Saturday October 12,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

260- Dos parábolas de Pedro para los campesinos de la llanura de Esdrelón


-¿Qué hacéis, amigos, junto a este fuego? -pregunta Jesús cuando encuentra a sus discípulos en torno a una hoguera bien alimentada que resplandece en las primeras sombras del anochecer, en un cruce de caminos de la llanura de Esdrelón.

Los apóstoles, que no le habían visto llegar, se sobresaltan, y se olvidan del fuego para recibir con aclamaciones al Maestro, como si hiciera un siglo que no lo vieran. Luego explican:
 
-¡Calla! Hemos resuelto una cuestión entre dos hermanos de Yizreel, y de tan contentos como se han puesto nos han regalado cada uno un cordero. Hemos decidido asarlos y dárselos a los de Doras. Miqueas de Jocanán los ha degollado y preparado. Ahora los vamos a poner a que se asen. Tu Madre con María y Susana han ido a advertir a los de Doras para que vengan cuando se haga de noche, cuando ya a esas horas el administrador está en su casa dado a la bebida.

Las mujeres llaman menos la atención... Hemos tratado de verlos pasando como viandantes por los campos, pero poco se ha hecho. Habíamos decidido reunirnos esta noche aquí y decir... algo más, para el alma, y poner los medios para que se sintieran bien también en lo corporal, como has hecho Tú las otras veces. Pero, ahora que estás Tú, será más interesante.

-¿Quién iba a hablar?
-¡Hombre, pues, un poco todos! Así, una cosa espontánea, familiar. No somos capaces de más, y mucho más si se tiene en cuenta que Juan, el Zelote y tu hermano no quieren hablar, y tampoco Judas de Simón; también Bartolomé trata de no hablar... Incluso hemos discutido por este motivo... -dice Pedro.

-¿Y por qué no quieren hablar estos cinco?
-Juan y Simón porque dicen que no está bien que siempre sean ellos... Tu hermano porque quiere que hable yo, porque dice que no empiezo nunca... Bartolomé porque... porque tiene miedo a hablar demasiado como maestro y a no saberlos convencer. Como ves son disculpas...

-¿Y tú, Judas de Simón, por qué no quieres hablar?
-¡Por las mismas razones que los demás! Por todas al mismo tiempo, porque todas son justas...
-Muchas razones, y una no ha sido dicha. Ahora juzgo Yo, y con juicio inapelable. Tú, Simón de Jonás, hablarás, como dice Judas Tadeo, que dice sabiamente. Y tú, Judas de Simón, también hablarás. Así una de las razones, la que sabe Dios y también tú, dejará de existir.

-Maestro, créeme que no hay más... -dice Judas tratando de rebatir.
Pero la voz de Pedro le sobrepuja:

-¡Oh, Señor! ¿Yo hablar estando Tú? ¡No soy capaz! Temo que te rías...
-No quieres estar solo, no quieres estar conmigo... ¿qué quieres entonces?
-Tienes razón, pero es que... ¿qué digo?
-Mira tu hermano, está viniendo con los corderos. Ayúdale, y mientras los asas piensas en ello. Todo sirve para encontrar temas.

-¿Incluso un cordero en el fuego? -pregunta incrédulo Pedro.

-Incluso. Obedece.

Pedro emite un fuerte suspiro, verdaderamente conmovedor, pero no replica más. Se llega donde Andrés, le ayuda a ensartar a los animales en una estaca puntiaguda que hace de asador, y se pone a cuidar del asado con una concentración en el rostro que le hace asemejarse a un juez en el momento de la sentencia.

-Vamos a recibir a las mujeres, Judas de Simón -ordena Jesús, y se pone en camino, en dirección a los campos sin vida de Doras.

-Un buen discípulo no desprecia lo que su Maestro no desprecia, Judas -dice, un rato después, sin preámbulos.
-Maestro, no es que desprecie, lo que pasa es que, como Bartolomé, siento que no me entenderían, y prefiero no hablar.

-Natanael lo hace por miedo a no cumplir mi deseo, o sea, iluminar y levantar los corazones. Hace mal también, porque le falta confianza en el Señor. Pero tu caso es mucho peor, porque no es que tengas miedo a no ser comprendido, es que desprecias el hacerte comprender de unos pobres campesinos, ignorantes en todo excepto en la virtud. En ésta verdaderamente superan a muchos de vosotros. Todavía no has entendido nada, Judas. El Evangelio es realmente la Buena Nueva comunicada a los pobres, enfermos, esclavos, afligidos. Luego será también de los demás, pero se da precisamente para que los infelices, de todo tipo de infelicidad, reciban ayuda y consuelo.

María, María Cleofás y Susana salen de entre una espesura.
-¡Hola, Madre! ¡Paz a vosotras, mujeres!
-¡Hijo mío! He ido a ver a esos... torturados. Pero he recibido una noticia que sirve para que mi sufrimiento no exceda los límites. Doras se ha liberado de estas tierras y han pasado a Jocanán. No es que sea un paraíso, pero ya no es aquel infierno. Hoy se lo ha dicho a los campesinos el administrador.

El ya se ha marchado, llevándose en los carros hasta el último grano de trigo, de forma que ha dejado a todos sin comer. Y como, además, el vigilante de Jocanán hoy tiene comida solamente para los suyos, pues los de Doras se habrían tenido que quedar sin comer. ¡Ha sido verdaderamente providencia esos corderos!
-También es providencia el que no sean ya de Doras. Hemos visto sus casas... Son unos cuchitriles... -dice escandalizada Susana.

-¡Están contentos todos esos pobrecillos! -termina María Cleofás.
-También Yo estoy contento. En todo caso, estarán mejor que antes -responde Jesús, y vuelve hacia donde están los apóstoles.

Juan de Endor lo alcanza, con unas ánforas de agua que lleva junto con Hermasteo.
-Nos las han dado los de Jocanán -explica tras haber venerado a Jesús.

Vuelven todos al lugar en que están siendo asados los dos corderos entre densas nubes de humo untuoso. Pedro sigue dando vueltas a su asado, mientras rumia sus pensamientos. Sin embargo, Judas Tadeo, teniendo abrazado por la cintura a su hermano, va y viene caminando mientras habla muy animadamente. Los otros... quién trae más leña, quién prepara la mesa (!), trayendo voluminosas piedras para que hagan de asiento o de mesa, no sé.

En esto, llegan los campesinos de Doras. Más delgados y harapientos que la última vez. ¡Y, sin embargo, qué felices! Son unos veinte. No hay ni siquiera un niño ni una mujer: hombres pobres y solos...

-Paz a todos vosotros. Bendigamos juntos al Señor por haberos dado un amo mejor. Bendigámoslo orando por la conversión del que tanto os ha hecho sufrir. ¿No es verdad? ¿Te sientes feliz, anciano padre? Yo también.

Podré venir más a menudo con el niño. ¿Ya te han puesto al corriente? ¿Lloras de alegría, verdad? Ven, ven, sin miedo... -dice al abuelo de Margziam, el cual le besa las manos inclinándose mucho, y llora, y susurra: «No pido nada más al Altísimo. Me ha dado más de cuanto esperaba. Ahora quisiera morir, por miedo a vivir todavía el tiempo para volver a mi sufrimiento».

Un poco azarados al principio por estar con el Maestro, los campesinos se sienten pronto serenos y seguros. De forma que cuando traen los corderos y los ponen sobre unas hojas grandes colocadas encima de las piedras que habían traído antes ­luego los dividen y ponen cada una de las partes encima de unas tortas de pan, poco gruesas pero grandes, que sirven de plato­están ya tranquilos, dentro de su simplicidad, y se ponen a comer con ganas para saciar toda el hambre acumulada; mientras  tanto, cuentan los últimos acontecimientos.

Uno dice:
-Siempre he maldecido langostas, topos y hormigas, pero desde ahora los voy a ver como mensajeros del Señor, porque por ellos dejamos este infierno.

Y, a pesar de que comparar hormigas y langostas con los ejércitos angélicos sea un poco fuerte, ninguno ríe porque todos sienten el drama que se esconde bajo esas palabras.
La llama ilumina este grupo de personas, pero las caras no miran a la llama, y pocos miran a lo que tienen delante. Todos los ojos convergen hacia el rostro de Jesús. Sólo se distraen, unos momentos, cuando María de Alfeo, que se ocupa de dividir los corderos, pone más carne en los panes de los hambrientos campesinos y termina su obra envolviendo dos muslos asados en otras hojas grandes y le dice al anciano padre de Margziam:

-Ten. Así tendréis también un bocado para cada uno mañana. Entretanto, el vigilante de Jocanán proveerá.
-Pero vosotros...

-Iremos más ligeros. Toma, toma, hombre.
De los dos corderos no quedan más que los huesos descarnados y un persistente olor de grasa que ha goteado y todavía arde en la leña que ya se apaga, sucedáneo iluminar de la claridad de la luna.

También se unen a los otros los campesinos de Jocanán. Es la hora de hablar.

Los ojos azules de Jesús se alzan buscando a Judas Iscariote, que se ha puesto al lado de un árbol, un poco en la zona de sombra. Viendo que muestra no entender esa mirada, Jesús llama fuerte:

-¡Judas!».

Es inevitable el levantarse y acercarse.
-No te apartes. Te ruego que evangelices por mí. Estoy muy cansado. ¡Si no hubiera llegado esta tarde, por supuesto que tendríais que haber hablado vosotros!

-Maestro... no sé qué decir... Al menos, hazme preguntas.

-No te las tengo que hacer Yo. A vosotros: ¿qué deseáis oír?, ¿qué deseáis que se os explique? -pregunta a los campesinos.

Los hombres se miran unos a otros... dudan... Por fin un campesino pregunta:

-Hemos conocido la potencia del Señor y su bondad. Pero bien poco conocemos de su doctrina. Ahora quizás, estando con Jocanán, podremos saber más cosas. Tenemos vivo deseo de saber cuáles son las cosas indispensables que hay que hacer para obtener el Reino que el Mesías promete. ¿Con la nada que podemos hacer podremos obtenerlo?

Judas responde:

-La verdad es que estáis en condiciones muy penosas. Todo, en vosotros y a vuestro alrededor, conjura para alejaros del Reino. La falta de libertad para venir adonde el Maestro cuando quisierais; la condición de siervos de un amo que, si bien no es una hiena como Doras, es, por las noticias que tenemos, un moloso que tiene bien prisioneros a sus siervos; los sufrimientos y el estado de degradación en que os encontráis... son condiciones desfavorables para vuestra elección para el Reino.

Porque difícilmente en vosotros no habrá resentimientos y sentimientos de rencor, crítica y venganza contra quien duramente os trata; y lo mínimo necesario es amar a Dios y al prójimo; sin esto no hay salvación. Deberéis vigilar para contener vuestro corazón dentro de una sumisión pasiva a la voluntad de Dios, que se manifiesta en vuestro destino; y, aguantando pacientemente al amo, sin permitir a vuestro pensamiento siquiera la libertad de un juicio, que está claro que no podría ser benévolo respecto al amo, ni de gratitud por vuestra... por vuestro... En pocas palabras, deberéis no reflexionar, para no tener sentimientos de rebeldía que matarían el amor: quien no tiene amor no tiene salvación, porque contraviene el primer precepto. Yo, de todas formas, estoy casi seguro de que podréis salvaros, porque veo en vosotros buena voluntad unida a mansedumbre de ánimo, lo cual hace esperar que sabréis mantener lejos de vosotros el odio y el espíritu de venganza. Por lo demás, la misericordia de Dios es tan grande, que os condonará toda la perfección que todavía os falta.

Un momento de silencio. Jesús tiene muy baja la cabeza, no se ve la expresión de su rostro. A los demás se les ve la cara, y no se puede decir que sean caras dichosas: las de los campesinos expresan más abatimiento que al principio; las de los apóstoles y las de las mujeres, estupor (diría que casi miedo).

-Trataremos de no dejar que surja en nosotros ningún pensamiento que no sea de paciencia y perdón -responde humildemente el anciano.

Otro de los campesinos suspira:

-La verdad es que será difícil llegar a la perfección del amor; para nosotros, ¡que ya es mucho si no hemos acabado asesinos de nuestros verdugos! El corazón sufre, sufre, sufre, y, aunque no odie, encuentra mucha dificultad en amar, como esos niños macilentos que tienen dificultad en crecer...

-No, no, hombre. Yo, por el contrario, creo que precisamente por haber sufrido tanto sin haceros unos asesinos o personas vengativas vuestro corazón es más fuerte que el nuestro en el amor. Amáis sin percibirlo siquiera -dice Pedro para consolarlos.

Y se da cuenta de que ha hablado y se interrumpe para decir:

-¡Oh! ¡Maestro!... Pero... me has dicho que debía hablar... que encontrase el tema incluso en el cordero que iba a asar. He estado mirando, para buscar palabras buenas que decir a estos hermanos nuestros, para su caso particular. Pero, la verdad es que -sin duda alguna, porque soy un necio-no he encontrado nada apropiado, y, sin saber cómo, me he visto muy lejos, en pensamientos que no sé si llamar extravagantes -en ese caso serían míos-o santos -entonces provendrían del Cielo-; yo los manifiesto, tal y como me han venido, y Tú, Maestro, me los explicarás o me reprenderás por ellos, y todos vosotros sabréis ser comprensivos. Así pues, estaba mirando lo primero la llama, y me ha venido este pensamiento: "¿De qué está hecha la llama?

Viene de la leña. Pero la leña por sí sola no arde; es más, si no está bien seca, no arde de ninguna manera, porque el agua la carga e impide que la yesca la encienda.

La leña, cuando está muerta, acaba incluso pudriéndose, desmenuzándose, por la carcoma; pero, por sí sola, no se enciende. Ahora bien, si una persona la prepara adecuadamente, y le acerca la yesca y el eslabón, y hace saltar la chispa, y favorece que la chispa prenda soplando en las ramas delgadas para aumentar la llamita inicial ­porque se empieza siempre por las cosas más menudas-, entonces la llama brota, prende fuerte, se hace útil, arremete contra todo, hasta los troncos más gruesos". Y me decía a mí mismo:

"Nosotros somos la leña. Por nosotros mismos no nos encendemos. Pero, eso sí, es necesario en nosotros el cuidado de no estar demasiado cargados de la pesada agua de la carne y la sangre para permitir que la yesca se encienda con su chispa. Y debemos desear arder, porque, si nos quedamos inertes, podemos ser destruidos por la intemperie y la carcoma, es decir, por la humanidad y el demonio. Sin embargo, si nos abandonamos al fuego del amor, éste empezará a quemar las ramitas más finas y las destruirá -las ramitas, para mí, eran las imperfecciones-; luego aumentará y arremeterá contra la leña más gorda, o sea, las pasiones más fuertes. Nosotros, que somos leña, cosa material, dura, opaca, incluso fea, vendremos a ser esa cosa hermosa, incorpórea, ágil, espléndida, que es la llama. Todo esto por habernos prestado al amor, que es el eslabón y la yesca, que de nuestro mísero ser de hombres pecadores hacen ángeles del tiempo futuro, ciudadanos del Reino de los Cielos". Éste ha sido un pensamiento.

Jesús ha alzado un poco la cabeza y está escuchando con los ojos cerrados y un asomo de sonrisa en sus labios. Los demás miran a Pedro, todavía con estupor, pero ya sin temor.

Él sigue hablando tranquilo:
-Mirando a los animales que se estaban asando, me ha venido otro pensamiento. No digáis que soy pueril en mis pensamientos. El Maestro me había dicho que los buscara en lo que veía... He obedecido. Bien, pues estaba mirando a los corderos, y decía: "Son dos seres inocentes y mansos. Nuestra Escritura está llena de dulces alusiones al cordero, tanto para recordar al Mesías prometido y Salvador (ya desde la alusión a Él en el cordero mosaico), como para decir que Dios tendrá compasión de nosotros.

Lo dicen los profetas. Viene a congregar a sus ovejas, a socorrer a las heridas, a cargar sobre sí a las que tienen algún miembro fracturado. ¡Cuánta bondad!" decía. "¿Cómo tener miedo de un Dios que promete tener tanta compasión con nosotros, miserables? Pero" decía también "tenemos que ser mansos, al menos mansos, dado que no somos inocentes; mansos, y estar deseosos de que el amor nos consuma.

Porque, hasta el más bonito y puro de los corderitos, una vez matado, ¿en qué acaba, si el fuego no lo asa? Pues en carroña podrida. Mientras que, si lo envuelve el fuego, viene a ser alimento sano y bendito". Y concluía: "En definitiva, todo el bien lo hace el amor, que nos aligera de los lastres de nuestra humanidad, nos hace resplandecientes y útiles, nos hace buenos ante los hermanos y gratos a Dios; sublima nuestras buenas cualidades, hasta un nivel que recibe su nombre de virtudes sobrenaturales. Y quien es virtuoso es santo, quien es santo posee el Cielo.

Por tanto, lo que nos abre los caminos de la perfección no es ni la ciencia ni el miedo, sino el amor, el cual, mucho más que el temor al castigo, nos mantiene alejados del mal por el deseo de no entristecer al Señor, nos hace sentir compasión de nuestros hermanos y amarlos, porque vienen de Dios. Por tanto, el amor es la salvación y santificación del hombre". En estas cosas pensaba mientras miraba a mi asado, obedeciendo a mi Jesús. Perdonad si son sólo éstas, pero a mí me han hecho bien; os las entrego con la esperanza de que también a vosotros os hagan bien.

Jesús abre los ojos. Ahora están radiantes. Alarga un brazo y pone la mano en el hombro de Pedro:

-Verdaderamente has encontrado las palabras que debías. La obediencia y el amor han hecho que las encontraras; la humildad y el deseo de consolar a tus hermanos harán de ellas estrellas en su cielo oscuro. ¡Dios te bendiga, Simón de Jonás!

-¡Que Dios te bendiga a ti, Maestro mío! ¿No vas a hablar?

-Mañana los campesinos entrarán en su nueva condición de dependencia. Bendeciré su entrada con mi palabra.

Podéis marcharos en paz. Que Dios esté con vosotros.

   


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