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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO
Autor: María Valtorta
« PARTE 3 de 7 »
SEGUNDO AÑO DE LA
VIDA PUBLICA DE JESUS
Partes:
[ 1 ]
[ 2 ]
[ 3 ]
[ 4 ]
[ 5 ]
[ 6 ]
[ 7 ]
141. Yendo hacia Arimatea con los discípulos y con
José de Emaús
142. Con los doce hacia Samaria
143. La samaritana Fotinai
144. Los samaritanos invitan a Jesús a Sicar
145. El primer día en Sicar
146. El segundo día en Sicar. Jesús se despide de los samaritanos
147. Curación de una mujer de Sicar y conversión de Fotinai
148. Jesús visita a Juan el Bautista en las cercanías de Enón
149. La visita a Juan el Bautista, motivo de instrucción
a los apóstoles
150. Jesús en Nazaret, en casa de su Madre. Ella deberá
seguir a su Hijo
151. En Caná en casa de Susana, que se hará discípula.
El oficial del rey
152. María Salomé es recibida como discípula
153. Las mujeres allegadas a los discípulos al servicio de Jesús
154. Jesús en Cesárea Marítima habla a los galeotes.
Las fatigas del apostolado
155. Curación de la niña romana en Cesárea
156. Analía, la primera de las vírgenes consagradas
157. Instrucciones a las discípulas en Nazaret
158. En el lago de Genesaret
con Juana de Cusa.
159. Discurso en Guerguesa. La respuesta sobre el ayuno a los discípulos de Juan el Bautista.
160. Encuentro con Gamaliel en el camino de Neftalí a Yiscala
161. Curación del nieto del fariseo Elí de Cafarnaúm
162. Las conversiones humanas del fariseo Elí
y de Simón de Alfeo
163. Comiendo en casa del fariseo Elí de Cafarnaúm
164. El retiro en el monte para la elección de los Apóstoles
165. Elección de los doce Apóstoles
166. Los milagros después de la elección apostólica. Simón el Zelote y Juan predican por primera vez
167. Jesús concurre con las romanas en el jardín
de Juana de Cusa
168. Aglae en casa de María,
en Nazaret
169. Primer discurso de la Montaña: la misión de los apóstoles y de los discípulos
170. Segundo discurso de la Montaña: el don de la Gracia; las bienaventuranzas
171. Tercer discurso de la Montaña: los consejos evangélicos que perfeccionan
la Ley
172. Cuarto discurso de la Montaña: el juramento, la oración, el ayuno. El anciano Ismael y Sara
173. Quinto discurso de la Montaña: el uso de las riquezas; la limosna; la confianza en Dios.
174. Sexto discurso de la Montaña: la elección entre el Bien y el Mal; el adulterio; el divorcio. La llegada importuna de
María de Magdala.
175. El leproso curado al pie del Monte. Generosidad
del escriba Juan
176. Durante el descanso sabático, el último discurso
de la Montaña:
amar la
voluntad de Dios
177. La curación del siervo
del centurión
178. Tres hombres que quieren seguir a Jesús
179. La parábola del sembrador. En Corazín con el nuevo
discípulo Elías
180. Controversia en la cocina de Pedro en Betsaida. Explicación de la parábola del sembrador. La noticia de la segunda captura de Juan el Bautista
181. La parábola del trigo
y la cizaña
182. Palabras a algunos pastores
con el huerfanito Zacarías
183. La curación de un hombre herido en casa de
María de Magdala
184. El pequeño Benjamín de Magdala y dos parábolas sobre
el Reino de los Cielos
185. La tempestad calmada.
Una lección sobre
sus preliminares
186. Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos
187. Hacia Jerusalén
para la Pascua.
De Tariquea al monte Tabor
188. La gruta de la maga y el encuentro con Félix, llamado luego Juan
189. En Naím. Resurrección del hijo de una viuda
190. La llegada a la llanura de Esdrelón durante la puesta
del sol del viernes
191. El sábado en Esdrelón.
El pequeño Yabés.
Parábola del rico Epulón
192. Una predicción a Santiago de Alfeo. La Regada a Engannim tras un alto en Meguido
193. Llegada a Siquem tras dos días de camino
194. La revelación al pequeño Yabés durante el camino de Siquem a Berot
195. Una lección de Juan de Endor a Judas Iscariote.
Llegada a Jerusalén
196. El sábado en Getsemaní. Jesús habla de su Madre y de los amores de distintas potencias
197. En el Templo con José de Arimatea. La hora del incienso
198. El encuentro con la Madre en Betania. Yabés cambia su nombre por el de Margziam
199. Donde los leprosos de Siloán y Ben Hinnom. Pedro obtiene a Margziam
por medio de María
200. Coloquio de Áglae
con el Salvador
201. El examen de la mayoría
de edad de Margzia
202. Judas Iscariote es reprendido. Llegada de los campesinos de Jocanán
203. El Padrenuestro
204. La fe y el alma explicadas a los paganos con la parábola
de los templos
205. La parábola del hijo pródigo
206. Con dos parábolas sobre el Reino de los Cielos, termina la permanencia en Betania
207. En la gruta de
Belén la Madre evoca
el
nacimiento de Jesús
208. María Santísima ve de nuevo al pastor Elías y con Jesús va a Betsur donde Elisa
209. La fecundidad del dolor, en el discurso de Jesús junto a la casa de Elisa en Betsur
210. Las inquietudes de Judas Iscariote durante el camino
hacia Hebrón
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
212. Una ola de amor a Jesús, que en Yuttá habla desde
la
casita de Isaac
213. En Keriot una profecía de Jesús y el comienzo de la predicación apostólica
214. La madre de Judas abre su corazón a María Stma., que ha llegado a Keriot
215. El posadero de Bet Yinna
y su hija lunática
216. Las infidelidades de los discípulos en la parábola
del diente de león
217. Las espigas arrancadas
un sábado
218. La llegada a Ascalón,
ciudad filistea
219. Los distintos frutos de la predicación de los apóstoles en la ciudad de Ascalón
220. Los idólatras de Magdalgad y la curación milagrosa
de la parturienta
221. Los prejuicios de los apóstoles respecto a los paganos y la parábola del hijo deforme
222. Un secreto del apóstol Juan
223. Una caravana nupcial se libra del asalto de bandidos después de un discurso de Jesús
224. En el apóstol Juan actúa el Amor. Llegada a Béter
225. El paralítico de la piscina de Betseida y la disputa sobre las obras del Hijo de Dios
226. Un signo bueno por parte de María de Magdala. Muerte del anciano Ismael
227. Un episodio incompleto
228. Margziam confiado
a Porfiria
229. Discurso a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro
230. Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo
231. En Cafarnaúm, Jesús y Marta hablan de la crisis que atormenta a María de Magdala
232. Curación de dos ciegos y de un mudo endemoniado
233. La parábola de la oveja perdida. María de Magdala también la oye
234. Comentario de tres episodios sobre la conversión de María de Magdala
235. Marta ha recibido de su hermana María la certidumbre de la conversión
236. La cena en casa de Simón el fariseo y la absolución
a María de Magdala
237. La petición de obreros para la mies, y la parábola del tesoro escondido en el campo. Marta todavía teme por su
hermana María
238. Llegada de María Stma. con María de Magdala a Cafarnaúm en medio de una tempestad
239. La parábola de los peces, la parábola de la perla, y del tesoro de las enseñanzas viejas y nuevas
240. En Betsaida, en la casa de Simón, con Porfiria y Margziam, el cual enseña a la Magdalena la oración de Jesús
241. Vocación de la hija de Felipe. Llegada a Magdala y parábola de la dracma perdida
242. Jesús habla sobre la Verdad al romano Crispo, el único que lo escucha de Tiberíades
243. En Caná en la casa de Susana. Las expresiones, los gestos y la voz de Jesús. Debate de los apóstoles acerca de las posesiones diabólicas
244. Juan repite un discurso de Jesús sobre la Creación y sobre los pueblos que esperan la Luz
245. Una acusación de los nazarenos a Jesús, rechazada con la parábola del
leproso curado
246. Un apólogo para los habitantes de Nazaret, los cuales permanecen incrédulos
247. María Stma. instruye a la Magdalena en orden
a la oración mental
248. En Belén de Galilea. Juicio ante un homicidio y parábola de los bosques petrificados
249. María Stma. instruye a Judas Iscariote sobre el deber preeminente de la
fidelidad a Dios
250. A los discípulos que han venido con Isaac: la parábola del lodo transformado en llama. Juan de Endor es alma víctima
251. A los pescadores siro-fenicios: la parábola del minero perseverante. Hermasteo
de Ascalón
252. El regreso de Tiro. Milagros. Parábola de la vid y el olmo
253. María Santísima devela a María de Alfeo el sentido de la maternidad espiritualizada.
La Magdalena debe
forjarse sufriendo
254. El encuentro con Síntica, esclava griega y la llegada a Cesárea Marítima
255. Despedida de las hermanas Marta y María, que parten con Síntica. Una lección
a Judas Iscariote
256. Parábola sobre la virtud de la esperanza, que sujeta la fe
y la caridad
257. Retiro de Jesús y Santiago de Alfeo en el monte Carmelo
258. Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión
de apóstol
259. Lección sobre la Iglesia y los Sacramentos a Santiago de Alfeo, que obra un milagro
260. Dos parábolas de Pedro para los campesinos
de la llanura de Esdrelón
261. Exhortación a los campesinos de Doras,
que ahora lo son de Jocanán
262. Una hija no querida y el papel de la mujer redimida.
El Iscariote solicita
la ayuda de María
263. Curación del hombre del brazo atrofiado
264. Una jornada de Judas Iscariote en Nazaret
265. Instrucciones a los doce apóstoles al comienzo
de su ministerio
266. Los discípulos del Bautista quieren verificar que Jesús es el Mesías. Testimonio sobre el Precursor e invectiva contra las ciudades impenitentes
267. Jesús, carpintero en Corazín
268. Lección sobre la caridad con la parábola de los titos. El yugo de Jesús es ligero
269. La disputa con escribas y fariseos en Cafarnaúm. Llegada de la Madre y de los hermanos
270. Jesús recibe la noticia de que han matado a
Juan el Bautista
271. Salida para Tariquea con los apóstoles, que han regresado a Cafarnaúm
272. Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba
273. La primera multiplicación
de los panes
274. Jesús camina sobre las aguas. Su prontitud en socorrer
a quien le invoca
275. Cuatro nuevos discípulos. Jesús habla sobre las obras de misericordia corporal y espiritual
276. El hombre avaro y la parábola del rico necio. Las inquietudes y la vigilancia
en los siervos de Dios
277. En Magdala, en los jardines de María. El amor y la corrección entre hermanos
278. El perdón y la parábola del siervo inicuo. La misión confiada a setenta y dos discípulos
279. Encuentro con Lázaro en el campo de los Galileos
280. El regreso de los setenta y dos. Profecía sobre
los místicos futuros
281. En el Templo durante la fiesta de los Tabernáculos. Las condiciones para seguir a Jesús. La parábola de los talentos y la parábola del buen samaritano
282. La delación al Sanedrín respecto a Hermasteo,
Juan de Endor y Síntica
283. Síntica habla de su encuentro con la Verdad
284. La casita donada por Salomón. Cuatro apóstoles
se quedarán en Judea
285. Lázaro ofrece un refugio para Juan de Endor y Síntica. Viaje feliz hacia Jericó
sin Judas Iscariote
286. En Ramot con el mercader Alejandro Misax. Lección a Síntica sobre el recuerdo
de las almas
287. De Ramot a Gerasa con la caravana del mercader
288. Palabras a los habitantes de Gerasa y alabanza de una mujer a la Madre de Jesús
289. AEl sábado a Gerasa. Asueto de Margziam. La pregunta de Síntica sobre la salvación
de los paganos
290. El hombre de los ojos ulcerosos. El alto en la "fuente del Camellero". Más sobre el recuerdo de las almas
291. Margziam descubre por qué Jesús ora todos los días
a la hora nona
292. Insidia de escribas y fariseos en Bosrá
293. Palabras de Jesús y milagros en Bosrá, después de la irrupción de dos fariseos. El don de la fe a Alejandro Misax
294. La rica dádiva del mercader. Adiós a la Madre
y a las discípulas
295. Palabras y milagros en Arbela, ya evangelizada por Felipe de Jacob
296. Llegada a Aera bajo la lluvia. Curación de los enfermos que allí esperan
297. Con el sermón de Aera termina el segundo
gran viaje apostólico
298. La ayuda prestada a los huerfanitos María y Matías y las enseñanzas que de ella
se deducen
299. A Juana de Cusa le son confiados, para su tutela, los huerfanitos María y Matías
300. Con escribas y fariseos en casa
del resucitado de Naím
301. ola de las frentes destronadas y explicación de la parábola sobre lo no puro
302. En Magdala, antes de mandar a todos a sus respectivas familias para las Encenias
303. Jesús donde su Madre
en Nazaret
304. Con Juan de Endor, Síntica y Margziam. María es Madre
y Maestra
305. Jesús consuela a Margziam con la parábola de los pajarillos
306. También Simón Zelote está en Nazaret. Lección sobre los daños del ocio
307. Controversia en la casa de Nazaret acerca de las culpas de los nazarenos. Lección sobre la tendencia al pecado a pesar de la Redención
308. Curación del hijo de Simón de Alfeo. Margziam es el primero de los niños discípulos
309. Sacrificio de Margziam por la curación de una niña. Enmienda de Simón de Alfeo
310. Con Pedro, en Nazaret, Jesús organiza la partida
de Juan de Endor y Síntica
311. La renuncia de Margziam es ocasión de una lección sobre los sacrificios hechos por amor
312. Jesús comunica a Juan de Endor la decisión de enviarle a Antioquía. Final del segundo año
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200- Coloquio de Áglae con el Salvador
Jesús vuelve, solo, a casa de Simón Zelote. La tarde cae, apacible y serena después de tanto sol. Jesús se asoma a la puerta de la cocina, saluda, y sube a meditar a la habitación de arriba, que ya está preparada para la cena.
El Señor no parece muy contento. Suspira bastante y pasea de un lado para otro por la sala, lanzando de vez en cuando una mirada hacia las tierras de los alrededores, visibles desde las muchas puertas de esta amplia habitación, que es un cubo construido encima del piso bajo. Sale también a pasear por la terraza, dando la vuelta a toda la casa, y se queda inmóvil, en el lado posterior, mirando a Juan de Endor, el cual, amablemente, está sacando agua de un pozo para ofrecérsela a Salomé, que está muy atareada. Mira, menea la cabeza y suspira.
La potencia de su mirada despierta la atención de Juan, que se vuelve a mirar, y pregunta:
-Maestro, ¿me quieres para algo?
-No, sólo te estaba mirando.
-Juan es bueno. Me ayuda -dice Salomé -Dios le recompensará también esa ayuda.
Jesús, después de estas palabras, entra de nuevo en la habitación y se sienta. Está tan absorto, que no advierte el rumor de muchas voces y numerosos pasos en el pasillo de entrada, y luego una pisada ligera que sube la escalerita exterior y se acerca a la sala. Sólo cuando María lo llama, levanta la cabeza.
-Hijo, ha llegado a Jerusalén Susana y ha venido inmediatamente acompañando a Áglae. ¿Quieres escucharla ahora que estamos solos?
-Sí, Madre. Enseguida. Y que no suba nadie hasta que haya terminado todo, lo cual espero que sea antes del regreso de los demás. Te ruego que vigiles para que no haya curiosidades indiscretas... en ninguno... y especialmente por lo que se refiere a Judas de Simón.
-Vigilaré con esmero...
María sale, y vuelve poco después trayendo de la mano a Áglae, que ya no está arrebozada en su grueso manto gris y en su velo echado que le cubría el rostro; ya no lleva las sandalias altas, con su complicado sistema de hebillas y correas. Ahora está transformada; parece en todo una hebrea, con sus sandalias bajas y lisas, simplísimas como las de María; con su túnica azul oscura, y el manto encima formando elegantes pliegues; con un velo blanco colocado como lo usan las mujeres hebreas de clase llana (sencillamente sobre la cabeza y con uno de los extremos echado hacia atrás, de forma que cubre el rostro pero no del todo). Este indumento (como el de una infinidad de mujeres) y el hecho de estar en un grupo de galileos, la han guardado a Áglae de ser reconocida.
Entra con la cabeza baja. Cada paso que da se pone más colorada. Si María no tirase delicadamente de ella hacia Jesús, creo que se habría arrodillado en el umbral de la puerta.
-Mira, Hijo, aquí está la mujer que desde hace tanto tiempo te está buscando. Escúchala -dice María cuando llega adonde Jesús; y se retira, corriendo las cortinas para cubrir los vanos de las puertas, que están abiertas de par en par, y cierra la puerta más cercana a la escalera.
Áglae deja a un lado el fardo que llevaba a la espalda, se arrodilla a los pies de Jesús, rompe a llorar impetuosamente. Se curva hasta el suelo y sigue llorando con la cabeza apoyada sobre los brazos cruzados.
-No llores de ese modo. Ya no es momento de llanto. Sí debías haberlo hecho cuando estabas enemistada con Dios; no ahora, que lo amas y te ama.
Pero Áglae sigue llorando...
-¿No crees que es así?
La voz se abre paso entre los sollozos:
-Lo amo, es verdad, como sé hacerlo, como puedo... Pero, a pesar de que yo sepa y crea que Dios es Bondad, no puedo atreverme a esperar recibir su amor. He pecado demasiado... Un día, quizás, lo tendré, pero todavía me queda mucho que llorar... Por ahora estoy sola en mi amor.
Estoy sola, no es la desesperada soledad de estos años. Es una soledad llena de deseo de Dios, y, por tanto, ya no es soledad desesperada... Pero, es tan triste, tan triste...
-Áglae, ¡qué mal conoces todavía al Señor! Este deseo que tienes de Él te es prueba de que Dios responde a tu amor, es amigo tuyo, te llama, te invita, le interesas. Dios es incapaz de permanecer inerte ante el deseo de una criatura, porque ese deseo lo ha encendido Él -Creador y Señor de toda criatura -en ese corazón. Y lo ha encendido Él porque ha amado con privilegiado amor a esa alma que ahora lo anhela. El deseo de Dios siempre precede al deseo de la criatura porque Él es el Perfectísimo y, por tanto, su amor es mucho más diligente e intenso que el de la criatura.
-Pero, ¿cómo puede amar Dios mi fango?
-No trates de entender con tu inteligencia. Es una inmensidad de misericordia, incomprensible para la mente humana. Pero lo que no puede ser comprendido por la inteligencia del hombre, lo comprende la inteligencia del amor, el amor del espíritu. Éste comprende y entra seguramente en el misterio de Dios y en el de las relaciones del alma con Dios. Entra, Yo te lo digo. Entra, porque Dios lo quiere.
-Oh, Salvador mío! Pero entonces... ¿estoy realmente perdonada? ¿Me ama verdaderamente Dios? ¿Debo creerlo?
-¿Te he mentido alguna vez?
-¡Oh, no, Señor! Todo lo que me dijiste en Hebrón se ha cumplido. Me has salvado, como dice tu Nombre. Yo era una pobre alma perdida y Tú me has buscado. Llevaba mi propia alma muerta y Tú me la has devuelto a la vida. Me dijiste que si te buscaba te encontraría. Y fue verdad. Me dijiste que estás dondequiera que el hombre tenga necesidad de un médico y de medicinas. Y es verdad. Todo le que le dijiste a la pobre Áglae, desde las palabras de aquella mañana de Junio hasta las otras de Agua Especiosa...
-Debes creer, entonces, también en éstas.
-¡Sí! ¡Creo! ¡Creo! ¡Pero, dime: "Yo te perdono"!
-Yo te perdono en nombre de Dios y de Jesús.
-Gracias... Y.. ¿ahora qué tengo que hacer? Dime, Salvador mío, ¿qué tengo que hacer para obtener la Vida eterna? Los hombres se corrompen sólo con mirarme... No puedo vivir temblando continuamente por el miedo a ser descubierta y asediada... Durante el viaje que he hecho para venir aquí, me he sentido temblar a cada mirada de hombre... No quiero ni pecar ni hacer pecar. Indícame el camino que debo seguir; el que sea, que lo seguiré. Como puedes ver, soy fuerte incluso en la penuria... Si por excesiva penuria encontrase la muerte, no por ello tendría miedo: la llamaré "amiga mía" porque me alejará de los peligros de este mundo, y para siempre. Habla, Salvador mío.
-Ve a un lugar desierto.
-¿A dónde, Señor?
-A donde quieras. A donde te conduzca tu espíritu.
-¿Será capaz de tanto mi espíritu apenas formado?
-Sí, porque Dios te guía.
-¿Y quién me va a hablar en lo sucesivo de Dios?
-Por ahora, tu alma resucitada.
-¿Te volveré a ver?
-No en este mundo. Pero dentro de poco te redimiré del todo y entonces visitaré tu espíritu para prepararte a la ascensión hacia Dios.
-¿Cómo se producirá mi completa redención si no te voy a volver a ver? ¿Cómo me la vas a dar?
-Muriendo por todos los pecadores».
-¡Oh,... morir!... ¡No, Tú no!
-Para daros la Vida debo darme la muerte. Por esto he venido en cuerpo humano. No llores... Vendrás conmigo pronto después de nuestro sacrificio.
-¡Mi Señor! ¿Voy a morir yo también por ti?
-Sí; pero de otra forma. Hora a hora morirá tu carne por deseo de tu voluntad. Hace ya casi un año que está muriendo. Cuando haya muerto del todo, te llamaré.
-¿Tendré la fuerza suficiente para destruir mi carne culpable?
-En la soledad donde estarás -y donde Satanás, en la medida en que tú vayas siendo cada vez más del Cielo, te atacará, cada vez más, rencoroso y violento -, encontrarás a un apóstol mío, primero pecador, luego redimido.
-Entonces no es aquel hombre bendito que me hablaba de ti, ¿no? Demasiado honesto es como para haber sido pecador.
-No es él, es otro. Irá a ti en su momento. Entonces te hablará de lo que ahora no puedes conocer. Ve en paz. Y que la bendición de Dios te acompañe.
Áglae ha estado de rodillas durante todo el tiempo, se curva para besar los pies del Señor. No se atreve a más. Luego coge su fardo y lo vuelca: caen al suelo unos vestidos sencillos, un saquito pequeño que suena al chocar contra el suelo, y un frasco de un delicado alabastro rosa.
Áglae vuelve a meter los vestidos en el fardo, recoge del suelo el saquito y dice:
-Esto es para tus pobres. Es el resto de mis joyas. Sólo me he reservado algunas monedas como viático... Aunque no me lo hubieras dicho, ya tenía pensado irme lejos. Y esto es para ti. No es tan suave como el perfume de tu santidad, pero es lo mejor que puede dar la tierra, aunque me servía para hacer lo peor... Que Dios me conceda perfumar al menos como esto en tu presencia en el Cielo -quitando el tapón precioso del frasco, esparce su contenido por el suelo. La preciosa esencia impregna las baldosas, sube a oleadas un penetrante olor a rosas.
Áglae retira el frasco vacío:
-Como recuerdo de este momento -dice; luego se agacha una vez más a besar los pies de Jesús; se levanta, se retira caminando hacia atrás, sale, cierra la puerta...
Se oye su paso alejándose en dirección a la escalera, y su voz, que intercambia unas pocas palabras con María, luego el ruido de las sandalias contra los escalones... y nada más. De Áglae sólo queda, a los pies de Jesús, el saquito y, por toda la sala, el intensísimo aroma.
Jesús se alza... recoge el saquito y se lo lleva al pecho; va a uno de los vanos que mira al camino, y sonríe al ver a la mujer, sola, alejándose, con su manto hebreo, en dirección a Belén. Hace un gesto de bendición; luego va a la terraza y desde allí llama a su Madre.
María sube ágilmente la escalera:
-La has hecho feliz, Hijo mío. Se ha marchado con fortaleza y paz.
-Sí, Madre. Mándame, el primero, a Andrés, cuando vuelva.
Pasa un tiempo y se oye la voz de los apóstoles, que vuelven hablando...
Andrés va donde Jesús:
-¿Maestro, me has llamado?
-Sí. Ven. Ninguno lo va a saber, pero a ti es de justicia decírtelo Andrés, gracias en nombre de Dios y de un alma.
-¿Gracias? ¿Por qué?
-¿No hueles este perfume? Es el recuerdo de la Velada. Ha venido. Está salvada.
Andrés se pone colorado como una fresa, se derrumba de
rodillas y no encuentra ni una palabra... Por fin dice:
-Ahora estoy contento ¡Bendito sea el Señor!
-Sí. Levántate. No les digas a los demás que ha estado aquí.
-Guardaré silencio, Señor.
-Ahora puedes marcharte. Escucha... ¿Está todavía Judas de Simón?
-Sí, ha querido acompañarnos... diciendo... muchas mentiras. Por qué actúa así, Señor?
-Porque es un muchacho consentido. Dime la verdad: ¿habéis reñido?
-No. Mi hermano está demasiado contento con su hijo como para tener ganas de discutir. Los demás... ya sabes... son más prudentes. Pero, eso sí, en nuestro interior estamos todos molestos. De todas formas, después de la cena se vuelve a marchar... Otros amigos... dice. ¡Oh, y desprecia a las meretrices!...
-Tranquilo, Andrés, que tú también te debes sentir feliz esta tarde...
-Sí, Maestro. Yo también tengo mi invisible pero tierna paternidad. Hasta luego.
Pasa todavía otro rato más y suben en grupo los apóstoles con el niño y Juan de Endor. Los siguen las mujeres con las viandas y las candelas. Por último, Lázaro y Simón. Nada más entrar en la sala exclaman:
-¡Ah,... entonces provenía de aquí! -y olfatean el ambiente saturado de perfume de rosas, saturado a pesar de que las puertas estén abiertas de par en par -Pero, ¿quién ha perfumado de este modo esta habitación? ¿Marta, quizás?
-preguntan muchos de los presentes.
-Mi hermana no se ha movido de casa hoy después de la comida -responde Lázaro.
-¿Y quién ha sido entonces? ¿Algún sátrapa asirio? -dice Pedro bromeando.
-El amor de una redimida -dice serio Jesús.
-Podía haberse ahorrado esta inútil ostentosidad de redención y haber dado el coste a los pobres. Son muchos, y saben que nosotros damos. Yo no tengo ya ni un ochavo -dice enfadado Judas Iscariote -Y tenemos que comprar el cordero, alquilar la sala para el Cenáculo y...
-Pero si os he ofrecido yo todo... -dice Lázaro.
-No es justo. Pierde su belleza el rito. La Ley dice: "Tomarás el cordero para ti y para tu casa". No dice: “Aceptarás el cordero".
Bartolomé se vuelve como movido por un resorte, abre la boca, pero... la cierra. Pedro se pone carmesí por el esfuerzo de guardar silencio. Pero Simón Zelote, que está en su casa, siente que puede hablar y dice:
-Eso son sutilezas rabínicas... Te ruego que las olvides y que, eso sí, guardes respeto a mi amigo Lázaro.
-¡Sí señor, Simón! -Pedro, si no habla, explota -Sí señor! Me parece, además, que nos olvidamos demasiado de que el Maestro es el único que tiene derecho a enseñar...
-Pedro dice ese "nos olvidamos" haciendo un esfuerzo heroico por no decir:“Judas se olvida".
-Es verdad... pero... es que estoy nervioso. Perdona, Maestro.
-Sí. Y también te respondo. La gratitud es una gran virtud. Yo le estoy agradecido a Lázaro. Como también esta mujer redimida me ha dado las gracias. Derramo sobre Lázaro el perfume de mi bendición, incluso por aquellos, de entre mis apóstoles, que no lo saben hacer; Yo, que soy cabeza de todos vosotros. Esta mujer ha derramado a mis pies el perfume de la alegría por su redención. Ha reconocido al Rey y a Él ha venido, antes que otros muchos, sobre quienes el Rey ha derramado mucho más amor que no sobre ella. Dejadla actuar libremente y no la critiquéis. No podrá estar presente en el momento que me aclamen, como tampoco en el momento de mi unción Ya lleva sobre sus espaldas su cruz. Pedro, has preguntado que si había venido aquí un sátrapa asirio. Pues bien, en verdad te digo que ni siquiera el incienso de los Magos -tan puro y precioso como era -igualaba en suavidad y valor a éste.
La esencia está diluida en el llanto; por eso es tan penetrante: la humildad sostiene al amor y lo hace perfecto. Sentémonos a la mesa, amigos...
Con el ofrecimiento de la comida la visión concluye.
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