Saturday December 14,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 3 de 7 »

SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús

142. Con los doce hacia Samaria

143. La samaritana Fotinai

144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar

145. El primer día en Sicar

146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos

147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai

148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón

149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles

150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo

151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey

152. María Salomé es recibida como discípula

153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús

154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado

155. Curación de la niña romana en Cesárea

156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas

157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret

158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.

159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.

160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala

161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm

162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo

163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm

164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles

165. Elección de los doce Apóstoles

166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez

167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa

168. Aglae en casa de María,
en Nazaret

169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos

170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas

171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley

172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara

173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.

174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.

175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan

176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la voluntad de Dios

177. La curación del siervo
del centurión

178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús

179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías

180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista

181. La parábola del trigo
y la cizaña

182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías

183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala

184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos

185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares

186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos

187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor

188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan

189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda

190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes

191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón

192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido

193. Llegada a Siquem tras dos días de camino

194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot

195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén

196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias

197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso

198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam

199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María

200. Coloquio de Áglae
con el Salvador

201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia

202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán

203. El Padrenuestro

204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos

205. La parábola del hijo pródigo

206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania

207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el nacimiento de Jesús

208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa

209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur

210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista

212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la casita de Isaac

213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica

214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot

215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática

216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león

217. Las espigas arrancadas
un sábado

218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea

219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón

220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta

221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme

222. Un secreto del apóstol Juan

223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús

224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter

225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios

226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael

227. Un episodio incompleto

228. Margziam confiado
a Porfiria

229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro

230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo

231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala

232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado

233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye

234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala

235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión

236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala

237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María

238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad

239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas

240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús

241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida

242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades

243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas

244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz

245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado

246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos

247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental

248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados

249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios

250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima

251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón

252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo

253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo

254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima

255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote

256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad

257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo

258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol

259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro

260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón

261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán

262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María

263. Curación del hombre del brazo atrofiado

264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret

265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio

266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes

267. Jesús, carpintero en Corazín

268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero

269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos

270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista

271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm

272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

273. La primera multiplicación
de los panes

274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca

275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual

276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios

277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos

278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos

279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos

280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros

281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano

282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica

283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad

284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea

285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote

286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas

287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader

288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús

289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos

290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas

291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona

292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá

293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax

294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas

295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob

296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan

297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico

298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen

299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías

300. Con escribas y fariseos en casa del resucitado de Naím

301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro

302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias

303. Jesús donde su Madre
en Nazaret

304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra

305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos

306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio

307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención

308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos

309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo

310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica

311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor

312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año

 

198- El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam


Por el umbrío camino que une el Monte de los Olivos con Betania -podría decir que el monte llega, con sus prolongaciones verdes, hasta los campos de Betania -, Jesús con los suyos camina ligero hacia la ciudad de Lázaro.

No ha entrado aún y ya lo han reconocido: emisarios, que lo son por propia iniciativa, corren en todas las direcciones para avisar de su llegada, de forma que empiezan a aparecer: por un lado, Lázaro y Maximino; por otro, Isaac con Timoneo y José; la tercera es Marta con Marcela (que alza su velo para inclinarse a besar la túnica de Jesús); inmediatamente después, llegan María de Alfeo y María Salomé, las cuales reciben al Maestro con un gesto de veneración y luego abrazan efusivamente a los propios hijos. El pequeño Yabés, a quien Jesús sigue llevando de la mano, zarandeado por todas estas impetuosas llegadas, observa esto lleno de asombro. Juan de Endor, sintiéndose extraño, se retira hacia la cola del grupo, aparte. Y, por el sendero que conduce a la casa de Simón, viene la Madre.

Jesús suelta la mano de Yabés y, delicadamente, elude a los amigos para apresurarse a ir a su encuentro. Las ya conocidas palabras rompen el aire, tañendo como un solo de amor que se destaca de entre el murmullo de la gente:

« ¡Hijo! », « ¡Mamá! ». Se besan. María expresa en su beso una angustia como de quien ha estado temiendo durante mucho tiempo y llega el momento -éste -en que, al desvanecerse el terror que la tenía apresada, siente el cansancio del esfuerzo realizado y valora en toda su profundidad el peligro que ha corrido...

Jesús la acaricia. Ha comprendido. Dice:
-Además de mi ángel, velaba por mí el tuyo, Madre. No podía sucederme nada malo.

-Gloria al Señor por ello. De todas formas he sufrido mucho.

-Mi deseo ha sido venir antes, pero he seguido otro camino por prestarte obediencia a ti. Y ha sido positivo: tu indicación, Madre mía, como siempre, ha sido fructífera.

-¡Tu obediencia, Hijo!
-Tu sabia indicación, Madre...

Se sonríen mutuamente como dos enamorados. ¿Pero es posible que esta Mujer sea la Madre de este Hombre? ¿Dónde están los dieciséis años de diferencia? La frescura de su rostro y la gracia de su cuerpo virginal hacen de María la hermana de su Hijo, que está en la plenitud de su bellísima virilidad.

-¿No me preguntas por qué ha sido fructífera? -pregunta Jesús, que sigue sonriendo.

-Sé que mi Jesús no me oculta nada.

-¡Qué encanto eres, Mamá!... -y la vuelve a besar...

La gente se ha mantenido a unos metros de distancia haciendo como que no observa la escena, pero estoy segurísima de que ninguno de estos ojos, que parecen atentos a otra parte, se abstiene de mirar de reojo a este tierno cuadro.

E1 que más mira es Yabés. Jesús lo había soltado para darse prisa en abrazar a su Madre. Se ha quedado solo. Ahora, con el agolparse de preguntas y respuestas, el pobre niño pasa inadvertido. Mira fijamente, agacha la cabeza, lucha contra el llanto... pero, al final, no pudiendo más, rompe a llorar gimiendo:

-¡Mamá! ¡Mamá!
Todos -los primeros, Jesús y María -se vuelven, todos tratan le poner remedio de alguna forma, o de saber quién es el niño. María de Alfeo y Pedro se acercan inmediatamente -estaban juntos -y dicen:

-¿Por qué lloras?
Pero, antes de que Yabés, embargado en su llanto, pueda tomar respiro para hablar, ya ha venido María y, tomándolo en brazos, ha dicho:

-¡Sí, hijito mío, Mamá! No llores más... y perdona si no te he visto antes... Os presento, amigos, a mi hijito...
Se ve que Jesús, en los pocos metros que mediaban, debe haberle dicho:

-Es un huerfanito que he tomado conmigo -El resto lo ha intuido María.

El niño llora, pero ya con menos desolación. Al final, dado que María lo tiene en brazos y lo está besando, sonríe incluso, con esa carita suya todavía bañada de llanto.

-Deja que te seque todas estas lágrimas. ¡No debes llorar más! Dame un beso...
Era precisamente lo que estaba deseando Yabés; después de tantas caricias de hombres barbudos, se deleita verdaderamente besando la mejilla lisa de María.

Jesús por su parte busca con su mirada a Juan de Endor, y lo ve allá, apartado. Se dirige a él y lo lleva hacia María -que está siendo saludada por todos los apóstoles -, y, teniendo sujeta su mano, dice:

-Mira, Madre, el otro discípulo. Estos son los dos hijos que has ganado por la indicación que me diste.
-Tu obediencia, Hijo -repite María. Luego saluda al hombre, diciendo: «La Paz está contigo».

El hombre, el rudo, inquieto hombre de Endor, que tanto ha cambiado ya desde aquella mañana en que el capricho de Judas Iscariote llevó a Jesús a Endor, termina de despojarse de su pasado al inclinarse ante María (yo lo creo así, a juzgar por lo sereno, verdaderamente "pacificado" que se ve su rostro cuando lo alza, una vez cumplido el respetuosísimo saludo).

Se encaminan todos hacia la casa de Simón: María llevando en brazos a Yabés, Jesús -cogida su mano -con Juan de Endor. Luego, a los lados o detrás, Lázaro y Marta, los apóstoles y Maximino, Isaac, José, Timoneo.
En el umbral de la puerta, el anciano servidor de Simón hace un gesto de veneración a Jesús y a su jefe. Entran en la casa.

-La paz a ti, José, y a esta casa -dice Jesús, alzando su mano para bendecir, después de haberla puesto en la cabeza blanca del anciano servidor.

Lázaro y Marta, después del primer impacto alegre, se muestran un poco tristes, de forma que Jesús pregunta:
-¿Por qué, amigos?

-Porque no estás con nosotros y porque todos se allegan a ti excepto esa alma que quisiéramos que fuera tuya.
-Fortificad la paciencia, la esperanza y la oración.

Además, Yo estoy con vosotros. ¿Esta casa?... esta casa no es sino el nido desde el que el Hijo del hombre cada día volará para ir a ver a sus queridos amigos, que están muy cerca en distancia y -si se considera la cosa sobrenaturalmente -infinitamente más cercanos en el amor.

Vosotros estáis en mi corazón y Yo en el vuestro. ¿Acaso se puede estar más cerca? De todas formas, esta tarde la pasaremos juntos. Sentaos, sentaos a mi mesa.

-¡Ay, pobre de mí! ¡Y yo aquí holgazaneando! ¡Ven, Salomé, que tenemos cosas que hacer!

La exclamación de María de Alfeo, que se levanta diligentemente para ir a su trabajo, hace sonreír a todos.
Pero Marta la alcanza y le dice:

-No te preocupes, María, por la comida. Voy a dar las disposiciones oportunas para que tú tengas que preparar sólo las mesas. Te traerán sillas suficientes y todo lo que se necesita. Ven, Marcela. Vuelvo enseguida, Maestro.

-He visto a José de Arimatea, Lázaro. El lunes va a venir con unos amigos.

-¡Ah, entonces ese día eres todo para mí!

-Sí. Viene para estar juntos, y también para preparar una ceremonia relativa a Yabés. Juan, lleva al niño a la terraza, que se divertirá. Juan de Zebedeo, siempre obediente, se alza enseguida de su sitio... Poco después, se oye el gorjeo del niño y sus pataditas en la terraza que rodea la casa. -Este niño -explica Jesús a su Madre, a los amigos, a las mujeres (entre las cuales está Marta, que ha volado para no perder un solo minuto de alegría junto al Maestro) -es nieto de un campesino de Doras. He pasado por Esdrelón... -¿Es verdad que los campos están desolados y que quiere venderlos? -Están desolados. Lo de la venta no lo sé. Un campesino de Jocanán me ha aludido a ello, pero no sé si es seguro. -Si los vendiera... los compraría de buena gana para disponer de un lugar de refugio para ti incluso en medio de ese nido de serpientes.

-No creo que lo consigas. Jocanán ya está pensando en adquirirlos.

-Veremos... Pero... continúa tu narración. ¿Qué campesinos son?

-¡A todos los de antes los ha desperdigado por distintos sitios!

-Sí. Éstos vienen de sus tierras de Judea, por lo menos el anciano que es pariente del niño. Lo tenía en el bosque, como a un animal salvaje, para que Doras no lo descubriera... Y estaba allí desde el invierno...

-¡Pobre niño! ¿Y por qué?
Las mujeres están profundamente conmovidas.

-Porque su padre y su madre quedaron sepultados por el desprendimiento de tierra de las cercanías de Emaús. Todos: padre, madre, hermanitos. Él se salvó porque no estaba en casa. Lo llevaron con su abuelo. Pero, ¿qué podía hacer un campesino de Doras? Tú, Isaac, has hablado de mí, como un salvador, incluso referido a este caso.

-¿He hecho mal, Señor? -pregunta humildemente Isaac.
-Has hecho bien. Dios lo quería. El anciano me ha entregado al niño, que además ha de hacerse mayor de edad en estos días.

-¡Pobrecito! ¿Tan pequeño con doce años? Mi Judas era casi el doble de alto a su edad... ¿Y Jesús? ¡Qué flor! -dice María de Alfeo.

Y Salomé:
-¡También mis hijos eran mucho más robustos!
Marta susurra:
-Verdaderamente es muy pequeñito. Pensaba que no tenía ni siquiera diez años.

-¡Claro! ¡Triste cosa es el hambre! Y debe haberla sufrido desde que vino a este mundo. Y además... ¿qué le iba a dar el anciano si allí todos se mueren de hambre? -dice Pedro.
-Sí, ha sufrido mucho; pero es muy bueno e inteligente. Me he hecho cargo de él para consolar al anciano y al niño.
-¿Lo vas a adoptar? -pregunta Lázaro.

-No. No puedo.
-Entonces me responsabilizo yo.
-Pedro, que ve desvanecerse su esperanza, se lamenta abiertamente:
-¡Señor! ¿Todo a él?
Jesús sonríe y dice:

-Lázaro, has hecho ya mucho, y te lo agradezco; no te puedo confiar a este niño. Es "nuestro" niño; de todos nosotros; alegría de los apóstoles y del Maestro. Además, aquí crecería rodeado de lujo, mientras que Yo quiero ofrecerle como don mi manto regio: "la honesta pobreza", la que el Hijo del hombre ha elegido pare sí, para poder acercarse a las mayores miserias sin humillar a ninguno.

Tú, recientemente, has recibido también un regalo mío...
-¡Ah, sí! El anciano patriarca y su hija. La mujer es muy activa y el anciano es muy bueno.

-¿Dónde están ahora?, ¿en qué sitio?

-¡Aquí, claro!, en Betania. ¿Cómo crees que iba a querer alejar la bendición que Tú enviabas? La mujer está en el lino, pues para ese tipo de trabajo hacen falta manos ligeras y expertas. El anciano, dado que se ha emperrado en que quiere trabajar, le he destinado a los panales.

Ayer -¿verdad, hermana mía? -tenía una larga barba toda de oro. Las abejas, enjambrando, se habían colgado todas de esa barbaza, y les hablaba como si fueran hijas suyas. Se le ve feliz.

-¡Lo creo! ¡Bendito seas! -dice Jesús.
-Gracias, Maestro... Pero... ese niño te costará... Permíteme a menos...

-¡Ya me encargo yo de su vestido de fiesta! -grita Pedro, y todos se echan a reír por la impulsividad del grito.
-Bien; pero necesitará otros indumentos. Simón, sé condescendiente, yo tampoco tengo hijos. Para mí y para Marta es una consolación encargarnos de hacer unos vestiditos: ¡concédenosla!

Pedro, ante tan insistente súplica, se enternece enseguida y dice:

-Los vestidos... sí... pero del del miércoles me encargo yo; me lo ha prometido e1 Maestro. Ha dicho que iré con su Madre a comprarlo mañana -Pedro dice todo por miedo a que haya algún cambio et perjuicio suyo.
Jesús sonríe y dice:

-Sí, Madre; te ruego que vayas mañana con Simón. Si no, este hombre se me muere de angustia. Así le podrás aconsejar para escoger.

-Yo he dicho: túnica roja y cinturón verde. Estará muy bien. Mejor que con ese color que tiene ahora.

-Rojo irá muy bien. Jesús también fue vestido de rojo. Pero yo diría que iría mejor encima del rojo un cinturón rojo, o, al menos, bordado en rojo -dice dulcemente María.
-Yo decía el verde porque veo que Judas, que es moreno, esta muy bien con esas franjas verdes encima de la túnica roja.

-¡Pero si no son verdes! -dice, riéndose, Judas Iscariote.
-¿No? ¿Y, entonces, de qué color son?

-Este color se conoce con el nombre de "vena de ágata".
-¿Y qué voy a saber yo? A mí me parecía verde. Ese color lo he visto también en las hojas...

María Santísima  interviene benigna:
-Simón tiene razón. Es el color exacto que toman las hojas con las primeras aguas de Tisri...
-¡Eso es! Y, dado que las hojas son verdes, decía que era verde -termina diciendo, contento, Pedro.

La Dulce ha introducido paz y alegría también en esta pequeña cosa.
María pide que llamen al niño. Y éste viene enseguida, con Juan.
-¿Cómo te llamas? -pregunta María acariciándolo.
-Soy... era Yabés, pero estoy esperando el nombre...
-¿Estás esperándolo?

-Sí, Yabés quiere un nombre que quiera decir que Yo lo he salvado. Búscaselo, Madre; que sea un nombre de amor y salvación.

María se para a pensar un momento y dice: «Maryiam (Maarhciam). Eres la gotita en el mar de los salvados de Jesús. ¿Te gusta? Así seré recordada también yo además de la Salvación.

-Es muy bonito -dice contento el niño.
-Pero, ¿no es un nombre de mujer? -pregunta Bartolomé. Cuando esta gotita de Humanidad sea adulto, podréis cambiar su nombre por un nombre de hombre con una ele al final, en vez de la eme. (Esta prevista transformación del nombre puede hacer pensar en un futuro Marcial) Ahora lleva el nombre que le ha dado su Mamá. ¿No es verdad?
El niño responde afirmativamente y María lo acaricia.
La cuñada le dice:

-Esta lana es de calidad -y toca el pequeño manto de Yabés -; pero... ¡el color!... Yo la teñiría de rojo muy oscuro. Quedaría bien. ¿Qué opinas?

-Mañana por la tarde lo hacemos, porque mañana tendrá su prenda nueva. Ahora no se lo podemos quitar.
Marta dice:

-¿Quieres venir conmigo, niño? Te llevo aquí cerca a ver muchas cosas. Después volvemos...

Yabés no se opone. Nunca dice que no a nada... pero se le ve un poco asustado por la idea de ir con esta mujer casi desconocida. Dice, tímido y educado:
-¿Podría venir conmigo Juan?
-¡Pues claro!.

Se marchan. En su ausencia las conversaciones entre los varios grupos continúan. Relatos, comentarios, suspiros por la dureza humana.

Isaac relata todo lo que ha podido saber acerca de Juan el Bautista. Quién dice que está en Maqueronte, quién, que en Tiberíades Los discípulos no han vuelto aún...
Pero, ¿no lo habían seguido?

-Sí, pero, cerca de Doco, los que habían prendido a Juan cruzaron el río con el prisionero, y no se sabe si luego subieron hacia el lago o bajaron a Maqueronte. Juan, Matías y Simeón se han lanzado a la búsqueda, para saber a dónde lo llevan. Ciertamente, no lo abandonarán.

-Como tú tampoco, Isaac, me abandonarás a este nuevo discípulo. Por ahora estará conmigo. Quiero que pase la Pascua conmigo.

-Yo la celebraré en Jerusalén, en casa de Juana. Me ha visto y me ha ofrecido una dependencia de la casa para mí y mis compañeros. Este año vienen todos; y estaremos con Jonatán.

-¿También los del Líbano?
-También. Pero quizás no puedan venir los discípulos de Juan.
-¿Sabes que vienen los de Jocanán?

-¿De verdad? Pues estaré a la puerta, junto a los sacerdotes encargados de las inmolaciones. Así, cuando los vea, me los llevaré conmigo.

-Espéralos para última hora, pues tienen el tiempo contado. Pero traen el cordero.

-Yo también. Uno espléndido, que me ha dado Lázaro. Inmolaremos éste, de forma que el suyo les servirá para la vuelta.

Regresan Marta, Juan y el niño; éste lleva un vestidito de lino blanco y una sobreveste roja; en el brazo, un manto, también rojo.

-¿Los reconoces, Lázaro? ¿Te das cuenta como todo sirve?
Los dos hermanos se sonríen mutuamente. Jesús dice:
-Gracias, Marta.

-Señor mío, tengo la enfermedad de guardar todo. Es herencia de mi madre. Conservo todavía muchas prendas de mi hermano, prendas a las que guardo afecto porque fueron tocadas por nuestra madre. De vez en cuando cojo una de ellas para algún niño. Ahora para Margziam. Son un poco largas, pero se pueden remeter. Lázaro, alcanzada la mayoría de edad, ya no los quiso... Fue un capricho en toda regla, verdaderamente de niño... Y se salió con la suya, porque mi madre adoraba a su Lázaro.

La hermana lo acaricia, amorosa; Lázaro, por su parte, le coge su bellísima mano, se la besa y dice:
-¿Y tú no?

Se sonríen de nuevo.

-Ha sido providencial -observan muchos de los presentes.
-Sí, mi capricho ha servido para un bien; quizás me será perdonado por esto.

La cena está ya preparada. Cada uno va a su sitio...
Hasta la plena noche Jesús no puede hablar en paz con su Madre. Han subido a la terraza. Están sentados en un asiento, uno junto al otro, cogidos de la mano. Se hablan. Se escuchan.

Primero es Jesús quien cuenta las cosas que han sucedido. Luego, María; y dice: -Hijo, nada más marcharte, vino a verme una mujer... Te buscaba. Gran miseria y gran redención. Esta criatura necesita tu perdón para ser tenaz en su resolución. La he enviado a Susana, se la he confiado diciendo que había sido curada por ti. Es verdad.

Se habría podido quedar conmigo, si nuestra casa no se hubiera convertido en un mar en que todos navegan... y muchos con malas intenciones... La mujer ahora siente repugnancia por el mundo. ¿Quieres saber quién es?
-Es un alma. De todas formas, dime su nombre para que la pueda acoger sin error.

-Es Aglae, la romana mimo y pecadora que empezaste a salvar en Hebrón, que te buscó y te encontró en Agua Especiosa, y que ha sufrido -¡oh, cuánto! -por recuperar su honestidad. Me ha dicho todo... ¡Qué horror!

-¿Su pecado?

-Esto y... yo diría más: ¡Qué horror es el mundo! ¡Hijo mío, no te fíes de los fariseos de Cafarnaúm! Se querían servir de esta desdichada contra ti. ¡Hasta de ésta!...
-Lo sé, Madre... ¿Dónde está Áglae?

-Vendrá con Susana antes de la Pascua.

-Bien. Hablaré con ella. Estaré aquí todas las tardes esperándola, excepto la tarde pascual, que dedicaré a la familia. Si viene, no la dejes que se marche. Es una gran redención, tú lo has dicho. ¡Y tan espontánea! En verdad te digo que en pocos corazones mi semilla ha echado raíces con la fuerza con que lo ha hecho en este terreno infeliz. Andrés la ayudó a crecer hasta su completa formación.

-Sí, me lo ha dicho.

-Madre, ¿qué has sentido en presencia de esa miseria?

-Repugnancia y alegría. Me parecía estar en el borde de un abismo de infierno, pero, al mismo tiempo, me sentía transportada al azul del cielo. ¡Cuán Dios eres, Jesús mío, cuando realizas estos milagros!

Y quedan en silencio, bajo las luminosísimas estrellas y el candor de un cuarto de Luna que ya tiende a Luna llena; en silencio, amándose, descansando en su mutuo amor.


   


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