LA INOCENCIA
SUEÑO 125. AÑO DE 1884. PARTE II
—¡Desgraciados! Pero no menos infelices son los que se dejan robar la inocencia.
Y aquí las dos jovencitas comenzaron a pasear; el tema de su conversación era sobre cuál fuese el medio para conservar la inocencia.
Una decía:
—Es un gran error el de los jóvenes al creer que la penitencia la debe practicar solamente quien ha pecado. La penitencia es también necesaria para conservar la inocencia.
Si San Luis no hubiese hecho penitencia, habría caído sin duda en pecado mortal.
Esto se debería predicar, inculcar, enseñar continuamente a los jóvenes. ¡Cuántos más numerosos serían los que conservarían la inocencia, mientras que ahora son tan pocos!
—Lo dice el Apóstol: Hemos de llevar siempre, por todas partes, en nuestro cuerpo, la mortificación de Jesucristo, a fin de que la vida de Jesús se manifieste en nosotros.
—Y Jesús santo, inmaculado, inocente, pasó una vida de privaciones y dolores.
—Así también María y todos los Santos.
—Y fue para dar ejemplo a todos los jóvenes. Dice San Pablo: «Si vives según la carne, morirás; si con el espíritu das muerte a las acciones de la carne, vivirás».
—Por tanto, sin la penitencia no se puede conservar la inocencia.
—Y con todo, muchos querrían conservar la inocencia viviendo libremente.
—¡Necios! ¿Acaso no está escrito: Fue arrebatado para que la malicia no alterara su espíritu y la seducción no indujera su alma a error? Mas la ofuscación de la vanidad oscurece el bien y el vértigo de la concupiscencia pervierte al alma inocente.
Por tanto, dos enemigos tienen los inocentes: las máximas perversas y las malas conversaciones de los malvados y la concupiscencia. ¿No dice el Señor que la muerte en plena juventud es un premio que evita al inocente los combates? «Porque agradó al Señor, fue por El amado y porque vivía entre los pecadores fue llevado a otro lugar.
Habiendo muerto en edad temprana recorrió un largo camino. Porque Dios amaba su alma lo sacó de en medio de la iniquidad. Fue arrebatado para que la malicia no alterase su espíritu y la seducción no indujese su alma a error».
—Afortunados los niños que abrazan la cruz de la penitencia y con firme propósito dicen con Job: Donec deficiam, non recedam ab innocentia mea. Hasta que muera no me apartaré del camino de la inocencia.
—Por tanto, mortificación para superar el fastidio que sienten en la oración.
—Está escrito: Psallam et intelligam in via immaculata. Quando venies ad me? Petite et accipietis. Pater noster!
—Mortificación de la inteligencia mediante la humildad, obedecer a los Superiores y a los reglamentos.
—También está escrito: Si mei non fuerint dominati, tunc immaculatus ero et emundabor a delicto máximo. Y este es la soberbia. Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. El que se humilla será exaltado y el que se exalta será humillado. Obedezcan a sus Superiores.
—Mortificación en decir siempre la verdad, en manifestar los propios defectos y los peligros en los cuales puede uno encontrarse. Entonces recibirá siempre consejo, especialmente del confesor.
Pro anima tua ne confundaris dicere verum: Por amor de tu alma no tengas vergüenza de decir la verdad. Porque hay una vergüenza que trae consigo el pecado y hay otra vergüenza que trae consigo la gloria y la gracia.
—Mortificación del corazón frenando sus movimientos desordenados, amando a todos por amor a Dios y apartándonos resueltamente de aquellos que pretenden mancillar nuestra inocencia.
—Lo ha dicho Jesús: Si tu mano o tu pie te sirven de escándalo, córtalos y arrójalos lejos de ti; es mejor para ti llegar a la vida con una mano o con un pie de menos, que con ambas manos o con ambos pies ser precipitado al fuego eterno.
Y si tu ojo te sirve de escándalo, sácatelo y arrójalo lejos de ti; es mejor entrar en la vida eterna con un solo ojo que con los dos ser arrojado al fuego del infierno.
—Mortificación en soportar valientemente y con franqueza las burlas del respeto humano. Exacuerunt, ut gladium, linguas suas: intenderunt arcum, rem amaram, ut saggitent in occuítis immaculatum.
—Y vencerán estas mofas malignas temiendo ser descubiertos por los superiores, pensando en las terribles palabras de Jesús: El que se avergonzare de Mí y de mis palabras, se avergonzará de él el Hijo del hombre cuando venga con toda su majestad y con la del Padre y de los santos Ángeles.
—Mortificación de los ojos, al mirar, al leer, apartándose de toda lectura mala e inoportuna.
—Un punto esencial. He hecho pacto con mis ojos de no pensar ni siquiera en una virgen. Y en los salmos: Guarda tus ojos para que no vean la vanidad.
—Mortificación del oído y no escuchar malas conversaciones, palabras hirientes o impías.
—Se lee en el Eclesiástico: Saepi aures tuas spinis, linguam nequam noli audire. Rodea con un seto de espinas tus oídos y no escuches a la mala lengua.
—Mortificación en el hablar: no dejarse vencer de la curiosidad.
—También está escrito: Coloca una puerta y un candado a tu boca. Ten cuidado de no pecar con la lengua, no sea que seas derribado a vista de los enemigos que te insidian y tu caída llegue a ser incurable y mortal.
—Mortificación del gusto: no comer, no beber demasiado.
—El demasiado comer y el demasiado beber fue causa del diluvio universal y del fuego sobre Sodoma y Gomorra y de los mil castigos que cayeron sobre el pueblo hebreo.
—Mortificarse, en suma, sufriendo cuanto nos sucede a lo largo del día, el frío, el calor y no buscar nuestras satisfacciones. Mortifiquen sus miembros terrenos, dice San Pablo.
—Recuerden el dicho de Jesús: Sí quis vult post me venire, abneget semetipsum et tollat crucem suam quotidie et sequatur me.
—Dios mismo con su próvida mano rodea de espinas y de cruces a sus inocentes, como hizo con Job, con José, con Tobías y con otros Santos. Quia acceptus eras Deo, necesse fuit, ut tentatio probaret te.
—El camino del inocente tiene sus pruebas, sus sacrificios, pero recibe fuerza en la Comunión, porque quien comulga frecuentemente tiene la vida eterna, está en Jesús y Jesús en él.
Vive la misma vida de Jesús y El lo resucitará en el último día. Es éste el trigo de los elegidos y el vino que engendra vírgenes. Parasti in conspectu meo mensam adversus eos, qui tribulant me. Cadent a latere tuo mille et decem milia a dextris tuis, ad te autem non appropinquabunt.
—La Virgen Santísima a quien tanto ama es su Madre. Ego mater pulchrae dilectionis et timoris et agnitionis et sanctae spei. In me gratia omnis (para conocer) viae et veritatis; in me omnis spes vitae et virtutis. Ego diligentes me diligo. Qui elucidant me, vitam aeternam habebunt. Terribilis, ut castrorum acies ordinata.
Las dos doncellas se volvieron entonces y comenzaron a subir lentamente la pendiente.
Y la una exclamó:
—La salud de los justos viene del Señor: El es su protector en el tiempo de la tribulación. El Señor los ayudará y los liberará; El los librará de las manos de los pecadores y los salvará porque esperaron en El.
Y la otra prosiguió:
—Dios me dotó de fortaleza y el camino que recorro es inmaculado.
Al llegar ambas doncellas al centro de aquella alfombra, se volvieron.
—Sí —gritó una de ellas—, la inocencia coronada por la penitencia es la reina de todas las virtudes.
Y la otra exclamó también:
—¡Cuan gloriosa y bella es la generación de los castos! Su memoria es inmortal y admirable a los ojos de Dios y de los hombres. La gente la imita cuando está presente y la desea cuando ha partido para el cielo, y coronada triunfa en la eternidad después de vencer los combates de la castidad. ¡Y qué triunfo! ¡Qué gozo! Qué gloria al presentar a Dios inmaculada la estola del santo Bautismo después de tantos combates entre los aplausos, los cánticos, el fulgor de los ejércitos celestiales.
Mientras hablaban de esta manera del premio reservado a la inocencia conservada mediante la penitencia, [San] Juan Don Bosco vio aparecer legiones de ángeles que bajando del cielo se asentaban sobre el blanco tapiz.
Y se unían a aquellas dos doncellas conservando ellas el puesto del centro. Formaban una gran multitud que cantaba: Benedictus Deus et Pater Domini Nostri Jesu Christi, qui benedixit nos in omni benedictione spirituali in coelestibus in Christo; qui elegit nos in ipso ante mundi constitutionem, ut essemus sancti et immaculati in conspectu eius in charitate et praedestinavit nos in adoptionem per Jesum Christum.
Los dos niñas se pusieron entonces a cantar un himno maravilloso, pero con tales palabras y tales notas que sólo los Ángeles que estaban más próximos al centro podían modular. Los otros también cantaban, pero [San] Juan Don Bosco no podía oír sus voces, observando sólo los gestos y el movimiento de los labios al adaptar la boca al canto.
Las dos niñas cantaban: Me propter innocentiam suscepisti et confirmasti me in conspectu tuo in aeternum. Benedictus Dominus Deus a saeculo et usque in saeculum; fiat, fiat!
Entretanto, a las primeras escuadras de ángeles se añadieron otras y otras. Su vestido era de varios colores y adornos, diversos los unos de los otros y especialmente diferente del de las doncellas. Pero la riqueza y magnificencia de los mismos era divina.
La belleza de cada uno era tal que la mente humana no la podría concebir en manera alguna, ni formarse la más remota idea de ellos. El espectáculo que ofrecía esta escena era indescriptible, pero sólo a fuerza de añadir palabras a palabras se podría explicar en cierta manera el concepto.
Terminado el canto de las dos niñas, entonaron todos juntos un himno inmenso y tan armonioso que jamás se oyó cosa igual ni se oirá sobre la tierra.
He aquí lo que cantaban: Ei, qui potens est vos conservare sine peccato et constituere ante conspectum gloriae suae immaculatos in exultatione, in adventu Domini nostri Jesu Christi: Soli Deo Salvatori nostro, per Jesum Christum Dominum nostrum, gloria et magnificentia, imperium et potestas ante omne saeculum, et nunc et in omnia saecula saeculorum. Amen.
Mientras cantaban iban llegando nuevas escuadras de ángeles y cuando el canto hubo terminado, poco a poco, todos se elevaron en el aire y desaparecieron al mismo tiempo que aquella visión.
Y [San] Juan Don Bosco se despertó.