AYUDANDO, SEREMOS  AYUDADOS
          En una zona montañosa, a través de una  región desierta, caminaban dos viejos amigos, ambos enfermos, cada uno defendiéndose lo  mejor posible, contra los golpes del aire helado; y de pronto, se vieron sorprendidos por  una criatura casi muerta en el camino, ante el viento del invierno.
            
            Uno de ellos, miró a este ser singular, tirado,  y exclamó irritado:
            - No perderemos el tiempo. Debo cuidarme a  mí mismo. Sigamos nuestro  camino.
            - Amigo, salvemos al pequeño. Es nuestro  hermano..., ¡por humanidad!
            - No puedo -dijo el compañero  endurecido-. Me siento cansado y enfermo. Este desconocido sería un peso insoportable.  Tenemos frío y hay tempestad. Precisamos llegar a la aldea próxima,  sin pérdida de tiempo.
            
            Y avanzó hacia adelante, dando largos  pasos.
            El caminante de buenos  sentimientos, con todo, se inclinó hacia el pequeño extendido sobre el suelo,  se demoró algunos minutos para levantarlo colocándolo paternalmente en su propio pecho, y  apretándolo aún más contra sí,  comenzó a caminar lentamente.
          La lluvia  helada cayó por la noche, pero él, cargado con el valioso  cuerpo del pequeño, después de mucho tiempo, logró llegar al albergue del  poblado que buscaba.
            Con enorme  sorpresa, no encontró allí a su amigo, que lo precedía.
            
            Solamente,  al día siguiente, después de una minuciosa búsqueda,  fue el infeliz caminante encontrado sin vida, en una  desviación del camino principal.
            
            Siguiendo  de prisa y a solas, con la idea egoísta de preservarse, no resistió la onda de  frío que se hizo violenta, y cayó casi congelado, sin  recursos para  calentarse; en cuanto a su compañero de viaje, recibió a cambio,  el suave calor del pequeño que llevaba junto a su  propio corazón, superando los obstáculos de la noche fría, guardándose  a salvo de semejante  desastre.
            
            Este  viajero descubrió lo sublime del auxilio mutuo...
            Ayudando al  pequeño abandonado,  se ayudó a sí mismo.
            Avanzando  con sacrificio, para ser útil al otro, consiguió vencer  los obstáculos del camino, alcanzando las bendiciones de la  salvación recíproca.
            
            Los más elocuentes y exactos  testimonios de un hombre delante del Padre Supremo, son sus propias  obras.
            
            Aquéllos que amparamos,  constituyen nuestro sustento.
            El corazón que  socorremos se jnvierte ahora, o más tarde, en scurso a nuestro favor.
            Nadie lo dude.
            
            Un hombre solo, es simplemente un  adorno vivo de la soledad, pero aquél que coopera en beneficio del prójimo, es creador del auxilio  común.
            Ayudando, seremos  ayudados. Dando...  recibiremos: ésta es la Ley Divina.