UNA ESCUELA AGRÍCOLA
SUEÑO 106.—AÑO DE 1877. PARTE II
Cuando todos los jóvenes estuvieron concentrados en la era, la mujer se volvió hacia mí y me dijo:
—Contempla estos campos, mira esta casa y estos jóvenes.
Así lo hice y pude comprobar que el número de los muchachos era incontable; eran mil veces más que cuando salieron de la primera era: La mujer continuó:
—Estos jóvenes son todos tuyos.
—¿Míos?, —repliqué yo—. ¿Y qué autoridad tienes tú para entregarme estos muchachitos? No son ni tuyos ni míos, son del Señor.
—¿Que con qué autoridad?, —respondió la campesina—. Son mis hijos y yo te los confío.
—Pero ¿cómo podré hacer yo para vigilar a una juventud tan inquieta, tan numerosa? ¿No ves aquellos muchachos que corretean locamente por los campos perseguidos por otros? ¿Aquellos otros que saltan los fosos, los que suben a los árboles? ¿Aquellos de allá que se están peleando? ¿Cómo va a ser posible que yo consiga imponer entre ellos orden y disciplina?
—¿Me preguntas qué es lo que tienes que hacer? ¡Mira!, — exclamó la mujer—.
Miré hacia atrás y vi que avanzaba hacia mí un numeroso escuadrón de otros jóvenes y que la mujer alargaba y extendía un gran velo sobre ellos cubriéndolos a todos. No pude ver de dónde sacó el velo. Después de unos instantes, lo recogió. Aquellos jovencitos estaban transformados. Todos se habían convertido en hombres, en sacerdotes y en clérigos.
—¿Y estos sacerdotes y estos clérigos, son también míos?—, pregunté a la mujer.
Ella me respondió:
—Serán tuyos si tú consigues hacértelos tuyos. Ahora, si quieres saber alguna cosa más, ven aquí.
E hizo que me aproximase un poco más a ella.
—Pero, dime, buena mujer, dime; ¿qué lugar es este?, ¿dónde me encuentro?
La mujer no respondió, sino que hizo una señal con la mano a todos los muchachos que se congregaron a su alrededor. Entonces ella comenzó a cantar:
---Attention, garçons, silence. Ouvriers, Ataliers, chantez tous ensemble.
E hizo una señal con las manos dando una palmada.
Entonces los jóvenes comenzaron a cantar a pleno pulmón.
---Gloria, honor, gratiarum actio Domino Deo Sabaoth.
Todos juntos formaban un coro de extraordinaria armonía. Era una serie de voces que iban desde las más bajas notas hasta las más altas y brillantes, combinadas de tal forma que las primeras parecían partir de la tierra, mientras que las otras semejaban perderse en lo más alto de los cielos. Terminado de cantar este himno, todos gritaron cantando:
—Ainsi sois-il!
Y entonces me desperté.
Es sumamente interesante la respuesta enviada por [San] Juan Don Bosco al Obispo, toda ella inspirada en la casi seguridad de poderle atender, a pesar de que el [Santo] no solía escribir en estos términos cuando se trataba de los comienzos de aceptación de una nueva fundación.
Tal vez el padre Guiol conocía las intenciones de Monseñor y por eso, sin advertir nada a [San] Juan Don Bosco, había procurado preparar la entrevista a que hace referencia el exordio de la siguiente carta:
Excelencia Rvdma.
No podía recibir una carta que me fuese más grata que la que su Excia. Rdma. se dignó enviarme. Si a mi paso por Marsella no me hubiera sentido un tanto perturbado en mi salud, ciertamente que me habría detenido con el Padre Guiol a saludarle personalmente.
Hablando ahora de los Orfanatorios que V. E. me propone, los acepto en principio, y como tengo plena confianza en V. E. me pongo enteramente en sus santas manos para la realización de esta obra.
A fin de que yo pueda seguir mejor sus venerados deseos y V. E. pueda conocer el fin de nuestra Institución mandaré al Padre José Ronchan, Director del Patronato Saint Pierre-Nice, a que se entreviste con Su Excia. Va revestido de plenos poderes y tratará y hará cuanto V. E. juzgue de la mayor gloria de Dios.
La clave del sueño hay que buscarla, pues, en las noticias que le llegaron pocas horas después de Francia, y no hay que indagar otra explicación; todo fue más tarde confirmado por los hechos.
Don Lemoyne, visitando la nueva casa poco después de su apertura, encontró una nueva prueba de cuanto decimos. Al entrar donde estaba la dirección, vio en el plano o piso superior una habitación con la rastrillera alrededor de las paredes y con las puertas por las que se llegaba bajando o subiendo algunos escalones a las demás habitaciones; he aquí que además había delante de aquella casa una pequeña era y un anchísimo prado abandonado, rodeado de una corona de árboles y, más allá, no muy lejos, una segunda era mucho mayor, donde estuvo la morada de los primeros jovencitos acogidos.
Era el sueño ad litteram. Don Lemoyne, que no esperaba semejante sorpresa, escribió inmediatamente a [San] Juan Don Bosco. Pero algo aún más maravilloso le estaba reservado al mismo [San] Juan Don Bosco, cuando fue allá para hacer una segunda visita. Al recorrer el [Santo] aquel terreno, los jóvenes le salieron al encuentro precedidos por un compañero que llevaba un ramo de flores.
[San] Juan Don Bosco, al llegar a poca distancia de este, cambió de color por la emoción: el jovencito tenía la misma talla y las mismas facciones que el que había visto en el sueño. Era Miguelito Blain, que se hizo salesiano y vive todavía —escribe Don Lemoyne— en nuestra casa de Nizza Marítima. [Murió en París el 7-VIII-1947 a los ochenta y dos años de edad].
Por la noche, durante la academia celebrada en honor de [San] Juan Don Bosco, mientras los cantores interpretaban un himno y Blain cantaba como solista, el [Santo], indicándoselo al Director, Don Perrot, le dijo:
—Me parece el mismo del sueño.
En los sueños de [San] Juan Don Bosco hay a veces indicaciones proféticas; con todo, hay que desconfiar de las interpretaciones apresuradas, ya que a veces las cosas predichas se realizan en un plazo largo.
¿Si los mismos profetas no comprenden siempre todo el significado de las propias profecías, qué diremos de sus comentaristas? En la última parte de nuestro relato quedó en el misterio hasta hace pocos años aquel escuadrón de jovencitos que manejaban instrumentos de labranza y que se transformaron en clérigos y sacerdotes; esto no dejaba de ser un enigma.
Hubo varias tentativas de explicación, al decir que [San] Juan Don Bosco vio bajo este simbolismo las vocaciones que habrían de salir de entre aquellos muchachos; pero esta aclaración no era muy satisfactoria, por ser poco precisa ante la realidad de la representación.
En cambio, cuando sin que nadie pensase en el sueño, se determinó instituir en la Navarre los Hijos de María y después el Noviciado, entonces conmenzó a perfilarse el significado auténtico de esta parte del seuño.
El primero en llamar la atención sobre esta circunstancia fue Don Candela, Consejero del Capítulo Superior, en el año de 1929, cuando, al imponer el hábito talar a un grupo de veinte aspirantes allí preparados o concentrados de otros puntos, señaló el grupo de los muchachos y la consiguiente transformación prevista por [San] Juan Don Bosco más de cincuenta años