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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
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268- Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
Jesús -a su lado, Manahén-sale de la casa de la viuda mientras dice:
-Paz a ti y a los tuyos. Después del sábado volveré. Adiós, pequeño José. Mañana descansa y juega. Luego me seguirás ayudando.
-¿Por qué lloras?
-A lo mejor no vuelves...
-Yo digo siempre la verdad. Pero, ¿te entristece tanto el que me vaya?
El niño hace un gesto afirmativo con la cabeza.
Jesús lo acaricia y dice:
-Un día pasa enseguida. Mañana estás con tu mamá y tus hermanos; Yo estoy con mis discípulos y les hablo.
-Estos días he hablado contigo para enseñarte a trabajar; ahora voy con ellos para enseñarles a predicar y a ser buenos. No te divertirías conmigo siendo un niño solo entre tantos hombres.
-¡Me divertiría porque estaría contigo!
-Comprendo. ¡Mujer! Tu hijo hace como muchos otros, que son los mejores: no quiere dejarme. ¿Tendrías la confianza de confiármelo hasta pasado mañana?
-¡Señor, te dejaría a todos! Contigo están tan seguros como en el Cielo... Este niño, que de todos era el que más estaba con su padre, ha sufrido demasiado. Estaba él en el momento... ¡Ves?... Está siempre llorando y triste. No llores, hijo mío. Pregúntale al Señor si no es verdad lo que digo. Maestro, lo consuelo diciéndole siempre que no hemos perdido a su padre, sino que sólo se ha alejado momentáneamente de nosotros.
-Es verdad. Es exactamente como dice tu madre, pequeño José. -Pero hasta que no me muera no lo vuelvo a ver, y soy pequeño; si me hago viejo como Isaac, ¿cuánto voy a tener que esperar? -¡Pobre niño! El tiempo pasa rápido.
-No, Señor, que hace sólo tres semanas que no tengo a mi padre y me parece muchísimo tiempo!... No puedo vivir sin él... -y llora en silencio, pero con profunda pena. -¿Lo ves? Siempre así, especialmente cuando no está ocupado en cosas que le absorban. El sábado es un tormento. Tengo miedo de que se me muera...
-No. Tengo otro niño sin padre ni madre. Estaba demacrado y triste. Ahora, que vive con una buena mujer de Betsaida, y con la certeza de no estar separado de sus padres, ha renacido en el cuerpo y en el espíritu. Pues lo mismo el tuyo, tanto por lo que le diga Yo, como por el hecho de que el tiempo es un gran médico; y también porque, cuando te vea más tranquila por el pan cotidiano, estará a su vez más tranquilo. Adiós, mujer. El sol declina y tengo que marcharme. Ven, José. Saluda a tu mamá, a tus hermanitos y a tu abuela, y luego vienes corriendo.
Y Jesús se marcha.
-¿Qué les vas a decir ahora a los apóstoles?
-Que tengo un discípulo ya de antes y uno nuevo.
Siguen caminando por Corazín, que se anima de gente.
Un grupo de hombres para a Jesús:
-¿Te marchas? ¿No te quedas el sábado?
-No. Voy a Cafarnaúm.
-Sin decir ni una palabra toda la semana. ¿No somos dignos de tu palabra?
-¿No os he ofrecido durante seis días la mejor palabra?
-¿Cuándo? ¿A quién?
-A todos. Detrás del banco de carpintero. Durante varios días he predicado que se debe amar al prójimo y que se le debe ayudar en todos los modos, especialmente cuando el prójimo son personas débiles, como las viudas y los huérfanos. Adiós, vosotros de Corazín. Meditad durante el sábado esta lección mía.
Y Jesús reanuda su camino, dejando desorientados a los de Corazín.
Pero el niño, que se acerca a Él corriendo, hace que la curiosidad se reavive: vuelven donde Jesús, le cortan de nuevo el
paso, y le dicen: -¿Te llevas al hijo varón de la viuda? ¿Para qué? -Para enseñarle a creer que Dios es Padre y que en Dios encontrará también a su padre perdido; y también para que haya uno que cree, aquí, en lugar del anciano Isaac. -Con tus discípulos hay tres de Corazín. -Con los míos. No aquí. Éste estará aquí. Adiós.
-Y, llevando al niño en medio entre Él y Manahén, reanuda su camino, y va ligero por la campiña hacia Cafarnaúm hablando con Manahén.
Llegan a Cafarnaúm. Los apóstoles ya han llegado. Están sentados en la terraza, a la sombra de la pérgola, en torno a Mateo, y narran sus gestas a su compañero, que no está todavía curado. A1 oír el leve roce de las sandalias contra la pequeña escalera, se vuelven, y ven que la cabeza rubia de Jesús sobresale cada vez más por el antepecho de la terraza. Corren hacia É1, que viene sonriente... y se quedan de piedra cuando ven que detrás de Jesús hay un pobre niño.
La presencia de Manahén, que sube suntuoso con su túnica de lino blanco -más bella de lo que ya de por sí es, por el valioso cinturón, el manto rojo llama de lino teñido (tan brillante que parece seda, y que apenas si descansa sobre los hombros, para casi formarle cola detrás) y la prenda que cubre su cabeza (de lino cendalí, sujeta con una diadema sutil de oro, lámina burilada que divide su amplia frente a la mitad y le da casi un aire de rey egipcio)-, contiene una avalancha de preguntas, expresadas, de todas formas, muy claramente con los ojos. Así que, después de los saludos recíprocos, una vez sentados ya al lado de Jesús, los apóstoles, señalando al niño, preguntan:
-¿Y éste?
-Este es mi última conquista. Un pequeño José, carpintero, como el que fue mi padre, el gran José; por tanto, amadísimo mío, como Yo amadísimo suyo. ¿No es verdad, niño? Ven aquí, que te presento a mis amigos: éstos de que tanto has oído hablar. Este es Simón Pedro, el hombre más bueno del mundo con los niños; éste es Juan, un gran niño, que te hablará de Dios incluso jugando; éste es Santiago, su hermano, serio y bueno como un hermano mayor; y éste es Andrés, hermano de Simón Pedro: harás inmediatamente buenas migas con él, porque es manso como un cordero.
Luego, éste es Simón el Zelote: éste ama tanto a los niños que no tienen padre, que creo que daría la vuelta al mundo, si no estuviera conmigo, para buscarlos. Luego, éste es Judas de Simón, y éste Felipe de Betsaida y éste Natanael. ¿Ves cómo te miran? Ellos también tienen niños y quieren a los niños. Y éstos son mis hermanos Santiago y Judas. Aman todo lo que Yo amo, por eso te querrán. Ahora vamos a acercarnos a Mateo, que tiene muchos dolores en el pie, y, a pesar de todo, no guarda rencor a los niños, que, jugando alocadamente, le han pegado con una piedra puntiaguda. ¿Verdad Mateo?
-¡Oh, no, Maestro! ¿Es hijo de la viuda?
-Sí. Es un niño estupendo, pero ahora está muy triste.
-¡Pobre niño! Voy a decir que llamen a Santiaguito para que juegues con él -y Mateo lo acaricia y lo acerca a sí con una mano.
Jesús termina la presentación con Tomás, el cual, práctico como es, la completa ofreciéndole al niño un racimo de uvas arrancadas de la pérgola.
-Ahora sois amigos -concluye Jesús, y se sienta; mientras tanto, el niño saca jugo a sus uvas y responde a Mateo, que lo tiene bien pegado a su lado.
-¿Dónde has estado tan solo toda la semana?
-En Corazín, Simón de Jonás.
-Sí, lo sé.
-Pero ¿qué has hecho? ¿Has estado con Isaac?
-Isaac el Adulto ha muerto.
-¿Y entonces?
-¿No te lo ha dicho Mateo?
-No. Ha dicho sólo que te habías quedado en Corazín desde el día siguiente de nuestra partida.
-Mateo tiene más tino que tú; sabe guardar silencio, tú no sabes frenar tu curiosidad.
-No mi curiosidad, la de todos.
-Bien, pues he ido a Corazín para predicar la caridad en la práctica.
-¿La caridad en la práctica? ¿Qué quieres decir? -preguntan bastantes de los presentes.
-En Corazín hay una viuda con cinco hijos y una anciana enferma. El marido murió de repente estando trabajando en el banco de carpintero, y ha dejado tras sí miseria y unos trabajos inacabados. Corazín no ha sabido encontrar una migaja de piedad para con esta familia desdichada. He ido a terminar los trabajos y...
Se produce un pandemónium: quién pregunta, quién protesta, quién regaña a Mateo por haberlo consentido, quién manifiesta admiración, quién critica; y, por desgracia, quienes protestan o critican son la mayoría.
Jesús deja que la borrasca se calme de la misma forma que se ha formado y, por toda respuesta, dice:
-Voy a volver pasado mañana, y así hasta que termine. Mi esperanza es que al menos vosotros comprendáis. Corazín es un hueso compacto y sin semilla. Sed al menos vosotros huesos con semilla. Niño, dame esa nuez que te ha dado Simón; escucha tú también. ¿Veis esta nuez? Cojo esta nuez porque no tengo a mano otros frutos. Pero, para entender la parábola, pensad en los núcleos de piñones o palmas, pensad en los más duros, por ejemplo, en los de las aceitunas.
Son envolturas clausuradas, sin fisuras, durísimas, de una madera compacta. Parecen mágicos cofres que sólo con violencia se pueden abrir. Pues bien, a pesar de todo, si se echa uno de estos titos al suelo, simplemente arrojado, y una persona, pasando por encima, lo incrusta en la tierra, aunque sea mínimamente, de forma que quede recogido en el suelo, ¿qué sucede? Pues que el cofre se abre y echa raíces y hojas.
¿Cómo se produce esto por sí solo? Nosotros, para conseguir abrirlos, tenemos que golpear mucho con el martillo; sin embargo, sin golpes, el tito se abre por sí solo. ¿Será que es una semilla mágica? No. Tiene dentro la pulpa, ¡cosa bien débil respecto a la sólida envoltura! Pues bien, todavía más: la pulpa nutre una cosa aún más pequeña: el germen. Éste es la palanca que fuerza, abre, y produce árbol con frondas y raíces. Haced la prueba de enterrar unos titos y luego esperad. Veréis como algunos nacen y otros no. Extraed de la tierra los que no han nacido. Abridlos con el martillo. Veréis como son semillas vacías. No es, pues, la humedad del suelo ni el calor los que hacen abrir el hueso, sino la pulpa; y más: el alma de la pulpa, el germen, que, hinchándose, hace palanca y abre.
Ésta es la parábola. Pero apliquémosla a nosotros.
¿Qué he hecho que no se debiera hacer? ¿Nos hemos entendido todavía tan poco, que no se comprende que la hipocresía es pecado y que la palabra, si no está corroborada por la acción, es viento? ¿Qué os he dicho siempre?: “Amaos los unos a los otros. El amor es el precepto y secreto de la gloria". ¿Y Yo, que predico, no iba a tener caridad; iba a daros el ejemplo de un maestro falaz? ¡No, jamás!
Amigos míos! Nuestro cuerpo es el hueso duro; en el hueso duro está cerrada la pulpa, el alma; dentro de ella, el germen que Yo he depositado y que está formado de muchos elementos, el principal de los cuales es la caridad. Es la caridad la que hace de palanca para abrir el hueso y librar al espíritu de las constricciones de la materia y restablece su unión con Dios, que es Caridad.
La caridad no se hace sólo de palabras o de dinero. La caridad se hace sólo con la caridad. Y no os parezca un juego de palabras. Yo no tenía dinero. Las palabras, para este caso, no eran suficientes. Aquí había siete personas al borde del hambre y la angustia. La desesperación ya lanzaba sus negras garras para hacer presa y asfixiar. El mundo se apartaba, duro y egoísta, ante esta desventura; daba muestras de no haber comprendido las palabras del Maestro. El Maestro ha evangelizado con las obras. Yo tenía la capacidad y libertad para hacerlo, y tenía el deber de amar por el mundo entero a estos míseros a quienes el mundo desprecia. He hecho todo esto.
¿Podéis todavía criticarme? ¿O debo ser Yo quien os critique, en presencia de un discípulo que no ha juzgado indecoroso el personarse entre el serrín y las virutas por no abandonar al Maestro, y que -estoy persuadido-se habrá convencido más de mí viéndome trabajar la madera que si me hubiera visto sentado en un trono; y en presencia de un niño que ha tenido experiencia de mí por lo que Yo soy, a pesar de su ignorancia, a pesar del infortunio que obnubila su mente, a pesar de su absoluta virginidad de conocimiento del Mesías cual en realidad es? ¿No decís nada?
No os limitéis a sentiros humillados ahora que alzo la voz para enderezar ideas erróneas. Lo hago por amor. Debéis, además, meter dentro de vosotros ese germen que santifica y abre el hueso. Si no, siempre seréis unos seres inútiles.
Debéis estar dispuestos a hacer lo que Yo he hecho. Por amor al prójimo, por llevar a Dios un alma, ningún trabajo os debe pesar. E1 trabajo, sea cual fuere, no es nunca humillante; humillantes son las acciones bajas, las falsedades, las denuncias mentirosas, la crueldad, los abusos, la usura, las calumnias, la lujuria. Estas cosas son las que envilecen al hombre, aunque, a pesar de ello, se lleven a cabo sin sentir vergüenza (me refiero también a quienes quieren considerarse perfectos pero que se han escandalizado al verme trabajar con la sierra y el martillo).
¡Oh, el martillo!: ¡Cuán noble será si se usa para meter clavos en una madera y hacer un objeto que sirva para dar de comer a unos huerfanitos!, ¡cuán distinta será la condición del martillo, modesta herramienta, si lo usan mis manos, y además con fin santo; cuánto querrán tenerlo todos aquellos que ahora manifestarían a gritos su escándalo por causa de él! ¡Oh, hombre, criatura que deberías ser luz y verdad, cuánto eres tinieblas y mentira!
¡Vosotros, al menos vosotros, entended lo que es el bien, lo que es la caridad, lo que es la obediencia! En verdad os digo que grande es el número de los fariseos, y que no faltan entre los que me circundan.
-¡No, Maestro, no digas eso! ¡Si no queremos ciertas cosas es porque te amamos!...
-Es porque aún no habéis comprendido nada. ¡Os he hablado de la fe y la esperanza; creía que no harían falta nuevas palabras para hablaros de la caridad, pues tanto la espiro que deberíais estar saturados de ella. Pero veo que la conocéis sólo de nombre. Desconocéis su naturaleza y su forma. La conocéis como a la Luna.
¿Os acordáis de cuando os dije que la esperanza es como el brazo transversal del dulce yugo que sujeta la fe y la caridad, y que era patíbulo de la humanidad y trono de la salvación? ¿Sí? Pero no comprendisteis el significado de mis palabras. ¿Por qué, entonces, no me habéis pedido aclaración? Bien, ahora os la doy. Es yugo porque obliga al hombre a tener baja su necia soberbia bajo el peso de las verdades eternas. Es patíbulo de esta soberbia. El hombre que espera en Dios, su Señor, se ve obligado a humillar su orgullo, que querría proclamarse "dios", y a reconocer que él no es nada y Dios todo; que él no puede nada y Dios todo; que él-hombre es polvo que pasa, mientras que Dios es eternidad que eleva el polvo a un grado superior y le da un premio de eternidad.
El hombre se clava en su cruz santa para alcanzar la Vida. Le clavan a la cruz las llamas de la fe y la caridad, mas al Cielo le eleva la esperanza, que entre ambas está. Recordad esta lección: si falta la caridad, le falta la luz al trono; el cuerpo, desclavado de un lado, pende hacia el fango y deja de ver el Cielo; anula así los efectos salvíficos de la esperanza, y acaba haciendo estéril incluso a la fe, porque si uno se separa de dos de las tres virtudes teologales languidece y cae en mortal hielo.
No rechacéis a Dios, ni siquiera en las cosas más pequeñas; negar ayuda al prójimo por pagano orgullo es rechazar a Dios.
Mi doctrina es un yugo que pliega a la humanidad culpable; que rompe la dura corteza para rescatar de ella al espíritu. Es yugo y es mazo, sí; pero, a pesar de ello, el que la acepta no siente el cansancio que producen todas las otras doctrinas humanas y las otras cosas humanas; el que se deja golpear por este mazo no siente el dolor de ser quebrado en su yo humano, sino que experimenta un sentido de liberación. ¿Por qué tratáis de liberaros de ella para sustituirla por el plomo y el dolor?
Todos vosotros tenéis vuestros dolores y vuestros trabajos; todos los hombres padecen dolores y trabajos, algunas veces superiores a las fuerzas humanas, desde el niño (como éste, que ya lleva sobre sus pequeños hombros un gran peso, que le hace plegarse, que borra la sonrisa de sus labios e impide a su mente vivir despreocupada, la cual -estoy hablando humanamente-, por esto, ya nunca más habrá sido una mente niña) hasta el anciano, que se pliega hacia la tumba con todos sus desengaños y trabajos y sus cargas y las heridas de su larga vida. Mi doctrina y mi fe, por el contrario, son el alivio de estas cargas agobiantes. Por eso se dice "La Buena Nueva". Quien la acepta y obedece, ya desde este mundo será bienaventurado, porque Dios será su alivio, y porque las virtudes harán fácil y luminoso su camino, asemejando a hermanas buenas que, llevándolo de la mano, con las lámparas encendidas, iluminarán su camino y su vida y le cantarán las eternas promesas de Dios, hasta que, plegando en paz el cansado cuerpo hacia la tierra, se despierte en el Paraíso.
¿Por qué, hombres, pudiendo vivir consuelo y aliento, queréis peso, desaliento, cansancio, desazón, desesperación? Vosotros también, apóstoles míos, ¿por qué queréis sentir el cansancio de la misión, su dificultad, su severidad, siendo así que, teniendo la confianza de un niño, podéis experimentar exclusivamente gozosa diligencia, luminosa facilidad para cumplirla; podéis comprender y sentir que la misión es severa exclusivamente para los impenitentes que no conocen a Dios, mientras que para sus fieles es como una mamá que ayuda en el camino, señalando a los inseguros pies del niño piedras y espinos, nidos de serpientes y zanjas, para que los advierta y no peligre en ellos?
Ahora os sentís desalentados. ¡Vuestro desaliento ha tenido un comienzo harto miserable! Os sentís desalentados: antes por mi humildad, como si hubiera sido un delito contra mí mismo; ahora, porque habéis comprendido que me habéis entristecido, y también lo lejos que estáis todavía de la perfección. En pocos este segundo estado de desaliento está exento de soberbia (de la soberbia herida por la constatación de que todavía no sois nada, mientras que, por orgullo, querríais ser perfectos).
Tened exclusivamente esa voluntariosa humildad de aceptar la reprensión y de confesar que habéis errado, prometiendo en vuestro corazón que queréis la perfección por un fin sobrehumano. Y luego venid a mí. Os corrijo, mas os comprendo y os trato con indulgencia.
Venid a mí, vosotros apóstoles; venid a mí, todos vosotros, hombres que sufrís por dolores materiales, por dolores morales, por dolores espirituales (estos últimos producidos por el dolor de no saberos santificar como querríais por amor a Dios y con diligencia y sin re-tornos al Mal). El camino de la santificación es largo y misterioso, y algunas veces se cumple con desconocimiento por parte del que camina, el cual avanza entre tinieblas, con el amargor de un bebedizo en la boca, y cree que ni avanza ni bebe líquido celestial, y no sabe que esta ceguera espiritual es también un elemento de perfección.
Bienaventurados aquellos, tres veces bienaventurados aquellos que siguen andando sin goces de luz ni de dulzuras y que no se rinden por no ver ni sentir nada, y no se paran diciendo: "Mientras Dios no me dé deleites no continúo". Os digo que el más oscuro de los caminos, al improviso, se hará luminosísimo y se abrirá a paisajes celestiales; el bebedizo, después de haber quitado todo gusto por las cosas humanas, se transformará en dulzura de Paraíso para estos valientes, los cuales, asombrados, dirán: "¿Cómo es esto? ¿Por qué a mí tanta dulzura y júbilo?". Porque han perseverado y Dios les hará gozar desde la tierra lo que el Cielo es.
Pero, entre tanto, para resistir, venid a mí todos los que os sintáis sobrecargados y cansados; vosotros, apóstoles, y con vosotros todos los hombres que buscan a Dios, que lloran por causa del dolor de la tierra, que se agotan solos, y Yo os confortaré. Echad sobre vosotros mi yugo, que no es un peso sino un apoyo. Abrazad mi doctrina cual si fuere una amada esposa. Imitad a vuestro Maestro, que no se limita a predicarla sino que pone en práctica lo que enseña.
Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Encontraréis el descanso de vuestras almas, porque la mansedumbre y la humildad conceden el reino, en la tierra y en los Cielos. Ya os he dicho que los verdaderos triunfadores sobre los hombres son aquellos que los conquistan con el amor, y el amor es siempre manso y humilde.
Nunca os propondría cosas superiores a vuestras fuerzas, porque os amo y quiero que estéis conmigo en mi Reino. Tomad, pues, mi enseña y mi distintivo y esforzaos por ser semejantes a mí y como mi doctrina enseña. No temáis, porque mi yugo es suave y su carga es ligera, mientras que la gloria de que gozaréis si me sois fieles es infinitamente potente. Infinita y eterna...
Os dejo por un rato. Voy con el niño al lago. Encontrará amigos... Luego partiremos el pan juntos. Ven, José; voy a llevarte a que conozcas a los pequeñuelos que me aman.
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