UNA LAGRIMA
          Una lágrima  es eso que humedece  los ojos del mundo y  que el  mundo se empeña en ocultar.
            
            Es  eso que nos tragamos tantas veces por soberbia, por orgullo,  por demostrar fortaleza y 
            queda  atorada en la garganta, apretada en el corazón,          comprimiéndolo  todo. Es tan profunda, que no sabemos con  certeza de dónde nace, ni si podrá  morir alguna vez.
            
            A  veces una lágrima cicatriza una herida, lava una pena y ablanda  el corazón.
                      
            Una lágrima  es un recuerdo, una angustia, una desesperación, una  interrogante.
            
            Una  lágrima puede ser a  veces  el comienzo del perdón, la primera luz de la rectificación que  hace estrechar una mano.
          Una lágrima  puede ser rebeldía  o arrepentimiento. Odio,  amor,  luz o sombra.
            
            Una lágrima puede ser el sueño desvanecido que rozó nuestros  párpados o el amor perdido que aún está dulce, húmedo.
            
            Una lágrima  es a veces la gota mágica que hace cambiar por dentro;  cuando tenemos que pagar nuestra cuota de dolor, la lágrima  ayuda.
            
            Cuando la  derramamos en el corazón querido o en la intimidad de la amistad, la lágrima  une, estrecha, funde. 
            
            La lágrima transforma, enseña, disuelve los  rencores, las espinas, las malas yerbas que van creciendo  e impidiendo acercarse, abrazarse o comprenderse.
            
  ¡La lágrima  descubre, que al que ignora los motivos por los que  las derraman, no conoce el valor del llanto! 
  
  ¡Dichosos  los que saben llorar!
          Uno  debe darse cuenta de que la verdadera felicidad radica  dentro de  uno mismo. 
            
            No hay que desperdiciar tiempo ni esfuerzo en buscar la paz,  la alegría y el gozo en el mundo externo.
            
Hay que tener presente  que no hay felicidad, en tener y obtener, sino únicamente en dar. 
          Hay que dar, compartir y sonreír. 
          La felicidad es un perfume  que no se puede rociar  en los demás sin que  unas cuantas gotas caigan en uno mismo.