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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
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277- En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
Jesús no está ya donde la última visión, sino en un vasto jardín que se prolonga hasta el lago.
Pasado el jardín -bueno, en realidad está dentro-, la casa, precedida y flanqueada por él, que por detrás se extiende al menos tres veces más que por los lados y por delante Hay flores, pero, sobre todo, árboles y bosquetes, y rincones herbosos, unos rodeando pilones de mármol precioso, otros en forma de quioscos con mesas y asientos de piedra. Y debía haber estatuas diseminadas, tanto a lo largo de los senderos como en el centro de los pilones.
Ahora quedan sólo los pedestales de las estatuas, para recuerdo de ellas al pie de laureles o bojes, o para reflejarse en los pilones colmados de límpida agua.
La presencia de Jesús con los suyos y la presencia de gente de Magdala, entre los cuales está el pequeño Benjamín que osó llamar malo al Iscariote, me hace pensar que se trata de los jardines de la casa de la Magdalena... supervisados y modificados para su nuevo uso, quitando aquellas cosas que hubieran podido ser desagradables o escandalizar y recordar el pasado.
El lago es todo un crep gris-azul, reflejando el cielo en que corretean nubes cargadas con las primeras lluvias del otoño. Pero es hermoso también así, con esta luz detenida y leve de un día ni sereno ni todavía del todo lluvioso.
Sus riberas ya no tienen muchas flores, pero, en compensación, están pintadas por ese sumo pintor que es el otoño, y muestran pinceladas de ocre y púrpura y extenuada palidez de hojas agonizantes en los árboles y vides que cambian de color antes de entregar a la tierra sus vestiduras vivas. En el jardín de una casa de campo que está a orillas del lago, como ésta, hay un punto lleno, que rojea, como sangre derramada en las aguas, por un seto de ramas flexuosas que el otoño ha teñido de cobre flamígero, mientras los sauces diseminados por la orilla, poco lejos, tiemblan: tiemblan sus hojas glauco-argentinas, finas, más pálidas de lo normal antes de morir.
Jesús no está mirando a lo mismo que yo. Mira a unos pobres enfermos a quienes imparte la curación; a unos ancianos mendigos, y les da dinero; a unos niños presentados a Él por sus madres para que los bendiga. Mira compasivamente a unas mujeres, hermanas, que le están refiriendo la conducta de su único hermano --causa de la muerte de su madre, por congoja, y de la ruina de ellas mismas-; le ruegan estas pobres mujeres que les dé un consejo y que pida por ellas.
-Verdaderamente oraré por vosotras. Le pediré a Dios que os dé paz y que vuestro hermano se convierta y se acuerde de vosotras, con la devolución de lo que es justo y, sobre todo, con renovado amor a vosotras. Porque si hace esto, hará todo lo demás. ¿Pero lo queréis, o le guardáis rencor?, ¿lo perdonáis de corazón, o lloráis con desdén? Porque él también es infeliz, y más que vosotras; y, a pesar de sus riquezas, es más pobre que vosotras; así que hay que compadecerlo.
Ya no tiene amor, y carece del amor de Dios. ¿Os dais cuenta de lo desdichado que es? Con la muerte --como primero vuestra madre-cerraréis con júbilo esta vida triste que os ha provocado; él, sin embargo, no: es más, del falso gozo de ahora pasaría a un tormento eterno y atroz. Venid conmigo. Voy a hablar a todos hablándoos a vosotras.
Y Jesús se dirige al medio de un prado salpicado de matas de flores, en cuyo centro antes debía haber una estatua; ahora sólo queda la base, rodeada de un seto bajo de mirto y rositas menudas. Jesús se pone junto a ese seto y hace ademán de querer hablar. Todos se agrupan en torno a É1 y guardan silencio.
Paz a vosotros. Escuchad.
Está escrito: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero, ¿en el prójimo quién está contenido? Todo el género humano tomado en general. Luego, más en particular, todos los de la misma nación; luego, más en particular todavía, todos los de la misma ciudad; luego, restringiendo aún más, todos los parientes; en fin, último círculo de esta corona de amor ceñida cual pétalos de rosa en torno al corazón de la flor, el amor a los hermanos de sangre, que son los primeros prójimos. El centro del corazón de la flor de amor es Dios: el amor a Dios es el primero que hay que tener.
Alrededor de este centro, el amor a los padres, que es el segundo que hay que tener, porque realmente el padre y la madre son los pequeños "Dios" de la tierra, al crearnos y cooperar con Dios en nuestra creación, además de cuidarnos con amor incansable. Alrededor de este ovario, llameante de pistilos, que exhala los perfumes de los más selectos amores, se disponen estrechamente ceñidos los círculos de los varios amores. El primero de ellos es el del amor a los hermanos nacidos del mismo seno y de la misma sangre de que nacimos nosotros.
Pero, ¿cómo se debe amar al propio hermano? ¿Sólo porque su carne y su sangre sean iguales que las nuestras? Eso lo saben hacer también los pajarillos agrupados en un nido. Ellos, efectivamente lo único que tienen en común es el haber nacido de una misma nidada y el sentir en común en su lengua el sabor de la saliva materna y paterna. Los hombres valemos más que los pájaros. Tenemos más que carne y sangre. Tenemos al Padre, además de un padre y una madre Tenemos el alma, y tenemos a Dios, Padre de todos. Así pues, hay que saber amar al hermano como hermano por el padre y la madre que nos han generado, y como hermano por Dios, que es Padre universal.
Hay que amarlo, por tanto, además de carnalmente, espiritualmente; amarlo no sólo por la carne y la sangre, sino por el espíritu que tenemos en común; amar --como tiene que ser-más el espíritu que la carne de nuestro hermano, porque el espíritu es más que la carne, porque el Padre Dios es más que el padre hombre, porque el valor del espíritu es mayor que el de la carne, porque nuestro hermano sería mucho más infeliz si perdiera al Padre Dios que perdiendo al padre hombre. Ser huérfano de padre -hombre es cosa verdaderamente lastimosa, pero es sólo media orfandad. Se resiente de ella sólo lo terreno, nuestra necesidad de ayuda y caricias.
El espíritu, sí sabe creer, no queda lesionado por la muerte del padre. Es más, el espíritu del hijo, para seguir al justo hasta el lugar en que se encuentra, asciende como atraído por una fuerza de amor.
En verdad os digo que ello es amor, amor a Dios y al padre que con su espíritu ha subido a región sabia. Asciende a estos lugares en que Dios está más cercano, y obra con más rectitud, porque no le falta lo que es la verdadera ayuda (las oraciones de su padre, que ahora sabe amar cumplidamente); ni el freno que le viene de la certeza de que el padre ahora ve las obras de su hijo mejor que en vida, y también de deseo de poder reunirse con él mediante una vida santa.
Por eso hay que preocuparse más del espíritu que del cuerpo del propio hermano. Bien pobre amor sería un amor que se dirigiera sólo a lo perecedero, descuidando aquello que es imperecedero y que, habiéndolo descuidado, puede perder la alegría eterna. Demasiados son los que trabajan por cosas inútiles, se afanan por cosas de relativo mérito, mientras pierden de vista aquello que es verdaderamente necesario.
Las buenas hermanas, los buenos hermanos, no deben preocuparse solamente de tener en orden la ropa, preparada la comida, o de ayudar a sus hermanos con el trabajo; deben poner atención a los espíritus de sus hermanos y oír sus voces, percibir sus defectos y, con amorosa paciencia, trabajar para darles un espíritu sano y santo, si en esas voces y defectos ven un peligro para su vida eterna; y deben -si recibieron ofensa de su hermano-empeñarse en perdonar y en que Dios lo perdone mediante su retorno al amor, sin el cual Dios no perdona.
Está escrito en el Levítico: "No odies a tu hermano en tu corazón, sino repréndelo públicamente, para no cargarte de pecados por su causa". Pero, de no odiar a amar hay todavía un abismo. Quizás os parece que la antipatía, la separación y la indiferencia no son pecado por el hecho de no ser odio. No. Yo vengo a dar nuevas luces al amor, y, por tanto, necesariamente, al odio; pues lo que clarifica en todos sus detalles al primero sabe clarificar en todos sus detalles al segundo; la misma elevación del primero a altas esferas produce como consecuencia un alejamiento mayor del segundo, pues cuanto más se eleva el primero el segundo parece hundirse en un fondo cada vez más profundo.
Mi doctrina es perfección, finura de sentimiento y de juicio, verdad sin metáforas ni perífrasis; y os digo que la antipatía, la separación y la indiferencia son ya odio; simplemente porque no son amor. Lo contrario del amor es el odio. ¿Vas a dar otro nombre a la antipatía, o al hecho de alejarse de un ser, o a la indiferencia? Quien ama siente simpatía por el amado; así que, si siente antipatía por él, es que ya no lo ama.
Quien ama sigue cerca del amado con su espíritu, aunque materialmente la vida lo haya alejado de él; por lo cual, cuando uno se separa de otro con el espíritu, es porque ya no lo ama. Quien ama no siente jamás indiferencia hacia el amado; antes al contrario, todas sus cosas le interesan; así pues, si uno siente indiferencia por una persona, es señal de que ya no lo ama. Como veis, estas tres cosas son ramificaciones de un solo árbol: el del odio.
Veamos, ¿qué sucede en cuanto nos sentimos ofendidos por una persona a la que amamos? El noventa por ciento de las veces, si no viene odio, viene antipatía, separación o indiferencia. No. No os comportéis así. No congeléis vuestro propio corazón con estas tres formas del odio.
Amad. Os preguntáis: "¿Cómo podremos hacerlo?". Os respondo: "De la misma forma que no tuvo piedad de uno que le debía muy poco, cuando yo, que soy rey, había tenido mucha piedad de él, de la misma forma no halle piedad en mí".
Pues bien, os doy la nueva ley sobre las relaciones con el hermano ofensor: "Si tu hermano te ofende, no lo humilles públicamente reprendiéndole delante de los demás; antes bien, alarga tu amor hasta cubrir la culpa de tu hermano ante los ojos del mundo"; tendrás gran mérito ante los ojos de Dios si por amor niegas anticipadamente a tu orgullo toda satisfacción.
¡Cuánto le gusta al hombre que se sepa que fue ofendido y que sufrió por ello! No va al rey, a pedir una dádiva de oro, sino que, cual mendigo sin juicio, va a donde otros insensatos y pordioseros como para pedir unos puñados de ceniza y estiércol y sorbos de ardiente bebedizo: esto da el mundo al ofendido que va lamentándose y mendigando consuelos. Dios, el Rey, da oro puro a quien, habiendo sido ofendido, va, sin rencor, sólo a llorar a sus pies su dolor y a pedirle, a pedir al Amor y Sabiduría, consuelo de amor y enseñanza para esa penosa contingencia. Por tanto, si queréis consuelo, id a Dios y obrad con amor.
Corrijo la ley antigua y os digo: "Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo a solas. Si te escucha, habrás ganado de nuevo a tu hermano, y muchas bendiciones de Dios. Pero si tu hermano no te hace caso y, obstinado en su culpa, te rechaza, entonces, porque no se diga que asientes a su pecado o que no te importa el bien del espíritu de tu hermano, toma contigo a dos o tres testigos serios, buenos, dignos de confianza, vuelve con ellos donde tu hermano y repite en su presencia tus observaciones, para que los testigos puedan dar fe de que hiciste todo lo que estaba en tu mano para corregir con santidad a tu hermano.
Porque es éste el deber de un buen hermano, dado que ese pecado contra ti, cometido por él, lesiona su alma, y tú te debes preocupar de su alma. Si no da resultado esto tampoco, ponlo en conocimiento de la sinagoga, para que lo llame al orden en nombre de Dios. Si ni siquiera con esto se corrige, sino que rechaza a la sinagoga o al Templo de la misma forma que te rechazó a ti, considéralo publicano y gentil.
Haced esto con los hermanos de sangre y con los hermanos de amor, pues hasta con vuestro más lejano prójimo debéis obrar con santidad, y sin codicia ni intransigencia ni odio. Y cuando haya causas por las que sea necesario ir a los jueces y estés yendo ya con tu adversario, Yo te digo, ¡oh, hombre, que muchas veces te ves metido en males mayores por tu culpa!, te digo que hagas todo lo que esté de tu mano, mientras vas de camino, por reconciliarte con él, tengas razón o no; porque la justicia humana es siempre imperfecta, y generalmente el astuto se sale con la suya a costa de la justicia, de forma que podría pasar por inocente el culpable y tú, inocente, podrías pasar por culpable.
Entonces te sucedería que no sólo no obtendrías reconocimiento de tu derecho, sino que incluso perderías la causa, que pasarías, de inocente, a la situación de culpable de difamación con lo cual el juez te entregaría al brazo de la justicia, y no te soltarían hasta que hubieras pagado el último centavo.
Sé conciliador. ¿Que tu orgullo se resiente? Muy bien.
¿Que bolsa se consume? Mejor todavía. Basta con que tu santidad aumente. No sintáis nostalgia por el oro, no seáis codiciosos de alabanzas. Procuraos la alabanza que viene de Dios, procuraos una rica bolsa en el Cielo. Y orad por los que os ofenden, para que se enmienden; si ello sucede, serán ellos mismos quienes os restituirán honores y bienes; si no lo hacen, Dios proveerá.
Podéis marcharos, ahora que es la hora de la comida. Que se queden sólo los mendigos para sentarse a la mesa apostólica. La paz sea con vosotros.
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