|  | EL EVANGELIOCOMO ME HA SIDO REVELADO
 
 
   Autor: María Valtorta 
 « PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LAVIDA PUBLICA DE JESUS
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 141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con José de Emaús
 142. Con los doce hacia Samaria   143. La samaritana Fotinai   144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar   145. El primer día en Sicar  146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos  147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai  148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón   149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción a los apóstoles
 150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá seguir a su Hijo
 151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.El oficial del rey
 152. María Salomé es recibida como discípula   153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús  154. Jesús en Cesárea Marítima  habla a los galeotes. Las fatigas del apostolado
 155. Curación de la niña romana en Cesárea  156. Analía, la primera de las  vírgenes consagradas   157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret  158. En el lago de Genesaret con Juana de Cusa.
 159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.  160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala   161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm  162. Las conversiones humanas del fariseo Elí y de Simón de Alfeo
 163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm  164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles  165. Elección de los doce Apóstoles  166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez  167. Jesús concurre con las romanas en el jardín de Juana de Cusa
 168. Aglae en casa de María,en Nazaret
 169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos  170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas  171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos  evangélicos que perfeccionanla Ley
 172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la  oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara   173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las  riquezas; la limosna; la confianza en Dios.   174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre  el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna deMaría de  Magdala.
 175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad  del escriba Juan
 176. Durante el descanso sabático, el último discursode la Montaña:
 amar la 
  voluntad de Dios
 177. La curación del siervodel centurión
 178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús  179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevodiscípulo Elías
 180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida.  Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de  Juan el Bautista   181. La parábola del trigoy la cizaña
 182. Palabras a algunos pastores con el huerfanito Zacarías
 183. La curación de un hombre herido en casa de María  de Magdala
 184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobreel Reino de los Cielos
 185. La tempestad calmada.Una lección sobre
 sus  preliminares
 186. Los dos endemoniados de la región de los  Gerasenos   187. Hacia Jerusalénpara la Pascua.
 De Tariquea al  monte Tabor
 188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix,  llamado luego Juan  189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda   190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la  puestadel sol del viernes
 191. El sábado en Esdrelón. El pequeño Yabés.
 Parábola del rico Epulón
 192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a  Engannim tras un alto en Meguido   193. Llegada a Siquem tras dos días de camino   194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino  de Siquem a Berot   195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote. Llegada a Jerusalén
 196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre  y de los amores de distintas potencias   197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso   198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés  cambia su nombre por el de Margziam  199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro  obtiene a Margziam por medio de María
 200. Coloquio de Áglaecon el Salvador
 201. El examen de la mayoría de edad de Margzia
 202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán  203. El Padrenuestro  204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la  parábolade los templos
 205. La parábola del hijo pródigo  206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos,  termina la permanencia en Betania  207. En la gruta de Belén la Madre evoca
 el 
nacimiento de Jesús
 208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con  Jesús va a Betsur donde Elisa   209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur  210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el  caminohacia Hebrón
 211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista   212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde la 
  casita de Isaac
 213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica  214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot  215. El posadero de Bet Yinna y su hija lunática
 216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola del diente de león
 217. Las espigas arrancadasun sábado
 218. La llegada a Ascalón,ciudad filistea
 219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón  220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa de la parturienta
 221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme  222. Un secreto del apóstol Juan   223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús  224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter  225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios  226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael   227. Un episodio incompleto   228. Margziam confiadoa Porfiria
 229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro   230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo  231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala  232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado  233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye  234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala  235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión   236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolucióna María de Magdala
 237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por suhermana María
 238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad  239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas  240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús  241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida  242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades  243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas  244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz  245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola delleproso curado
 246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos 
 247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden a la oración mental
 248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados  249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la fidelidad a Dios
 250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima  251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo de Ascalón
 252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo  253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.La Magdalena debe
 forjarse sufriendo
 254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima  255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una leccióna Judas Iscariote
 256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fey la caridad
 257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo  258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misiónde apóstol
 259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro  260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos de la llanura de Esdrelón
 261. Exhortación a los campesinos de Doras, que ahora lo son de Jocanán
 262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.El Iscariote solicita
 la ayuda de María
 263. Curación del hombre del brazo atrofiado   264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret  265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo de su ministerio
 266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes  267. Jesús, carpintero en Corazín  268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero  269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos  270. Jesús recibe la noticia de que han matado  a Juan el Bautista
 271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm  272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba  273. La primera multiplicaciónde los panes
 274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer a quien le invoca
 275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual  276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia en los siervos de Dios
 277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos  278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos   279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos  280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre los místicos futuros
 281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano  282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo, Juan de Endor y Síntica
 283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad  284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstolesse quedarán en Judea
 285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó sin Judas Iscariote
 286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdode las almas
 287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader   288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús  289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación de los paganos
 290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas  291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los díasa la hora nona
 292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá  293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax  294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre y a las discípulas
 295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob  296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan   297. Con el sermón de Aera termina el segundogran viaje apostólico
 298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ellase deducen
 299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías  300. Con escribas y fariseos en casa 
del resucitado de Naím  301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro  302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias  303. Jesús donde su Madre en Nazaret
 304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madrey Maestra
 305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos  306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio   307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención  308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos  309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo   310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida de Juan de Endor y Síntica
 311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor  312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año    | 
      
      
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             199- Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro  obtiene a Margziam por medio de María              
 Una mañana espléndida, que invita verdaderamente a  pasear dejando cama y casa. Los que están en la casa de Simón Zelote, cual  abejas con los primeros rayos solares, se levantan muy temprano y salen a  respirar el aire puro al huerto de Lázaro, que circunda la casita hospitalaria.
 Pronto se suman a ellos los que están alojados en casa de Lázaro, es decir:  Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Andrés y Santiago de Zebedeo. El sol entra  alegre por las ventanas y puertas abiertas de par en par, y las habitaciones,  sencillas y limpias, se visten de un tono oro que aviva los colores de los  vestidos y hace más brillantes los de los cabellos y las pupilas.
 
 María de Alfeo y Salomé están centradas en servir a  estos hombres de vigoroso apetito. María está atenta a cómo un servidor de la  casa de Lázaro le arregla a Margziam sus delicados cabellos, igualándoselos con  más destreza que su precedente peluquero.
 
 -Por ahora va bien así -dice el sirviente -luego,  después del ofrecimiento a Dios de tu melena de niño, te dejaré el pelo bien  cortito. Está llegando el calor y estarás mejor sin pelos que te cubran el  cuello; además se te pondrán más fuertes; ahora están secos y quebradizos; son  cabellos descuidados. ¿Ves, María?, necesitan un cuidado; ahora los unjo para  que no se alboroten. ¿Ves, niño, que buen olor? Es el ungüento que usa Marta:  almendra, palma y médula finísima -y esencia exótica. Es muy bueno. Mi ama ha  dicho que se conserve este tarrito para el niño. ¡Ah! ¡Eso es!... ¡Ahora  pareces el hijo del rey.
 
 Y el sirviente -que quizás es el barbero de la casa de  Lázaro -le da un cachetito a Margziam en un carrillo, se despide de María y se  marcha satisfecho.
 
 -Ven que te visto -dice María al niño, que en este  momento no tiene sino una prenda de mangas cortas (creo que es la camisa, o 1o  que en aquellos tiempos la suplía: por lo fino que es el lino, deduzco que  pertenecía al vestuario de Lázaro niño). María le quita la toalla en que estaba  casi completamente envuelto y le pone una vestidura de lino, fruncida en la  base del cuello y en las muñecas, y luego la sobreveste roja, de lana, de  amplio escote y anchas mangas. El lino esplendoroso sobresale, blanquísimo, por  el escote y las mangas del indumento rojo y opaco. Las manos de María deben  haberse encargado por la noche del problema de la largura de la túnica y de las  mangas; ahora va bien todo, especialmente cuando María le ciñe la cintura con  la suave banda del cinturón, terminada en una borla de lana blanca y roja. El  niño ya no parece ese pobre ser insignificante de pocos días antes.
 
 -Ve a jugar mientras me preparo, pero sin mancharte  -dice María acariciándolo. Y el niño sale, saltando contento, a buscar a sus  grandes amigos.
 
 El primero en verlo es Tomás:
 
 -¡Pero qué guapo estás! ¡De boda! Yo ahora, comparado  contigo, es que desaparezco -dice Tomás, siempre alegre, metido en carnes,  tranquilo; y lo coge de la mano y dice:
 
 -Ven. Vamos con las mujeres. Te estaban buscando para  darte la comida.
 
 Entran en la cocina. Tomás, con su vozarrón, gritando,  hace pegar un salto a las dos Marías, que estaban agachadas hacia los anafres:
 
 -¡Aquí hay un jovencito que os estaba buscando! -y,  riendo, presenta al niño, que se había escondido detrás de su robusta persona.
 
 -¡Cariño! ¡Ven, que te dé un beso! ¡Mira, Salomé, qué  bien está así! -exclama María de Alfeo.
 
 -¡Verdaderamente! Ahora sólo le falta hacerse más  fuerte. Me encargaré yo de ello. Ven, que te bese también yo» dice Salomé.
 
 -Jesús quiere confiárselo a los pastores... -objeta  Tomás.
 
 -¡Ni soñarlo! En esto mi Jesús se equivoca. Pero,  vosotros, los hombres, ¿qué podéis pretender?, ¿qué sabéis hacer?: discutir  -porque, dicho sea de paso, sois más bien dados a discutir... como los chivos,  que se quieren pero se dan cornadas -, comer, hablar; tenéis mil necesidades, y  pretendéis del Maestro total atención a vosotros... si no, malas caras... Los  niños tienen necesidad de sus madres. ¿No es verdad?... ¿Cómo te llamas?
 
 -Margziam.
 -¡Vaya! ¡Bendita María mía! ¡Podía haberte puesto un  nombre más fácil!
 
 -¡Es casi como el suyo! -exclama Salomé.
 
 -Sí, pero el suyo es más simple. No tiene esas tres  letras en medio... Tres son demasiadas...
 
 Judas Iscariote, que acaba de entrar, dice:
 -Ha puesto el nombre de significado exacto según la  genuina lengua antigua.
 
 -Bueno, bien, pero... es difícil; yo quito una letra y  digo Marziam.
 
 -Es más fácil, y no creo que se vaya a hundir el mundo  por eso. ¿Verdad, Simón?
 
 Pedro, que pasaba en ese momento por delante de la  ventana hablando con Juan de Endor, se asoma y dice:
 
 -¿Qué quieres?
 
 -Decía que pienso llamar  Marziam al niño, porque es más fácil. -Tienes razón, mujer. Si la Madre me lo  permite yo también lo llamaré Marziam. Pero... ¡Estás perfectamente así!... ¡Yo  también! ¿Eh?!... ¡Observad!
 
 En efecto, está bien cepillado, tiene afeitados los  carrillos, arreglados y ungidos pelo y barba, el vestido sin arrugas; ¿y las  sandalias?: las ha limpiado tanto y les ha sacado tanto brillo -no sé con qué  -, que parecen nuevas. Las mujeres lo admiran y él ríe contento.
 
 El niño, que ha terminado ya de comer, sale  para ir con su gran amigo, al que llama siempre "padre".
 
 Viene Jesús de la casa de Lázaro. El niño corre a su  encuentro y Jesús le dice:
 
 -La paz entre nosotros, Margziam. Démonos el beso de la paz.
 El niño saluda también a  Lázaro, que venía con Jesús, y recibe una caricia y un dulce. Todos se reúnen  en torno a Jesús. También María, que lleva ahora una túnica de lino color  turquesa y un manto más oscuro de elegantes pliegues, viene sonriendo hacia su  Hijo.
 
 -Entonces, podemos empezar a marcharnos -dice Jesús -. Tú-Simón, con mi  Madre y el niño, si es que estás empeñado todavía en comprar, aunque ya Lázaro  haya resuelto el problema. -¡Ciertamente! Además... podré decir que una vez  pude caminar al lado de tu Madre, lo cual es un gran honor. -Pues ve. Tú,  Simón, me acompañarás a hacer una visita a tus amigos leprosos... -¡Sí,  Maestro! Entonces, si me lo permites, me adelanto, corriendo, para reunirlos...  Me verás allí; total... ya sabes dónde están... -De acuerdo. Ve. Los demás,  haced lo que os parezca más conveniente; disponed libremente todos hasta el  miércoles 
por la mañana A la hora  tercera todos ante la Puerta Dorada.
 
 -Yo voy contigo, Maestro -dice Juan.
 -Yo también -dice Santiago, su hermano.
 -Y también nosotros -dicen los dos primos.
 -Yo también -dice Mateo, y con él Andrés.
 -¿Y yo? También quisiera ir contigo... pero, si voy a  hacer las compras, no puedo... -dice Pedro sujeto a dos deseos.
 
 -Hay una solución. Primero vamos a ver a los leprosos.  Entretanto, mi Madre va con el niño a una casa amiga de Ofel. Luego la  alcanzamos y vas con Ella mientras Yo y los demás vamos a casa de Juana. Luego  nos reunimos en Getsemaní para comer, y luego, al atardecer, volvemos aquí.
 
 -Yo, con tu permiso, voy a donde unos amigos... -dice  Judas Iscariote.
 
 -Pero si ya he dicho que hagáis lo que creáis más  conveniente.
 
 -Entonces yo voy a ver a la familia. Quizás ha vuelto  ya mi padre. Si es así, te lo traigo -dice Tomás.
 
 -¿Qué te parece, Felipe, si nosotros dos vamos a ver a  Samuel?
 
 -¿Me parece bien -responde éste a Bartolomé.
 -¿Y tú, Juan? -le pregunta Jesús al hombre de Endor  -¿Prefieres quedarte aquí a ordenar tus libros o venir conmigo?
 
 -Verdaderamente preferiría ir contigo... Los libros...  ahora ya me gustan menos. Prefiero leerte a ti, Libro vivo.
 
 -Pues ven. Adiós, Lázaro, hasta...
 -No, no; también voy yo. Las piernas están un poco  mejor. Después de los leprosos te dejo y voy a Getsemaní a esperarte.
 
 -Vamos. La paz a vosotras, mujeres.
 
 Hasta las cercanías de Jerusalén van todos juntos.  Luego se separan: Judas se va por su cuenta (entra en la ciudad, probablemente  por la Puerta que está hacia la Torre Antonia); Tomás, Felipe y Natanael, con  María y el niño, caminan todavía con Jesús y los otros compañeros unas cuantas  decenas de metros para luego entrar en la ciudad por la parte del suburbio de  Ofel.
 
 -¡Bien! ¡Encaminémonos hacia estos infelices! -dice  Jesús, y, volviendo las espaldas a la ciudad, empieza a andar en dirección a un  lugar desolado, situado en las laderas de un cerro rocoso que está entre los  dos caminos que de Jericó van a Jerusalén. Es un lugar extraño: después de la  primera subida por la que trepa un escarpado sendero, presenta una estructura  escalonada, de forma que, hasta el primer desnivel, hay al menos tres metros a  pico, y así el segundo desnivel... Es un lugar árido, muerto...tristísimo.
 
 -Maestro -grita Simón Zelote -estoy aquí; párate, que  te enseño yo el camino... -y Simón, que estaba apoyado en la roca buscando un  poco de sombra, viene, y conduce a Jesús por una vereda también escalonada, que  va en dirección a Getsemaní, aunque del otro lado del camino que une el Monte  de los Olivos con Betania.
 
 -Hemos llegado. Yo viví entre los sepulcros de Siloán.  Aquí están mis amigos; parte de ellos, porque los otros están en Ben Hinnom y  no han podido venir porque habrían tenido que atravesar el camino y los habrían  visto.
 -Iremos a verlos también a ellos.
 
 -¡Gracias!, por ellos y por mí.
 -¿Son muchos?
 -El invierno ha matado a la mayoría. Aquí, de todas  formas, hay todavía cinco de aquellos con los que había hablado. Te esperan.  Mira, allí están, en el borde de su presidio...
 
 Serán diez monstruos. Digo "serán" porque,  si bien a cinco de ellos se los distingue en pie, a los otros -sea por el color  grisáceo de su piel, sea por la deformidad de su rostro, sea porque apenas  descuellan del pedregal -se los distingue tan mal, que su número podría ser  mayor o menor.
 
 Entre los que están en pie, hay sólo una mujer: dicen que es  mujer sólo sus encanecidos cabellos, descuidados, duros y sucios, que le caen  por la espalda hasta la cintura; por lo demás, no se distingue su sexo, pues la  enfermedad, ya muy avanzada, la ha reducido a los huesos, anulando todo resto  de femenina forma. Igualmente, respecto a los hombres, sólo uno muestra todavía  un remanente de bigote y barba; a los demás los ha rasurado la destructora  enfermedad.
 
 Gritan:
 -¡Piedad de nosotros, Jesús, Salvador nuestro! -y  tienden hacia Él sus manos, deformes y llagadas.
 
 -¡Jesús, Hijo de David ten piedad!
 
 -¿Qué deseáis que os haga? -pregunta Jesús alzando el  rostro hacia esas ruinas humanas.
 
 -Que nos liberes del pecado y de la enfermedad.
 -Del pecado libera la voluntad y el arrepentimiento... -Pero, si Tú quieres, puedes cancelar nuestros  pecados. A1 menos eso, si no quieres curar nuestros cuerpos.
 -Si os digo: "Elegid entre las dos cosas",  ¿cuál queréis?
 -El perdón de Dios, Señor; para sentirnos menos  desolados.
 Jesús hace un gesto de aprobación, sonriendo  luminosamente, luego alza los brazos y grita:
 
 -¡Sea como queréis! ¡Lo quiero!
 
 ¡Como queréis!: puede referirse al pecado o a la  enfermedad, o a las dos cosas; los cinco desdichados quedan en la  incertidumbre; ellos sí, pero no los apóstoles, que no pueden menos que gritar  su hosanna cuando ven que la lepra desaparece rápidamente, como el copo de  nieve caído en la llama. Entonces los cinco comprenden que se les ha concedido  todo lo que habían pedido... y su grito resuena como un tañido de victoria: se  abrazan entre sí, lanzan besos a Jesús -no pueden arrojarse a sus pies -, y  luego se vuelven a sus compañeros:
 
 -¿No queréis todavía creer? ¡Qué desdichados sois!
 -¡Calma! ¡Tranquilos! Estos pobres hermanos necesitan  pensar. No les digáis nada. La fe no se impone; se predica con paz, dulzura,  paciencia, constancia, que es lo que haréis después de vuestra  purificación, como hizo Simón con vosotros. Por lo demás, el milagro predica ya  por sí mismo. Vosotros, los curados, iréis a presentaros al sacerdote lo antes  posible; vosotros, los enfermos, esperad para esta tarde nuestro regreso: os  traeremos comida. La paz sea con vosotros.
 
 Jesús, seguido de las bendiciones de todos, baja de  nuevo al camino.
 
 -Ahora vamos a Ben Hinnom -dice Jesús.
 -Maestro... quisiera ir contigo, pero comprendo que no  puedo. Voy al Getsemaní -dice Lázaro.
 -Ve, ve, Lázaro. La paz sea contigo.
 
 Mientras Lázaro lentamente se pone en camino, Juan  apóstol dice:
 -Maestro, lo acompaño: camina con dificultad y la  vereda no es muy buena. Te alcanzo en Ben Hinnom.
 -Bien, ve. Vamos.
 
 Pasan el Cedrón. Siguen el lado sur del monte Tofet.  Llegan a un vallecillo sembrado de tumbas e inmundicias, sin un solo árbol, sin  nada que proteja del sol, que en este lado meridional cae implacable con su  fuego poniendo al rojo el pedrisco de estos nuevos escalones de infierno, en  cuya base aumentan el calor inflamadas emanaciones fétidas. Dentro de estas  tumbas, que asemejan a hornos crematorios, míseros cuerpos se consumen...  Siloán, siendo húmedo y estando orientado casi al Norte, será feo en invierno,  pero este lugar debe ser terrorífico en verano...
 
 Simón Zelote lanza una llamada... y, primero tres,  luego dos, luego uno, y todavía otro más, se acercan, como pueden, hasta el  límite prescrito. Aquí hay dos mujeres; una de ellas lleva de la mano a un  esperpento de niño al que la lepra se le ha fijado especialmente en la cara y  ya está ciego...
 
 Uno de ellos es un hombre de aspecto noble a pesar de  su mísera condición, el cual toma la palabra en nombre de todos:
 
 -Bendito sea el Mesías del Señor, que ha descendido a  esta Gehena para sacar de ella a los que en él esperan. ¡Sálvanos, Señor, que  perecemos! ¡Sálvanos, Salvador! ¡Rey de la estirpe de David, Rey de Israel, ten  piedad de tus súbditos! ¡Oh, Vástago de la estirpe de Jesé, de quien se dijo  que cuando llegase su tiempo desaparecería todo mal, extiende tu mano para  recoger estos desperdicios de tu pueblo! Aleja de nosotros esta muerte, enjuga  nuestras lágrimas, pues que de ti así está escrito. Condúcenos, Señor, con tu  voz, a tus pastos excelentes, a tus frescas aguas, pues estamos sedientos;  condúcenos a lo alto de las eternas colinas, donde ya no existen ni la culpa ni  el dolor! ¡Ten piedad Señor...!
 
 -¿Quién eres?
 
 -Juan, miembro del Templo; quizás he sido contaminado  por un leproso. Hace poco, como puedes ver, tengo la enfermedad. ¡Pero estos  otros!... Entre ellos hay algunos que ya hace años que esperan la muerte. Esta  pequeñuela está aquí desde antes de saber andar, no conoce el mundo creado por  Dios; cuanto conoce o recuerda de las maravillas de Dios son estas tumbas, este  sol despiadado y las estrellas de la noche. ¡Ten piedad de los culpables y de  los inocentes, Señor, Salvador nuestro!
 
 Están todos arrodillados con los brazos extendidos.
 Jesús llora ante tanta miseria, abre sus brazos y  grita:
 
 -Padre Yo lo quiero: curación, vida, vista y santidad  para ellos.
 
 Y permanece así, con los brazos abiertos, orando  ardorosamente con todo su espíritu: parece estilizarse y elevarse en su  oración, llama de amor, blanca e intensa, bañada en el intenso oro del sol.
 
 -¡Mamá! ¡Veo! -es el primer grito.
 Se oye también el correlativo grito de la madre  estrechando contra su pecho a su niña curada. Luego el de los otros y los  apóstoles... El milagro ha quedado cumplido.
 
 -Juan, tú, sacerdote, guiarás a tus compañeros en el  rito. Paz a vosotros. Os traeremos esta tarde comida también a vosotros.
 
 Jesús bendice y hace ademán de emprender el camino.
 Pero el leproso Juan grita:
 
 -¡Quiero seguir tus pasos! ¡Dime qué tengo que hacer,  dónde tengo que ir para predicarte!
 
 -Sea esta tierra desolada y desnuda, que necesita  convertirse al Señor, tu campo; sea tu campo la ciudad de
 Jerusalén. Adiós.
 
 -Vamos ahora adonde mi Madre -dice a los apóstoles.
 
 Y muchos de los presentes preguntan:
 -Pero, ¿dónde está?
 -En una casa que Juan conoce; la de la niña curada el  año pasado.
 Entran en la ciudad y recorren una buena parte del  populoso suburbio de Ofel, hasta una casita blanca. Saluda dulcemente al entrar en la casa (la puerta  estaba entornada). Proveniente del interior de la casa, se oye la dulce voz de  María y la voz argentina de Analía, y también la voz de su madre, más áspera.  La niña se inclina profundamente para adorar, la madre se arrodilla. María se  alza.
 
 Quisieran retenerlos, al Maestro y a su Madre. No  obstante, Jesús, prometiendo volver otro día, bendice y se despide.
 
 Pedro se marcha contento con María; llevan los dos de  la mano al niño: parecen una pequeña familia feliz. Muchos se vuelven a  mirarlos. Jesús, sonriendo, observa cómo van.
 -¡Simón se siente feliz! -exclama el Zelote.
 
 -¿Por qué sonríes, Maestro? -pregunta Santiago de  Zebedeo.
 -Porque en ese pequeño grupo veo una gran promesa.
 -¿Cuál, Hermano? ¿Qué es lo que ves? -pregunta Judas  Tadeo.
 
 -Veo que me podré marchar tranquilo cuando llegue la  hora; no debo temer por mi Iglesia. Entonces será pequeña y débil como  Margziam. Pero estará mi Madre, cual Madre suya, para sujetarla de la mano; y,  cual padre suyo, estará Pedro, en cuya mano honesta y callosa puedo depositar  sin preocupación la mano de mi naciente Iglesia.
 
 Pedro le dará la fuerza de su  protección; mi Madre, la fuerza de su amor. Así la Iglesia se desarrollará...  como Margziam... ¡Verdaderamente es un niñosímbolo! ¡Dios bendiga a mi Madre,  a mi Pedro y al niño de ellos y nuestro! Vamos a casa de Juana...
 
 Por la tarde, de nuevo estamos en la casita de  Betania. Muchos, cansados, se han retirado ya; Pedro no, que va y viene  paseando por el sendero, levantando la cabeza muy frecuentemente hacia la  terraza donde están sentados, hablando, Jesús y María. Juan de Endor por su  parte está hablando con Simón Zelote, sentados los dos bajo un granado todo en  flor.
 
 Se ve que María ha hablado ya mucho porque le oigo  decir a Jesús:
 
 -Todo lo que me has dicho es muy cabal. Tendré  presente la equidad de tus palabras. También estimo exacto tu consejo por lo  que se refiere a Analía. Es buena señal que ese hombre lo haya recibido con  tanta disposición. Es verdad que en la alta Jerusalén hay mucho embotamiento y  odio -porquería se puede decir-; pero, entre sus gentes humildes hay perlas de  ignorado valor. Me alegro de que Analía se sienta feliz. Es una criatura que es  más del Cielo que de la tierra. Quizás ese hombre, ahora que ha entrado en el  concepto del espíritu, lo ha intuido y por eso manifiesta hacia ella una gran  veneración. Su idea de marcharse a otro lugar, para no turbar con un latido  humano el cándido voto de la muchacha, lo demuestra.
 
 -Sí, Hijo mío. El hombre advierte el perfume de  quienes son vírgenes... Me viene José a la memoria. Yo no sabía qué palabras  usar. El no sabía mi secreto... y, no obstante, con percepción de santo, me  ayudó a manifestarlo: había detectado el perfume de mi alma... Fíjate también  Juan: ¡Qué paz! Todos quieren estar a su lado... hasta el mismo Judas de  Keriot, a pesar de que...
 
 No, Hijo, Judas no ha cambiado; yo lo sé y Tú lo  sabes. No hablamos porque no queremos encender la guerra; pero, aunque no  hablemos, sabemos... y, aunque no hablemos, los demás intuyen... ¡Oh, Jesús  mío, los jóvenes me han contado hoy en Getsemaní el episodio de Magdala y el  del sábado por la mañana... La inocencia habla... porque ve con los ojos de su  ángel. Pero también los ancianos vislumbran... No se equivocan: es un ser  huidizo... todo en él es huidizo. Le tengo miedo, y tengo en mis labios las  mismas palabras de Benjamín en Magdala y de Margziam en Getsemaní, porque  siento ante Judas el mismo escalofrío que sienten los niños.
 
 -¡No todos pueden ser Juan!...
 -¡No lo pretendo! ¡Sería un paraíso esta tierra! Pero,  mira, me has hablado del otro Juan... Un hombre que incluso ha matado. Pues  bien, me da sólo pena; Judas, sin embargo, me da miedo.
 
 -¡Ámalo, Madre! ¡Ámalo, por amor a mí!
 -Sí, Hijo; pero ni siquiera servirá mi amor,  significará solamente sufrimiento para mí y culpa para él. ¿Pero por qué ha  entrado? Turba a todos; ofende a Pedro, que merece todo respeto.
 
 -Sí. Pedro es muy bueno. Por él haría cualquier cosa,  porque lo merece.
 
 -Si te oyera, diría con esa sonrisa suya buena y  franca: "¡Ah, Señor, eso no es verdad!". Y tendría razón.
 -¿Por qué, Madre?». Pero Jesús ya sonríe, porque ha  comprendido
 
 -Porque no lo complaces dándole un hijo. Me ha hablado  de todas sus esperanzas, sus deseos... y tus negativas.
 -¿No te ha explicado las razones con que las he justificado.
 
 -Sí. Me las ha dicho, y ha añadido: "Es verdad...  pero yo soy un hombre, un pobre hombre. Jesús se obstina en ver en mí a un gran  hombre. Pero sé que soy muy mísero, así que... me podría dar un hijo. Me casé  para tenerlos... y me voy a morir sin tenerlos". Y ha dicho -aludiendo al  niño, que, contento con el bonito vestido que Pedro le había comprado, lo había  besado y le había llamado "padre querido,  ha dicho:  "Mira, cuando este pequeñuelo -hace diez días no lo conocía -me llama así,  siento que me vuelvo más blando que la mantequilla y más dulce que la miel, y  me echo a llorar, porque cada día que pasa se me lleva a este hijo..."
 
 María guarda silencio observando a Jesús, estudiando  su rostro, en espera de una palabra... Pero Jesús ha puesto el codo en la  rodilla, y la cabeza apoyada sobre la mano, y guarda también silencio mientras  mira a la explanada verde del pomar.
 
 María toma una mano de Jesús, se la acaricia, y dice:
 -Simón tiene este gran deseo... Mientras íbamos  juntos, no ha hecho otra cosa sino hablarme de ello, y exponiendo razones tan  justas, que... no he podido objetarle nada.
 
 Eran las mismas razones que  pensamos todas nosotras, mujeres y madres. El niño no es fuerte. Si fuera como  eras Tú... ¡Ah, entonces podría afrontar la vida de discípulo sin miedo! ¡Pero,  es físicamente tan delicado!... Muy inteligente, muy bueno... Pero nada más. A  un pichoncillo delicado no se le puede lanzar pronto a volar, como se hace con  los fuertes. Los pastores son buenos... pero son hombres; los niños tienen  necesidad de las mujeres. ¿Por qué no se lo dejas a Simón? Comprendo que le  niegues una criatura nacida de él. Un hijo propio es como un ancla, y Simón  -destinado a tan alto sino -no puede estar retenido por ninguna ancla. Pero  estarás de acuerdo en que él debe ser "el padre" de todos los hijos  que le vas a confiar.
 
 ¿Cómo va a poder ser padre si no ha aprendido antes con  un niño? Un padre debe ser dulce.
 Simón es bueno, pero no dulce; es impulsivo e  intransigente. Sólo una criaturita le puede enseñar el sutil arte de la  compasión hacia el débil... Considera este destino de Simón... ¡Nada menos que  tu sucesor! ¡Oh, esta atroz palabra también tengo que decirla! Escúchame, por  todo el dolor que me causa el pronunciarla. Jamás te aconsejaría algo que no fuera  bueno. Margziam... quieres hacer de él un discípulo perfecto... pero es todavía  un niño. Tú... te marcharás antes de que se haga hombre. ¿A quién mejor que a  Simón se le podrá entregar para que complete su formación? Y además... ¡pobre  Simón!... ya sabes el tormento que ha recibido de su suegra, incluso por causa  tuya; pues bien, a pesar de ello, no se ha apropiado ni siquiera de una  partícula de su pasado, de su libertad de hace ya un año, para que lo dejase en  paz su suegra, a la que ni siquiera Tú has podido cambiar. ¿Y su esposa?:  ¡pobre mujer!... ¡Desea tanto amar y ser amada...! 
 Su madre... ¡oh!... ¿Y el  marido?: encantador pero autoritario... Jamás recibió afecto sin que se le  exigiera a cambio demasiado... ¡Pobre mujer!... Confíale el niño.
 
 Escúchame,  Hijo. Por ahora lo llevamos con nosotros. Yo también iré por Judea. Me llevarás  contigo a casa de una compañera mía del Templo, y casi pariente porque procede  de David. Está en Betsur. Me alegrará volver a verla, si vive todavía. Luego,  cuando volvamos a Galilea, se lo damos a Púrpura: cuando estemos cerca de  Betsaida, Pedro lo tomará consigo; cuando estemos aquí, lejos, el niño se  quedará con ella. ¡Ah!,... te veo sonreír... Entonces es que vas a contentar a  tu Madre.
 
 Gracias, Jesús mío.
 
 Sí, sea como Tú quieres.
 
 Jesús se levanta y llama con voz potente:
 -¡Simón de Jonás, ven!
 Pedro reacciona instantáneamente y sube corriendo las  escaleras
 -¿Qué quieres, Maestro?
 -¡Ven aquí, hombre usurpador y corruptor!
 -¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué he hecho, Señor?
 
 -Has coaccionado a mi Madre. Por este motivo quisiste  estar solo.¿Qué debo hacer contigo?
 Pero Jesús sonríe, y Pedro se tranquiliza
 -Me has asustado verdaderamente. Menos mal que te veo  sonreír. ¿Qué quieres de mí, Maestro? ¿La vida? Ya sólo me queda la vida porque  me has tomado todo lo demás... Pero, si quieres, te la doy.
 
 -No quiero tomarte nada; quiero darte algo. De todas  formas, no te aproveches de la victoria, y no digas este secreto a los demás,  astutísimo hombre, que vences al Maestro con el arma de la palabra materna.  Tendrás el niño, pero...
 
 Jesús no puede seguir hablando, porque Pedro -que se  había arrodillado -se pone en pie de un salto y besa a Jesús con tal ímpetu que  le corta la palabra.
 
 -Agradéceselo a Ella; pero recuerda que esto debe ser  una ayuda para ti, no un obstáculo...
 
 -Señor, no te arrepentirás de este regalo... ¡Oh,  María,
 santa y buena, bendita seas siempre!...
 
Y Pedro, que de nuevo  ha caído de rodillas, llora abiertamente, besando la mano de María...
 
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