LUDOVICO OLIVE
SUEÑO 147.—AÑO DE 1887.
En la vestición clerical celebrada el cuatro de noviembre recibió la sotana de [San] Juan Don Bosco, entre otros, el joven marsellés Ludovico Olive. Pues bien, en diciembre enfermó gravemente de tifus.
Como el mal despertaba seria inquietud, fue advertido Don Albera que se presentó en Marsella y para mayor seguridad hizo trasladar al enfermo al Oratorio. La víspera de Navidad [San] Juan Don Bosco fue a visitar al paciente y en presencia del salesiano Don Roussin le dijo:
—Te aseguro que la Virgen te sanará.
Los médicos, por su parte, daban pocas esperanzas de curación.
El 28 llegó el padre de Olive, que edificó a todos con su ejemplo de resignación a la voluntad de Dios y con su plena confianza en la bondad divina.
De la bondad divina había tenido una prueba reciente en su familia: Una hijita parecía encontrarse al borde del sepulcro.
El nueve de diciembre la muchachita, sintiendo que las fuerzas le abandonaban, pidió que se le pusiese un bonete de [San] Juan Don Bosco que se conservaba en casa.
Doblado éste se lo colocaron sobre la cabeza. Pocos minutos después la niña decía a la madre, que se encontraba mejor, que ya se lo podía quitar.
En efecto: se quedó dormida, descansando algunas horas, cosa que no había logrado desde que guardaba cama. El día 18 el padre telegrafiaba a [San] Juan Don Bosco para darle las gracias por las oraciones hechas, añadiendo:
«Clara, desde hace algunos días, se encuentra mucho mejor. Pedimos oraciones para que tenga una buena convalecencia».
Cuando el padre de la enferma salía para Turín, la niña hacía casi su vida normal. Ya en el Oratorio, almorzando con [San] Juan Don Bosco, al fin le repitió unas palabras de agradecimiento a las que el [Santo] contestó con estas otras:
—Brindaremos en Marsella, cuando tengamos con nosotros sentado a la mesa sano y fuerte a Ludovico.
No es para decir el consuelo que estas palabras proporcionaron al corazón del padre del enfermo. Con todo, los doctores Vignolo, Gallenga, Fissore, Albertotti y otros declararon a su hijo desahuciado.
Pero lo que no podían los médicos, lo pudo Aquella que es salus infirmorum. En la noche del tres al cuatro de enero [San] Juan Don Bosco tuvo un sueño que fue contado por él mismo de la forma siguiente:
No sé si fue soñando o despierto, ni tampoco pude darme cuenta en qué habitación me encontraba, cuando una luz ordinaria comenzó a iluminar aquel lugar.
Después se dejó oír una especie de ruido prolongado y apareció una persona rodeada de muchas otras que se iban acercando. Aquellas personas, llevaban adornos tan luminosos que toda la luz anterior quedó como convertida en tinieblas, siendo imposible mantener la vista fija en los presentes.
Entonces la persona que parecía servir a las demás de guía se adelantó un poco y comenzó a hablar en latín de esta manera:
—Ego sum humilis ancilla quam Dominus misit ad sanandum Ludovicum tuum infirmum. Ad réquiem ille iam erat vocatus; nunc vero ut gloria Dei manifestetur in eo, ipse animae suae et suorum curam adhuc habebit. Ego sum ancilla cui fecit magna qui potens est et sanctum nomen eius. Hoc diligenter perpende et quod futurum est intelliges. Amen.
Yo soy la humilde esclava mandada por el Señor para curar a tu enfermo Ludovico. Era ya llamado al descanso; pero ahora, en cambio, a fin de que se manifieste en él la gloria de Dios, tendrá que pensar aún en su alma y en las de los suyos.
Yo soy la esclava, con la cual ha hecho cosas grandes aquel que es poderoso y su nombre es santo. Reflexiona atentamente sobre esto y comprenderás lo que debe suceder. Amén.
La noche siguiente vio la misma aparición que le dio en latín algunos avisos para bien de los jóvenes y de la Congregación.
Helos aquí:
—Continuatio verborum illius, quae dixerat anciliam Domini:
—Ego in altissimis habito ut ditem filios diligentes me et thesauros eorum repleam. Thesauri adolescentiae sunt castimoniae sermonum et actionum. Ideo vos ministri Dei clámate nec umquam cesate clamare: Fugite partes adversas, sive malas conversationes.
Corrumpunt bonos mores colloquia prava, stulta et lubrica dicentes difficillime corriguntur. Si vultis mihi rem pergratam facere custodite bonos sermones inter vos et praebete ad invicem exemplum bonorum operum. Multi ex vobis promittunt flores et prorrigunt spinas mihi et Filio meo.
Cur saepissime confitemini peccata vestra et cor vestrum semper longe est a me? Dicite et operamini iustitiam et non iniquitatem. Ego sum mater quae diligo filios meos et eorum iniquitates detestor. Iterum veniam ad vos ut nonnullos ad veram réquiem mecum deducam. Curam eorum geram uti gallina custodit pullos suos.
Vos autem, opifices, estote operarii bonorum operum et non iniquitatis. Colloquia prava sunt pestis quae serpit inter vos. Vos qui in sortem Domini vocati estis, clámate, ne cessetis clamare, donec veniat qui vocabit vos ad reddendam rationem villicationis vestrae.
Deliciae meae esse cum filiis hominum, sed omne tempus breve est: agite ergo viriliter dum tempus habetis, etc.
Continuación de las palabras de Aquella que se llamó a sí misma esclava del Señor: Yo tengo mi morada en lo más alto de los cielos para hacer ricos a los que me aman y llenar sus tesoros. Tesoros de los jóvenes son las palabras castas y las acciones puras.
Por eso, vosotros, ministros de Dios, levanten la voz y no se cansen jamás de gritar: Huyan de las cosas contrarias, o sea de las malas conversaciones.
Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Los que hablan insensatamente y de manera obscena, difícilmente se corregirán.
Si quieren hacer cosa a mí muy agradable, procuren tener buenas conversaciones entre vosotros y dense mutuamente ejemplos de bien obrar. Muchos de vosotros prometen flores y sólo ofrecen espinas a mí y a mi Hijo.
¿Por qué haciendo confesiones tan frecuentes sus corazónes está tan distante de mí? Digan y hagan el bien y no el mal. Yo soy una madre que amo a mis hijos y detesto sus culpas. Volveré entre vosotros para llevar a algunos al verdadero reposo. Me cuidaré de ellos como la gallina cuida a sus polluelos.
Y vosotros, artesanos, sean artífices de obras buenas y no de iniquidad. Las malas conversaciones son como una peste que se infiltra entre vosotros. Vosotros los llamados a administrar la heredad del Señor, levanten la voz, no se cansen de gritar hasta que venga Aquel que les llamará a dar cuenta de su administración.
Mi delicia estriba en estar con los hijos de los hombres. Pero el tiempo es breve; por tanto, mientras tengan tiempo, trabajen con ánimo esforzado.
En la mañana del cinco [San] Juan Don Bosco hizo llamar a Don Lemoyne y se lo manifestó todo, dando lugar a un diálogo del cual su interlocutor nos dejó memoria.
Cuando el [Santo] hubo expuesto cuanto había visto y oído, prosiguió:
—Y ahora te he llamado para que me aconsejes. ¿Debo decir a la familia Olive lo que he soñado?
—Vos lo sabéis mejor que yo —replicó Don Lemoyne— que la Virgen se ha mostrado siempre tan buena con [San] Juan Don Bosco.
—¡Oh, sí, es cierto!
—Y que muchos de estos sueños suyos se han cumplido a la letra.
—Así es.
—Y por tanto, si me lo permite y para dar gloria a Dios, les llamaré visiones, porque son tales.
—Tienes razón.
—Por consiguiente, tenemos toda la razón para creer que también este sueño es una cosa sobrenatural que se realizará y que Olive, aunque esté desahuciado por los médicos, curará.
—¿Cuál sería, pues, tu consejo?
-—Para emplear un poco de prudencia humana, si Vos lo creéis bien, yo comenzaría haciendo correr la voz de que [San] Juan Don Bosco había soñado con Olive y que en el sueño le pareció haber concebido algunas ligeras esperanzas.
—Pues bien, vamos a hacerlo así.
—Pero Vos, [San] Juan Don Bosco, por favor, escriba este sueño. Sé que se cansa mucho, pero se trata de la Virgen. Si el hecho se realiza, tendremos un documento de la materna bondad de María.
—Pues bien, lo escribiré.
Y en efecto, escribió cuanto más arriba hemos referido.
Creemos que no hemos de callar otra circunstancia.
En una de aquellas noches el clérigo Olive, estando malísimo, soñó que [San] Juan Don Bosco había entrado en su habitación a visitarlo, diciéndole:
Está tranquilo, dentro de diez días vendrás a verme a mi habitación.
La viveza del sueño dejó en el enfermo la persuasión de qué [San] Juan Don Bosco en persona había estado con él; negándose a prestar fe a quien aseguraba lo contrario.
El 10 de enero las cosas iban tan bien que el padre volvió a Francia. El 12 Ludovico se levantó; el 24 compareció en el comedor del Capítulo durante el almuerzo, siendo recibido por los Superiores con grandes muestras de alegría.
Restablecido completamente en su salud, no volvió más a Foglizzo, sino que, por voluntad de [San] Juan Don Bosco, regresó a su patria para continuar su noviciado.
Su salud se mantuvo en tal estado que le permitió en 1906 tomar parte en la primera expedición de Misioneros Salesianos que salía para la China, donde hasta el 1921, año de su muerte, ejerció un fecundo apostolado.