|  | EL EVANGELIOCOMO ME HA SIDO REVELADO
 
 
   Autor: María Valtorta 
 « PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LAVIDA PUBLICA DE JESUS
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 141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con José de Emaús
 142. Con los doce hacia Samaria   143. La samaritana Fotinai   144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar   145. El primer día en Sicar  146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos  147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai  148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón   149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción a los apóstoles
 150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá seguir a su Hijo
 151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.El oficial del rey
 152. María Salomé es recibida como discípula   153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús  154. Jesús en Cesárea Marítima  habla a los galeotes. Las fatigas del apostolado
 155. Curación de la niña romana en Cesárea  156. Analía, la primera de las  vírgenes consagradas   157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret  158. En el lago de Genesaret con Juana de Cusa.
 159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.  160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala   161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm  162. Las conversiones humanas del fariseo Elí y de Simón de Alfeo
 163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm  164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles  165. Elección de los doce Apóstoles  166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez  167. Jesús concurre con las romanas en el jardín de Juana de Cusa
 168. Aglae en casa de María,en Nazaret
 169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos  170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas  171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos  evangélicos que perfeccionanla Ley
 172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la  oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara   173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las  riquezas; la limosna; la confianza en Dios.   174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre  el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna deMaría de  Magdala.
 175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad  del escriba Juan
 176. Durante el descanso sabático, el último discursode la Montaña:
 amar la 
  voluntad de Dios
 177. La curación del siervodel centurión
 178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús  179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevodiscípulo Elías
 180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida.  Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de  Juan el Bautista   181. La parábola del trigoy la cizaña
 182. Palabras a algunos pastores con el huerfanito Zacarías
 183. La curación de un hombre herido en casa de María  de Magdala
 184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobreel Reino de los Cielos
 185. La tempestad calmada.Una lección sobre
 sus  preliminares
 186. Los dos endemoniados de la región de los  Gerasenos   187. Hacia Jerusalénpara la Pascua.
 De Tariquea al  monte Tabor
 188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix,  llamado luego Juan  189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda   190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la  puestadel sol del viernes
 191. El sábado en Esdrelón. El pequeño Yabés.
 Parábola del rico Epulón
 192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a  Engannim tras un alto en Meguido   193. Llegada a Siquem tras dos días de camino   194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino  de Siquem a Berot   195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote. Llegada a Jerusalén
 196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre  y de los amores de distintas potencias   197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso   198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés  cambia su nombre por el de Margziam  199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro  obtiene a Margziam por medio de María
 200. Coloquio de Áglaecon el Salvador
 201. El examen de la mayoría de edad de Margzia
 202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán  203. El Padrenuestro  204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la  parábolade los templos
 205. La parábola del hijo pródigo  206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos,  termina la permanencia en Betania  207. En la gruta de Belén la Madre evoca
 el 
nacimiento de Jesús
 208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con  Jesús va a Betsur donde Elisa   209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur  210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el  caminohacia Hebrón
 211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista   212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde la 
  casita de Isaac
 213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica  214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot  215. El posadero de Bet Yinna y su hija lunática
 216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola del diente de león
 217. Las espigas arrancadasun sábado
 218. La llegada a Ascalón,ciudad filistea
 219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón  220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa de la parturienta
 221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme  222. Un secreto del apóstol Juan   223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús  224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter  225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios  226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael   227. Un episodio incompleto   228. Margziam confiadoa Porfiria
 229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro   230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo  231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala  232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado  233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye  234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala  235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión   236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolucióna María de Magdala
 237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por suhermana María
 238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad  239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas  240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús  241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida  242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades  243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas  244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz  245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola delleproso curado
 246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos 
 247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden a la oración mental
 248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados  249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la fidelidad a Dios
 250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima  251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo de Ascalón
 252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo  253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.La Magdalena debe
 forjarse sufriendo
 254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima  255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una leccióna Judas Iscariote
 256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fey la caridad
 257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo  258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misiónde apóstol
 259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro  260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos de la llanura de Esdrelón
 261. Exhortación a los campesinos de Doras, que ahora lo son de Jocanán
 262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.El Iscariote solicita
 la ayuda de María
 263. Curación del hombre del brazo atrofiado   264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret  265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo de su ministerio
 266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes  267. Jesús, carpintero en Corazín  268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero  269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos  270. Jesús recibe la noticia de que han matado  a Juan el Bautista
 271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm  272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba  273. La primera multiplicaciónde los panes
 274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer a quien le invoca
 275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual  276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia en los siervos de Dios
 277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos  278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos   279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos  280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre los místicos futuros
 281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano  282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo, Juan de Endor y Síntica
 283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad  284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstolesse quedarán en Judea
 285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó sin Judas Iscariote
 286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdode las almas
 287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader   288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús  289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación de los paganos
 290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas  291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los díasa la hora nona
 292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá  293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax  294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre y a las discípulas
 295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob  296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan   297. Con el sermón de Aera termina el segundogran viaje apostólico
 298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ellase deducen
 299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías  300. Con escribas y fariseos en casa 
del resucitado de Naím  301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro  302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias  303. Jesús donde su Madre en Nazaret
 304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madrey Maestra
 305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos  306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio   307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención  308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos  309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo   310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida de Juan de Endor y Síntica
 311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor  312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año    | 
      
      
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             274- Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer a quien le invoca              
 La tarde está ya avanzada; es  casi de noche, porque apenas si se ve por el sendero que trepa hacia la cima de  un cerro en que hay, diseminados, árboles de olivo, según me parecen. De todas  formas, dada la luz, no puedo asegurarlo. Bueno, son árboles no demasiado  altos, frondosos y retorcidos, como generalmente son los olivos.
 Jesús está  solo. Vestido de blanco y con su manto azul oscuro. Sube y se interna entre los  árboles. Camina con paso largo y seguro. No va rápido, pero, debido a lo largo  que da los pasos, recorre mucho camino aun yendo sin prisa. Anda hasta llegar a  una especie de balcón natural, desde el que uno se asoma al lago; un lago todo  calmado bajo la luz de las estrellas que ya abarrotan el cielo con sus ojos de  luz. El silencio envuelve a Jesús con su abrazo relajador; le aleja y distrae  su memoria de las muchedumbres y de la tierra, y le une al cielo que parece  descender más para adorar al Verbo de Dios y acariciarlo con la luz de sus  astros.
 
 Jesús ora en  su postura habitual, en pie y con los brazos abiertos en cruz. Tiene detrás de  su espalda un olivo; parece ya crucificado en este tronco oscuro. Puesto que es  alto, el follaje sobresale poco por encima de Él, y sustituye con una palabra  conforme al Cristo el cartel de la cruz: allí, Rey de los judíos; aquí, Príncipe de la paz. (El pacífico olivo habla cabalmente a quien sabe  oír).
 
 Ora largo tiempo. Luego se sienta en la prominencia  que sirve de base al olivo, encima de una gruesa raíz que sobresale, y toma su  postura habitual, con las manos entrecruzadas y los codos apoyados sobre las  rodillas. Medita. ¿Quién sabrá qué divina conversación entabla con el Padre y  el Espíritu en esta hora en que está solo y puede ser todo de Dios! ¡Dios con  Dios!
 Creo que pasan muchas horas así, porque veo que las  estrellas cambian de zona y muchas se han ocultado ya por el occidente.
 
 En el preciso momento en que un asomo de luz -es más,  de luminosidad, porque todavía no se puede llamar luz-se dibuja en el extremo  horizonte del este, una vibración de viento menea el olivo Luego, calma. Luego  vuelve, más fuerte. Con pausas sincopadas cada vez más violentas.
 
 La luz del  alba, que apenas si acaba de nacer encuentra dificultad para abrirse camino a  través de una acumulación de nubes oscuras que vienen a ocupar el cielo,  empujadas por ráfagas de un viento cada vez más fuerte. El lago tampoco está ya  sereno; antes al contrario, creo que está formando una borrasca como la de la  visión de la tempestad. El ruido de las frondas y el ronquido de las aguas  llenan ahora este espacio, poco antes tan sosegado.
 
 Jesús sale del ensimismamiento de su meditación. Se  pone en pie. Mira al lago. Busca en él, a la luz de las estrellas que aún  quedan y de la pobre aurora enferma, y ve a la barca de Pedro avanzando  fatigosamente hacia la orilla opuesta, pero sin llegar. Jesús se envuelve  estrechamente en su manto y se echa a la cabeza, como si fuera una capucha, los  bajos (que penden y le dificultarían el descenso); y baja corriendo, no por el  camino ya hecho, sino por un senderillo rápido que va directamente al lago. Va  tan deprisa, que parece volar.
 
 Llegado a la orilla, sacudida por las aguas, que  forman en el guijarral toda una orla de espuma rumorosa y bofa, prosigue su  veloz camino como si no andara sobre un elemento líquido y todo en movimiento,  sino sobre el más liso y sólido pavimento de la tierra.
 
 Ahora Él se hace luz.  Parece como si toda la poca luz, que todavía llega de las raras y moribundas  estrellas y de la borrascosa aurora, convergiera en El; parece como si fuera  recogida como fosforescencia en torno a su cuerpo esbelto. Vuela en las olas,  en las crestas espumosas, en los pliegues oscuros entre ola y ola, con los  brazos extendidos hacia adelante, hinchándosele el manto en torno a la cara y  flotando al viento -relativamente, porque está muy ceñido al cuerpo-con  pulsación de ala.
 
 Los apóstoles lo ven y lanzan un grito de miedo que el  viento lleva hacia Jesús.
 -No temáis. Soy Yo.
 
 La voz de Jesús, a pesar de tener el viento en contra,  se expande sin dificultad por el lago.
 -¿Eres Tú verdaderamente, Maestro? -pregunta Pedro.
 
 -Si eres Tú, dime que vaya a ti caminando como Tú  sobre las aguas.
 
 Jesús sonríe:
 
 -Ven -dice sencillamente, como si caminar por el agua  fuera la cosa más natural del mundo.
 
 Y Pedro, semidesnudo como está, o sea, con una túnica  ligera, corta y sin mangas, salta por encima de la borda y va hacia Jesús.  Pero, cuando se encuentra a unos cincuenta metros de la barca y casi a otros  tantos de Jesús, se apodera de él el miedo. Hasta ahí lo ha mantenido su  impulso de amor. Ahora la humanidad le sobrepuja y... tiembla, temiendo por su  propia vida. Como quien estuviera sobre un suelo resbaladizo -o mejor, sobre  arena movediza-, empieza a bambolearse, a hacer movimientos bruscos, a  hundirse. Y cuanto más acciona sus miembros y más miedo tiene, más se hunde.
 
 Jesús se ha detenido y lo está mirando, serio. Espera.  Pero ni siquiera extiende una mano; es más, tiene ambas manos entrecruzadas  sobre el pecho. Ya no da un paso, no dice una palabra.
 
 Pedro se hunde. Desaparecen los tobillos, las  espinillas, las rodillas. El agua le llega casi a las ingles, las superan,  suben hacia la cintura. Y el terror se lee en su rostro. Un terror que paraliza  incluso su pensamiento. No es más que una carne con miedo a ahogarse. No piensa  ni siquiera en echarse a nadar. Nada. Está alelado de miedo.
 Por fin se decide a mirar a Jesús. Le basta mirarlo  para que su mente empiece a razonar, a comprender dónde hay salvación.
 
 -Maestro, Señor, sálvame.
 
 Jesús abre los brazos y, casi como llevado por el  viento y la ola, se apresura hacia el apóstol, le tiende la mano y le dice:
 
 -¡Oh, qué hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado de  mí? ¿Por qué has querido actuar por ti mismo?
 
 Pedro, que se ha agarrado convulsamente a la mano de  Jesús, no responde. Se limita a mirarlo, para ver si está airado, lo mira con  mezcla de restante miedo y naciente arrepentimiento.
 
 Pero Jesús sonríe y lo mantiene bien sujeto por la  muñeca, hasta que, habiendo llegado a la barca, superan la borda y suben a  bordo. Y Jesús ordena:
 
 -Id a la orilla. Éste está empapado. Y sonríe mientras  mira al humillado apóstol.
 
 Las olas se allanan para facilitar el arribo. La  ciudad, vista otra vez desde lo alto de una colina, ahora se delinea allende la  orilla. La visión me termina aquí.
 Dice Jesús:
 
 -Muchas veces no espero siquiera a ser llamado, cuando  veo a hijos míos en peligro. Y muchas veces acudo también en favor del hijo  ingrato conmigo.
 
 Vosotros dormís o estáis embebidos en los cuidados de  esta vida, en los afanes de esta vida. Yo velo y oro por vosotros. Ángel de  todos los hombres, velo sobre vosotros, y para mí no hay nada más doloroso que  el no poder intervenir por rechazar vosotros mi intervención, prefiriendo  actuar por vosotros mismos, o, peor aún, solicitando la ayuda del Mal. Como un  padre al que su hijo le da a entender: "No te amo. No te quiero conmigo.  Sal de mi casa", quedo humillado y dolorido como no lo estuve por las  heridas. Pero si lo que pasa es que estáis distraídos por esta vida y  mínimamente no me instáis a que me vaya, entonces soy el eterno Velador  dispuesto a acudir antes incluso de ser llamado. Y si espero a que apenas me  digáis una palabra -alguna vez lo espero -es para oír vuestra llamada.
 
 ¡Qué caricia, qué dulzura oír que me llaman los  hombres; percibir que se acuerdan de que soy "Salvador"! Y no te digo  qué infinita alegría me penetra y exalta cuando hay alguien que me ama y me  llama incluso sin esperar el momento de la necesidad; que me llama porque me  quiere más que a nadie en el mundo y se siente llenar de una alegría semejante  a la mía por el simple hecho de llamarme: "¡Jesús, Jesús!", como  hacen los niños cuando llaman a sus madres: "¡Mamá, mamá!" y les  parece como si fluyera miel de entre sus labios, pues el simple hecho de  pronunciar la palabra "mamá" conlleva el sabor de los besos maternos.
 
 Los apóstoles bogaban, obedeciendo a mi orden de que  fueran a esperarme a Cafarnaúm. Yo, tras el milagro de los panes, me había  alejado de la gente, no por desdén hacia ella o por cansancio.
 
 Nunca sentía desdén hacia los hombres, ni siquiera si  conmigo eran malos. Sólo me indignaba cuando veía pisoteada la Ley y profanada  la casa de Dios. No estaba entonces en juego Yo, sino los intereses del Padre;  y Yo era en la tierra el primero de los siervos de Dios al servicio del Padre  de los Cielos. Nunca estaba cansado de dedicarme a las muchedumbres, a pesar de  verlas tan obtusas, tardas, humanas, como para hacer perder el ánimo a los más  optimistas en su misión.
 
 Es más, precisamente por estas grandes deficiencias,  multiplicaba hasta el infinito mis lecciones, los consideraba verdaderamente  como escolares retrasados y guiaba su espíritu hacia los más rudimentales  descubrimientos y pasos primeros, de la misma forma que un paciente maestro  guía las manitas inexpertas de los escolares para que tracen los primeros  signos, para irlos haciendo cada vez más capaces de comprender y hacer. ¡Cuánto  amor di a las gentes! Los cogía de la carne para llevarlos al espíritu. Sí, Yo  también empezaba por la carne; pero, mientras que Satanás coge de la carne para  meter en el Infierno, Yo cogía de la carne para llevar al Cielo.
 
 Me había aislado para dar gracias al Padre por el  milagro de los panes. Habían comido muchos millares de personas. Yo había  exhortado a decir al Señor "gracias". Mas el hombre, una vez  conseguida la ayuda, no sabe decir "gracias". Di Yo las gracias por  ellos.
 
 Y después... y después me había fundido con mi Padre,  del cual sentía una nostalgia de amor infinita. Vivía en la tierra, pero como  un cadáver inerte. Mi espíritu se había lanzado al encuentro de mi Padre -lo  sentía inclinado hacia su Verbo-para decirle: "¡Te amo, Padre  Santo!".
 
 Decirle "te amo" era mi dicha. Decírselo como Hombre  además de como Dios. Prosternar ante Él el sentimiento del hombre, de la misma  forma que le ofrecía mi palpitar de Dios. Me veía como un imán que atraía hacia  sí todos los amores del hombre, del hombre capaz de amar un poco a Dios; y me  parecía acumularlos y ofrecerlos en la cavidad de mi Corazón. Me veía Yo solo  el Hombre, o sea, la raza humana, que volvía -como en los tiempos inocentes-a  conversar con Dios con el fresco del atardecer.
 
 Pero no me abstraía de las necesidades de los hombres,  a pesar de que la beatitud fuera completa, pues era beatitud de caridad. Y  advertí el peligro que corrían mis hijos en el lago. Entonces dejé al Amor por  el amor. La caridad debe ser diligente.
 
 Me tomaron por un fantasma. ¡Oh, cuántas veces, pobres  hijos míos, me tomáis por un fantasma, un objeto que infunde miedo! Si  pensarais continuamente en mí, me reconoceríais al momento. Pero tenéis muchos  otros espectros en vuestro corazón y ello os aturde. Yo me doy a conocer. ¡Ah,  si supierais oírme!
 
 ¿Por qué se hunde Pedro después de haber andado muchos  metros? Tú lo has dicho: porque la humanidad sobrepuja su espíritu. Pedro  era muy "hombre". Si hubiera sido Juan, ni habría tenido esa violenta  osadía ni habría cambiado volublemente de pensamiento. La pureza da  prudencia y firmeza. Mas Pedro era "hombre" en toda la  extensión del término. Deseaba sobresalir, hacer ver que "ninguno"  como él amaba al Maestro; quería imponerse y, sólo por el hecho de ser uno de  los míos, se creía ya desarraigado de las debilidades de la carne. Sin embargo,  ¡pobre Simón!, en las pruebas daba muestras contrarias no sublimes. Ello era  necesario, para que luego fuera el que perpetuase la misericordia del Maestro  entre la naciente Iglesia.
 
 Pedro no sólo deja la delantera al miedo por el  peligro de perder la vida, sino que queda reducido, como has dicho, a  "carne que tiembla". Ya no reflexiona, ni me mira. También vosotros  hacéis lo mismo. Y, cuanto más inminente es el peligro, más queréis valeros por  vosotros mismos. ¡Como si pudierais hacer algo! Nunca como en los momentos en  que tendríais que esperar en mí, y llamarme, os alejáis y me clausuráis vuestro  corazón, y hasta me maldecís. Pedro no me maldice, pero sí me olvida, con lo  cual tengo que manifestar una voluntad imperiosa para llamar hacia mí a su  espíritu y que éste le haga levantar los ojos hacia su Maestro y Salvador.
 
 Lo absuelvo con antelación de su pecado de duda porque  lo amo, porque amo a este hombre impulsivo que, una vez confirmado en gracia  sabrá caminar ya sin turbaciones ni cansancios hasta el martirio, echando  incansablemente, hasta la muerte, su mística red, para llevar almas a su  Maestro.
 Y cuando me invoca, no sólo ando, sino que vuelo para  ayudarle y le agarro bien fuerte para ponerlo a salvo. Mi reprensión es  delicada porque comprendo todos los atenuantes de Pedro. Yo soy el defensor y  juez más bueno que hay y que jamás habrá. Para todos. 
 ¡Os comprendo, pobres hijos míos! Y aun cuando os digo  una palabra de reprensión, mi sonrisa os la dulcifica. Os amo y nada más.  Quiero que tengáis fe. Si la tenéis, llego y os saco del peligro. ¡Ah, si la  Tierra supiera decir:
 
 "¡Maestro, Señor, sálvame!"! Sería suficiente  un grito -habría de ser de toda la Tierra-para que instantáneamente Satanás y  sus colaboradores cayeran vencidos. Pero no sabéis tener fe. Voy multiplicando  los medios para conduciros a la fe, pero éstos caen en vuestro lodo, como  piedra en la fanguilla de un pantano, y quedan ahí sepultados.
 
 No queréis purificar las  aguas de vuestro espíritu. Os place ser pútrido fango. No importa. Yo cumplo mi  deber de Salvador eterno. Aunque no pueda salvar al mundo, porque el mundo no  quiere ser salvado, salvaré del mundo a aquellos que, por amarme como debo ser  amado, no son ya del mundo.
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