INFORMACIÓN, ¿EN QUÉ LE PUEDO AYUDAR?
          Cuando yo era niño, mi padre tenía uno de los primeros teléfonos de nuestro vecindario. Recuerdo bien la vieja caja pulida clavada a la  pared, y el brillante auricular colgado en  el lateral de la caja. Yo era demasiado pequeño para alcanzar el teléfono, pero solía escuchar con fascinación cuando mi madre hablaba por él.
            
            Entonces descubrí que en  alguna  parte dentro de ese maravilloso  dispositivo, vivía una
  extraña persona - su nombre era "Información" y no había nada que ella no supiera.
  
  "Información", podía  proporcionarte  el teléfono de  cualquiera y la hora exacta.
  
  Mi primera experiencia personal  con este "genio de la lámpara" llegó un día mientras mi madre visitaba a un vecino. Divirtiéndome con el cajón de herramientas del sótano, me aplasté el dedo con un martillo. El dolor era  terrible, pero allí no parecía haber  ninguna razón para llorar, porque en casa no había nadie que me pudiera consolar.
  
  Caminé de un lado a  otro por la casa, chupando mi dedo palpitante, y finalmente llegué a la escalera. ¡El teléfono! Rápidamente corrí por el taburete en el  recibidor, y lo arrastré hasta el rellano de la  escalera. Subiéndome a él, descolgué el receptor y lo mantuve junto a mi oreja.
  
  - Información, en qué lo puedo  ayudar, - una vocecita clara habló en mi  oído.
  
  Dije al micrófono justo sobre mi cabeza:
- Información. Me he lastimado el  dedo... - gemí al teléfono. Las lágrimas llegaron  sin demasiado esfuerzo, ahora que tenía audiencia.
- ¿No está tu madre  en casa?  - preguntó. - Nadie más que yo  está en casa - sollocé.
- ¿Estás  sangrando? - No - repliqué. Me he golpeado el dedo con el martillo, y me duele.
- ¿Puedes abrir la nevera? –preguntó  Dije que podía.
            - Entonces corta un trocito de hielo, y mantenlo junto a tu dedo 
            - dijo la voz.  
            
            Después de aquello, llamaba á "Información, ¿en qué le puedo ayudar?" para cualquier cosa. La llamé para que me ayudara con la geografía y me dijo dónde estaba Canadá. 
            
            Me ayudó con las matemáticas. Me dijo que mi ardilla, que había agarrado en el parque justo un  día de antes,  ¡cometía frutas y nueces. Por aquel entonces, Petey, nuestro canario, murió. Llamé a "Información, ¿en qué le puedo ayudar?" y le conté la triste historia. Ella escuchó, y después dijo lo que usualmente los adultos dicen para consolar a un niño. Pero yo estaba desconsolado. Le pregunté:
            
            - ¿Por qué los  pájaros pueden cantar tan bellamente y llevar  alegría a todas las familias, sólo para acabar como un montón de plumas en el fondo de la jaula? Ella debió sentir mi profunda ^inquietud, porque  dijo  sencillamente:
            
            - Paúl, recuerda siempre que ¡hay otros mundos donde cantar.
            
            De alguna forma me sentí  mejor.  Otro día estaba en el teléfono.
            
            - Información, ¿en qué lo puedo  ayudar?
            - Información -dijo la ahora familiar voz-. ¿Cómo se deletrea aprieto? - pregunté.
            
            Y todo ello tuvo lugar en un pequeño pueblo en el Noroeste de la costa del Pacífico.
            
            Cuando tenía 9 años  me mudé a través del país a Boston. Eché mucho de menos a mi amiga. "Información,  ¿en qué le puedo ayudar?" pertenecía  a aquella vieja caja de madera allá en casa, y de ningún modo pensé intentarlo con el increíble y brillante nuevo  teléfono situado  en la mesa en el recibidor.
            
            Cuando llegué a la adolescencia, las memorias de aquellas conversaciones  infantiles, en realidad nunca me abandonaron. A menudo, en momentos de duda y confusión, podía apelar a una serena seguridad y la tenía. Apreciaba ahora cuan paciente, comprensiva y amable era ella, para haber gastado su tiempo en un niño pequeño.
            
            Unos pocos años más tarde, en mi ruta hacia el oeste  hacia la universidad,  mi avión aterrizó en Seattle.  Tenía algo así como media  hora entre avión y avión. Pasé  alrededor de 15 minutos al teléfono con mi hermana, que en ese tiempo vivía allí. Entonces,  sin pensar en lo que  estaba haciendo,  marqué a la operadora de  mi pueblo natal. Milagrosamente, oí la menuda y clara voz que conocía tan bien, "Información".
            
            No lo había planeado, pero me oí a mí mismo diciendo:  - ¿Puede decirme cómo se deletrea aprieto?  
            
            Hubo  una larga pausa. Entonces  vino la respuesta en voz baja.
            
            -  Supongo que tu dedo ya debe estar curado. - Así que realmente eres tú aún - dije y reí.
            - Me pregunto si tienes idea de cuánto significaste para mí  en   aquel tiempo.       
            
            - Me pregunto, -dijo ella-, si sabes lo mucho que tus llamadas  significaban para  mí. Nunca he tenido  hijos, y solía esperar tus llamadas.
            
            Le dije cuan a menudo había pensado en ella a lo largo de los años, y le pregunté si podía llamarla  de nuevo, cuando volviera  a visitar a mi hermana.
            - Por favor, hazlo -dijo-. Pregunta por  Sally.
            Tres meses después estaba de vuelta en Seattle. Una voz  diferente contestó.
            
            - Información. Pregunté por Sally.   - ¿Es  usted un amigo? - dijo ella. - Sí,  un muy antiguo amigo -   respondí.   - Siento tener que decirle esto -dijo-. Sally había estado 
            trabajando medio tiempo los  últimos años, porque  estaba  enferma. Murió hace cinco 
            semanas.
            
            Antes de que pudiera colgar dijo:  - Espere un momento. ¿Dijo que su nombre era Paúl?
            
            -Sí. 
            - Bien, Sally dejó un mensaje para usted. Lo anotó por  si usted llamaba.  Déjeme leérselo.
            
            La nota decía, "Dile que aún digo que hay otros mundos donde cantar. Él sabrá lo  que quiero decir".
            Le di las gracias y colgué. Sabía lo que Sally quería  decir. 
            
            Cualquiera  que sea la pregunta, amor es la respuesta.