DIAMANTE,  NO TE QUEJES
          Hace  machos años, se halló en una mina africana el diamante más maravilloso de la historia del mundo.
            
            Se lo regalaron al rey de Inglaterra, para que brillara en  su corona.
            
            El rey lo mandó a Amsterdam para que lo cortaran.
            Allí lo entregaron en las manos de un experto en pedrerías.
            
            ¿Qué piensan que hizo éste? Tomó aquella gema de valor incalculable. Le hizo una       hendidura, luego la golpeó fuertemente con su  instrumento y ¡ay!, la  joya tan soberbia, quedó partida  en dos en su mano.
            
            ¡Qué descuido!, ¡qué desperdicio!, ¡qué crimen!
            
            No,  de ninguna manera.  Aquel golpe lo había estudiado durante días y
            semanas. Su calidad,  sus  defectos, las líneas por donde  debía quebrarse, habían sido 
            estudiadas cuidadosamente.
            
            El hombre al que se le había encomendado era uno de los lapidarios más famosos del mundo.
            
            ¿Piensan que aquel golpe fue un error? No, fue el climax de la  habilidad del lapidario.
   
  No llores, no te quejes, pues el  ayudador omnipotente está  a tu lado.