|  | EL EVANGELIOCOMO ME HA SIDO REVELADO
 
 
   Autor: María Valtorta 
 « PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LAVIDA PUBLICA DE JESUS
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 141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con José de Emaús
 142. Con los doce hacia Samaria   143. La samaritana Fotinai   144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar   145. El primer día en Sicar  146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos  147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai  148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón   149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción a los apóstoles
 150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá seguir a su Hijo
 151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.El oficial del rey
 152. María Salomé es recibida como discípula   153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús  154. Jesús en Cesárea Marítima  habla a los galeotes. Las fatigas del apostolado
 155. Curación de la niña romana en Cesárea  156. Analía, la primera de las  vírgenes consagradas   157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret  158. En el lago de Genesaret con Juana de Cusa.
 159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.  160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala   161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm  162. Las conversiones humanas del fariseo Elí y de Simón de Alfeo
 163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm  164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles  165. Elección de los doce Apóstoles  166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez  167. Jesús concurre con las romanas en el jardín de Juana de Cusa
 168. Aglae en casa de María,en Nazaret
 169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos  170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas  171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos  evangélicos que perfeccionanla Ley
 172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la  oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara   173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las  riquezas; la limosna; la confianza en Dios.   174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre  el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna deMaría de  Magdala.
 175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad  del escriba Juan
 176. Durante el descanso sabático, el último discursode la Montaña:
 amar la 
  voluntad de Dios
 177. La curación del siervodel centurión
 178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús  179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevodiscípulo Elías
 180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida.  Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de  Juan el Bautista   181. La parábola del trigoy la cizaña
 182. Palabras a algunos pastores con el huerfanito Zacarías
 183. La curación de un hombre herido en casa de María  de Magdala
 184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobreel Reino de los Cielos
 185. La tempestad calmada.Una lección sobre
 sus  preliminares
 186. Los dos endemoniados de la región de los  Gerasenos   187. Hacia Jerusalénpara la Pascua.
 De Tariquea al  monte Tabor
 188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix,  llamado luego Juan  189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda   190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la  puestadel sol del viernes
 191. El sábado en Esdrelón. El pequeño Yabés.
 Parábola del rico Epulón
 192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a  Engannim tras un alto en Meguido   193. Llegada a Siquem tras dos días de camino   194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino  de Siquem a Berot   195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote. Llegada a Jerusalén
 196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre  y de los amores de distintas potencias   197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso   198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés  cambia su nombre por el de Margziam  199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro  obtiene a Margziam por medio de María
 200. Coloquio de Áglaecon el Salvador
 201. El examen de la mayoría de edad de Margzia
 202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán  203. El Padrenuestro  204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la  parábolade los templos
 205. La parábola del hijo pródigo  206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos,  termina la permanencia en Betania  207. En la gruta de Belén la Madre evoca
 el 
nacimiento de Jesús
 208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con  Jesús va a Betsur donde Elisa   209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur  210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el  caminohacia Hebrón
 211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista   212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde la 
  casita de Isaac
 213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica  214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot  215. El posadero de Bet Yinna y su hija lunática
 216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola del diente de león
 217. Las espigas arrancadasun sábado
 218. La llegada a Ascalón,ciudad filistea
 219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón  220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa de la parturienta
 221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme  222. Un secreto del apóstol Juan   223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús  224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter  225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios  226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael   227. Un episodio incompleto   228. Margziam confiadoa Porfiria
 229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro   230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo  231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala  232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado  233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye  234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala  235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión   236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolucióna María de Magdala
 237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por suhermana María
 238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad  239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas  240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús  241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida  242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades  243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas  244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz  245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola delleproso curado
 246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos 
 247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden a la oración mental
 248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados  249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la fidelidad a Dios
 250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima  251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo de Ascalón
 252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo  253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.La Magdalena debe
 forjarse sufriendo
 254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima  255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una leccióna Judas Iscariote
 256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fey la caridad
 257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo  258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misiónde apóstol
 259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro  260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos de la llanura de Esdrelón
 261. Exhortación a los campesinos de Doras, que ahora lo son de Jocanán
 262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.El Iscariote solicita
 la ayuda de María
 263. Curación del hombre del brazo atrofiado   264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret  265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo de su ministerio
 266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes  267. Jesús, carpintero en Corazín  268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero  269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos  270. Jesús recibe la noticia de que han matado  a Juan el Bautista
 271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm  272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba  273. La primera multiplicaciónde los panes
 274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer a quien le invoca
 275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual  276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia en los siervos de Dios
 277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos  278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos   279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos  280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre los místicos futuros
 281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano  282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo, Juan de Endor y Síntica
 283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad  284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstolesse quedarán en Judea
 285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó sin Judas Iscariote
 286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdode las almas
 287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader   288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús  289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación de los paganos
 290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas  291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los díasa la hora nona
 292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá  293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax  294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre y a las discípulas
 295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob  296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan   297. Con el sermón de Aera termina el segundogran viaje apostólico
 298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ellase deducen
 299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías  300. Con escribas y fariseos en casa 
del resucitado de Naím  301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro  302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias  303. Jesús donde su Madre en Nazaret
 304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madrey Maestra
 305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos  306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio   307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención  308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos  309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo   310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida de Juan de Endor y Síntica
 311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor  312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año    | 
      
      
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             155- Curación de la niña romana en Cesárea              
 Dice Jesús: 
 -Pequeño Juan, (María Valtorta) ven  conmigo, que quiero que escribas una lección para los consagrados de hoy.
 
 Observa y escribe.
 
 Jesús está todavía en Cesárea  Marítima. Ya no es la plaza de ayer sino un lugar situado más en el interior de  la ciudad, desde el cual, no obstante, se ven todavía el puerto y las naves.  Aquí hay muchos fondaques y establecimientos comerciales; si a ello añadimos  que en este espacio terroso hay, además, esteras extendidas en el suelo con  mercancías varias, deduzco que se trata de zona de mercados (quizás estaban  cerca del puerto y de los almacenes por comodidad de navegantes y compradores  de las mercancías traídas por mar). Hay un fuerte runruneo e ir y venir de  gente.
 
 Jesús está esperando con Simón y sus  primos a que los otros consigan las provisiones necesarias. Unos niños miran  con curiosidad a Jesús, el cual los acaricia dulcemente mientras habla con sus  apóstoles. Dice Jesús:
 
 -Me duele este descontento por el  hecho de que Yo entable relaciones con los gentiles, pero no puedo hacer sino  lo que debo y debo ser bueno con todos. Esforzaos en ser buenos al menos  vosotros tres y Juan; los otros os seguirán por imitación.
 
 -Pero ¿cómo se puede ser bueno con  todos? A fin de cuentas, ellos nos desprecian y nos oprimen; no nos comprenden,  están llenos de vicios... -dice Santiago de Alfeo justificándose.
 
 -¿Que cómo puede ser? ¿Tú estás  contento de haber nacido de Alfeo y María?
 
 -Sí, claro. ¿Por qué me preguntas  esto?
 
 -Y si Dios te hubiera preguntado antes  de tu concepción, ¿habrías querido nacer de ellos?
 -Pues claro. No comprendo... 
 -Y si en vez de ello hubieras nacido  de un pagano, al oírte acusar de haber querido nacer de un pagano, ¿qué habrías  dicho?
 
 -Habría dicho... habría dicho:  "No tengo la culpa. He nacido de él, pero podría haber nacido de  otro". Habría dicho: "Vuestra acusación es injusta; si no obro el  mal, ¿por qué me odiáis?"
 
 -Tú lo has dicho. También éstos, que  despreciáis por ser paganos, pueden decir lo mismo. No por méritos propios has  nacido de Alfeo, que es un verdadero israelita. Lo que tienes que hacer es  agradecérselo al Eterno, nada más, porque te ha otorgado un gran regalo, y,  como signo de gratitud y con humildad, tratar de conducir al Dios verdadero a  otros que no tienen este don. Hay que ser bueno.
 
 -¡Es difícil amar a quien no se  conoce!
 
 -No. Mira. Tú, pequeñuelo, ven aquí.
 
 Se acerca un niño de unos ocho años,  que estaba jugando en un ángulo con otros dos chiquillos. Es un niño robusto,  de pelo muy moreno aunque de tez blanquísima.
 
 -¿Quién eres?
 
 -Soy Lucio, Cayo Lucio de Cayo Mario,  romano, hijo del decurión de guardia, que se quedó aquí después de la herida».
 
 -¿Y ésos quiénes son?
                -Isaac y Tobías; pero no se debe decir  porque no se puede. Les pegarían. 
 -¿Por qué?
 -Porque son hebreos y yo romano. No se  puede.
 
 -Pero tú vas con ellos... ¿Por qué?
 
 -Porque somos amigos; jugamos siempre  a los dados y al saltarel juntos; pero no deben vernos.
 
 -¿Y a mí me querríais? Yo soy también  hebreo, y no soy un niño. Fíjate, soy un maestro, como si dijéramos un  sacerdote.
 
 -¡Qué más da! Si me quieres, te  quiero; y te quiero, porque me quieres.
 
 -¿Por qué lo sabes?
 
 -Porque eres bueno y quien es bueno  quiere a los demás.
 
 -Ved, amigos: el secreto para amar es  ser buenos; si se es bueno se ama, sin pensar si éste es o no de una  determinada fe.
 
 Y Jesús, llevando de la mano al  pequeño Cayo Lucio, va a donde los niños hebreos, que se habían escondido  asustados tras el atrio de una casa, a acariciarlos, y les dice:
 
 -Los niños buenos son ángeles. Los  ángeles tienen una sola patria: el Paraíso; una sola religión: la del único  Dios; un solo Templo: el corazón de Dios. Quereos como ángeles siempre.
 
 -Pero, si nos ven nos pegan...
 
 Jesús no  responde; se limita a mover la cabeza con un sentimiento de amargura.
 
 Una mujer  alta y de buen tipo llama a Lucio. El niño deja a Jesús mientras grita:
 
 -¡Es mi mamá! -y a la mujer le grita:  « ¡Mira el amigo que tengo! ¡Es grande! ¡Es un maestro!...
 
 La mujer no se marcha con su hijo,  sino que se acerca a Jesús y le pregunta:
 
 -¡Hola! ¿Eres el hombre de Galilea que  ayer habló en el puerto?
 
 -Soy Yo.
 
 -Espérame aquí entonces. Tardo poco. Y  se va con su pequeñuelo. Entretanto han llegado también los otros apóstoles,  excepto Mateo y Juan, y preguntan:
 
 -¿Quién era?
 
 -Una romana, creo -responden Simón y  los demás.
 -¿Y qué quería?
 
 -Ha dicho que espere aquí. Lo  sabremos.
 Entretanto, algunas personas,  curiosas, se han acercado y se ponen a esperar también.
 
 Vuelve la mujer con otros romanos:
 -¿Entonces eres Tú el Maestro?  -pregunta uno que tiene apariencias de doméstico de una casa señorial.  Habiéndole sido confirmado, pregunta:
 
 « ¿Sentirías aversión por curar a una  hijita de una amiga de Claudia? La niña está agonizando. Se ahoga. El médico no  sabe de qué se está muriendo. Ayer tarde estaba sana, esta mañana ya estaba  agonizando.
 -Vamos.
 
 Andan un poco por una calle que lleva  al lugar de ayer.
 
 Llegan al portal de una casa que parece habitada por romanos  y que está abierta de par en par.
 
 -Espera un momento.
 
 El hombre entra rápido. Casi  inmediatamente se asoma de nuevo y dice:
 -Ven.
 
 Pero, sin darle ni siquiera tiempo a  Jesús de entrar, sale de la casa una joven de aspecto señorial, aunque con una  angustia más que evidente. Lleva en brazos a una criaturita de pocos meses,  como muerta, ya cárdena, como una persona que se esté ahogando. Yo diría que  tiene una difteria mortal y que está en los últimos instantes de su vida. La  mujer busca amparo en el pecho de Jesús como un náufrago en un escollo. Su  llanto es tan grande, que no es capaz de hablar.
 
 Jesús toma a la criaturita, que  manifiesta pequeños movimientos convulsivos en las manitas céreas, con sus  uñitas ya violáceas. La alza. La cabecita queda colgando hacia atrás sin  fuerza. La madre, perdida su soberbia de romana frente a un hebreo, se ha  deslizado hasta los pies de Jesús, al suelo, y llora con el rostro alzado, los  cabellos medio desgreñados, los brazos extendidos, estrujando la túnica y el  manto de Jesús. Detrás y alrededor, mirando, hay romanos de la casa y mujeres  hebreas de la ciudad.
 Jesús moja en su saliva su dedo índice  derecho y lo mete en la boquita jadeante. Lo introduce hacia abajo. La niña  forcejea. Su tez se ennegrece aún más. La madre grita: 
 -¡No! ¡No! -y se contuerce como  traspasada por un puñal.
 
 La gente contiene la respiración...
 
 Pero el dedo de Jesús sale junto con  un amasijo de membranas purulentas. La niña deja de forcejear. Luego, emite un  tierno gemido de llanto y se calma con inocente sonrisa, manoteando y moviendo  los labios como un pajarillo cuando pía y agita las alitas en espera del cebo.
 
 -Toma, mujer. Dale la leche. Está  curada.
 
 La madre está en tal modo turbada, que  coge a la pequeñuela y, así como estaba, en el suelo, la besa, la acaricia toda  para sí, le da el pecho, enajenada, olvidada de todo lo que no sea su hijita.
 
 Un romano le pregunta a Jesús:
 
 -Pero ¿cómo lo has conseguido? Soy el  médico del Procónsul, soy docto, he tratado de quitar la obstrucción, pero  estaba muy abajo, demasiado abajo... Y Tú... así...
 -Eres docto, pero no tienes contigo al  Dios verdadero.
 
 ¡Sea Él en esto glorificado! ¡Adiós!
 
 Y Jesús hace ademán de querer  marcharse. Pero he aquí que un pequeño grupo de israelitas siente la necesidad  de intervenir:
 
 -¿Cómo te has permitido acercarte a  extranjeros? Son impuros, están corrompidos, quienquiera que se acerque a ellos  queda contaminado.
 
 Jesús mira fijamente, severamente, a  los tres, y dice:
 
 -¡No eres tú Ageo, el hombre de Azoto  que vino aquí el pasado Tisrí para negociar con el mercader que está al pie de  los muros del viejo fontanar?
 
 ¿Y tú no eres José de Rama, que vino también aquí  -y tú sabes, como Yo, por qué -a consulta del médico romano? ¿Y entonces? ¿No  os sentís vosotros impuros?
 
 -Un médico no es nunca extranjero. Cura  el cuerpo, que es igual para todos.
 
 -A mayor razón lo es el alma. Pero  además, ¿Qué he curado Yo? El cuerpo inocente de un párvulo, medio con que  espero curar las almas no inocentes de los extranjeros. Como médico y Mesías,  por tanto, puedo tratar con cualquiera.
 
 -No puedes.
 -¿No, Ageo? ¿Y tú por qué tratas con  el mercader romano?
 
 -Mi contacto con él es sólo a través  de la mercancía y del dinero.
 
 -Y entonces, dado que no tocas  su carne, sino solamente lo que ha tocado su mano, no te parece que te contamines...
 
 ¡Oh, ciegos y crueles!
 Escuchad todos. Precisamente  en el libro del Profeta cuyo nombre lleva éste está escrito: "Plantea a  los sacerdotes esta               cuestión sobre la Ley: “Si un hombre lleva carne  santificada en el vuelo de su túnica y con él toca luego viandas, pan o aceite  u               otros alimentos, ¿quedarán  estas cosas santificadas?” (Ageo 2, 11 y siguientes). Y los sacerdotes  respondieron: “No”. Entonces               Ageo dijo: `Si uno, impuro a  causa de un muerto, toca una de estas cosas, ¿quedará contaminada?'. Y los  sacerdotes               respondieron: Si"'. Por esta subrepticia, engañosa,  incoherente manera de actuar ponéis obstáculo al Bien y lo condenáis y sólo  aceptáis lo que os produce algún beneficio; en ese caso cesan indignación, asco  y aversión.
 Distinguís -si no os acarrea un perjuicio personal -lo impuro, que  hace a uno impuro, de lo que no lo es. ¿Cómo sois capaces, bocas mentirosas, de  profesar que lo que ha sido santificado por haber tocado carne santa o cosa  santa no santifica lo que toca, y lo que ha tocado una cosa impura puede  convertir en impuro lo que toca?
 
 ¿No comprendéis que os contradecís,  ministros embusteros de una Ley de Verdad de la que os aprovecháis? Vosotros la  retorcéis como si fuera una soga, según que os lo pida vuestro anhelo de  obtener de ella algún provecho.
 
 Fariseos hipócritas, que bajo pretexto  religioso dais rienda suelta a vuestra rencorosa envidia humana, enteramente  humana; profanadores de lo que a Dios pertenece; insultadores y enemigos del  Mensajero de Dios.
 
 En verdad, en verdad os digo que todo acto vuestro, toda  conclusión vuestra, todo movimiento vuestro tiene en la base todo un mecanismo  astuto constituido por ruedas, resortes, contrapesos, tirantes, que son  vuestros egoísmos, pasiones, insinceridad, odios, anhelo de imponerse a los  demás, envidias.
 
 ¡Deberíais avergonzaros! Codiciosos,  cobardes, rencorosos, que vivís en el miedo orgulloso de que alguno, aun no  siendo de vuestra casta, os aventaje. ¡Mereced ser como ese que os infunde  miedo y os produce ira! Como dice Ageo, de un montón de veinte celemines hacéis  uno de diez, y de cincuenta barriles veinte, y os quedáis con la diferencia,  mientras que, tanto por dar ejemplo a los demás como por el amor debido a Dios,  deberíais no quitar sino añadir de lo vuestro al conjunto de los celemines y  barriles en pro de quien pasa hambre; y es así que merecéis que el viento  abrasador, la herrumbre y el granizo hagan infecundas toda obra de vuestras  manos.
 
 ¿Quién de entre vosotros viene a mí?  Éstos, estos que para vosotros son estiércol y desecho, estos supremos  ignorantes que ni siquiera saben que existe el verdadero Dios vienen a quien  lleva en las palabras y en las obras a este Dios.
 
 Sin embargo, vosotros... ¡Ah,  os habéis hecho un nicho y en él estáis! Secos, fríos como ídolos que esperan  incienso y adoración. Dado que os creéis dioses, os parece inútil pensar en el  verdadero Dios en el modo debido, y veis peligroso el que otros se propongan lo  que vosotros no os proponéis.
 
 En verdad, no podéis proponéroslo porque sois  ídolos, y porque sois siervos del ídolo. Pero quien intenta puede, porque no  obra él, sino Dios en él.
 
 ¡Idos! Referid a quien os ha enviado a  pisarme los talones que detesto a los mercaderes que juzgan que el vender  mercancías, patria o Templo a quienes les ofrecen dinero no contamina. Decidles  que siento repugnancia por los degenerados cuyo único culto es la propia carne  y sangre y juzgan que el trato con el médico extranjero para curación de éstas  no contamina. Decidles que la medida es igual, que no hay dos medidas. Decidles  que Yo, el Mesías, el Justo, el Consejero, el Admirable, aquel sobre quien  descenderá el Espíritu del Señor en sus siete dones, aquel que no juzgará por  lo que se presenta ante los ojos sino por lo secreto de los corazones, aquel  que no condenará por lo que oiga con los oídos sino por las voces espirituales  que oiga en el interior de cada hombre, aquel que se pondrá de la parte de los  humildes y juzgará con justicia a los pobres, aquel que soy Yo, porque esto soy  Yo, ya está juzgando y castigando a los que en este mundo son sólo tierra; el  soplo de mi respiro hará morir al impío y devastará su guarida, mientras que  para quienes, deseosos de justicia y fe, vengan a mi monte santo a saciarse de la Ciencia del Señor, será  Vida y Luz, Libertad y Paz. Esto es Isaías, ¿no es verdad? (11, 1 y  siguientes)
 ¡El pueblo de mi propiedad!  Enteramente viene de Adán y Adán viene de mi Padre; todo él es, por tanto, obra  del Padre, y a todos debo reunir en torno al Padre. Yo los conduzco a ti, Padre  santo, eterno, potente; conduzco a ti a los hijos errantes después de  congregarlos con la voz del amor, bajo mi cayado pastoral, semejante al que  Moisés levantó contra las serpientes de muerte. Para que Tú tengas tu Reino y  tu pueblo. Y no hago distinciones, porque en el fondo de todos los vivientes  veo un punto que resplandece más que el fuego: el alma, una chispa tuya, eterno  Esplendor. ¡Oh, eterno deseo mío! ¡Oh, voluntad incansable mía! 
 Esto quiero, en esto ardo: una tierra  que por entero cante tu Nombre, una humanidad que te llame Padre, una redención  que a todos salve, una voluntad fortalecida que haga a todos obedientes a tu  voluntad, un triunfo eterno que llene el Paraíso de un hosanna sin fin... ¡Oh,  multitud de los Cielos!... Sí, veo la sonrisa de Dios... y es el premio contra  toda dureza humana.
 
 Mas los tres israelitas ya han huido  bajo la granizada de reproches. Los otros, todos, romanos o hebreos, se han  quedado boquiabiertos. En cuanto a la mujer romana, con su pequeñuela ya  satisfecha de leche y durmiendo plácidamente sobre el regazo materno, está  allí, en el mismo sitio de antes, casi a los pies de Jesús, y llora de alegría  materna y de emoción espiritual. Muchos lloran por el arrollador cierre de  Jesús, que en este éxtasis parece llamear.
 
 Y Jesús, bajando los ojos y el  espíritu del Cielo a la tierra, ve a la gente, ve a la madre... y, al pasar,  tras un gesto de adiós a todos, roza con su mano a la joven romana, como para  bendecirla por su fe. Y se marcha con los suyos, mientras la gente, todavía  estupefacta, permanece en el lugar...
 
(La joven romana, si no es una semejanza fortuita,  es una de las romanas, Valeria y su hija Faustina, que estaban con Juana de  Cusa en el camino del Calvario. Pero, puesto que aquí nadie la ha llamado por  su nombre, no puedo asegurarlo).  
 
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