ACEPTACIÓN  INCONDICIONAL
                      Soy madre de tres hijos: de 14,  12 y 3 años, y recientemente terminé mi carrera universitaria. La última clase  que tomé fue Sociología.
            La maestra estaba muy inspirada  con las cualidades que yo deseaba ver, con las cuales cada ser humano había sido agraciado. Su  último proyecto fue  titulado "Sonríe". Pidió a la clase que saliera y le sonriera a tres personas, y  documentaran sus  reacciones.
            Yo soy una persona muy amistosa y siempre  sonrío a todos y digo "hola", así es que pensé que esto sería pan  comido, literalmente.
            Tan pronto nos fue asignado el proyecto, mi  esposo, mi hijo pequeño  y yo fuimos a McDonald's  una fría mañana de febrero. Era la manera de compartir un tiempo de juego con nuestro hijo.
            Estábamos formados esperando ser atendidos, cuando de repente, todos se hicieron para atrás incluso  mi esposo. Yo no  me moví ni un centímetro, y un abrumador sentimiento de pánico me envolvió cuando di vuelta para ver  que pasaba. Cuando giré  percibí un horrible olor a "cuerpo sucio" y junto a mí estaban parados dos hombres pobres; cuando  miré al pequeño hombre  que estaba cerca de mí, él sonreía, sus hermosos ojos azul cielo estaban llenos de  la luz de Dios buscando  aceptación. Él dijo:
            - Buen día - mientras contaba  las pocas monedas que traía.
            El segundo hombre manoteaba junto a  su amigo; creo que era  retrasado mental y el hombre de ojos azules era su salvación.
            Contuve las lágrimas. La joven despachadora  le preguntó qué quería, él  dijo:
            - Café, es todo señorita -porque era para lo  único que tenían, ya que si querían sentarse en el restaurante para calentarse un poco, tenían  que consumir algo.
            Entonces, realmente lo sentí, el impulso fue muy grande, casi alcanzo al pequeño  hombre para abrazarlo. Fue  entonces que sentí todas las miradas en mí, juzgando mi acción.
            Yo sonreí y le pedí a la joven despachadora que me diera dos desayunos más en  charola separada, y caminé  hacia la mesa donde estaban  los dos  hombres sentados. Puse la  charola en su mesa y mi mano sobre la mano fría del pequeño hombre, él me miró  con lágrimas en  los ojos y dijo: - Gracias.
            
            Yo me incliné dando palmaditas en su mano y le  dije:
            
            - No lo hice por ustedes, Dios está aquí,  actuando a través de mí, para darles esperanza.
            
            Comencé a llorar mientras caminaba para reunirme  con mi esposo e hijo.  Cuando me senté, mi  marido sonrió y dijo:
            
            - Es por eso que Dios te dio para mí, cariño,  para darme esperanza.
            
            Nos tomamos de las manos por un momento, y  en ese instante supimos  "la Gracia"  con la que fuimos  bendecidos para ser  capaces de dar. No somos fanáticos de la iglesia, pero somos creyentes. 
            
            Ese día me fue mostrada  la luz dulce y amorosa de Dios.
            
            Yo regresé a la universidad a la última clase  nocturna, con esta 
            historia en mano. Entregué mi proyecto y  la instructora lo leyó; entonces me miró y preguntó:
            
            - ¿Puedo  compartir esto? - yo asentí lentamente, mientras ella pedía  la atención de la clase.
          
            Comenzó  a leer y me di cuenta que nosotros, como seres humanos y siendo  parte de Dios,
            compartimos esta  necesidad para sanar a la gente y ser sanados.  A mi manera, se lo hice sentir a la  gente en McDonald's, a mi esposo,  hijo, a la maestra y a cada alma en el salón de clases, esa última noche como estudiante.
          Me gradué  con una de las lecciones más grandes que jautas hubiera aprendido:
          "ACEPTACIÓN INCONDICIONAL"