Tuesday March 19,2024
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POR FIN YO ERA LIBRE

Siempre habíamos sido una familia "respetable" y poco expresiva. Entre nosotros escaseaban los abrazos, y aún más los besos. Los hombres nos dábamos la mano. Mi padre nos había enseñado a estrecharla con firmeza, y a ver a las personas a los ojos al hacerlo.

De pronto, noté que mi padre se mostraba mucho menos inhibido conforme envejecía. Ya no le apenaba que otros lo vieran llorar. Un buen día, tomó a mi madre de la mano, y la besó frente a sus hijos y sus nietos: algo que nunca le vimos hacer antes.
Una vez me confió que, cuanto más envejecía, más se daba cuenta de que había confundido la espontaneidad con la incorrección. La vida, comentó, es demasiado corta para no manifestar nuestros sentimientos.

A medida que mi padre se "liberaba", y mi amor por él crecía, empecé a sentir la necesidad de expresarle mi afecto de una manera más significativa. Sin embargo, cada vez que estaba con él, y llegaba el momento de decirle adiós, en lugar de inclinarme para besarlo, extendía la mano. Aún las palabras "te quiero" se me atoraban en la garganta. Ansiaba decirlas, pero me daba miedo.

Un sábado por la tarde hice un viaje especial de 55 kilómetros hasta la casa paterna. Entré al estudio de mi padre y lo encontré en su silla de ruedas, trabajando en un libro que estaba escribiendo.

Me le acerqué, y le dije: -Vengo con el propósito de decirte algo.
Me sentí como un tonto. Yo tenía 46 años y él 86. Pero ya había empezado, y no iba a echarme atrás.

- Te quiero, -musité, sintiendo que me ahogaba-. ¿Es eso lo que viniste a decirme?, -preguntó con ternura tras dejar la pluma en el escritorio, y descansar las manos sobre su regazo-. No necesitabas recorrer tantos kilómetros para decírmelo; pero me alegra
sobremanera.

- Desde hacía años quería decirte esas palabras, -continué-. Encuentro fácil escribirlas sobre un papel, pero no así pronunciarlas. Quizá obré más por mí, que por ti.
Su rostro se tornó melancólico. - Hay algo más, -agregué-.

Mi padre, sin levantar el rostro, permaneció con la mirada fija, y moviendo la cabeza suavemente, me incliné y lo besé en una mejilla, después en la otra y luego en la frente. Él se estiró, y con sus fuertes manos me atrajo hacia sí, de modo que pudo rodearme el cuello con sus brazos. Por largo rato permanecimos en esa incómoda posición. Por fin, me solté y me incorporé. Fue entonces que noté que mi padre lloraba, y con sus labios temblorosos me dijo:

- Mi padre murió siendo yo muy joven. Poco después dejé el hogar para ir a la universidad; di clases por un tiempo y luego marché a Francia. Nunca desde
entonces regresé al hogar, más que para visitar esporádicamente a mi madre, -hizo una pausa, y su rostro se enterneció. Cuando mi madre envejeció, la invité a vivir con nosotros. "No", me respondió; "me quedaré aquí, en mi casa, pero me encanta que me hayas pedido que viva contigo. Aunque nunca he de acceder, espero que me lo sigas pidiendo, hasta el día de mi muerte.

Mi padre me miró, y dijo a su vez: -Sé que me quieres, pero espero que me lo sigas diciendo hasta el día de mi muerte.

Ese sábado me quité de encima un gran peso, una atadura de muchos años. De regreso a casa, sentí que mi espíritu se remontaba. Por fin yo era libre también.

A los hombres, de manera equivocada, desde niños se les ha inculcado no llorar. ¡Pero qué equivocación tan grande! ¡A un ser humano se le está mutilando el alma, el corazón y el sentimiento! Muchos de ellos viven con un dolor tan grande en su corazón, que el alma les duele y su dolor proviene de un duelo no resuelto. Pasan los años, y aquellos hombres no pueden llorar el dolor del padre fallecido.|

Si este es tu caso, ¡te invito a que descargues tu peso, y si quieres llorar, llora y que nadie se atreva a detener tus lágrimas; es tu dolor, y sólo es tuyo! Es bueno también escribir a ese padre fallecido una carta de despedida, y expresarle todo nuestro amor, firmarla, introducirla en un sobre cerrado y luego quemarla; verás como tu carga se volverá liviana.
Y a ti, querido amigo, si tienes a tu padre terrenal vivo, te dedico este mensaje, porque nunca es tarde para decir "te quiero", y dar gracias a ese ser tan especial en nuestras vidas.

"Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías, mientras aguardan la gran felicidad,
que quien sabe si llegue".