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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
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[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
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271- Salida para Tariquea con los apóstoles,
que han regresado a Cafarnaúm
Es ya plena noche cuando Jesús vuelve a casa. Entra en el huerto sin hacer ruido. Se asoma un momento a la oscura cocina; la ve vacía. Se asoma a las dos habitaciones donde están las esteras y las camas: también están vacías. El único indicio de que los apóstoles hayan regresado es la ropa cambiada amontonada en el suelo. La casa está tan silenciosa, que parece deshabitada.
Jesús, haciendo menos ruido que una sombra, sube la pequeña escalera -candor en el candor de la Luna llena-y llega a la terraza. La atraviesa. Parece un espectro moviéndose sin hacer ruido, un luminoso espectro. En la incandescencia blanca de la Luna parece estilizarse, alzarse aún más. Levanta con la mano la cortina que cubre la puerta de la habitación de arriba (estaba corrida desde cuando los discípulos de Juan habían entrado en la habitación con Jesús). Dentro, sentados acá o allá, en grupos, están los apóstoles con los discípulos de Juan y con Manahén, y también Margziam, dormido, reclinada su cabeza en las rodillas de Pedro. La Luna se encarga de iluminar la habitación entrando con sus flujos fosfóricos por las ventanas abiertas. Ninguno habla. Y ninguno duerme; aparte del niño, sentado en el suelo sobre una estera.
Jesús entra despacio. El primero que lo ve es Tomás.
-¡Oh, Maestro! -dice sobresaltándose.
Todos los demás también reaccionan. Pedro, en su ímpetu, hace ademán de levantarse repentinamente, pero se acuerda del niño y se levanta suavemente, apoyando la morena cabeza de Margziam donde estaba sentado, de forma que es el último en acercarse al Maestro, mientras está respondiendo, con voz cansada como de quien ha sufrido mucho, a Juan, Santiago y Andrés, que le están expresando su dolor:
-Lo comprendo. Pero solamente el que no cree debe sentirse desolado por una muerte. No nosotros, que sabemos y creemos. Juan ya no está separado de nosotros; antes lo estaba. Es más, antes nos separaba: o conmigo o con él. Ahora ya no es así; donde está él estoy Yo, junto a mí está él.
Pedro introduce su cabeza entrecana entre las cabezas juveniles.
Jesús lo ve:
-¿También has llorado tú, Simón de Jonás?
Y Pedro, con voz más ronca de lo habitual:
-Sí, Señor. Porque yo también había sido de Juan... Y además... y además... ¡Y pensar que el viernes pasado lamentaba el que la presencia de los fariseos nos fuera a amargar el sábado! ¡Este sí que es un sábado de amargura! Había traído al niño... para gozar de un sábado más bonito... Sin embargo...
-No desfallezcas, Simón de Jonás. No hemos perdido a Juan. Te lo digo también a ti. Y en cambio tenemos tres discípulos bien formados. ¿Dónde está el niño?
-Está allí, Maestro, durmiendo.
-Déjalo dormir -dice Jesús agachándose hacia la cabecita morena que duerme tranquila. Y pregunta:
-¿Habéis cenado? -No, Maestro. Te esperábamos a ti, y ya estábamos preocupados por la tardanza. No sabíamos dónde buscarte... Nos parecía que te habíamos perdido también a ti. -Tenemos todavía tiempo para estar juntos. ¡Hala, preparad la cena, que luego nos marchamos a otro lugar! Necesito aislarme, entre amigos; si nos quedáramos aquí, mañana estaríamos siempre rodeados de personas. -Y te juro que no los soportaría, especialmente a esos reptiles de las almas fariseas. ¡Y sería grave que se les escapase
una sonrisa -aunque fuera una sola-referida a nosotros, en la sinagoga!
-¡Tranquilo, Simón!... Pero he calculado también esto. Por eso he vuelto para tomaros conmigo.
A la luz de las lamparillas encendidas a ambos lados de la mesa, se ven mejor las alteraciones de los rostros. Sólo Jesús se muestra con majestad solemne. Margziam sonríe en el sueño.
-El niño ha comido antes -explica Simón.
-Entonces es mejor dejarlo dormir -dice Jesús.
Y en medio de los suyos ofrece y distribuye la parca comida. Y se la comen sin ganas. Pronto termina la cena.
-Contadme ahora qué habéis hecho... -dice Jesús animándolos.
-Yo he estado con Felipe por los campos de Betsaida y hemos evangelizado y curado a un niño enfermo -dice Pedro.
-Verdaderamente ha sido Simón el que lo ha curado -dice Felipe, no queriendo tomarse una gloria no suya.
-¡Oh, Señor! No sé cómo. Sé que he orado mucho, con todo mi corazón, porque me daba pena el enfermito. Luego lo he ungido con el aceite y le he restregado ligeramente con mis rudas manos... y se ha curado. Cuando le he visto que tomaba color su cara y que abría los ojos, en pocas palabras que revivía, he sentido casi miedo.
Jesús le pone la mano en la cabeza sin decir nada.
-Juan ha causado gran asombro al arrojar un demonio. Pero hablar me ha tocado a mí -dice Tomás.
-También tu hermano Judas lo ha hecho -dice Mateo.
-Entonces también Andrés -dice Santiago de Alfeo.
-Simón el Zelote ha curado a un leproso. ¡No ha tenido miedo de tocarlo! Y luego me ha dicho: "Pero no tengas miedo. A nosotros no se nos pega ningún mal físico por voluntad de Dios"» dice Bartolomé.
-Bien dices, Simón. ¿Y vosotros dos? -pregunta Jesús a Santiago de Zebedeo y al Iscariote, que están un poco retirados; el primero hablando con los tres discípulos de Juan, el segundo solo y amostazado.
-Yo no he hecho nada -dice Santiago -Pero Judas ha hecho tres milagros potentes: un ciego, un paralítico, un endemoniado. A mí me parecía lunático. Pero la gente decía eso...
-¿Y estás ahí con esa cara habiéndote ayudado Dios tanto? -pregunta Pedro.
-Yo también sé ser humilde -responde el Iscariote.
-Luego nos ha alojado en su casa un fariseo. Yo no me sentía a gusto, pero Judas, que es más hábil, le bajó bien los humos. El primer día era altivo, pero luego... ¿Verdad, Judas?
Judas asiente sin decir nada.
-Muy bien. Y cada vez lo haréis mejor. La próxima semana estaremos juntos. Entretanto, Simón, ve a preparar las barcas. También tú, Santiago.
-¿Para todos, Maestro? No cabremos».
-¿No puedes conseguir otra?
-Si se la pido a mi cuñado, sí. Voy.
-Ve, y en cuanto hayas terminado vuelve. Y no des muchas explicaciones.
Los cuatro pescadores se marchan. Los demás bajan a coger sacos y unos mantos. Se queda Manahén con Jesús. El niño sigue durmiendo.
-Maestro, ¿vas lejos?
-Todavía no lo sé... Ellos están cansados y apenados. Yo también. Mi propósito es ir a Tariquea, a la campiña, para aislarnos en paz...
-Yo tengo el caballo, Maestro. Pero, si me lo permites, voy siguiendo el lago. ¿Vas a estar allí mucho?
-Quizás toda la semana. No más.
-Entonces iré. Maestro, bendíceme en esta primera despedida. Y quítame un peso del corazón.
-¿Cuál, Manahén?
-Tengo el remordimiento de haber dejado a Juan. Quizás, si hubiera estado...
-No. Era su hora. Además él ciertamente se ha alegrado al verte venir donde mí. No tengas este peso. Es más, trata de liberarte pronto y bien del único peso que tienes: el gusto de ser hombre. Hazte espíritu, Manahén. Puedes hacerlo. Está en ti la capacidad de serlo. Adiós, Manahén. Mi paz sea contigo. Pronto nos veremos de nuevo en Judea.
Manahén se arrodilla y Jesús lo bendice; luego lo levanta y lo besa. Vuelven los otros y se saludan recíprocamente, tanto los apóstoles como los discípulos de Juan. Los últimos en llegar son los pescadores.
-Ya está, Maestro; podemos marcharnos.
-Bien. Saludad a Manahén, que se queda aquí hasta la puesta del sol de mañana. Recoged las provisiones, tomad el agua y vámonos. Haced poco ruido.
Pedro se agacha para despertar a Margziam.
-No, deja. Podría echarse a llorar. Lo cojo en brazos yo -dice Jesús, y delicadamente levanta al niño, que refunfuña entre sueños un poco, pero luego se acomoda instintivamente en los brazos de Jesús.
Apagan las lámparas. Salen. Cierran la puerta. Bajan. En el linde del huerto saludan nuevamente a Manahén, y luego, en fila, por el camino lleno de luna van al lago: enorme espejo de plata bajo la Luna en su zenit. Tres gotas rojas sobre el espejo calmo parecen los tres farolillos de las proas ya metidas en el agua. Suben y se distribuyen por las barcas. Los últimos en subir son los pescadores: Pedro y un mozo ayudante, donde Jesús; Juan y Andrés en la otra; Santiago y otro ayudante en la tercera.
-¿A dónde, Maestro? -pregunta Pedro.
-A Tariquea. Donde desembarcamos después del milagro de los gerasenos. Ahora no habrá pantano. Y habrá calma.
Pedro se adentra en el lago, y también los otros, detrás, con las barcas: tres estelas en una. Ninguno habla. Sólo cuando están ya en zona abierta y Cafarnaúm se difumina entre el claror de la luna, que uniforma todo con su diminuto polvillo de plata, Pedro, como si le hablara a la caña del timón, dice:
-Pues me da gusto. Mañana nos buscarán, vieja mía, y gracias a ti no nos encontrarán.
-¿Con quién hablas, Simón? -pregunta Bartolomé.
-Con la barca. ¿No sabes que para los pescadores es como una esposa? ¡Cuánto he hablado con ella! ¡Más que con Porfiria, Maestro!... ¿Está bien tapado el niño? De noche hay relente en el lago...
-Sí. Mira, Simón, ven aquí, que tengo que decirte una cosa...
Pedro pasa la caña del timón al ayudante y va donde Jesús.
-He dicho Tariquea. Pero será suficiente estar allí pasado el sábado para saludar de nuevo a Manahén. ¿No podrías encontrar un sitio cerca de allí donde estar en paz?
-Maestro, ¿en paz nosotros o también las barcas? Para las barcas hace falta Tariquea, o los puertos de la otra orilla; pero, si es para nosotros, basta con que te adentres en los bosques del otro lado del Jordán, y sólo los animales te descubrirán... y quizás algún que otro pescador que esté vigilando las nasas de los peces.
Podemos dejar las barcas en Tariquea, cuando lleguemos al alba; luego nos echamos a caminar veloces hasta el otro lado del vado. Se pasa bien en este período.
-Bien. Así lo haremos...
-Te da asco también a ti el mundo, ¿eh? Prefieres los peces y los mosquitos, ¿eh? Tienes razón.
-No tengo asco. No hay que tenerlo. Lo que pasa es que quiero evitar que arméis escándalos y quiero consolarme en vosotros en estas horas del sábado.
-Maestro mío...
Pedro lo besa en la frente y se retira secándose un lagrimón que se empeña en rodar afuera y bajar hacia la barba.
Vuelve a su timón y apunta al sur, con firmeza, mientras la luz lunar decrece al ponerse el planeta, que desciende por debajo de la línea de un collado, escondiendo su carota a la vista de los hombres, pero dejando todavía el cielo blanco de su luz, y de plata la orilla oriental del lago; lo demás, es añil oscuro que apenas si se distingue a la luz del farol de proa.
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