dándole con el codo a Andrés. A pesar de que haya hablado bajo, Judas lo ha oído.

-¿Ves, Maestro, como las palabras de aquel estúpido niño de Magdala han dejado huella? -dice Judas encendido de rabia.

-¡Pero no sería más bonito continuar la lección del Maestro, más bien que estar como chivos enojados?

-Pregunta el pacífico Tomás.
-Sí, claro. Maestro, síguenos hablando de tu Madre. ¡Es tan luminosa su infancia!: de reflejo hace vírgenes a nuestras almas. Y yo, pobre de mí, tengo mucha necesidad de ello! -exclama Mateo.

-¿Qué queréis que os diga... si son muchos los episodios, y a cuál más delicioso...!

-¿Te los ha contado Ella?
-Alguno sí, pero muchos más José, que me los contaba, siendo Yo niño, como los más bellos cuentos; y también Alfeo de Sara, que, siendo pocos años más mayor que mi Madre, fue amigo suyo durante los breves años en que Ella estuvo en Nazaret.

-¡Háblanos...! -dice Juan en tono suplicante.
Se han colocado todos en círculo, sentados a la sombra de los olivos; Yabés está en el centro, mirando fijamente a Jesús, como si fuera a escuchar una fábula paradisíaca.

-Os voy a narrar la lección de castidad que dio mi Madre, pocos días antes de entrar en el Templo, a su pequeño amigo y a muchos otros.

Aquel día se había casado un joven de Nazaret, pariente de Sara. -Joaquín y Ana también habían sido invitados a la boda, y con ellos la pequeña María, que, junto con otros niños, tenía el encargo de echar pétalos deshojados por el camino de la novia. Dicen que era una niña guapísima.

Todos se la disputaban después de la festiva entrada de la novia. Era muy difícil ver a María, porque pasaba mucho tiempo en casa (amaba más que cualquier otro lugar una pequeña gruta que incluso hoy día se sigue llamando "la gruta de su desposorio"). Así que, cuando se la veía, rubia, rosada, delicada, la anegaban en caricias. La llamaban "la flor de Nazaret", o "la perla de Galilea", o también "la paz de Dios", en memoria de un enorme arco iris que apareció improvisamente con su primer vagido. En efecto, era, y es, todo eso y más aún: es la Flor del Cielo y de la creación, es la Perla de: Paraíso, es la Paz de Dios... Sí, la Paz. Yo soy el Pacífico porque soy Hijo del Padre e hijo de María: la Paz infinita y la Paz suave.

Pues bien, aquel día todos querían besarla y tenerla en el regazo Entonces Ella, mostrándose reacia a besos y demás contactos, con delicada gravedad, dijo: "Por favor, no me chaféis". Creyeron que se refería a su vestido de lino, ceñido con una cinta azul en la cintura en los estrechos puños, en el cuello...; o a la pequeña guirnalda de florecillas azules con que Ana la había coronado para mantener sus leves ricitos. Entonces, le aseguraron que no le iban a chafar ni el vestido ni la guirnalda. Pero Ella, segura, mujercita de tres años, erguida, rodeada de un corro de adultos, dijo seria: "No me refiero a lo que se puede reparar. Estoy hablando de mi alma. Es de Dios y no quiere ser tocada sino por Dios". Objetaron: "Pero si te besamos a ti no a tu alma". Y Ella replicó: "Mi cuerpo es templo del alma y su sa-cerdote es el Espíritu; el pueblo no es admitido al recinto sacerdotal Por favor, no entréis en el recinto de Dios".

A Alfeo, que había superado ya los ocho años y que la quería mucho, le impresionó esta respuesta, y, al día siguiente, habiéndola encontrado junto a su pequeña gruta buscando flores, le preguntó "María, cuando seas mujer, ¿me querrías por esposo?" (todavía le duraba la emoción de la fiesta nupcial a la que había asistido).

Ella respondió: "Yo te quiero mucho, pero no te veo como hombre. Te diré un secreto: yo veo sólo las almas de los seres vivientes, y las amo mucho, con todo mi corazón. Y veo sólo a Dios como `verdadero Ser viviente' a quien ofrecerme". Bien, éste es un episodio.

-¡”Verdadero Ser viviente"! ¿Sabes que es profunda esa palabra? - exclama Bartolomé.

Y Jesús, humildemente y con una sonrisa:

-Era la Madre de la Sabiduría.

-¿Era?... ¿Pero no tenía tres años?

-Era. Yo vivía ya en Ella, siendo Dios en Ella, desde su concepción, en la Unidad y Trinidad perfectísima.

-Pero -y perdona si yo, culpable, oso hablar -, pero, ¡Joaquín y Ana sabían que era la Virgen predestinada?
-pregunta Judas Iscariote.

-No lo sabían.

-Y entonces, ¿cómo es que Joaquín dijo que Dios la había salvado anticipadamente? ¿No alude ello, acaso, a su privilegio respecto a la culpa?

-Alude a ello. Pero Joaquín prestaba su boca a Dios, como todos los profetas. Tampoco él comprendió la sublime verdad sobrenatural que el Espíritu había puesto en sus labios. Joaquín era un justo; tanto que mereció esa paternidad. Y era humilde. En efecto, no hay justicia donde hay soberbia. Él era justo y humilde. Consoló a su hija por amor de padre. En su sabiduría de sacerdote, la instruyó: que sacerdote era, siendo tutor del Arca de Dios. Como pontífice, la consagró con el título más dulce:

"La Sin Mancha". Día llegará en que otro sabio pontífice dirá al mundo: "Ella es la Concebida sin Mancha", y dará esta verdad al mundo de los creyentes, como artículo de fe irrebatible, para que en el mundo de entonces -que se irá hundiendo cada vez más en una neblinosa monotonía de herejías y vicios -resplandezca, ante la vista de todos, la Toda Hermosa de Dios, coronada de estrellas, vestida de rayos de luna (menos puros que Ella); la Reina de lo creado y del Increado, apoyada en los astros. Porque Dios-Rey tiene por Reina, en su Reino, a María.

-¿Entonces, Joaquín era profeta?
-Era un justo. Su alma dijo, como hace el eco, lo que Dios decía a su alma, por Dios amada.

-¿Cuándo vamos a ir a ver a esta Mamá, Señor? -pregunta con ojos anhelantes Yabés.

-Esta tarde, cuando la veas, ¿qué le vas a decir?
-¿Estaría bien: "Te saludo, Madre del Salvador"?
-Muy bien -confirma Jesús mientras lo acaricia.
-Pero, ¿no vamos a ir hoy al Templo? -pregunta Felipe.

-Iremos antes de salir para Betania. Y tú, ¿estarás aquí tranquilo, no?

-Sí, Señor.

La mujer de Jonás (el arrendatario del olivar), que lentamente se ha ido acercando, dice:

-¿Por qué no lo llevas contigo? Lo está deseando...
Jesús la mira fijamente y con insistencia, aunque sin decir nada. La mujer comprende, y lo manifiesta:
-¡Comprendo!... Creo que tengo todavía un pequeño manto, de Marcos. Voy a buscarlo -y, ligera, se ausenta.
Yabés, tirándole a Juan de una manga, dice:
-¿Serán severos los maestros?

A lo que Juan, confortándolo, contesta:
-¡No, hombre, no! No tengas miedo. Y, además, no es hoy. En pocos días, con la Madre, sabrás más que un doctor.
Los demás, que lo han oído, sonríen por la preocupación de Yabés.

-Pero, ¿quién va a presentarlo haciendo las veces de padre? -pregunta Mateo.

-Yo. ¡Es natural! A menos que lo quiera presentar el Maestro -dice Pedro.

-No, Simón, no lo haré Yo. Te dejo este honor.
-Gracias, Maestro. Pero... ¿vas a estar presente también Tú?
-Ciertamente. Todos estaremos presentes: es "nuestro" niño...

Vuelve María de Jonás con un manto color morado oscuro que todavía está en buenas condiciones. ¡Qué color! Ella misma lo dice:

-Marco no lo quiso usar nunca porque no le gustaba el color. ¡Mira tú éste! ¡Es atroz! Y el pobre Yabés, con esa tez suya tan aceitunada, dentro de ese morado violento, parece un ahogado. Pero él no se ve... y se siente feliz con ese manto con que cubrirse como una persona mayor...

-La comida está lista, Maestro. La criada ha sacado ya del asador el cordero.

-Vamos, entonces.

Y, bajando del lugar en que se encuentran, entran en la amplia cocina para comer.


   


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