|
EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
|
154- Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes. Las fatigas del apostolado
Jesús está en el centro de una plaza amplia, bastante bonita, que se prolonga en una calle muy ancha (casi es una continuación de la plaza, hasta la orilla del mar).
Una galera parece haber dejado hace poco el puerto y sale a mar abierto impulsada por el viento y los remos, mientras que otra debe estar haciendo las maniobras para atracar, como se deduce del hecho de que están plegando velas y de que los remos se mueven sólo por una banda para hacer virar a la nave en la posición conveniente. El puerto, desde la plaza, no se ve, pero debe estar cerca.
En los lados de la plaza hay series de casas grandes, con las típicas paredes exteriores casi exentas de vanos; no hay ningún establecimiento de comercio.
-¿A dónde vamos ahora? Has querido venir aquí en vez de ir al lado oriental; éste es un lugar de paganos, ¿quién crees que te va a escuchar? -dice Pedro en tono de desaprobación.
-Vamos allí, a aquel ángulo que se abre hacia el mar; allí voy a hablar.
-A las olas.
-También las olas han sido creadas por Dios.
Y van...
Ahora están justo en ese ángulo. Ven el puerto, donde está entrando lentamente la galera vista antes. Ahora la amarran en el lugar destinado a ella. Algún marinero se da al ocio a lo largo de los espigones; algún vendedor de fruta se arriesga a ir hacia la nave romana a vender su mercancía; nada más.
Jesús, arrimado de espaldas a una pared, da verdaderamente la impresión de que estuviera hablando a las olas. Los apóstoles, poco satisfechos de la situación, están en torno a Él, parte en pie, parte sentados en piedras colocadas acá o allá con la intención de que sirvan de banquetas.
-Insensato el hombre que, viéndose poderoso, sano, feliz, dice: "¿De qué tengo necesidad?, ¿de quién? De nadie tengo necesidad. Nada me falta, me basto a mí mismo. Las leyes y decretos de Dios y de la moral, para mí, son nulos. Mi ley consiste en hacer lo que está en mi mano, sin preocuparme de si beneficia o perjudica a los demás".
Uno de los vendedores se vuelve al oír esa voz sonora y se acerca hacia Jesús, que continúa diciendo:
-Así hablan el hombre y la mujer que no tienen ni sabiduría ni fe. Con ello muestran su mayor o menor poder, mas denuncian su parentesco con el Mal.
Algunos hombres bajan de la galera y de otras barcas y se dirigen hacia Jesús.
-El hombre demuestra, no con las palabras sino con los hechos, que está emparentado con Dios y la virtud cuando considera que la vida es más mudable que las olas del mar, ahora calmas, mañana furiosas. Del mismo modo, el bienestar y poder de hoy pueden ser mañana miseria e impotencia. ¿Qué hará entonces el hombre que no vive unido a Dios? ¿Cuántos de los que ahora están en esa galera un día vivían dichosos y gozaban de poder, y ahora son esclavos y se los considera reos! Reos: por tanto, doblemente esclavos (de la ley humana, en vano burlada porque existe y castiga a sus transgresores, y de Satanás, quien para siempre se apodera de los culpables que no llegan a odiar su culpa).
-¡Hola, Maestro! ¿Cómo por aquí? ¿Sabes quién soy?
-Que Dios sea contigo, Publio Quintiliano. ¿Ves como he venido?
-Y además al barrio romano. Ya no tenía esperanzas de volver a verte. Me alegra poder escucharte.
-Yo también me alegro. ¿Hay muchos en los remos en esa galera?
-Muchos. La mayoría son prisioneros de guerra. ¿Te interesan?
-Quisiera acercarme a esa nave.
-Ven. Abrid paso vosotros -ordena a los pocos que se habían acercado y que se apartan enseguida farfullando improperios.
-Déjalos también a ellos. Estoy acostumbrado a que me apretuje la gente.
-Hasta aquí puedo, pero más no. Es una galera militar.
-Me es suficiente. Que Dios te lo pague.
Jesús reanuda su discurso. El romano, verdaderamente espléndido con el indumento que lleva, parece montar guardia a su lado.
-Esclavos por un doloroso suceso, esclavos una sola vez, esclavos mientras dura la vida. Cada una de las lágrimas que cae sobre sus cadenas, cada uno de los golpes descargados sobre sus carnes para huella escrita de un dolor, afloja los grilletes, orna lo que no muere, abre finalmente para ellos la paz de Dios, que es amigo de sus pobres hijos infelices, a los que dará copiosa alegría, puesto que aquí el dolor abundó.
En la obra muerta de la galera se ven hombres de la tripulación, que se han asomado y se han puesto a escuchar. A los galeotes, naturalmente, no se les ve, pero oyen por todos los agujeros de las cuadernas la voz potente de Jesús, que se difunde por el aire calmo de esta hora de baja marea. Publio Quintiliano se ha marchado requerido por un soldado.
-Quiero decirles a estos desdichados amados de Dios que se resignen en su dolor, que hagan de él llama que abra las cadenas de la galera y de la vida, consumiendo en el deseo de Dios este pobre día que es la vida, día oscuro, borrascoso, colmado de miedo y de fatigas, para entrar en el día de Dios, luminoso, sereno, ya sin miedos ni decaimientos. Basta con que sepáis, vosotros, mártires de una penosa suerte, ser buenos en vuestro sufrimiento, basta con que aspiréis a Dios, para que entréis en la gran paz, en la infinita libertad del Paraíso.
En esto, vuelve Publio Quintiliano con otros soldados; tras él unos esclavos traen una litera para la que los soldados consiguen un sitio.
«-¿Quién es Dios? Estoy hablando a gentiles que no saben quién es Dios, a hijos de pueblos sometidos que no saben quién es Dios. En vuestros bosques, vosotros galos, iberos, tracios, germanos, celtas, tenéis sólo una apariencia de Dios.
El alma tiende a la adoración, espontáneamente, porque se acuerda del Cielo. Pero no sabéis encontrar al Dios verdadero que ha puesto un alma en vuestros cuerpos, un alma igual que la nuestra, israelitas, igual que la de los poderosos romanos que os han subyugado, un alma que tiene los mismos deberes y derechos respecto al Bien y a la que el Bien, es decir, el Dios verdadero, será fiel; sedlo igualmente vosotros respecto al Bien. El dios, o los dioses, a los que hasta ahora habéis adorado, aprendiendo su nombre o sus nombres en las rodillas maternas; el dios en que ahora quizás ya no pensáis porque no sentís que os consuele en nada vuestros sufrimientos, o al que quizás incluso odiáis o maldecís en vuestras jornadas desesperadas, ése, no es el Dios verdadero.
El Dios verdadero es Amor y Piedad. ¿Acaso eran esto vuestros dioses? No. Más bien manifestaban dureza, crueldad, engaño, hipocresía, vicio, latrocinio... y ahora os han dejado sin ese mínimo consuelo de la esperanza de ser amados y la certeza del descanso tras tanto sufrimiento. Esto sucede porque vuestros dioses no existen. Sin embargo, Dios, el Dios verdadero que es Amor y Piedad, cuya segura existencia Yo os declaro, es Aquel que ha hecho los cielos, los mares, montes, bosques, plantas, flores, animales... y al hombre; es Aquel que inculca al hombre victorioso la piedad y amor que Él mismo es hacia los pobres de la tierra.
Y vosotros los poderosos, los dominadores, pensad que sois todos de una única planta. No os ensañéis con aquellos a quienes la desventura ha puesto en vuestras manos; sed humanos con los que por un delito están amarrados al banco de la galera. El hombre peca muchas veces. No hay ninguno exento de culpas más o menos celadas. Si pensarais esto, ¡cuán buenos seríais para con los hermanos que, menos afortunados que vosotros, han recibido castigo por culpas en que también vosotros habéis incurrido y que no os han sido castigadas! La justicia humana adolece gravemente de exactitud cuando juzga.
¡Ay, si lo mismo fuera la justicia divina! Hay reos que no parecen tales, hay inocentes a los que se juzga reos; no indaguemos por qué: ¿sería acusación demasiado grave para el hombre injusto y lleno de odio hacia su semejante! Hay reos que efectivamente lo son, pero que cometieron el delito movidos por fuerzas imperiosas que, en parte, aligeran la culpa. Sed humanos, por tanto, vosotros que habéis sido colocados al frente de las galeras. Por encima de la justicia humana hay una Justicia divina que es mucho más alta: la del Dios verdadero, la del Creador del rey y del esclavo, de la roca y del granito de arena.
Él os mira, tanto a los que estáis en los remos como a quienes tenéis el encargo de regirlos ¡ay de vosotros si arbitrariamente sois crueles!; Yo, Jesucristo, el Mesías del Dios verdadero, os aseguro que Él, el día de vuestra muerte, os atará al banco de una galera eterna y pondrá en manos de los demonios el látigo ensangrentado y seréis torturados y azotados como vosotros torturasteis; porque, si bien es ley humana el castigo del reo, es necesario no exceder la medida. Sabed recordar esto. Quien hoy es poderoso mañana puede ser un miserable; sólo Dios es eterno.
Quisiera cambiaros el corazón y, sobre todo, romper vuestras cadenas, devolveros la libertad y patria perdidas; pero, hermanos galeotes que no veis mi rostro, hermanos galeotes cuyo corazón con todas sus heridas conozco, por la libertad y la patria terrenas que no os puedo dar, ¡oh, pobres esclavos de los poderosos!, os daré una libertad y una patria más altas. Por vosotros me he hecho prisionero, ausente estoy de mi patria, por vosotros me entregaré Yo mismo como rescate; para vosotros, sí, también para vosotros, que no sois oprobio de la Tierra como os llaman, sino signo de vergüenza para el hombre que olvida la medida del rigor de la guerra y de la justicia, haré una nueva ley sobre la Tierra y una dulce morada en el Cielo.
Recordad mi Nombre, hijos de Dios que lloráis: es el nombre del Amigo. Repetidlo en medio de vuestros padecimientos. Estad seguros de que si me amáis me tendréis, aunque no nos veamos jamás en esta Tierra. Soy Jesucristo, el Salvador, el Amigo vuestro. En nombre del Dios verdadero os consuelo. La paz descienda pronto sobre vosotros.
La gente, en su mayoría romanos, se ha agolpado en torno a Jesús, cuyos conceptos nuevos han producido el asombro de todos.
-¡Por Júpiter, me has hecho pensar en cosas en las que nunca había pensado y que siento verdaderas!
Publio Quintiliano mira a Jesús, pensativo y cautivado al mismo tiempo.
Así es, amigo. Si el hombre usara su pensamiento, no llegaría a la comisión del delito.
-¡Por Júpiter, por Júpiter, qué palabras! ¡Tengo que recordarlas! ¿Has dicho: "si el hombre usase su pensamiento..."
...No llegaría a la comisión del delito.
-¡Pues claro!, ¡es verdad! ¡Por Júpiter! ¿Sabes que eres grande?
-Todo hombre que quisiera podría serlo como Yo, si fuera enteramente uno con Dios.
El romano continúa su serie de "¡por Júpiter!", a cuál más exclamativo.
Jesús por su parte le dice:
-¿Podría dar a esos galeotes algo que los consolara? Tengo dinero... Fruta, algo que los alivie; para que sepan que los amo.
-Dámelo. Puedo hacerlo. Además ahí hay una dama muy poderosa. Voy a preguntárselo.
Publio se acerca a la litera y habla muy cerca de las cortinas en las que ha sido abierto apenas un resquicio. Vuelve.
-Tengo plenos poderes para ello. Me ocuparé yo mismo de la distribución, de forma que los esbirros no se aprovechen abusivamente. Será la única vez que un soldado imperial ejercite la piedad con los esclavos de guerra.
-La primera, no la única. Llegará el día en que no habrá esclavos; pero ya antes mis discípulos habrán descendido a los galeotes y esclavos para llamarlos hermanos.
Otra serie de “¡Por Júpiter!" recorre el ambiente calmo; mientras, Publio espera a tener suficiente fruta y vino para los galeotes. Luego, antes de subir a la galera, le dice a Jesús al oído:
-Ahí dentro está Claudia Prócula. Quisiera oírte hablar en otra ocasión; ahora quiere preguntarte algo. Ve.
Jesús se acerca a la litera.
-¡Hola, Maestro!
La cortina apenas se abre un poco, dejando ver a una hermosa mujer de unos treinta años.
-Descienda sobre ti el deseo de la sabiduría.
-Has dicho que el alma tiene recuerdo del Cielo. ¿Es eterna, entonces, esa cosa que decís que poseemos?
-Es eterna. Por eso tiene recuerdo de Dios, del Dios que la ha creado.
-¿Qué es el alma?
-El alma constituye la verdadera nobleza del hombre. Tú eres gloriosa por ser de los Claudios; pues más lo es el hombre, por ser de Dios. Por tus venas corre la sangre de los Claudios; poderosa familia, pero que tuvo origen y tendrá fin. Dentro del hombre, por razón del alma, fluye la sangre de Dios, porque el alma es la sangre espiritual -siendo Dios Espíritu purísimo -del Creador del hombre: de Dios eterno, potente, santo.
El hombre es, pues, eterno, potente, santo, por el alma que hay en él y que vive mientras está unida a Dios.
-Yo soy pagana, por tanto no tengo alma...
-La tienes, aunque sumida en letargo; despiértala a la Verdad y a la Vida.
-Adiós, Maestro.
-Que la Justicia te conquiste. Adiós.
-Como habéis podido ver, aquí también he tenido auditorio -dice Jesús a sus discípulos.
-Sí, pero, menos los romanos, ¿quién te habrá entendido? ¡Son bárbaros!
-¿Que quién?... Todos. Llevan consigo la paz. Se acordarán de mí mucho más que otros de Israel. Vamos a la casa que nos ofrece la comida.
-Maestro, la mujer ésa es la misma que me habló aquel día que curaste a aquel enfermo; la he reconocido -dice Juan.
-Daos cuenta, pues, que también aquí había quien nos esperaba. Pero... no os veo muy conformes. Mucho habré hecho el día que haya conseguido persuadiros de que he venido no sólo para los hebreos sino para todos los pueblos, y de que os he preparado para todos ellos. Una cosa os digo: de vuestro Maestro recordad todo; no hay hecho alguno, por insignificante que fuere, que no esté llamado a ser para vosotros, un día, regla en el apostolado.
Ninguno responde. Jesús sonríe -no sin tristeza -compasivo.
“Esta mañana me ha sonreído a mí también... (habla María Valtorta)
Estaba sumida en un desaliento tan completo, que me he echado a llorar por muchas cosas; entre ellas no la última el cansancio de estar siempre escribiendo con la convicción de que tanta bondad de Dios y tanto esfuerzo del pequeño Juan (como Jesus cariñosamente la llamaba) son completamente inútiles.
Y, llorando, he invocado a mi Maestro, y, dado que por bondad suya ha venido enteramente para mí, le he manifestado lo que había pensado.
Él se ha encogido de hombros, como queriendo decir: « ¡Bah..., déjale al mundo con sus historias!» y me ha acariciado diciendo: « ¿Y entonces? ¿No quieres seguir ayudándome? ¿Que el mundo no quiere conocer mis palabras?
Bueno, pues nos las decimos entre nosotros dos; así nos alegraremos ambos: Yo, repitiéndolas a un corazón fiel; tú, oyéndolas. ¡Ah..., las fatigas del apostolado!...
¡Abaten más que las de cualquier otro trabajo! Quitan la luz al más sereno de los días, dulzor al más dulce de los manjares. Todo se transforma en ceniza y lodo, náusea y hiel. Y, sin embargo, alma mía, las horas en que tomamos sobre nuestras espaldas el cansancio, la duda y miseria de los mundanos que mueren porque no poseen lo que nosotros tenemos son las horas en que más hacemos. Ya te lo dije el año pasado. "¿En pro de qué?", se pregunta el alma sumergida bajo lo que sumerge al mundo, es decir, las olas procedentes de Satanás. Y el mundo se ahoga, cosa que no le sucede al alma que está clavada con su Dios en la cruz; ésta pierde, sí, durante un instante la luz y se hunde bajo la ola nauseabunda del cansancio espiritual, pero luego vuelve a la superficie, más fresca y hermosa. El que digas: "Ya no valgo para nada positivo" es consecuencia de este cansancio. Jamás valdrías, pero Yo soy siempre Yo, y, por tanto, serás siempre capaz de cumplir bien tu misión de portavoz. Claro que, si viera que, cual pesada y preciosísima gema, escondieran mi don con avaricia, o lo usaran imprudentemente, o, por desidia, no se tratara de tutelar con las necesarias garantías -por las maldades humanas -propias de estos casos tanto el don como a la criatura a través de la cual es otorgado éste, Yo diría mi "¡basta!", y esta vez sin posibilidad de vuelta atrás; "¡basta!" para todos, excepto para mi pequeña alma que hoy parece una florecilla bajo un aguacero. ¿Podrás, acaso, con estas caricias mías, dudar de que te amo? ¡Venga!
¡Ánimo! Me ayudaste mientras la guerra, sígueme ayudando. Hay mucho que hacer.
Y así me he calmado, experimentando la caricia de la larga mano y de esa sonrisa tan dulce de mi Jesús, cándido como siempre cuando es enteramente para mí.
|
|