Sunday May 05,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

269- La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos


La misma escena de la pasada visión. Jesús se está despidiendo de la viuda.

Tiene ya de la mano al pequeño José y dice a la mujer:

-No vendrá nadie antes de mi regreso, a menos que no sea un gentil. De todas formas, quienquiera que venga que espere hasta pasado mañana; dile que vendré sin falta.
-Lo diré, Maestro. Si hay enfermos, les daré hospedaje, como me has enseñado.

-Adiós, entonces. La paz sea con vosotros. Ven, Manahén.
Por esta breve mención comprendo que ha venido a ver a Jesús a Corazín gente enferma y desgraciada, y que a la evangelización del trabajo ha añadido la del milagro. Si Corazín sigue indiferente, es verdaderamente señal de que es terreno agreste e incultivable. No obstante, Jesús la atraviesa, saludando a los que le saludan, como si tal cosa, para seguir hablando con Manahén, que está en duda sobre si volver a Maqueronte o quedarse una semana más...

En la casa de Cafarnaúm, entretanto, se preparan para el sábado. Mateo, cojeando todavía un poco, recibe a sus compañeros, los asiste ofreciéndoles agua y fruta fresca, mientras se interesa por sus respectivas misiones.
Pedro frunce la nariz al ver que ya hay unos fariseos zanganeando cerca de la casa: 

-Tienen ganas de envenenarnos el sábado. Sería casi de la opinión de adelantarnos antes de que llegue el Maestro y decirle que vaya a Betsaida y les deje a éstos esperando en vano.

-¿Crees que el Maestro lo haría? -dice su hermano.
-Además, en la habitación de abajo está ese pobre infeliz esperando -observa Mateo.
-Se le podría llevar en la barca a Betsaida, y yo u otro adelantarnos hacia el Maestro -dice Pedro.
-Casi, casi... -dice Felipe, el cual, teniendo familia en Betsaida, de buena gana iría.

Y mucho más que... ¿Veis, veis? Hoy la guardia está reforzada con escribas. Vamos, no perdamos tiempo. Vosotros con el enfermo pasáis por el huerto y os vais por detrás de la casa. Yo llevo la barca al "pozo de la higuera" y Santiago lo mismo. Simón Zelote y los hermanos de Jesús van al encuentro del Maestro.
-Yo no me marcho de aquí con el endemoniado -proclama Judas Iscariote.

-¿Por qué? ¿Tienes miedo a que se te pegue el demonio?
-No me hagas irritarme, Simón de Jonás. He dicho que no voy y no voy.
-Ve a buscar a Jesús con los primos.
-No.
-¡Narices! ¡Ven en la barca!
-No.

-Pero bueno, ¿qué quieres? Eres siempre el de las dificultades...
-Quiero quedarme donde estoy: aquí. No tengo miedo a ninguno. No huyo. Además, el Maestro no os agradecería esta ocurrencia. Otra vez otro discurso para llamarnos la atención, y no tengo ganas de sufrirlo por vuestra culpa.

Marchaos vosotros. Yo me quedo aquí para informar...
-¡De ninguna manera! ¡O todos o ninguno!-grita Pedro.
-Pues ninguno, porque el Maestro ya está aquí. Mira allí viene -dice serio el Zelote, que estaba mirando al camino.
Pedro, de malhumor, dice algo refunfuñando entre dientes. Pero se dirige con los demás hacia Jesús. Tras los primeros saludos, le hablan de un endemoniado, ciego y mudo, que está esperando con sus padres su venida desde hace muchas horas.

Mateo explica:
-Está como inerte. Se ha echado encima de unos sacos vacíos y no se ha vuelto a mover. Sus padres esperan en ti. Ven a reponer fuerzas y luego lo socorres.
-No. Voy enseguida donde él. ¿Dónde está?

-En la habitación de abajo que está junto al horno. Lo he metido allí, con sus padres, porque hay muchos fariseos -y escribas ̀ que parecen al acecho...
-Sí, y sería mejor no contentarlos -dice Pedro disgustado.
-¿Judas de Simón no está? -pregunta Jesús.

-Se ha quedado en casa. El debe hacer lo que no hacen los demás -dice otra vez Pedro con malhumor. Jesús lo mira, pero no le regaña. Acelera el paso hacia la casa. Confía el niño precisamente a Pedro, el cual lo acaricia y saca enseguida del grueso cinturón un silbato y dice: -Uno para ti y otro para mi hijo. Mañana te llevo a que lo conozcas.

Le he pedido que me los hiciera a un pastor al que he hablado de Jesús. Jesús entra en casa, saluda a Judas, que parece todo ocupado en ordenar la loza y luego va derecho hasta una especie de despensa baja y oscura que está pegando al horno.

-Que salga el enfermo -ordena Jesús.
Un fariseo, que no es de Cafarnaúm, pero que tiene una cara de perro peor todavía que la de los fariseos del lugar, dice:

-No es un enfermo. Es un endemoniado.
-Bien, pues una enfermedad del espíritu...
-Pero tiene impedidos los ojos y el habla...

-La posesión es una enfermedad del espíritu que se extiende a miembros y órganos. Si me hubieras dejado terminar, habrías sabido que quería decir esto. También la fiebre, cuando uno está enfermo, está en la sangre, pero desde la sangre ataca luego a una u otra parte del cuerpo.

El fariseo no sabe qué replicar y guarda silencio.
Han traído al endemoniado y lo han puesto frente a Jesús. Inerte. Era como había dicho Mateo. Muy impedido por el demonio.

La gente entretanto se va concentrando. Es increíble, especialmente en las horas de recreo -voy a llamarlas así-, lo pronto que, en aquel tiempo, acudía la gente a los lugares en que había algo que ver. Ahora están las personas importantes de Cafarnaúm (entre los cuales los cuatro fariseos); están también Jairo, y, en un ángulo, con la disculpa de estar cuidando el orden, el centurión romano y con él gente de otras ciudades.

-¡En nombre de Dios, suelta las pupilas y la lengua de éste! ¡Lo quiero! ¡Libra de ti a esa criatura! ¡Ya no te es lícito poseerla! ¡Fuera! -grita Jesús, extendiendo las manos mientras da la orden.


El milagro empieza con un grito de rabia del demonio y termina con una voz de alegría del liberado, que grita:

-¡Hijo de David! ¡Hijo de David! ¡Santo y Rey!
-¿Cómo puede saber éste quién es el que lo ha curado? -pregunta un escriba.

-¡Todo esto es una comedia, hombre! ¡Esta gente está pagada por hacer esto! -dice un fariseo encogiéndose de hombros.

-Pero, ¿y quién paga? Si es lícito preguntároslo -dice Jairo.
-Tú también.

-¿Con qué finalidad?
-Para hacer famosa a Cafarnaúm.

-No rebajes tu inteligencia diciendo estupideces, ni tu lengua ensuciándola con embustes. Sabes que eso no es verdad y deberías comprender que estás diciendo una estupidez. Lo que aquí ocurre ya ha ocurrido en muchas otras partes de Israel.

¿Entonces en todos los lugares habrá quien pague? ¡La verdad es que no sabía que en Israel la plebe fuera muy rica! Porque vosotros -y con vosotros todos los otros importantes-está claro que no pagáis por esto. Entonces paga la plebe que es la única que ama al Maestro.

-Tú eres arquisinagogo y lo amas. Ahí está Manahén. En Betania está Lázaro de Teófilo. Estos no son plebe.

-Pero son ellos, y soy yo, personas honradas, que no timamos a nadie en nada y mucho menos en las cosas relativas a la fe. Nosotros no nos permitimos eso porque tememos a Dios y hemos comprendido lo que le agrada a Dios: la honestidad.

Los fariseos dan la espalda a Jairo y lanzan su ataque contra los padres del curado: 
-¿Quién os ha dicho que vinierais aquí?
-¿Quién? Muchos. Personas que han sido curadas o parientes de personas curadas.
-Pero ¿qué os han dado?
-¿Dado? La garantía de que nos lo curaría.
-¿Pero estaba realmente enfermo?

-¡Oh, mentes engañosas! ¿Pensáis que se ha fingido todo esto? Id a Gadara e informaos, si es que no creéis, de la desgracia de la familia de Ana de Ismael.
La gente de Cafarnaúm, indignada, se alborota, mientras unos galileos, venidos de cerca de Nazaret, dicen:
-¡Pues este es hijo de José el carpintero!
Los de Cafarnaúm, fieles a Jesús, gritan:
-¡No! ¡Es lo que Él dice y lo que el curado ha dicho: "Hijo de Dios" e "Hijo de David"!

-¡No aumentéis la exaltación del pueblo con vuestras afirmaciones! -dice despreciativo un escriba.
-¿Y entonces qué es según vosotros?

-¡Un Belcebú!

-¡Mmm..., lenguas de víbora! ¡Blasfemos! ¡Vosotros sois los poseídos! ¡Ciegos de corazón! Perdición nuestra. Queréis quitarnos incluso la alegría del Mesías, ¿eh? ¡Sanguijuelas! ¡Piedras secas!».

¡Un buen jaleo!
Jesús, que se había retirado a la cocina para beber un poco de agua, se asoma a la puerta a tiempo de oír la trillada y necia acusación farisaica: «Éste no es más que un Belcebú, porque los demonios le obedecen. El gran Belcebú, su padre, le ayuda, y arroja los demonios con la acción de Belcebú, príncipe de los demonios, no con otra cosa».

Jesús baja los dos pequeños escalones de la puerta y avanza unos pasos, erguido, severo, sereno, para detenerse justo frente al grupo escribo-farisaico; fija en ellos, penetrante, su mirada y les dice:

-Vemos que incluso en este mundo un reino dividido en facciones contrarias se hace internamente débil, fácil presa de la agresión y acción devastadora de los estados vecinos, y éstos lo esclavizan. Ya en este mundo vemos que una ciudad dividida en partes contrarias pierde el bienestar (lo mismo se diga de una familia cuyos miembros estén divididos por el odio): se desmorona, se convierte en una fragmentación que a nadie sirve, irrisión para los ciudadanos. La concordia, además de deber, es astucia, porque mantiene la independencia, la fuerza, el afecto.

Esto es lo que deberían meditar los patriotas, los ciudadanos, los miembros de una familia, cuando, por el capricho de un determinado beneficio, se ven tentados a las siempre peligrosas opresiones y separaciones, peligrosas porque se alternan con los partidos y destruyen los afectos. Y es ésta, en efecto, la astucia que ejercitan los dueños del mundo. Observad a Roma, observad su innegable poder, tan penoso para nosotros. Domina el mundo. Pero está unida en un único parecer, en una sola voluntad: "dominar". Entre ellos habrá también, sin duda, contrastes, antipatías, rebeliones. Pero estas cosas están en el fondo. En la superficie hay un único bloque, sin fisuras, sin agitaciones. Todos quieren lo mismo y obtienen resultados por este querer, y los obtendrán mientras sigan queriendo lo mismo.

Mirad este ejemplo humano de astucia cohesiva, y pensad: si estos hijos del siglo son así, ¿qué no será Satanás? Para nosotros ellos son diablos, y, sin embargo, su satanismo pagano no es nada respecto al perfecto satanismo de Satanás y sus demonios. En aquel reino eterno, sin siglo, sin final, sin límite de astucia y maldad; en ese lugar en que es gozo el hacer el mal a Dios y a los hombres -hacer el mal es el aire que respiran, es su doloroso gozo, único, atroz-se ha alcanzado con perfección maldita la fusión de los espíritus, unidos en una Sola voluntad: "hacer el mal". Ahora bien, si -como pretendéis sostener para insinuar dudas acerca de mi poder-me ayuda Satanás porque Yo soy un belcebú menor, ¿no entra Satanás en conflicto consigo mismo y con sus demonios al arrojarlos de sus poseídos? ¿Y estando en conflicto consigo mismo, podrá perdurar su reino? No, no es así.

Satanás es astutísimo y no se perjudica a sí mismo. Su intención es extender su reino en los corazones, no reducirlo. Su vida consiste en "robar -hacer el mal -mentir -agredir -turbar". Robar almas a Dios y paz a los hombres. Hacer el mal a las criaturas del Padre, dándole así dolor. Mentir para descarriar. Agredir para gozar. Turbar porque es el Desorden. No puede cambiar: es eterno en su ser y en sus métodos.

Pero, responded a esta pregunta: si Yo arrojo los demonios en nombre de Belcebú, ¿en nombre de quién los arrojan vuestros hijos? ¿Querríais confesar que también ellos son belcebúes? Si lo decís, os juzgarán calumniadores; y, aunque su santidad llegue hasta el punto de no reaccionar ante esta acusación, habréis emitido veredicto sobre vosotros mismos al confesar que creéis tener muchos demonios en Israel, y os juzgará Dios en nombre de los hijos de Israel acusados de ser demonios. Por tanto, venga de quien venga el juicio, en el fondo serán ellos vuestros jueces donde el juicio no sufre soborno de presiones humanas.

Y si, como es verdad, arrojo los demonios por el Espíritu de Dios, prueba es de que ha llegado a vosotros el Reino de Dios y el Rey de este Reino, Rey que tiene un poder tal, que ninguna fuerza contraria a su Reino le puede oponer resistencia. Así que ato y obligo a los usurpadores de los hijos de mi Reino a salir de los lugares ocupados y a devolverme la presa para que Yo tome posesión de ella. ¿No es así como hace uno que quiere entrar en la casa de un hombre fuerte para arrebatarle los bienes, bien o mal conseguidos? Eso hace. Entra y lo ata. Una vez que lo ha atado, puede desvalijar la casa. Yo ato al ángel tenebroso, que me ha arrebatado lo que me pertenece, y le quito el bien que me robó. Sólo Yo puedo hacerlo, porque sólo Yo soy el Fuerte, el Padre del siglo futuro, el Príncipe de la Paz.

-Explícanos lo que quieres decir con "Padre del siglo futuro". ¿Es que piensas vivir hasta el próximo siglo, y, mayor necedad aún, piensas crear el tiempo, Tú, que no eres más que un pobre hombre? El tiempo es de Dios -pregunta un escriba.

-¿Y me lo preguntas tú, escriba? ¿Es que no sabes que habrá un siglo que tendrá principio pero no tendrá fin, y que será el mío? En él, triunfaré congregando en torno a mí a aquellos que son sus hijos, y vivirán eternos como el siglo que crearé, que ya estoy creando estableciendo al espíritu por encima de la carne, del mundo y de los seres infernales, porque todo lo puedo. Por esto os digo que quien no está conmigo está contra mí, y que quien conmigo no recoge desparrama. Porque Yo soy el que soy. Y quien no cree esto, que ya ha sido profetizado, peca contra el Espíritu Santo, cuya palabra fue pronunciada por los Profetas sin mentira ni error y debe ser creída sin resistencia.

Porque os digo que todo les será perdonado a los hombres, todo pecado, toda blasfemia; porque Dios sabe que el hombre no es sólo espíritu, sino también carne, y carne tentada sometida a imprevistas debilidades. Pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Uno hablará contra el Hijo del hombre y será todavía perdonado, porque el peso de la carne que envuelve a mi Persona y que envuelve al hombre que contra mí habla puede también inducir a error. Pero quien hable contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en ésta ni en la vida futura, porque la Verdad es eso que es: es neta, santa, innegable, y es manifestada al espíritu de una manera que no induce a error. Otra cosa es que yerren aquellos que, queriéndolo, quieren el error. Negar la Verdad dicha por el Espíritu Santo es negar la Palabra de Dios y el Amor, que ha dado esa Palabra por amor hacia los hombres. Y el pecado contra el Amor no se perdona.

Pero cada uno da los frutos de su árbol. Vosotros dais los vuestros, que no son buenos. Si dais un árbol bueno para que lo planten en el huerto, dará buenos frutos; sin embargo, si dais un árbol malo, malo será el fruto que de él se recogerá, y todos dirán: "Este árbol no es bueno". Porque el árbol se conoce por el fruto. ¿Cómo creéis que podéis hablar bien vosotros, que sois malos? Porque la boca habla de lo que llena el corazón del hombre. Sacamos nuestros actos y palabras de la sobreabundancia de lo que tenemos en nosotros. El hombre bueno saca de su tesoro bueno cosas buenas; el malo, de su tesoro malo, saca las cosas malas. Y habla y actúa según su interior.

En verdad os digo que ociar es pecado, pero mejor es ociar que hacer obras malas. Y os digo también que es mejor callar que hablar ociosamente y con maldad. Aunque vuestro silencio fuera ocio, guardad silencio antes que pecar con la lengua. Os aseguro que de toda palabra dicha vanamente se pedirá a los hombres justificación en el día del Juicio, y que por sus palabras serán justificados los hombres, y también por sus palabras serán condenados.

¡Cuidado, por tanto, vosotros, que tantas decís más que ociosas!, pues que son no sólo ociosas sino activas en el mal y con la finalidad de alejar a los corazones de la Verdad que os habla.

Los fariseos consultan a los escribas y luego, todos juntos, fingiendo cortesía, solicitan:
-Maestro, se cree mejor en lo que se ve. Danos, pues, una señal para que podamos creer que eres lo que dices.
-¿Veis como en vosotros está el pecado contra el Espíritu Santo, que repetidas veces me ha señalado como Verbo encarnado? Verbo y Salvador, venido en el tiempo establecido, precedido y seguido por los signos profetizados; obrador de lo que el Espíritu dice.
Ellos responden:

-Creemos en el Espíritu, pero ¿cómo podemos creer en ti, si no vemos un signo con nuestros ojos?
-¿Cómo podéis entonces creer en el Espíritu, cuyas acciones son espirituales, si no creéis en las mías, que son sensibles a vuestros ojos? Mi vida está llena de ellas. ¿No es suficiente todavía? No. Yo mismo respondo que no. No es suficiente todavía. A esta generación adúltera y malvada, que busca un signo, se le dará sólo uno: el del profeta Jonás. Efectivamente, de la misma forma que Jonás estuvo durante tres días en el vientre de la ballena, el Hijo del hombre estará tres días en las entrañas de la tierra. En verdad os digo que los ninivitas resucitarán en el día del Juicio, como todos los hombres, y se alzarán contra esta generación y la condenarán, porque les predicó Jonás e hicieron penitencia, y vosotros no; y aquí hay Uno mayor que Jonás. Así también, resucitará y se alzará contra vosotros la Reina del Mediodía, y os condenará, porque ella vino desde los últimos confines de la Tierra para oír la sabiduría de Salomón; y aquí hay Uno mayor que Salomón.

-¿Por qué dices que esta generación es adúltera y malvada? No lo será más que las otras. Hay los mismos santos que había en las otras. El todo israelita no ha cambiado. Nos ofendes.

-Os ofendéis vosotros mismos al dañar vuestras almas; porque las alejáis de la Verdad, y por tanto de la Salvación. Os respondo lo mismo. Esta generación no es santa sino en las vestiduras y en lo externo; por dentro no es santa. En Israel existen los mismos nombres para significar las mismas cosas, pero no existe la realidad de las cosas; existen los mismos usos, vestiduras y ritos, pero falta el espíritu de estas cosas. Sois adúlteros porque habéis rechazado el sobrenatural desposorio con la Ley divina y os habéis desposado, con una segunda adúltera unión, con la ley de Satanás. Sois circuncisos sólo en un miembro efímero, el corazón ya no es circunciso. Y sois malos, porque os habéis vendido al Maligno. He dicho.

-Nos ofendes demasiado. Pero, ¿por qué, si es así, no liberas a Israel del demonio para que sea santo?

-¿Tiene Israel esta voluntad? No. La tienen esos pobrecillos que vienen para ser liberados del demonio porque lo sienten dentro de sí como peso y vergüenza. Vosotros esto no lo sentís. Liberaros a vosotros sería inútil, porque, no teniendo la voluntad de ser liberados, enseguida seríais de nuevo atrapados y con mayor fuerza. Porque cuando un espíritu inmundo sale de un hombre vaga por lugares áridos en busca de descanso y no lo encuentra. Observad que no son lugares áridos materialmente; áridos porque, no recibiéndolo, le son hostiles, de la misma forma que la tierra árida es hostil a la semilla. Entonces dice: "Volveré a mi casa, de donde he sido arrojado con la fuerza y contra su voluntad. Estoy seguro de que me recibirá y me dará descanso". En efecto, vuelve donde aquel que era suyo, y muchas veces lo encuentra dispuesto a recibirlo, porque, en verdad os digo que el hombre tiene más nostalgia de Satanás que de Dios, y, si Satanás no le somete sus miembros, por ninguna otra posesión se queja.

Vuelve, pues, y encuentra la casa vacía, barrida, aviada, con olor a pureza. Entonces va por otros siete demonios, porque no quiere volverla a perder, y con estos siete espíritus peores que él, entra en ella y ahí se instalan todos. Así, este segundo estado, de uno convertido una vez y pervertido una segunda vez, es peor que el primero. Porque el demonio tiene la medida de lo amante de Satanás e ingrato a Dios que es ese hombre, y también porque Dios no vuelve a donde se pisotean sus gracias y, habiendo experimentado ya una posesión, se abren los brazos otra vez a una mayor. La recaída en el satanismo es peor que la recaída en una tisis mortal ya curada una vez. Ya no es susceptible de mejoramiento ni de curación. Esto le sucederá a esta generación, la cual, convertida por el Bautista, ha querido de nuevo ser pecadora, porque es amante del Malvado, no de mí.

Un murmullo, ni de aprobación ni de protesta, recorre la muchedumbre, que se va apiñando y que ya es muy numerosa (además del huerto y la terraza, está llenísima de gente incluso la calle). Hay gente sentada a caballo en el pretil, y subida a la higuera del huerto y a los árboles de los huertos vecinos; porque todos quieren oír la disputa entre Jesús y sus enemigos. El murmullo, cual ola que del mar abierto arriba a la playa, llega, de boca en boca, hasta los apóstoles más cercanos a Jesús, o sea, Pedro, Juan, el Zelote y los hijos de Alfeo (porque los otros están parte en la terraza y parte en la cocina, menos Judas Iscariote, que está en la calle entre la muchedumbre).

Pedro, Juan, el Zelote, los hijos de Alfeo recogen este murmullo, y dicen a Jesús:

Maestro, están tu Madre y tus hermanos. Están allí afuera, en la calle. Te buscan porque quieren hablar contigo. Ordena que la muchedumbre se aleje para que puedan venir a ti, porque sin duda un motivo importante los ha traído hasta aquí a buscarte.

Jesús alza la cabeza y ve al final de la gente el rostro angustiado de su Madre, que está luchando por no llorar, mientras José de Alfeo le habla con vehemencia; y ve los gestos de negación de Ella, repetidos, enérgicos, a pesar de la insistencia de José. Ve también la cara de apuro de Simón, visiblemente apenado, molesto... Pero no sonríe, no ordena nada. Deja a la Afligida con su dolor y a los primos donde están.

Baja los ojos hacia la muchedumbre y, respondiendo a los apóstoles, que están cerca, responde también a los que están lejos y tratan de hacer valer la sangre más que el deber.

-¿Quién es mi Madre? ¿Quiénes son mis hermanos?
Despliega su mirada -severa en el marco de un rostro que palidece por esta violencia que debe hacerse para poner el deber por encima del afecto y la sangre, y para suspender el reconocimiento del vínculo con su Madre por servir al Padre-y dice, señalando con un amplio gesto a la muchedumbre que se apiña en torno a Él, a la roja luz de las antorchas, bajo la luz de plata de la Luna casi llena:

-He aquí a mi madre, he aquí a mis hermanos. Los que hacen la voluntad de Dios son mis hermanos y hermanas, son mi madre. No tengo otros. Y los míos serán tales si, antes que los demás y con mayor perfección que ningún otro, hacen la voluntad de Dios hasta el sacrificio total de toda otra voluntad o voz de la sangre y del afecto.
Nace entre la muchedumbre un murmullo más fuerte, como un mar agitado por un viento repentino.

Los escribas comienzan la fuga diciendo:
-¡Es un demonio! ¡Reniega incluso su sangre!

Los parientes avanzan diciendo:
-¡Es un loco! ¡Hasta tortura a su Madre!
Los apóstoles dicen:

-¡Verdaderamente en estas palabras está todo el heroísmo!
La muchedumbre dice:
-¡Cómo nos ama!
No sin esfuerzo, María con José y Simón abren la aglomeración de gente: Ella, todo dulzura; José, todo furia; Simón, todo apuro. Y llegan a Jesús.
José arremete en seguida:

-¡Estás loco! ¡Ofendes a todos! ¡No respetas ni siquiera a tu Madre! ¡Pero ahora estoy yo aquí y te lo voy a impedir! ¿Es verdad que vas por ahí haciendo trabajos de obrero? Pues si eso es verdad, ¿por qué no trabajas en tu taller para procurar el pan a tu Madre? ¿Por qué mientes diciendo que tu trabajo es la predicación, ocioso e ingrato, que es lo que eres, si luego vas a realizar trabajo pagado a casa ajena? Verdaderamente me pareces como si estuvieras en manos de un demonio que te indujera al camino. ¡Responde!
Jesús se vuelve y toma de la mano al niño José, lo acerca a sí y lo alza sujetándolo por las axilas, y dice:

-Mi trabajo ha consistido en procurar el pan a este inocente y a su familia, y en convencerlos de que Dios es bueno; ha sido predicar en Corazín la humildad y la caridad. Y no sólo en Corazín, sino también contigo, José, hermano injusto. Pero te perdono porque sé que te muerden dientes de serpiente. Y te perdono también a ti, Simón inconstante. Nada tengo que perdonar, de nada debo pedir perdón, a mi Madre, porque Ella juzga con justicia. Que el mundo haga lo que quiera, Yo hago lo que Dios quiere. Con la bendición del Padre y de mi Madre soy más feliz que si todo el mundo me aclamara rey según el mundo. Ven, Madre, no llores; no saben lo que hacen. Perdónalos.

-¡Hijo mío! Yo sé. Tú sabes. Nada más hay que decir...
-Nada más, aparte de decirle a la gente: "Idos en paz".
Jesús bendice a la muchedumbre y luego, llevando con la derecha a María y con la izquierda al niño, se dirige hacia la pequeña escalera. Y es el primero en subirla.

   


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