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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
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[ 3 ]
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[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
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147- Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
Jesús va caminando solo, casi rozando un seto de cácteas que, burlándose de todas las demás plantas desnudas, resplandecen bajo el sol con sus carnosas paletas espinosas, en las que hay todavía algún fruto al que el tiempo ha dado un color rojo ladrillo, o en que ya ríe alguna flor precoz amarilla con pinceladas de color bermellón.
Los apóstoles, detrás, cuchichean. No creo que estén verdaderamente alabando al Maestro.
En un momento dado, Jesús se vuelve de repente y dice:
-Quien está pendiente del viento no siembra, quien está pendiente de las nubes no recoge nunca. Es un refrán antiguo, pero Yo lo sigo. Como podéis ver, donde temíais adversos vientos y no queríais deteneros, he encontrado terreno y modo de sembrar. Y, a pesar de "vuestras" nubes, que, conviene que lo oigáis, no está bien que las mostréis donde la Misericordia quiere mostrar su sol, estoy seguro de haber cosechado ya.
-Sí, pero ninguno te ha pedido un milagro. ¿Es una fe en ti muy extraña!
-Tomás, ¿crees que el hecho de pedir milagros es lo único que prueba que hay fe? Te equivocas. Es todo lo contrario.
Quien quiere un milagro para poder creer patentiza que sin el milagro, prueba tangible, no creería. Sin embargo, quien, por la palabra de otro, dice "creo" muestra la máxima fe.
-¡Así que entonces los samaritanos son mejores que nosotros!
-No estoy diciendo eso. Pero en su estado de minoración espiritual han mostrado tener una capacidad de comprender a Dios mucho mayor que la de los fieles de Palestina. Esto os lo encontraréis muchas veces en vuestra vida. Os ruego que os acordéis también de este episodio para saberos conducir sin prejuicios con las almas que se acerquen a la fe en el Cristo.
-De todas formas -perdona, Jesús, si te lo digo -ya te persigue mucho odio y dar pie a nuevas acusaciones creo que te perjudica. Si los miembros del Sanedrín vinieran a saber que has tenido...
-¡Dilo, hombre!: "amor", porque esto es lo que he tenido y tengo, Santiago. Tú, que eres primo mío, comprenderás que en mí no puede haber sino amor. Te he mostrado cómo en mí sólo hay amor, incluso para con quienes me eran enemigos en mi familia y en mi tierra. Y, entonces, ¿no debía amar a éstos, que me han respetado a pesar de que no me conocían?
Los miembros del Sanedrín pueden hacer todo el mal que quieran, pero la consideración de este futuro mal no cerrará las esclusas de mi amor omnipresente y omnioperante. Pero además es que, aunque lo hiciera, ello no impediría al odio del Sanedrín encontrar motivos de acusación.
-Sí, pero, Maestro, pierdes tu tiempo en una ciudad idólatra, habiendo como hay muchos lugares en Israel que te esperan. Dices que es necesario consagrar cada hora del día al Señor. ¿No son horas perdidas?
-Un día dedicado a reagrupar las ovejas extraviadas no es un día perdido, Felipe. Está escrito: "Hace muchas oblaciones quien respeta la Ley... mas quien practica la misericordia ofrece un sacrificio".
Está escrito: "Que tu ofrenda al Altísimo esté en proporción de cuanto te ha dado; ofrece con mirada alegre según tus facultades". Yo lo hago, amigo, y el tiempo empleado en el sacrificio no es un tiempo perdido. Practico la misericordia y uso de las facultades recibidas ofreciendo mi trabajo a Dios. Tranquilos, por tanto.
Además, el que, de vosotros, quería que hubieran pedido milagros para convencerse de que los de Sicar creían en mí va a quedar satisfecho. Aquel hombre nos sigue, sin duda por algún motivo. Detengámonos.
Efectivamente, el hombre viene en dirección a ellos. Se le ve encorvado bajo la carga de un voluminoso fardo que lleva malamente contrapesado sobre los hombros. Al ver que el grupo de Jesús se ha detenido lo hace él también.
-Se ha parado porque ve que nos hemos dado cuenta de sus malas intenciones. ¡Son samaritanos!
-¿Estás seguro, Pedro?
-¡Sin duda!
-Pues entonces quedaos aquí. Yo me acerco.
-No, Señor, eso no. Si vas Tú, también yo.
-De acuerdo, ven.
Jesús se dirige hacia el hombre. Pedro trota a su lado, entre curioso y hostil. Llegados a pocos metros uno del otro, Jesús dice:
-¿Hombre, qué quieres? ¿A quién buscas?
-A ti.
-Y ¿por qué no has venido a mí cuando estaba en la ciudad?
-No me atrevía... Si en presencia de todos me hubieras rechazado hubiera sufrido demasiado dolor y vergüenza.
-Podrías haberme llamado cuando me quedé solo con los míos.
-Mi deseo era acercarme a ti estando Tú solo, como Fotinai. También yo, como ella, tengo un motivo importante para estar a solas contigo...
-¿Qué quieres? ¿Qué es lo que transportas con tanto esfuerzo sobre tus hombros?
-Es mi mujer. Un espíritu se ha adueñado de ella y la ha transformado en un cuerpo muerto y una inteligencia apagada. Debo hasta darle la comida en la boca, vestirla, llevarla como a una niña pequeña. Ocurrió de improviso, sin previa enfermedad... La llaman "la endemoniada". Todo esto me supone dolor, afanes, gastos. Mira.
El hombre pone en el suelo su fardo de inerte carne envuelta en un sayo (como un saco), y descubre un rostro de mujer, todavía joven, que si no respirase se podría decir que estaba muerta: ojos cerrados, boca entreabierta: es el rostro de una persona que ha expirado.
Jesús se agacha hacia la desdichada mujer que yace en el suelo, la mira, luego mira al hombre y le dice:
-¿Crees que puedo hacerlo?... ¿Por qué lo crees?
-Porque eres el Cristo.
-Pero tú no has visto nada que lo pruebe.
-Te he oído hablar. Me basta.
-¿Has oído, Pedro? ¿Qué piensas que debo hacer ante una fe tan genuina?
-Pues... Maestro... Tú... Yo... Bueno, decide Tú.
Pedro está desconcertado.
-Sí, ya he decidido. Hombre, mira.
Jesús coge la mano de la mujer y ordena:
-¡Vete de ella! ¡Lo quiero!
La mujer, que hasta ese momento había permanecido inerte, se contrae en una horrenda convulsión, primero muda, luego acompañada de quejidos y gritos que terminan con uno más fuerte durante el cual, como quien se despierta de una pesadilla, abre como platos los ojos que hasta ahora había mantenido cerrados. Luego se tranquiliza y, con cierto estupor, mira a su alrededor; fija primero sus ojos en Jesús -el Desconocido que le sonríe... -; luego mira a la tierra del camino en que yace, y a una mata nacida en el borde, en la que la cabezuela blanco-roja de las margaritas de los prados coloca perlas ya próximas a abrirse en forma de radiado nimbo; mira al seto de cactáceas, al cielo -muy azul -; luego vuelve la mirada y ve a su marido... a este marido suyo que, ansioso, la mira a su vez escudriñando todos sus movimientos. Sonríe y, recuperada completamente su libertad, se pone en pie como impulsada por un resorte para refugiarse en el pecho de su marido. Éste, llorando, la acaricia y la abraza.
-¿Cómo es que estoy aquí? ¿Por qué? ¿Quién es este hombre? -Es Jesús, el Mesías. Estabas enferma y te ha curado. Dile que lo quieres. -¡Oh..., sí! ¡Gracias!... Pero, ¿qué tenía? Mis niños... Simón... no recuerdo cosas de ayer, pero sí que recuerdo que tengo hijos... Jesús dice: -No es necesario que te acuerdes de ayer. Acuérdate siempre del día de hoy. Sé buena. Adiós. Sed buenos y Dios estará
con vosotros.
Y Jesús, seguido por la bendiciones de los dos, se retira rápido.
Llegado adonde están los demás, que se habían quedado al pie del seto, no les dirige la palabra. Sí a Pedro:
-¿Y ahora, tú, que estabas seguro de que aquel hombre venía con malas intenciones, qué dices? ¡Simón, Simón!
¡Cuánto te falta todavía para ser perfecto! ¡Cuánto os falta! Tenéis, excepto una patente idolatría, todos los pecados de éstos, y además soberbia en el juicio. Tomemos nuestro alimento. No podemos llegar antes de la noche a donde quería. Dormiremos en algún henil, si es que no encontramos nada mejor.
Los doce, con el sabor en su corazón de la corrección recibida, se sientan sin hablar y se ponen a comer su comida. El sol de este sereno día ilumina los campos, que descienden, formando suaves ondulaciones, hacia una llanura.
Después de comer, todavía permanecen un tiempo en el lugar, hasta que Jesús se pone en pie y dice:
-Venid, tú, Andrés, y tú, Simón; quiero ver si aquella casa es amiga o enemiga.
Y se pone en movimiento. Los otros permanecen en el lugar y guardan silencio, hasta que Santiago de Alfeo le dice a Judas Iscariote:
-¿Pero esta que viene no es la mujer que estaba en Sicar?
-Sí, es ella. La reconozco por el vestido. ¿Qué querrá?
-Seguir su camino -responde Pedro con cara de malhumor.
-No. Nos está mirando demasiado, protegiéndose los ojos del sol con la mano.
La observan hasta que llega cerca de ellos y dice toda sumisa:
-¿Dónde está vuestro Maestro?
-Se ha ido. ¿Por qué preguntas por Él?
-Lo necesitaba...
-No se echa a perder con mujeres -responde Pedro cortante.
-Ya lo sé. Con mujeres, no; pero yo soy un alma de mujer que tiene necesidad de Él.
-Judas de Alfeo le aconseja a Pedro que la deje quedarse, y responde a la mujer: -Espera. Dentro de poco vuelve.
La mujer se retira a una curva del camino y allí se queda, en silencio. Los apóstoles se desinteresan de ella.
Jesús al poco tiempo regresa. Pedro dice a la mujer:
-Ahí está el Maestro. Dile lo que quieras. ¡Apúrate.
La mujer ni siquiera le responde; va a los pies de Jesús y se prosterna hasta tocar el suelo, y guarda silencio.
-Fotinai, ¿qué quieres de mí?
-Tu ayuda, Señor. Yo soy muy débil. No quiero pecar más. Esto se lo he dicho ya al hombre. Pero, ahora que he dejado de pecar no sé nada más. Ignoro el bien. ¿Qué tengo que hacer? Dímelo Tú. Soy fango, pero tu pie pisa también el camino para ir a las almas; pisa mi fango, pero ven a mi alma con tu consejo.
Llora.
-Seguirme como única mujer no es posible. Si verdaderamente quieres no pecar y conocer la ciencia de no pecar, regresa a tu casa con espíritu de penitencia, y espera. Llegará el día en que tú, mujer, entre otras muchas, igualmente redimidas, podrás estar al lado de tu Redentor y aprender la ciencia del Bien. Ve. No tengas miedo. Sé fiel a la voluntad que tienes ahora de no pecar. Adiós.
La mujer besa la tierra, se alza y se retira caminando hacia atrás durante algunos metros; luego se vuelve hacia Sicar...
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