|  | EL EVANGELIOCOMO ME HA SIDO REVELADO
 
 
   Autor: María Valtorta 
 « PARTE 2 de 7 »
PRIMER AÑO DE LAVIDA PUBLICA DE JESUS
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 44. Adiós a la Madrey salida de Nazaret.
 Llanto y oración de la Corredentora.
 45. Predicación de Juan el Bautista y Bautismo de Jesús. La manifestación divina.
 46. Jesús tentado por Satanás en el desierto. Cómo se vencen las tentaciones.  47. El encuentro con Juan y Santiago.   48. Juan y Santiago refieren a Pedro su encuentro con el Mesías.  49. El encuentro con Pedro y Andrés después de un
 discurso en la sinagoga
 50. En Betsaida, en casa de Pedro. Encuentro con Felipe y Natanael.
 51. María manda a Judas Tadeo a invitar a Jesús a las bodas de Cana.
 52. Las bodas de Caná. El Hijo, no sujeto ya a la Madre, lleva a cabo para Ella el primer milagro.  53. Los mercaderes expulsados del Templo.  54. El encuentro con Judas de Keriot y con Tomás. Simón Zelote curado de la lepra.  55. Un encargo confiadoa Tomás.
 56. Simón Zelote y Judas Tadeo unidos en común destino.  57. En Nazaret con Judas Tadeoy con otros seis discípulos.
 58. Curación de un ciego en Cafarnaúm.  59. Curación de un endemoniado en la sinagoga de Cafarnaúm.  60. Curación de la suegra de Simón Pedro.  61. Jesús agracia a los pobres después de exponer la parábola del caballo amado por el rey.  62. Los discípulos buscan a Jesús, que está orando en la noche.  63. El leproso curado cerca de Corazín.
 64. El paralítico curado en Cafarnaúm.  65. La pesca milagrosa y la elección de los primeros cuatro apóstoles.
 66. Judas de Keriot enGetsemaní se hace discípulo.
 67. El  milagro de los puñales partidos, en la Puerta de los Peces.  68. Jesús  enseña en el Templo estando con Judas Iscariote.  69. Jesús instruye a Judas Iscariote.  70. En Getsemaní con Juan de Zebedeo. Comparación entre el Predilecto y Judas de Keriot.  71. Judas Iscariote presentadoa Juan y a Simón Zelote.
 72. Hacia Belén con Juan, Simón Zelote y Judas Iscariote.  73. En Belén, en casa de un campesino y en la gruta de la Natividad.
 74. En la posada de Belén y en las ruinas de la casa de Ana.  75. Jesús  encuentraa los pastores Elías y Leví.
 76. En Yuttá, en casa del pastor Isaac. Sara y sus niños.  77. En Hebrón en casa de Zacarías. El encuentro con Áglae.  78. En  Keriot. Muertedel anciano Saúl.
 79. Volviendo donde los pastores.  80. En el monte del ayunoy en la peña de la tentación.
 81. En el vado del Jordán con los pastores Simeón, Juan y Matías. Un plan para liberar a Juan el Bautista.
 82. En Jericó. Judas Iscariote cuenta cómo ha vendido las joyas de Áglae.
 83. Jesús  sufre a causa de Judas, que es enseñanza viva para los apóstoles de todos los  tiempos.  84. El  encuentro con Lázaro de Betania.
 85. Antes de ir al Getsemaní, Jesús y el Zelote suben al Templo, donde está hablando Judas Iscariote.  86. El encuentro con el soldado Alejandro en la Puertade los Peces.
 87. Con pastores y discípulos en las cercanías de Doco.Isaac se queda en Judea.
 88. Donde el pastor Jonás, en la llanura de Esdrelón.  89. Adiós a Jonás y llegada de Jesús a Nazaret.  90. La  llegada a Nazaret de los discípulos con los pastores.  91. Primera lección a los discípulos en Nazaret, en un olivar.
 92. Segunda lección a los discípulos en Nazaret, junto a la casa.
 93. Tercera lección a los discípulos en Nazaret, en el huerto de la casa. Palabras de consuelo a Judas de Alfeo.  94. Curación de la Beldad de Corazín. Jesús habla en la sinagoga de Cafarnaúm.  95. Santiago de Alfeo recibido como discípulo. Jesús habla junto al banco de Mateo.  96. Jesús responde a la acusación de haber curado en sábado a la Beldad de Corazín.  97. La llamada de Mateo.  98. Encuentro con la Magdalena en el lago y lección a los discípulos cerca de Tiberíades.  99. En Tiberíadesen la casa de Cusa.
 100. En Nazaret en casa del anciano y enfermo Alfeo. No es fácil la vida del apóstol.
 101. Jesús pregunta a su Madre acerca de los discípulos.  102. Encuentro con el ex pastor Jonatán y curaciónde Juana  de Cusa.
 103. En los  altos del Líbano, donde los pastoresBenjamín y Daniel.
 104. Aava  reconciliada con su marido. Noticias sobre la muerte de Alfeo
 y sobre 
  el  rescate de Jonás.
 105. Los demás  hablan bajo para no turbar su dolor.  106. Expulsión de Nazaret. Jesús consuela a su Madre. Reflexiones sobre cuatro contemplaciones.  107. Jesús y  su Madre en casa de Juana de Cusa.
 108. Discurso a los vendimiadores y curación del niño paralítico.
 109. En los campos de Jocanán y en los de Doras. Muerte de Jonás.  110. En casa de Jacob en las cercanías del lago Merón.  111. Encuentro con Salomón en el vado del Jordán. Parábola sobre la conversión de los corazones.  112. De Jericó a Betania. El encuentro con Marta,
 que habla de María.
 113. Regreso a Betania después de la fiesta de los Tabernáculos.  114. En el convite de José de Arimatea. Encuentro con  Gamaliel y Nicodemo.
 115. Curación del niño arrollado por el caballo de Alejandro.Jesús expulsado del Templo.
 116. En Getsemaní con Jesús, los discípulos hablan de los paganos y de la "velada".El coloquio con Nicodemo.
 117. Lázaro  pone a disposición de Jesús una casita en el llano de Agua Especiosa.
 118. Comienzo de vida comúnen Agua Especiosa.
 Discurso  de apertura.
 119.  Los discursos en Agua Especiosa, Parte 1: Yo soy el Señor tu Dios. Jesús bautiza como Juan.  120. Los discursos en Agua Especiosa, Parte 2 : Yo soy el Señor tu Dios. Jesús bautiza como Juan.  121. Los discursos en Agua Especiosa: No profieras en vano mi Nombre. La visita de Manahén.  122. Los discursos en Agua Especiosa: Honra a tu padrey a tu madre. Curación de un deficiente mental.
 123. Los discursos en Agua Especiosa: No fornicarás. La afrenta de cinco hombres notables.  124. Se da alojamiento a la "velada" en la casita de Agua Especiosa.  125. Los discursos en Agua Especiosa: Santifica las fiestas. El niño de las piernas fracturadas.  126. Los discursos en Agua Especiosa: No matarás. Muerte de Doras.
 127. Los discursos en Agua Especiosa: No tentarás al Señor tu Dios. Testimoniode Juan el Bautista.
 128. Los discursos en Agua Especiosa: No desearás la mujer del prójimo. El joven lujurioso.  129. La  curación, en Agua Especiosa, de un romano endemoniado.  130. Los discursos en Agua Especiosa: No dirás falsos testimonios. El pequeño Asrael.  131. Los discursos en Agua Especiosa: No robes y no desees los bienes ajenos. El pecado de Herodes.  132. Discurso de conclusión, en Agua Especiosa, antes de la fiesta de la Purificación.  133. El trabajo oculto de Andrés. Una carta a Jesús de su Madre. Jesús debe dejar Agua Especiosa.  134. La  curación de Jerusaen Doco.
 135. Llegada a Betania. La Magdalena escucha el discurso de Jesús.
 136. En la fiesta de las Encenias, en casa de Lázaro, se hace memoria del nacimiento de Jesús.  137. Jesús regresa a Agua Especiosa, pero debeabandonar el  lugar.
 138. Despedida del encargado de Agua Especiosa, y del arquisinagogo Timoneo, que se hace discípulo.  139. En los  montes de las cercanías de Emaús. El carácter de Judas Iscariote y las  cualidades de los buenos.  140. En Emaús, en casa del arquisinagogo Cleofás. Un caso de incesto. Fin del primer año.      | 
      
      
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             50- En Betsaida, en casa de Pedro. Encuentro con Felipe y Natanael.                
 Juan  llama a la puerta de la casa donde hospedan a Jesús. Se asoma una mujer y,  viendo quién es, avisa a Jesús.Se  saludan con un gesto de paz.
 Y  luego:
 
 -  Has venido solícito, Juan - dice Jesús.
 -  He venido a comunicarte que Simón Pedro te ruega que pases por Betsaida. He  hablado de ti a muchos... No hemos pescado esta noche; orado sí, como sabemos  hacerlo, renunciando con ello al lucro porque... el sábado todavía no había terminado.  Luego, esta mañana, hemos ido por las calles hablando de ti. Hay gente que  quisiera oírte... ¿Vienes, Maestro?.
 
 -  Voy. Aunque debiera ir a Nazaret antes que a Jerusalén.
 -  Pedro te llevará desde Betsaida a Tiberíades, con su barca. Llegarás incluso  antes.
 -  Vamos, entonces.
 
 Jesús  coge manto y bolsa. Pero Juan le toma esta última. Y, después de saludar a la  dueña de casa, se marchan.
 La  visión me muestra la salida del pueblo y el comienzo del viaje hacia Betsaida.  Pero no oigo la conversación, e incluso  la  visión se interrumpe hasta la entrada de Betsaida. Comprendo que se trata de  esta ciudad porque veo a Pedro, Andrés y Santiago, y con ellos algunas mujeres,  esperando a Jesús donde empiezan las casas.
 
 -  La paz sea con vosotros. Aquí me tenéis.
 -  Gracias, Maestro, en nombre nuestro y de los que esperan. No es sábado, pero  ¿no les vas a hablar a los que esperan tus palabras?
 -  Sí, Pedro. Lo haré. En tu casa.
 
 Pedro  se muestra jubiloso:
 -  Ven, entonces: ésta es mi mujer, ésta es la madre de Juan, éstas son amigas de ellas.  Pero también te esperan otros: parientes y amigos nuestros.
 -  Diles que partiré esta noche y que antes les hablaré.
 No  he dicho que, habiendo salido de Cafarnaúm cuando se estaba poniendo el sol,  los he visto llegar a Betsaida por la mañana.
 
 -  Maestro... te ruego que te quedes una noche en mi casa. Es largo el camino  hacia Jerusalén, aunque te lo abrevie hasta Tiberíades con mi barca. Mi casa es  pobre, pero honesta y amiga. Quédate con nosotros esta noche.
 Jesús  mira a Pedro y a todos los demás que esperan. Los mira escrutador. Sonríe y  dice: «Sí».
 Nueva  alegría de Pedro.
 
 Algunos  miran desde las puertas y se hacen señas. Un hombre llama por el nombre a  Santiago y le habla en voz baja señalando  a Jesús. Santiago asiente y el hombre va a hablar aparte con otros que están  parados en un cruce de caminos.
 
 Entran  en la casa de Pedro. Una cocina amplia y humosa. En un rincón, redes, sogas y  cestas para pesca; en medio, el  hogar  ancho y bajo, por ahora apagado. Por las dos puertas, una frente a otra, se ve  el camino y el huerto, pequeño, con la higuera y la vid; más allá del camino,  el celeste ondear del lago; más allá del huerto, la pared oscura de otra casa.
 
 -  Te ofrezco cuanto tengo, Maestro, y de la forma que sé hacerlo...
 -  No podrías ni mejor ni más, porque me lo ofreces con amor.
 
 Le  dan a Jesús agua para refrescarse y luego pan y aceitunas. Jesús come un poco  (en realidad para que vean que lo acepta) y luego, con un gesto de  agradecimiento, indica que no quiere más.
 
 Unos  niños curiosean desde el huerto y el camino. No sé si son o no lujos de Pedro.  Sólo sé que él mira severamente a estos niños impetuosos, para que no se  acerquen. Jesús sonríe y dice: - Déjalos.
 
 -  Maestro, ¿quieres descansar? Ahí está mi habitación, allí la de Andrés. Elige.  No haremos ruido mientras estés reposando.
 -¿Tienes  una terraza?
 -  Sí; y la vid, aunque esté todavía casi sin hojas, da un poco de sombra.
 -  Llévame a la terraza. Prefiero descansar arriba. Pensaré y oraré
 -  Como quieras. Ven.
 
 Desde  el huertecillo, una pequeña escalera sube hasta el tejado, que es una terraza  rodeada por una pared baja.
 También  aquí hay redes y sogas. ¡Cuánta luz de cielo y cuánto azul de lago!
 
 Jesús  se sienta en un taburete con la espalda apoyada en el murete. Pedro trata de  ingeniárselas extendiendo una vela por  encima y al lado de la vid para hacer un sitio donde poder uno resguardarse del  sol. Se siente brisa y silencio. Jesús se deleita en ello.
 
 -  Yo me voy, Maestro.
 -  Vete. Tú y Juan id a decir que a la hora de la puesta del Sol hablaré aquí.
 Jesús  se queda solo y ora durante mucho tiempo. Aparte de dos parejas de palomas que  van y vienen desde los nidos, y un trinar de gorriones, no hay ruido o ser vivo  alrededor de Jesús orante. Las horas pasan calmas y serenas.
 
 Después  Jesús se levanta, da alguna vuelta por la terraza, mira al lago, mira y sonríe  a unos niños que juegan en la calle y que le sonríen, mira a la calle, hacia la  placita que está a unos cien metros de la casa. Luego baja. Se asoma a la  cocina:
 
 -  Mujer, voy a pasear por la orilla.
 Sale  y, efectivamente, va a la orilla, con los niños. Les pregunta:
 
 -¿Qué  hacéis?
 -  Queríamos jugar a la guerra. Pero él no quiere y entonces se juega a la pesca.
 
 El  "él" que no quiere es un niño — ya un hombrecito — de constitución  menuda, pero de rostro luminosísimo. Quizás sabe que, siendo grácil como es, se  llevaría palos de los demás haciendo "la guerra" y por ello sostiene  la paz.
 Pero  Jesús aprovecha la ocasión para hablarles a esos niños:
 
 -  Él tiene razón. La guerra es pena impuesta por Dios para castigo de los  hombres, y signo de que el hombre ha venido a   menos en su condición de verdadero hijo de Dios. Cuando el Altísimo creó  el mundo, hizo todas las cosas: el Sol, el mar, las estrellas, los ríos, las  plantas, los animales, pero no hizo los armas. Creó al hombre y le dio ojos  para que tuviera miradas de amor, bocas para pronunciar palabras de amor, oído  para oírlas, manos para socorrer y acariciar, pies para correr con rapidez  hacia el hermano necesitado, y corazón capaz  de amar. Dio al hombre inteligencia, palabra, afectos, gustos. Pero no le dio  el odio. ¿Por qué? Porque el hombre, criatura de Dios, debía ser amor, como  Amor es Dios. Si el hombre hubiera permanecido como tal criatura, habría  permanecido en el amor, y la familia humana no habría conocido guerra ni  muerte.
 
 -  Pero él no quiere hacer la guerra porque pierde siempre» (efectivamente, yo  había adivinado).
 Jesús  sonríe y dice:
                -  No se debe no querer lo que a nosotros nos lesiona porque nos lesione. Se debe  no querer una cosa cuando lesiona a  todos.  Si uno dice: "No quiero esto porque me produce una pérdida", es  egoísta. Sin embargo, el buen hijo de Dios dice:
 "Hermanos,  yo sé que vencería, pero os digo: no hagamos esto porque significaría un daño  para vosotros". ¡Cómo ha comprendido éste el precepto principal! ¿Quién me  lo sabe decir?.
 
 En  coro, las once bocas dicen:
 -  Amarás a tu Dios con todo tu ser y a tu prójimo como a tí mismo".
 -¡Sois  unos niños excelentes! ¿Vais todos al colegio?
 -  Sí.
 
 -¿Quién  es el más listo?
 -  Él (es el niño grácil que no quiere jugar a la guerra).
 -¿Cómo  te llamas?
 -  Joel.
 
 -¡Gran  nombre! Joel habla así: "... el débil diga: "¡Soy fuerte!". Pero  ¿fuerte en qué? En la ley del Dios verdadero, para estar entre los que Él en el  valle de la Decisión  juzgará como santos suyos. Mas el juicio está próximo; no en el valle de la Decisión, sino en el  monte de la Redención.   Allí, entre Sol y Luna oscurecidos de horror, y estrellas  temblando llanto de piedad,
 serán  discernidos los hijos de la Luz  de los hijos de las Tinieblas. Y todo Israel sabrá que su Dios ha venido.  Dichosos los que lo hayan reconocido: recibirán en su corazón miel, leche y  aguas claras y las espinas se les transformarán en eternas rosas. ¿Quién de  vosotros quiere estar entre aquéllos a los que Dios juzgue santos?. -¡Yo! ¡Yo!  ¡Yo!.
 
 -¿Amaréis  entonces al Mesías?
 -¡Sí!  ¡Sí! ¡A ti! ¡A ti! ¡Te amamos a ti! ¡Sabemos quién eres! Lo han dicho Simón y  Santiago y también nuestras madres.  ¡Llévanos  contigo!.
 -  En verdad os tomaré conmigo si sois buenos. Nunca más, palabras feas; nunca  más, abusos; nunca más, riñas; nunca más, malas respuestas a los padres.  Oración, estudio, trabajo, obediencia; y Yo os amaré y os acompañaré en vuestro  camino.
 Los  niños están todos en círculo alrededor de Jesús. Parece una corola policroma  ceñida en torno a un largo pistilo azul oscuro.
 
 Un  hombre bastante anciano se ha acercado, curioso. Jesús se vuelve para acariciar  a un niño que le está tirando del vestido, y lo ve. Detiene en él intensamente  su mirada. El anciano se limita a saludar ruborizándose.
 -¡Ven!  ¡Sígueme!
 -  Sí, Maestro.
 
 Jesús  bendice a los niños y, al lado de Felipe (lo llama por el nombre), vuelve a  casa. Se sientan en el huertecillo.
 
 -¿Quieres  ser mi discípulo?
 -  Lo quiero—y no oso esperar serlo.
 -  Yo te he llamado.
 -  Lo soy, entonces. Heme aquí.
 -¿Tenías  conocimiento de mí?
 -  Me ha hablado de ti Andrés. Me ha dicho: "Aquel por quien tú suspirabas ha  venido". Porque Andrés sabía que yo   suspiraba por el Mesías.
 -  No queda frustrada tu espera. Él está delante de ti.
 -¡Mi  Maestro y mi Dios!
 
 -  Eres un israelita de recta intención. Por esto me manifiesto a ti. Otro amigo  tuyo — como tú, sincero israelita —  espera.  Ve a decirle: "Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, hijo de José, de la  estirpe de David, aquel de quien hablaron Moisés               y  los profetas". Ve. Jesús se queda solo hasta que vuelve Felipe con  Natanael - Bartolomé.
 
 -  He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño. La paz sea contigo,  Natanael.
 -¿Cómo  me conoces?
 -  Antes de que Felipe fuera a llamarte, te he visto debajo de la higuera.
 
 -¡Maestro,  Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel!
 
 -¿Porque  he dicho que te he visto pensando debajo de la higuera, crees? Cosas mucho más  grandes que éstas verás.
 
 En verdad os digo que los Cielos están abiertos y  vosotros, por la fe, veréis a los ángeles bajar y subir sobre el Hijo del  Hombre: Yo, quien te está hablando.
 ¡Maestro!  ¡Yo no soy digno de tanto favor!
 -  Cree en mí y serás digno del Cielo. ¿Quieres creer?
 -  Quiero, Maestro.
 
 La  visión se detiene... Y continúa en la terraza, que está llena de gente. Otras  personas están en el huertecillo de Pedro. Jesús habla.
 
 -  Paz a los hombres de buena voluntad. Paz y bendición a sus casas, mujeres y  niños. La gracia y la luz de Dios reinen en ellas y en los corazones que las  habitan.
 
 Deseabais  oírme. La Palabra  habla. Habla a los honestos con alegría, habla a los deshonestos con dolor,  habla a los santos y a los puros con gozo, habla a los pecadores con piedad. No  se niega. Ha venido para derramarse como río que riega tierras necesitadas de  agua y que de él reciben alivio de olas y nutrición de limo.
 
 Vosotros  queréis saber qué se requiere para ser discípulos de la Palabra de Dios, del  Mesías, Verbo del Padre, que viene a reunir a Israel para que oiga una vez más  las palabras del Decálogo santo e inmutable y se santifique en ellas para estar  limpio, en la medida en que el hombre puede hacerlo de por sí, para la hora de la Redención y del Reino.
 
 Mirad.  Yo digo a los sordos, a los ciegos, a los mudos, a los leprosos, a los  paralíticos, a los muertos:
 
 "Levantaos, sanad, resucitad, caminad, ábranse  en vosotros los ríos de la luz, de la palabra, del sonido, para que podáis ver,  oír, hablar de mí". Pero, más que a los cuerpos, esto se lo digo a  vuestros espíritus. Hombres de buena voluntad, venid a mí sin temor. Si el  espíritu está lesionado, Yo le devuelvo la salud. Si está enfermo, lo curo; Si  muerto, lo resucito. Quiero sólo vuestra buena voluntad.
 ¿Es  difícil esto que os pido? No. No os impongo los cientos de preceptos de los  rabinos. Os digo: seguid el Decálogo. La   Ley es una e inmutable. Muchos siglos han pasado desde la  hora en que fue promulgada, hermosa, pura, fresca, como criatura recién nacida,  como rosa recién abierta en el tallo. Simple, sin mancha, ligera de seguir. Durante  los siglos, las culpas y las inclinaciones la han complicado con leyes y más  leyes menores, pesos y restricciones, demasiadas cláusulas penosas. Yo os  conduzco de nuevo a la Ley  como ésta era cuando el Altísimo la dio. Pero, os lo ruego por vuestro bien,  recibidla con el corazón sincero de los verdaderos israelitas de entonces.
 Vosotros  susurráis — más en vuestro corazón que con los labios — que la culpa está  arriba, más que en vosotros, gente humilde. Lo sé. En el Deuteronomio está  dicho todo lo que debe hacerse, y no era necesario más. Pero no juzguéis a  quien actuó no para sí, sino para los demás.
 
 Vosotros haced lo que Dios dice.  Y, sobre todo, esforzaos en ser perfectos en los dos               preceptos  principales. Si amáis a Dios con todo vuestro ser, no pecaréis, porque el pecado  produce dolor a Dios. Quien ama no quiere causar dolor. Si amáis al prójimo  como a vosotros mismos, sólo podréis ser hijos respetuosos para con los padres,  esposos fieles a los consortes, hombres honestos en las transacciones, sin  violencias para con los enemigos, sinceros a la hora de testificar, sin envidia  de quien posee, sin deseos de lujuria hacia la mujer del prójimo.
 
 No queriendo  hacer a los demás lo que no querríais que se os hiciera a vosotros, no  robaréis, no mataréis, no calumniaréis, no entraréis como los cucos en el nido  de los demás.
 
 Pero  incluso os digo: "Portad a perfección vuestra obediencia a loe dos  preceptos de amor: amad también a vuestros enemigos".
 ¡Oh,  si sabéis amar como Él, cómo os amará el Altísimo, que ama al hombre — transformado  en enemigo suyo por la culpa original y por los pecados individuales — hasta el  punto de enviarle el Redentor, el Cordero que es su Hijo, Yo, quien os está  hablando, el Mesías, prometido para redimiros de toda culpa! Amad. El amor sea  para vosotros escalera por la cual, hechos ángeles, subáis (como vio Jacob)  hasta el Cielo, oyendo al Padre decir a todos y a cada uno: "Yo seré tu  protector dondequiera que vayas, y te traeré de nuevo a este lugar: al Cielo,  al Reino Eterno".
 La  paz esté con vosotros.
 La  gente manifiesta su conmovida aprobación y se va lentamente. Se quedan Pedro,  Andrés, Santiago, Juan, Felipe y Bartolomé.
 -¿Te  vas mañana, Maestro?
 -  Mañana al amanecer, si no te desagrada.
 -  Desagradarme el que te vayas, sí, pero la hora no; es incluso propicia.
 -¿Vas  a ir a pescar?
 -  Esta noche, cuando salga la   Luna.
 -  Has hecho bien, Simón Pedro, en no pescar durante la pasada noche. Todavía no  había terminado el sábado.
 
 Nehemías,  en sus reformas, quiso que en Judá se respetara el sábado. Ahora también  demasiada gente en sábado prensa en los lagares, transporta haces, carga vino y  fruta, y vende y compra pescado y corderos. Tenéis seis días para esto. El  sábado es del               Señor.  Sólo una cosa podéis hacer en sábado: el bien a vuestro prójimo, pero sin ningún  tipo de afán de lucro. Quien viola por lucro el sábado sólo puede obtener de  Dios el castigo. ¿Gana algo?: lo perderá con creces en los otros seis días. ¿No  lo gana?: se ha esforzado en vano el cuerpo, no concediéndole ese reposo que la Inteligencia ha  establecido para él, airándose el espíritu por haber trabajado inútilmente,  llegando incluso a proferir imprecaciones. Sin embargo, el día de Dios debe  transcurrirse con el corazón unido a Dios en dulce oración de amor. Hay que ser  fieles en todo.
 -  Pero... los escribas y doctores, que son tan severos con nosotros... no  trabajan durante el sábado. Ni siquiera le dan al prójimo un pan por evitar el  trabajo de dárselo... y, sin embargo, fían préstamos abusivos aun en sábado,  ¿Se puede hacer esto en sábado porque no sea trabajo material?  -  No. Nunca. Ni durante el sábado ni durante los otros días. Quien presta  abusivamente es deshonesto y cruel. -  Los escribas y fariseos, entonces...-  Simón no juzgues. Tú no lo hagas.
 -  Pero tengo ojos para ver...
 -¿Sólo  el mal está ante nuestros ojos, Simón?.
 -  No, Maestro.
 -  Entonces, ¿por qué mirar sólo el mal?
 -  Tienes razón, Maestro.
 -  Entonces mañana al amanecer partiré con Juan».
 -  Maestro...
 -  Simón, ¿qué te sucede?
 
 -  Maestro... ¿vas a Jerusalén?
 -  Ya lo sabes.
 -  Yo también voy a Jerusalén para la   Pascua... y también Andrés y Santiago....
 
 -¿Y  entonces?... Quieres decir que desearías venir conmigo ¿no? ¿Y la pesca? ¿Y la  ganancia? Me has dicho que te gusta tener dinero, y Yo me ausentaré durante  muchos días. Primero voy donde mi Madre, y a Jerusalén a la vuelta. Me quedaré  allí               predicando.  ¿Cómo te las arreglarás?...
 Pedro  se muestra dudoso, vacilante... pero al final se decide:
 
 -  Por mí... voy contigo. ¡Te prefiero a ti antes que al dinero!
 -  Yo también voy».
 -  También yo.
 -  Y nosotros también, ¿verdad, Felipe?
 -  Venid, pues. Me serviréis de ayuda».
 -¡Oh!...  — Pedro se emociona ante esta idea —. ¿En qué te podemos ayudar?
 
 -  Os lo diré. Para actuar bien sólo tendréis que hacer cuanto os diga. El  obediente siempre actúa bien. Ahora oraremos y luego cada uno irá a realizar  sus cometidos.
 -¿Y  Tú, Maestro?
 
 -  Oraré más. Soy la Luz  del mundo, pero también soy el Hijo del hombre. Por ello siempre tengo que  beber de la Luz               para  ser el Hombre que redime al hombre. Oremos.
 Jesús  dice un salmo. El que comienza: «Quien reposa en la ayuda del Altísimo vivirá  bajo la protección del Dios del Cielo.
 
 Dirá  al Señor: "Tú eres mi protector, mi refugio. Es mi Dios, en Él está mi  esperanza. Él me libró del lazo de los cazadores y de las palabras  agresivas" etc. etc.».
 
 Lo encuentro en el libro 4°. Es el segundo del  libro 4°, me parece que es el núm. 90 (Salmos 91).
 
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