Tuesday April 23,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

212- Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá
habla desde la casita de Isaac


Toda Yuttá corre al encuentro de Jesús, con flores silvestres de las laderas de sus montes y con las primicias de los frutos de sus campos, además de las sonrisas de sus niños y las bendiciones de sus habitantes.

Antes de que Jesús ponga pie en el pueblo, se ve rodeado de estas buenas personas que, avisadas por Judas de Keriot y Juan, que habían sido enviados con anticipación, acuden a honrar al Salvador con las cosas mejores que han encontrado; sobre todo, con su amor.

Jesús no hace otra cosa sino bendecir con el gesto y la palabra a las personas, adultos o niños, que están pegadas alrededor de Él y besan sus vestiduras y sus manos, o que depositan en sus brazos, para que los bendiga con un beso, a los lactantes; la primera que lo hace es Sara: le pone en su corazón a ese espléndido nene de diez meses que es ya Iesaí.

Tan impetuoso es el amor, que hace difícil proseguir el camino; no obstante, es como una ola que aligera. Creo que Jesús camina, más por el impulso de esta ola que por el de sus propios pies. Sin duda, la alegría que le proporciona este amor eleva su Corazón bien alto, al cielo sereno. Su rostro refulge como en los momentos de más viva alegría de Hombre-Dios; no es ese rostro de poder, de magnética mirada, de cuando realiza milagros; tampoco es el rostro majestuoso de cuando expresa su unión continua con el Padre, ni el severo de cuando reprime un pecado: todos esplendorosos, aunque con diversa luminosidad. La luz de ahora es la de las horas de distensión de todo su yo, agredido por todas partes, obligado a vigilar siempre hasta los más mínimos gestos o palabras, suyos o de los demás, rodeado de todas las asechanzas de este mundo que lanzan -maléfica tela de araña -sus hilos satánicos para envolver a la divina Mariposa que es el Hombre-Dios, queriendo paralizar su vuelo y aprisionar su espíritu, para que no salve al mundo; queriendo amordazar su palabra, para que no instruya a los supremos y culpables ignorantes de la tierra; atar sus manos, para que no santifiquen -sus manos de Sacerdote eterno -a los hombres corrompidos por el demonio y la carne; tapar sus ojos, para que la perfección de su mirada, verdadero imán, perdón, amor, encanto que vence toda resistencia excepto la del perfecto Satanás, no atraiga hacia sí a los corazones.

¡Oh! ¿Es que, acaso, no sigue siendo así con Cristo por obra de sus enemigos? ¿Es que hoy día, la Ciencia y la Herejía, el Odio y la Envidia, los enemigos de la Humanidad, nacidos de la misma Humanidad cual ramas envenenadas en árbol bueno, no hacen, acaso, todo esto para que la Humanidad muera; ellos, que la odian más aún que a Cristo, puesto que la odian activamente privándola de su alegría al descristianizarla, mientras que a Jesús no pueden quitarle nada siendo Él Dios y ellos polvo? Sí, lo hacen.

Mas Cristo se refugia en los corazones fieles, y desde allí mira habla, bendice a la Humanidad, y luego... y luego se da a estos corazones, y ellos... y ellos, aunque permanezcan aquí, tocan el Cielo bienaventurado, y arden hasta el punto de que todo su ser sufre un delicioso tormento: los sentidos, los órganos, los sentimientos, el pensamiento y, en fin, el espíritu... Lágrimas y sonrisas, gemidos y canto, agotamiento y urgencia de vida, son nuestros compañeros; más que compañeros: son nuestro propio ser, porque de la misma forma que los huesos están en la carne, y las venas y los nervios bajo la epidermis y todo ello constituye un solo hombre, igualmente estas cosas, verdaderamente encendidas, nacidas del hecho de que Jesús se ha dado a nosotros, están en nosotros, en nuestra pobre humanidad. ¿Y, qué somos nosotros en esos momentos, que no pueden ser eternos, porque si durasen más de algunos instantes moriríamos abrasados o fragmentados? No basta ya decir que somos hombres. No basta ya decir que somos animales dotados de razón que viven sobre la faz de la tierra. Somos, somos, ¡oh, Señor, déjame decirlo al menos una vez, no por soberbia, sino para cantar tus alabanzas, porque tu mirada me quema y me hace delirar!...

¡Somos serafines!, y me sorprende grandemente que de nosotros no salgan llamas y ardores sensibles para las personas y la materia, como sucede en las apariciones de los réprobos. Porque, si el fuego del Infierno es tal que basta un reflejo emanado de un réprobo para quemar la madera y derretir los metales -y ello es verdad -, ¿qué será tu fuego, ¡oh Dios!, que eres infinito y perfecto en todo?

No morimos, no, de fiebre, no es ella la que nos quema, no nos consumimos de fiebre proveniente de enfermedades de la carne. ¡Tú eres nuestra fiebre, Amor! De esto se arde, se muere, nos consumimos, de esto y por esto se desgarran las fibras del corazón que no puede resistir tanto.

Pero... no, digo mal, porque el amor es delirio, cascada que hace pedazos los diques y baja abatiendo todo lo que no es él; el amor es un agolparse de sensaciones en la mente, todas verdaderas, todas presentes... pero que la mano no puede transcribir, porque la mente es demasiado veloz en traducir en pensamiento el sentimiento que experimenta el corazón. No es verdad que morimos.

Vivimos. Es una vida multiplicada por diez, una vida binaria: como hombres y como bienaventurados: la de la tierra y la del Cielo. Tengo la certeza de que no sólo se alcanza, sino que se supera, esa vida sin taras, sin menguas ni limitaciones, que Tú, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tú, Dios Creador, uno y trino, habías dado a Adán; esa vida que era preludio de la Vida que habría de gozarse en el Cielo tras un pacífico paso, en los amorosos brazos de los ángeles ­como el dulce sueño y asunción de María al Cielo -, del Paraíso terrenal al celestial, para ir a ti, a ti, a ti... Vivimos la verdadera Vida.

Y luego nos encontramos de nuevo aquí, y, como yo ahora, nos asombramos, nos avergonzamos de haber ido tan allá, y decimos: Señor, no soy digno de tanto. Perdona, Señor», y nos damos golpes de pecho porque sentimos un gran miedo a haber cometido un acto de soberbia, y uno corre un velo, más espeso, para cubrir el resplandor, el cual no sigue llameando, por compasión hacia nuestra limitación, en modo supercompleto, sino que se recoge en el centro de nuestro corazón en espera de volver a arder con poderosa llama en un nuevo momento de beatitud querido por Dios. Uno corre el velo para cubrir el sagrario en que Dios arde con su fuego, su luz, su amor... y, agotados, aunque también regenerados, reanudamos el camino como... embriagados con un vino fuerte y delicado, que no obnubila la razón; antes bien, nos preserva de dirigir nuestra mirada o nuestros pensamientos hacia lo que no es el Señor, Tú, mi Jesús, eslabón de juntura entre nuestra miseria y la Divinidad, medio de redención para nuestra culpa, creador de beatitud para nuestra alma; , Hijo, que con tus manos heridas metes las nuestras entre las manos espirituales del Padre y del Espíritu Santo, para que estemos y permanezcamos, ahora y siempre, en Vosotros. Amén.

Jesús entra en Yuttá. Lo llevan a la plaza del mercado, y de aquí a la mísera casucha en que Isaac se consumió durante treinta años. Le explican:

-Aquí venimos a hablar de ti y a orar, como si fuera una sinagoga; la más auténtica, porque aquí hemos empezado a conocerte, aquí las oraciones de un santo te han llamado para venir a nosotros. Entra. Mira cómo lo hemos preparado.

La casita, que no más de un año antes se componía de tres cuartuchos -el primero, donde Isaac, enfermo, mendigaba; el segundo un tabuco; el tercero, una cocinita que daba al patio -, ahora se ha transformado en una única estancia con bancos para las reuniones que allí se celebran. En el patio, en una barraquilla, están los pocos enseres y muebles de Isaac (cada objeto es una reliquia). Con la veneración de los habitantes de Yuttá, el patio presenta ahora un aspecto menos desolado, pues han puesto en él unas enredaderas que con sus flores cubren la rústica estacada y, siguiendo unas cuerdas que han sido extendidas en forma de red sobre el patio, forman un principio de enramada a la altura del techo bajo.

Jesús los elogia y dice:
-Aquí podemos quedarnos. Sólo os pido una cosa, que alojéis a las mujeres y al niño.

-¡No, Maestro nuestro; jamás! Vendremos aquí, contigo, para que nos hables, pero Tú y los tuyos sois nuestros huéspedes. Concédenos la bendición de dar alojamiento a ti y a los siervos de Dios; lo único que sentimos es que no sean tantos como el número de casas...

Jesús da su consentimiento y sale de la casita para ir a la de Sara, que no cede a nadie su derecho a invitar a
Jesús y a los suyos a comer...

Jesús está hablando en la casa de Isaac. La gente abarrota la estancia y el patio, y hasta incluso la plaza; Jesús, para que todos le puedan oír, se pone en el medio de la estancia, de forma que su voz se extienda tanto por el patio como por la plaza. Debe estar hablando de un aspecto que ha surgido de alguna pregunta o de algún hecho. Dice:

-«... Pues bien, podéis estar seguros de que, como dice Jeremías, llegada la hora de la verdad, se darán cuenta de lo doloroso y amargo que es haber abandonado al Señor. Amigos, para ciertos delitos no hay nitro ni saponaria capaces de quitar la señal; ni siquiera el fuego del Infierno la corroe: es indeleble.

También en este caso debe reconocerse la exactitud de las palabras de Jeremías, pues los grandes de Israel, los nuestros, asemejan las burras salvajes de que habla el Profeta. Están habituados al desierto de su corazón. Creedme: mientras uno está con Dios, aunque sea pobre, como Job, aunque esté solo o desnudo, no está nunca ni solo ni pobre ni desnudo, no es nunca un desierto. Ellos, sin embargo, han quitado a Dios de su corazón; por eso, están en un árido desierto. Como burras salvajes olisquean en el viento la presencia de los burros, que, en su caso, por su sed inapagable, se llama poder, dinero ­además de lujuria en el verdadero sentido de la palabra -, y van tras ese olor, hasta cometer el reato. Sí, van tras él, y seguirán yendo, y no saben que no son los pies los que tienen desnudos sino el corazón, desguarnecido ante los dardos de Dios, que vengará su delito. Llegada esa hora, ¡cuán confusos quedarán reyes y príncipes, sacerdotes y escribas! Ellos, en verdad, han dicho, y dicen, a lo que es nada, o, peor aún, pecado: "¡Tú eres mi padre, tú me has engendrado!”

En verdad, en verdad os digo que Moisés rompió con ira las tablas de la Ley al ver a su pueblo en la idolatría y luego volvió a lo alto del monte; oró, adoró y obtuvo.

Ello sucedió hace siglos. Pero todavía no ha cesado, ni cesará -es más, crece, como levadura en la harina -la idolatría en el corazón de los hombres. Ahora casi todos los hombres tienen su propio becerro de oro. La tierra es una selva de ídolos, cada corazón es un altar sobre el que raramente está Dios; quien no tiene una mala pasión tiene otra, quien no tiene una concupiscencia tiene otra con otro nombre; quien no vive sólo para el oro vive sólo para obtener una posición, quien no vive sólo para la carne vive sólo para el egoísmo. ¡Cuántos yoes reducidos a becerros de oro reciben adoración en los corazones! Llegará, pues, el día en que, compungidos, llamarán al Señor, y oirán la respuesta: "Invoca a tus dioses. Yo no te conozco".

Tremenda palabra ésta, si la pronuncia Dios dirigida a un hombre. Dios ha creado al Hombre raza y conoce a cada individuo humano, así que, si dice: "Yo no te conozco", es señal de que ha borrado con la fuerza de su voluntad a ese hombre de su memoria. ¡Yo no te conozco! ¿Será Dios demasiado severo por pronunciar este veredicto?

El hombre ha gritado al Cielo: "Yo no te conozco" y el Cielo ha respondido al hombre: "Yo no te conozco". Fiel como el eco... 'Meditad además esto: el hombre está obligado a conocer a Dios por deber de gratitud y por respeto a su propia inteligencia.

Por gratitud. Dios ha creado al hombre y le ha dado el don inefable de la vida; además lo ha provisto del regalo superinefable de la Gracia, que el hombre perdió por su culpa. He aquí que éste recibe una gran promesa: "Te restituiré la Gracia". Dios, el ofendido, habla en este modo al ofensor, casi como si Dios fuera el culpable, obligado a dar satisfacción. Y Dios ha mantenido su promesa: Yo estoy aquí para restituir la Gracia al hombre.

Dios no se limita a dar lo sobrenatural, sino que incluso rebaja su Esencia divina a proveer a las gravosas necesidades de la carne y sangre del hombre, y ofrece el calor del sol, el alivio del agua, cereales, vino, árboles y animales de todas las especies. Así, el hombre ha recibido de Dios todos los medios para la vida. Es el Benefactor. La gratitud es obligada, y hay que mostrarla esforzándose en conocerlo.

Por respeto a la propia razón. El imbécil, el estúpido, no muestran gratitud hacia quien los cuida, porque no comprenden el verdadero valor de esas atenciones, y odian a la persona que los lava y acerca la comida a su boca, que los guía a la cama o los acuesta, porque, siendo, como son, animalescos a causa de su desgracia, confunden los cuidados con las torturas. El hombre que falta en este sentido para con Dios se deshonra a sí mismo, que es un ser dotado de razón. Sólo un estúpido o demente no logra distinguir a su padre de un extraño, al benefactor del enemigo. El hombre inteligente conoce a su padre y a su benefactor y se complace en conocerlos cada vez más incluso en las cosas que ignora por haber sucedido antes de que él naciera de su padre o fuera beneficiado por su benefactor. Pues así debemos actuar para con el Señor, para mostrar que somos inteligentes, y no mentecatos.

Sucede que en Israel demasiados son como estos dementes que no reconocen a su padre o a su benefactor. Jeremías se pregunta: "¿Podrá, acaso, una virgen olvidarse de sus atavíos o una esposa de ceñir su cintura?". Pues Israel está poblado de vírgenes insensatas que olvidan sus atavíos y de esposas impúdicas que olvidan los cinturones recatados y se ponen oropeles de meretriz; y esto se ve más extendido cuanto más se sube a las clases que deberían ser maestras del pueblo. Pues bien, he aquí el reproche que Dios, con cólera y llanto, les dirige: "¿Por qué te esfuerzas en mostrar que tu conducta es buena para buscar afecto, cuando en realidad enseñas la malicia y esos modos tuyos de actuar, y han encontrado en los bordes de tus vestiduras la sangre de los pobres e inocentes?".

Amigos, la distancia es un bien y un mal. Estar muy lejos de los lugares donde a menudo hablo es un mal, porque os impide oír las palabras de Vida. Os doléis de ello y tenéis razón. Pero considerad que también es un bien porque así estáis lejos de los lugares donde fermenta el pecado, hierve la corrupción y se oye el zumbido de la insidia que obra contra mí, poniéndome zancadillas e insinuando a los corazones dudas y mentiras respecto a mí.

Bien, pues yo os prefiero lejos antes que corrompidos. Me ocuparé de vuestra formación. Como podéis ver, Dios ya lo había hecho antes de que nos conociéramos y consecuentemente nos amáramos: me conocíais sin habernos visto nunca. Isaac ha sido el heraldo entre vosotros. Pues bien, enviaré a muchos como Isaac para que os refieran mis palabras. Pero debéis saber también que Dios puede hablar en todas partes, de Tú a tú, con el espíritu humano, y educarlo en su doctrina.

No tengáis miedo a que por estar solos podáis errar. No. Si no queréis, no seréis infieles al Señor y a su Cristo.

Pero si, a pesar de todo, hay quien no puede realmente estar lejos del Mesías, sepa que el Mesías le abre el corazón y los brazos y le dice: "Ven". Venid los que queráis venir; quedaos los que os queráis quedar. Mas unos y otros predicad a Cristo con una vida honesta; predicadlo contra la deshonestidad que anida en demasiados corazones, contra la ligereza de los infinitos que no saben permanecer fieles y que se olvidan de ponerse sus atavíos y de ceñirse las cinturas como conviene a las almas llamadas al desposorio con Cristo.

Vosotros me habéis dicho, con alegría: "Desde que viniste no hemos tenido ya ni enfermos ni muertos. Tu bendición nos ha protegido". Sí, la salud es una cosa grande. Pero haced que esta venida mía de ahora os haga sanos de espíritu a todos, siempre y en todo. En vista de esto os bendigo y os doy mi paz: a vosotros, a vuestros niños, los campos, casas y mieses, a los rebaños y árboles frutales. Usadlo con santidad, no viviendo para ello, sino de ello, dando lo superfluo a quien esté carente, y tendréis la medida prensada de las bendiciones del Padre, y un lugar en el Cielo.

Podéis marcharos. Yo me quedo a orar…


   


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