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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
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188- La gruta de la maga y el encuentro
con Félix, llamado luego Juan
El Tabor está ahora a espaldas de los caminantes. Ya lo han salvado. El grupo camina por una llanura cerrada entre este monte y otro que está de frente; van hablando de la ascensión, que todos han realizado, aunque al principio parecía que los más mayores quisieran evitarla; ahora están contentos de haber subido a la cima.
Se anda bien ahora porque van por un camino de primer orden bastante cómodo. La hora es fresca. Tengo la impresión de que han pernoctado en las laderas del Tabor.
-Aquello es Endor -dice Jesús señalando hacia un humilde pueblo asido a las primeras elevaciones de este otro grupo de montes -Estás decidido realmente a ir?
-Si me quieres contentar... -responde Judas Iscariote.
-Pues vamos.
-Pero, ¿habrá que andar mucho? -pregunta Bartolomé, que, debido a su edad, no debe sentir muchas ganas de excursiones panorámicas.
-¡No, no! De todas formas, si os queréis quedar... -dice Jesús.
-¡Sí, sí, quedaos! ¡Hombre! Me basta ir con el Maestro -se apresura a decir Judas de Keriot.
-Bueno, yo quisiera saber, antes de decidir, lo que hay de vistoso... Desde la cima del Tabor hemos visto el mar, y, después de lo que ha dicho el muchacho, tengo que confesar que ha sido la primera vez que lo he visto verdaderamente bien, que lo he visto como Tú ves: con el corazón. Aquí... quisiera saber si hay algo que aprender, porque entonces voy, aunque me cueste... -dice Pedro.
-¿Estás oyéndolos? Todavía no has dicho tu intención. ¿Quisieras ahora ser tan amable para con tus compañeros de decirla? -invita Jesús a responder.
¿No fue a Endor adonde Saúl quiso ir para consultar a la pitonisa?
-Sí. ¿Y...?
-Pues, Maestro, que me gustaría ir a ese sitio y oírte hablar de Saúl.
-¡Ah, pues entonces voy también yo! -exclama Pedro todo animado.
-Bien, vamos.
Recorren ligeros el último trecho del camino principal para dejarlo luego por un camino secundario que lleva derecho a Endor.
Es un lugar humilde, como ha dicho Jesús. Las casas están cimentadas en las laderas, las cuales, después del pueblo, se hacen más escabrosas. Pobres gentes son sus habitantes.
La mayoría de los vecinos deben ejercer el pastoreo por los pastos monte arriba y en los bosques de encinas seculares. Hay pocas y pequeñas parcelas reservadas al cultivo de la cebada -o un cereal forrajero semejante -en los recortes propicios; también manzanos e higueras. En torno a las casas, pocas vides que decoran un poco las míseras paredes, oscuras cual si fuera un lugar más bien húmedo.
-Ahora preguntamos dónde estaba el lugar de la maga -dice Jesús, y para a una mujer que vuelve de la fuente con las ánforas. Ella lo mira con curiosidad, y contesta con desaire:
-No lo sé. Tengo otras cosas mucho más importantes que esas habladurías.
Lo deja bruscamente.
Jesús se dirige a un viejecillo que está labrando un trozo de madera.
-¿La maga?... ¿Saúl? Ya nadie se interesa de ello. No obstante, espera... hay uno que ha estudiado y quizás sepa... Ven.
El viejecito se pone a subir, renqueando, por una callejuela pedregosa, hasta una casa muy mísera, desastrada.
-Está aquí. Voy a entrar a llamarlo.
Pedro, haciendo alusión a algunas aves de corral que están escarbando la tierra en un pequeño y sucio patio, dice:
-Este hombre no es israelita.
Pero no dice nada más, porque el viejecillo está volviendo, seguido por un hombre bizco, sucio y desaliñado, como todo
lo que hay en su casa.
El viejecillo dice:
-¿Ves? Este hombre dice que es allí, pasada aquella casa derruida: un sendero, luego un regato, luego una arboleda, y cavernas; bueno, pues la más alta de esas cuevas, la que tiene todavía a su lado muros derruidos, es la que estás buscando. ¿No es eso? -No. Has confundido todo. Voy yo con estos extranjeros. El hombre tiene una voz áspera y gutural, lo cual aumenta el sentido de incomodidad. Se encamina. Pedro, Felipe y Tomás hacen repetidamente señas a Jesús para que no vaya. Pero Jesús no hace caso y se encamina detrás del hombre, con Judas; los demás lo siguen... de mala gana.
-¿Eres israelita? -pregunta el hombre.
-Sí.
-Yo también, o casi, aunque no lo parezca. He estado mucho tiempo en otros países y he cogido costumbres que estos ignorantes deploran. Soy mejor que los otros, pero me llaman demonio, porque leo mucho, crío aves de corral, que luego vendo a los romanos, y sé curar con hierbas. De joven, por una mujer, luché con un romano y lo apuñalé; el romano murió, yo dejé un ojo y mis bienes y fui condenado a prisión y a trabajos forzados durante muchos años... para siempre. Pero sabía curar, y sané a la hija de un guardián, lo cual me supuso su amistad, y un poco de libertad... que usé para huir. Hice mal, porque, sin duda, aquel hombre pagó mi fuga con la vida; pero la libertad, cuando uno está en prisión, es bonita...
-¿Y después no?
-No. Es mejor la cárcel, donde uno está solo, que no el contacto con los hombres, que no nos conceden estar solos y que están en torno a nosotros para odiarnos...
-¿Has estudiado a los filósofos?
-Era maestro en Cintium... Era prosélito...
-¿Y ahora?
-Ahora no soy nada. Vivo en la realidad. Y odio, como fui y soy odiado.
-¿Quién te odia?
-Todos. El primero, Dios. Era mi mujer... y Dios permitió que me traicionara y que fuera mi ruina. Era libre, me respetaban... y Dios permitió mi condena a cadena perpetua. El abandono de Dios, la in justicia de los hombres. He anulado a Dios y a los hombres. Aquí ya no hay nada... -y se golpea en la frente y en el pecho -Bueno, quiero decir que aquí, en la cabeza, está el pensamiento, el saber; aquí es donde no hay nada -y escupe despreciativamente.
-Te equivocas. Ahí tienes todavía dos cosas. -¿Cuáles? -El recuerdo y el odio. Quítalos de tu corazón. Quédate verdaderamente vacío. Yo te daré una cosa nueva para que la metas ahí. -¿Qué? -El amor.
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡No me hagas reír! Mira, hacía treinta y cinco años que no me reía. Desde que tuve la prueba de que mi mujer me traicionaba con el romano mercader de vinos.
¡El amor! ¡El amor a mí! ¡Como si echase a mis pollos piedras preciosas!: morirían de indigestión, si no lograsen pasarlas a los excrementos. Lo mismo yo. Tu amor sería un peso para mí, si no lograse digerirlo...
-Hombre, no hables así -Jesús le pone la mano en el hombro, verdadera y visiblemente afligido.
-El hombre lo mira con su único ojo. Lo que ve en ese rostro dulce y bellísimo le hace enmudecer y cambiar de expresión: del sarcasmo pasa a una profunda seriedad y luego... a una verdadera aflicción. Agacha la cabeza y pregunta con el tono de voz cambiado:
-¿Quién eres?
-Jesús de Nazaret. El Mesías.
-¿Tú?
-Sí, Yo; tú, que lees, ¿no tenías noticia de mí?
-Tenía noticia... Pero no sabía que vivieras, y no... no sabía, sobre todo, que eras bueno con todos... así... incluso con los asesinos... Perdona cuanto te he dicho... sobre Dios y sobre el amor... Ahora entiendo por qué quieres darme el amor... Porque sin amor el mundo es un infierno, y Tú, el Mesías, quiere hacer de él un paraíso.
-Un paraíso en cada uno de los corazones. Dame esos recuerdos y ese odio que te tienen enfermo y deja que te meta el amor en el corazón. -¡Ah, si te hubiera conocido antes! ... entonces... Pero, cuando yo mataba, ciertamente no habías nacido... Pero después... después... cuando, libre como la serpiente en los bosques, viví para difundir el veneno de mi odio... -También has hecho cosas buenas.
¿No has dicho que curabas con las hierbas?
-Sí. Para que me tolerasen. ¡Cuántas veces he tenido que luchar contra el deseo de envenenar con los bebedizos!...
¿Ves? Me he refugiado aquí porque es un pueblo donde se ignora el mundo y se es ignorado por el mundo, un pueblo maldito; en otros lugares, me odiaban y odiaba, y tenía miedo de ser reconocido... Pero, yo soy malo.
-Lamentas haber causado daño al guardián de la prisión.
¡Ves como todavía tienes bondad? No eres malo, lo que tienes es una profunda herida abierta que nadie te cura...
Tu bondad se te va por ella como la sangre por las heridas; pero, si hubiera alguien que te curase y te cerrase tu herida, pobre hermano mío, tu bondad, no perdiéndose a medida que se va formando, crecería...
El hombre llora cabizbajo; su llanto queda celado; sólo Jesús, que camina a su lado, lo ve. Lo ve, sí, pero no dice nada más.
Llegan a una covacha hecha con bloques de paredón y aprovechando las mismas cavidades del monte. El hombre trata de afianzar la voz y dice:
-Bueno, es aquí. Entra si quieres.
-Gracias, amigo. Sé bueno.
El hombre no dice nada, se queda donde está, mientras Jesús y los suyos, pasando por encima de bloques de piedra que, sin duda, habían pertenecido a muros muy fuertes, incomodando a lagartos y otros feos animales, entran en una espaciosa gruta ahumada, en cuyas paredes hay todavía -grafitos incisos en la roca -signos zodiacales y otras zarandajas de este tipo. En un rincón ennegrecido hay un nicho, debajo del cual se ve un agujero que parece una alcantarilla para la coladura de líquidos. Racimos repulsivos de murciélagos decoran el techo. Un búho, disturbado por la luz de una rama que Santiago ha encendido para ver si pisan escorpiones o áspides, se queja batiendo sus alas acolchadas y entornando sus feotes ojos heridos por la luz; está acurrucado dentro del nicho mientras un hedor de ratas muertas, comadrejas, pájaros en putrefacción entre sus pies, se mezcla con el olor del estiércol y del suelo húmedo.
-¡Realmente bonito este sitio! -dice Pedro -¡Era mejor tu Tabor y tu mar, muchacho! Y luego, volviéndose a Jesús:
-Maestro, date prisa en complacer a Judas porque esto... ¡ciertamente, no es la sala real de Antipas! –
Enseguida. ¿Exactamente, qué quieres saber? -pregunta a Judas de Keriot. -Bien... Quisiera saber si -y por qué
-Saúl pecó viniendo aquí... Quisiera saber si una mujer puede evocar a los muertos. Querría saber si... Bueno, en fin, habla y yo te haré preguntas.
-¡Asunto largo! Al menos vamos afuera, al sol, sobre las rocas... Así evitaremos humedad y mal olor -suplica Pedro.
Jesús accede a ello. Se sientan como pueden sobre los paredones derruidos.
-El pecado de Saúl no fue sino uno de sus pecados, precedido y seguido de muchos otros, todos graves. Dúplice ingratitud para con Samuel, que no sólo lo unge rey sino que además se eclipsa después para que el rey no deba repartir con él la admiración del pueblo. Ingrato en repetidas ocasiones para con David, que lo libera de Goliat, que lo exonera de una muerte cierta en la caverna de Engadí y en Aquila. Culpable de múltiples desobediencias y de escándalo ante el pueblo. Culpable de haber apenado a Samuel, su benefactor, faltando a la caridad. Culpable de envidia y de atentar contra la vida de David, también benefactor suyo. Culpable, en fin, del delito cometido aquí.
-¿Contra quién?, pues aquí no mató a nadie.
-Mató su alma, terminó de matarla, aquí dentro. ¿Por qué bajas la cabeza?
-Pienso, Maestro.
-Piensas... Ya lo veo... ¿Y en qué estás pensando? ¿Por qué has querido venir aquí? Reconoce que no ha sido por pura curiosidad de estudioso.
-Siempre se oye hablar de magos, de nigromancias, de invocación de espíritus... Quería ver si descubría algo...
Me gustaría saber cómo se producen estas cosas... Creo que nosotros, destinados a asombrar a la gente para captarla, deberíamos ser un poco nigromantes. Tú eres Tú y obras con tu poder, pero nosotros tenemos que pedir un poder, una ayuda, para realizar obras insólitas, obras que se impongan...
-¿Pero estás loco? ¿Pero qué dices? -gritan muchos de los apóstoles.
-Callad. Dejadlo hablar. Lo suyo no es locura.
-Sí, bueno, me parecía que, viniendo aquí, un poco de la magia de otros tiempos podría entrar en mí y hacerme más grande. Buscando tu interés, créeme.
-Sé que este deseo tuyo de ahora es sincero; no obstante, te respondo con palabras eternas -porque están contenidas en el Libro, y el Libro existirá mientras exista el hombre; existirá siempre, ya crean en él y lo empuñen en nombre de la Verdad, ya sea objeto de burla o de risa.
Está escrito: "Y Eva, visto que el fruto del árbol era apetitoso para el paladar y agradable a la vista, lo cogió, y comió, y se lo ofreció a su marido... Y entonces sus ojos se abrieron, y se dieron cuenta de que estaban desnudos y se hicieron unos ceñidores... Y Dios dijo:
“¿Cómo os habéis dado cuenta de que estabais desnudos? Por haber comido el fruto prohibido'”. Y los echó del paraíso de delicias".
En el libro de Saúl se lee: "Apareció Samuel y dijo: ¿Por qué me has incomodado invocándome? ¿Por qué me consultas después de que el Señor se ha retirado de ti? El Señor te tratará como te he anunciado... porque no has obedecido a la voz del Señor'".
Hijo, no tiendas tu mano al fruto prohibido; el solo hecho de acercarte a él ya es una imprudencia. No tengas curiosidad por conocer lo ultraterreno; ten temor a que el veneno satánico de la curiosidad se te adhiera. Evita lo oculto y lo que no tiene explicación. Una sola cosa debe recibirse con santa fe: Dios. Mas evita aquello que no es Dios y que no se puede explicar con las fuerzas de la razón ni crear con las fuerzas del hombre; evítalo, para que no se te abran las fuentes de la malicia y comprendas que estás "desnudo". Desnudo: repelente de humanidad mezclada con el satanismo. ¿Por qué quieres causar asombro con oscuros prodigios? Cáusalo con tu santidad, luminosa como cosa proveniente de Dios. No desees rasgar los velos que separan a los vivos de los difuntos. No molestes a los difuntos. Escúchalos -a los sabios -mientras están en este mundo y venéralos obedeciéndolos incluso después de la muerte.
No disturbes su segunda vida. Quien no obedece a la voz del Señor pierde al Señor; mas el Señor ha prohibido el ocultismo, la nigromancia, el satanismo en todas sus formas.
¿Qué más quieres saber aparte de lo que te dice la Palabra?, ¿qué más quieres obrar aparte de lo que tu bondad y mi poder te conceden que obres?
No te inclines hacia el pecado, antes bien, aspira a la santidad, hijo.
No te sientas avergonzado. Me agrada que reveles tu humanidad. Lo que te atrae a ti atrae a muchos, a demasiados. Lo único que le quita peso a esta humanidad, mucho peso, y le pone alas, es el fin que has puesto en este deseo, o sea, "tener potencia para atraer hacia mí"; pero son alas de ave nocturna. No, Judas mío, ponle alas solares, de ángel, a tu espíritu; bastará el viento de estas alas para captar a los corazones, y los llevarás, por tu surco, a Dios.
-¿Nos vamos?
-Sí, Maestro. Confieso mi error...
-No. Lo que ha sucedido es que has pretendido averiguar.
El mundo estará lleno siempre de personas curiosas. Ven, ven, vámonos de este lugar maloliente. ¡Vamos hacia el sol! Dentro de pocos días será Pascua. Después iremos a ver a tu madre: evócala a ella -y no a los muertos -, evoca tu casa honesta y a tu madre santa. ¡Oh, qué paz!
Como siempre, el recuerdo de su madre, la alabanza del Maestro a su madre, calma a Judas.
Salen de las ruinas y empiezan a bajar por el sendero que antes han recorrido. El hombre bizco está todavía.
-¿Estás todavía aquí? -pregunta Jesús, aparentando no ver el rostro rojo de lágrimas.
-Sí, aquí. Si me permites, te acompaño; debo decirte una cosa...
-Bueno, bien, ven conmigo. ¿Qué quieres decirme?
-Jesús... Creo que para tener la suficiente fuerza para hablar y para hacer la santa magia de cambiarme a mí mismo, de invocar a mi alma muerta como la maga invocó a Samuel para Saúl, debo pronunciar tu Nombre, dulce como tu mirada, santo como tu voz. Me has dado una vida nueva, pero es informe, incapaz cual la de un recién nacido mal generado, y forcejea aún, atenazada por la costra mala que la cubre. Ayúdame a salir de mi muerte.
-Sí, amigo.
-Yo... he visto que todavía tengo un poco de humanidad en mi corazón. No soy sólo un animal feroz. Todavía puedo amar y ser amado, perdonar y ser perdonado: tu amor, tu amor, que es perdón, me lo enseña. ¿No es verdad esto?
-Sí, amigo.
-Pues entonces llévame contigo. ¡Yo era Félix! ¡Oh, qué ironía! Dame un nuevo nombre. Que quede verdaderamente muerto el pasado. Te seguiré como un perro callejero que por fin encuentra un amo. Seré tu esclavo, si quieres... pero no me dejes solo.
-Sí, amigo.
-¿Qué nombre me das?
-Un nombre entrañable para mí: Juan. En efecto, eres gracia recibida del Señor.
-¿Me llevas contigo?
-Por ahora sí. Luego me seguirás con los discípulos. Pero… ¿y tu casa?
-Ya no tengo casa. Dejaré a los pobres cuanto poseo. Dame sólo amor y un pan.
-Ven.
Jesús se vuelve y llama a los apóstoles: «Gracias amigos, especialmente a ti, Judas; por ti, por vosotros, un alma se arrima a Dios. Mirad, éste es el nuevo discípulo.
Vendrá con nosotros hasta que podamos confiarlo a los hermanos discípulos. Alegraos de haber encontrado un corazón, bendecid conmigo a Dios.
Los doce no parecen verdaderamente muy contentos, pero ponen buena cara por obediencia y por cortesía.
-Si me lo permites, me adelanto. Me encontrarás a la entrada de mi casa.
-Bien. Ve.
El hombre se marcha corriendo. Parece otro.
-Ahora que estamos solos, os ordeno, esto lo ordeno, que seáis buenos con él y que no habléis de su pasado a nadie.
Quien hablara, o faltara a la caridad a este hermano redimido, sería rechazado por mí ipso facto. ¿Comprendido?
¡Fijaos qué bueno es el Señor!: nos trajo aquí un fin humano y nos ha concedido dejar este lugar habiendo obtenido un hecho sobrenatural. ¡Oh, exulto por la alegría que ahora hay en el Cielo por el nuevo convertido!
Llegan a la casa. En el umbral de la entrada, con un indumento oscuro y limpio, manto igual, un par de sandalias nuevas y un talego grande a las espaldas, está el hombre. Cierra la puerta y... -extraño en un hombre que uno podría considerar insensible -toma una gallina blanca, quizás la predilecta, que se acuecla íntima en sus manos, y la besa y llora; luego la posa en el suelo.
-Vamos... y perdona, pero es que mis pollos me han querido. Yo hablaba con ellos, y... me comprendían...
-Yo también te comprendo... y te quiero... mucho; te daré todo el amor que en treinta y cinco años el mundo te ha negado.
-¡Lo sé! ¡Lo siento en mí! Por eso me voy contigo. Y... sé indulgente con un hombre que... que ama a un animal que... que... que le ha sido más fiel que el hombre...
-Sí...sí. No pienses más en el pasado. En el futuro tendrás muchas cosas que hacer. Con tu experiencia harás mucho bien. Simón, ven aquí, y también tú, Mateo. Mira, éste fue peor que un preso, fue un leproso; éste, pecador.
Pues bien, Yo los quiero entrañablemente porque saben comprender a los corazones desvalidos. ¿No es verdad?
-Por bondad tuya, Señor. Pero... sí, créelo, amigo, sirviéndole se cancela todo. Queda sólo paz -dice Simón el Zelote.
-Sí, paz, y, donde había una vejez de vicio u odio, nace una juventud nueva. Yo era un publicano y ahora soy un apóstol. Tenemos ante nosotros el mundo, y nosotros sabemos acerca del mundo; no somos como esos muchachitos distraídos que pasan al lado del fruto nocivo y del árbol torcido y no ven la realidad. Nosotros lo conocemos.
Podemos evitar el mal y enseñar a otros a evitarlo, como también sabemos enderezar a quien se tuerce, porque sabemos el consuelo que supone el ser sujetados. Y sabemos quién sujeta: Él -dice Mateo.
-¡Es verdad! ¡Es verdad! Me ayudaréis. Gracias. Es como pasar de un lugar oscuro y fétido a un dilatado prado florido... Una cosa parecida experimenté el día en que salí, libre, al fin libre, tras veinte años de prisión y de trabajo brutal en las minas de Anatolia, y me vi -había huido durante una noche borrascosa -en lo alto de un monte, escabroso pero abierto, lleno del sol de la aurora y cubierto de olorosos bosques... ¡Oh, la libertad! ¡Pero ahora es más! ¡Todo en mí se dilata! Ya hacía doce años que no llevaba cadenas, y sin embargo, el odio, el miedo, la soledad, para mí eran como cadenas... ¡Ahora han caído éstas también!... Hemos llegado a la casa del anciano que os ha conducido a mí. ¡Eh, hombre! ¡Hombre!
El viejecillo acude, y se queda de piedra al ver que el bizco está limpio, con vestido de viaje y la cara sonriente.
-Ten, ésta es la llave de mi casa. Me marcho para siempre.
Tú has sido mi benefactor y por ello te estoy agradecido.
Me has devuelto la familia. Haz de lo mío todo lo que quieras... y cuida de mis pollos; no los maltrates; todos los sábados viene un romano que compra los huevos... sacarás algún beneficio... Trata bien a mis gallinitas... y que Dios te lo pague.
El anciano se ha quedado estupefacto. Boquiabierto, coge la llave. Jesús dice:
-Sí, haz como dice y también Yo te quedaré agradecido. En nombre de Jesús te bendigo.
-¡El Nazareno! ¡Eres Tú! ¡Misericordia! ¡He hablado con el Señor! ¡Mujeres! ¡Mujeres! ¡Hombres! ¡El Mesías está aquí, con nosotros! -Chilla como un águila y de todas partes vienen corriendo personas.
-¡Tu bendición! ¡Tu bendición! -gritan. Otros:
«¡Quédate!». Y otros: «¿A dónde vas? A1 menos dinos a dónde vas.
-Voy a Naím. No puedo quedarme.
-¡Te seguimos! ¿Quieres?
-Venid. Y paz y bendición para los que se quedan.
Se encaminan hacia el camino principal. Lo toman.
El hombre, que va andando al lado de Jesús, esforzándose por el peso de su talego, despierta la curiosidad de Pedro:
-¿Pero qué llevas ahí dentro que pesa tanto? -pregunta.
-La ropa... y libros... Mis amigos junto con los pollos, aunque después de éstos. No he podido separarme de ellos... y pesan.
-Sí, claro, la ciencia pesa, sí, y... ¿a quién le gusta?
-Me han librado de volverme loco.
-¡Les tendrás estima!... Pero, ¿qué libros son?
-Filosofía, historia, poesía griega, romana...
-Interesantes, interesantes, sin duda interesantes; pero, ¿crees que vas a poder llevarlos siempre contigo?
-Quizás también logre separarme de ellos, pero todo al mismo tiempo no se puede hacer, ¿no es verdad, Mesías?
-Llámame Maestro. Sí, no se puede. De todas formas tendrás un sitio donde tener al seguro a tus amigos los libros. Te podrán servir para disputar con los paganos acerca de Dios.
-¡Qué depurado tu pensamiento de toda restricción!
Jesús sonríe y Pedro exclama:
-¡Hombre! ¡Claro! ¡Él es la Sabiduría!
-Es la Bondad, créelo. ¿Y tú eres culto?
-¿Yo? ¡Cultísimo! Mi cultura no pasa de distinguir un sábalo de una carpa. Soy pescador, amigo -y Pedro ríe con humildad y franqueza.
-Eres un hombre honesto. Es una ciencia que uno aprende por sí mismo y que es muy difícil de poseer. Me resultas simpático.
-Tú también a mí, porque eres franco, incluso cuando te acusas. Perdono todo, ayudo a todos, pero soy enemigo despiadado de los falsos. Me repelen.
-Tienes razón, el falso es un delincuente.
-Tú lo has dicho, un delincuente. Dime, ¿no me dejas con confianza un poco tu talego? Total, estáte seguro de que con los libros no voy a huir... Es que me parece que vas con dificultad...
-Veinte años de mina quebrantan. Pero... ¿por qué quieres cansarte tú?
-Porque el Maestro nos ha enseñado a amarnos como hermanos. Dámelo. Toma tú a cambio mis trapajos. Mi fardo es ligero... No hay ni historias, ni poesías; mi historia, mi poesía y esa otra cosa que has dicho son Él, mi Jesús, nuestro Jesús.
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