103- En los  altos del Líbano, donde los pastores Benjamín y Daniel              
            
             Jesús  camina al lado de Jonatán siguiendo un terraplén verde y por tanto, umbroso.  Detrás van los apóstoles hablando  entre  sí. Pedro separándose de ellos, se adelanta, y, franco como siempre, pregunta a  Jonatán:
-¿Pero  no era más rápido el camino que va a Cesárea de Filipo? Hemos cogido éste y...  ¿cuándo vamos a llegar? ¡Tú con la patrona has ido por aquél!
-Con  una enferma, me he atrevido a todo. Date cuenta de que yo soy de un cortesano de  Antipas, y Filipo, después de aquel sucio incesto no ve muy bien a los  cortesanos de Herodes... Mira, no es por mí por quien temo. Lo que no quiero es  crearos dificultades ni enemigos, y menos aún al Maestro. La Tetrarquía de Filipo  tiene necesidad de la Palabra,  como la tiene la de Antipas; si os odian, ¿cómo podéis…? A1 regreso, si lo veis  conveniente, vais por ese camino.
             -Alabo  tu prudencia, Jonatán. Pero al regreso tengo intención de pasar hacia las  tierras fenicias - dice Jesús.
               -Están  envueltas en las tinieblas del error.
               -Tocaré  frontera, para recordarles que hay una Luz.
               -¿Crees  que Filipo se desquitaría en un siervo del perjuicio que le ha causado su  hermano?
               -Sí,  Pedro. Son iguales. Dominados por todos los más bajos instintos, no hacen  distinción. Parecen animales y no hombres, créelo.
             -Y,  sin embargo, teniendo en cuenta que Juan, hablando en nombre de Dios, ha  hablado también en su nombre y favor, debería estimarnos, o sea, estimarlo a  Él, que es pariente de Juan.
               
               -No  os preguntaría ni siquiera de donde venís, ni quiénes sois, viéndoos conmigo -  si me reconociera, o si algún enemigo de la casa de Antipas me señalara como  siervo de su Procurador - seríais encarcelados inmediatamente. ¡Si supierais  cuánto fango hay tras las vestiduras de púrpura! Venganzas, atropellos,  delaciones, lujurias y hurtos son la pasta de su alma. ¿Alma?... ¡bien!,  llamémosla así. Yo creo que ya no tienen alma. Vosotros mismos podéis verlo:  para bien, pero... ¿por qué ha recobrado Juan la libertad? Por una venganza  entre dos oficiales de la   Corte. Uno, para quitarse de en medio al otro tan favorecido  por
               Antipas,  que tenía a Juan en custodia -, por una suma abrió de noche el calabozo... Yo  creo que atontó a su rival con un vino drogado, y a la mañana siguiente... el  desdichado pagó con su cabeza la evasión del Bautista. Te digo que es un asco.
             -¿Y  tu patrón está de acuerdo? Me parece bueno.
               -Lo  es. Pero no puede actuar de otro modo. Su padre y el padre de su padre fueron  de la Corte de  Herodes el Grande. El hijo lo ha tenido que ser por fuerza. No lo aprueba, pero  no puede más que limitarse a mantener a su mujer lejos de esa corte de vicios.
               -¿Y  no podría decir "me das asco" y marcharse?
             -Podría,  pero, a pesar de que sea muy bueno, todavía no es capaz de tanto. Eso significaría  casi ciertamente la muerte. Y ¿quién quiere morir por honestidad de espíritu  llevada a su punto más alto? Un santo como el Bautista. Pero nosotros... 
               ¡pobrecillos!               Jesús,  que los ha dejado hablar entre sí, interviene:
               -Dentro  de no mucho, en todo lugar de la tierra conocida, el número de los santos  contentos de morir por esta honestidad               hacia  la Gracia y  por amor a Dios será denso como flores en un prado abrileño.
               
               -¿Sí?  Me gustaría saludar a estos santos y decirles: "¡Rogad por el pobre Simón  de Jonás!" - dice Pedro.
               -Jesús  lo mira fijo y sonriente.
               -¿Por  qué me miras así?
               -Porque  tú, prestándoles auxilio, los verás, y los verás cuando te lo presten a ti.
               -  ¿En qué, Señor?
               -Para  ser la Piedra  consagrada por el Sacrificio, sobre la que se celebre y edifique mi Testimonio.
               -No  te entiendo.
               -Entenderás.
               Los  otros discípulos, que se habían acercado y que han escuchado, cuchichean entre  sí.
               
               Jesús  se vuelve:
               -En  verdad os digo que todos seréis probados con uno u otro suplicio: por ahora, el  de la renuncia a las comodidades, a los afectos, a las cosas útiles; luego irá  siendo una cosa cada vez más vasta, hasta llegar a aquella, excelsa, que os  ciña con una diadema inmortal. Sed fieles. Todos vosotros lo seréis. Y  obtendréis esto.
               -¿Nos  matarán los judíos, el Sanedrín acaso, por nuestro amor a ti?
               
               -Jerusalén  lava los umbrales de su Templo con la sangre de sus Profetas y sus Santos. Y  también el mundo espera ser lavado... Abundan los templos de dioses horrendos.  En un futuro serán templos del Dios verdadero y la lepra del paganismo quedará  purificada con el agua lustral de la sangre de los mártires.
             -¡Oh!  ¡Dios Altísimo! ¡Señor! ¡Maestro! ¡Yo no soy digno de tanto!
               -¡Soy  débil! ¡Le temo al dolor! ¡Oh! ¡Señor!... 0 despide a tu inútil siervo, o dame  fuerza. No querría menoscabar tu imagen,               Maestro,  con mi ruindad». - Pedro se ha arrojado a los pies del Maestro y le está  suplicando verdaderamente con el corazón en la voz.
               
               -Álzate,  mi Pedro. No temas. Todavía mucho has de caminar... y llegará la hora en que no  quieras sino cumplir el último esfuerzo. Y entonces tendrás todo, del Cielo y  de ti mismo. Yo te estaré mirando admirado.
               -Tú  lo dices... y yo lo creo. ¡Pero soy un tan pobre hombre!
               Se  ponen de nuevo a caminar...
               ...  y después de una buena interrupción, cuando ya se ha dejado la llanura para  encumbrarse hasta la parte alta de un monte boscoso y progresivamente elevado,  continúo viendo. Ni siquiera debe ser el mismo día, porque, mientras antes de  la interrupción la mañana era ya tórrida, ahora apenas empieza una hermosa  aurora que enciende, en todos los tallitos, pequeños diamantes líquidos.  Bosques y más bosques de coníferas han quedado abajo, pero sigue habiendo  bosques arriba, dominadores desde lo alto, bosques que como verdes catedrales  acogen entre sus intercolumnios a los peregrinos incansables.
             Este  Líbano es verdaderamente una cadena estupenda. No sé si es Líbano todo el  complejo o este monte sólo. Sé que veo sierras boscosas erguirse en nudo alto y  enredado de crestas y barrancos, de valles y mesetas a lo largo de las cuales discurren,  para luego precipitarse abajo, torrentes que parecen cintas de plata  ligeramente verde-azul. Aves de todo tipo llenan               de  cantos y vuelos los bosques de coníferas, que son todo un perfume de resinas en  esta hora matutina. Volviendo la mirada hacia abajo - mejor, hacia occidente -,  se ve lejos reír el mar, amplio, quieto, solemne, y toda la costa que se  extiende hacia el Norte, hacia el Sur, con sus ciudades, sus puertos y los  raros cursos de agua que desembocan en el mar y que dibujan, apenas, una coma  luciente sobre la tierra árida (con la poca agua suya que el sol del verano  seca) y un signo amarillento de dedo en el azul del mar.
             -Son  hermosos estos lugares -observa Pedro.
               -Y  no hace tampoco mucho calor - dice Simón.
               -Con  estos árboles, el sol molesta poco... - añade Mateo.
               -¿Han  cogido de aquí los cedros del Templo? - pregunta Juan.
               -De  aquí. Son éstos los bosques que dan las maderas más bellas. El patrón de Daniel  y Benjamín tiene muchísimos, además de tener ricos rebaños. Sierran los árboles  en el propio lugar y luego los transportan hacia abajo por aquellas acanaladuras  o a fuerza de brazos. Trabajo difícil cuando los troncos deben ser usados  enteros, como fue el caso del Templo. No               obstante,  paga bien y hay muchos a su servicio; además es bastante bueno. No es como el  feroz Doras. 
             -¡Pobre  Jonás! - responde Jonatán.
               -¿Pero  cómo es posible que los que están a su servicio sean casi esclavos? Cuando le  dije: "Déjale plantado y ven con nosotros, que Simón de Jonás podrá ofrecerte  en el peor de los casos un pan", me respondió: "No puedo si no pago  mi rescate".
               
  ¿Qué  historia es ésta?
               -Doras  - y no sólo él en Israel - habitualmente hace esto: cuando ve que uno que está  a su servicio es bueno, lo conduce con aguda astucia a la esclavitud. Le carga  en cuenta falsas sumas que el pobre hombre no puede pagar; cuando la suma es suficiente,  dice: "Tú eres esclavo mío por deudas".
               
               -¡Qué  vergüenza! ¡Y además es fariseo!
               -Sí.  Jonás mientras tuvo ahorros pudo pagar... luego... Un año el granizo, otro la  sequía, el trigo y la uva dieron poco,               Doras  multiplica el daño por diez... y otra vez por diez. Posteriormente Jonás cayó  enfermo debido al excesivo trabajo. Doras le prestó la suma necesaria, pero  quiso el doce por uno. Como Jonás no lo tenía, añadió esto al resto. En pocas  palabras: pasados unos años, se había acumulado una deuda que le hizo esclavo;  y jamás lo dejará marcharse... siempre encontrará otras disculpas y otras  deudas... - Jonatán esta triste pensando en su amigo.
               -¿Y  tu patrón no podía...?
             -¿Qué?  ¿Hacer que lo trataran como a un ser humano? ¿Pero quién se enfrenta a los  fariseos? Doras es uno de los más poderosos: creo que incluso es pariente del  Sumo Sacerdote... A1 menos eso se dice. Una vez, cuando le dieron de palos a  Jonás               hasta  dejarlo exánime, y yo lo supe, lloré tanto, que Cusa me dijo: "Pago yo su  rescate por hacerte feliz". Pero Doras se le rió delante de su cara y no  aceptó nada. ¡Ése!... tiene los campos más ricos de Israel... pero, te lo juro,  han sido abonados con la sangre y las lágrimas de sus siervos.
             Jesús  mira a Simón Zelote y éste mira a Jesús. Ambos están apenados.
               -¿Y  este de Daniel es bueno?
               -A1  menos, humano. Quiere, pero no oprime, y, dado que los pastores son honestos,  los trata con amor; son los que mandan en los pastos. A mí me conoce y me  respeta porque soy un doméstico de Cusa y… podría serle útil... Pero, Señor,  ¿por qué el hombre es tan egoísta?
               
               -Porque  el amor fue estrangulado en el Paraíso Terrenal. Yo vengo, no obstante, a  aflojar el lazo y a dar nueva vida al amor.
               -Hemos  llegado a la propiedad de Eliseo. Los pastos están aún lejanos, pero a esta  hora las ovejas casi siempre están en los apriscos, por el sol. Voy a ver si  están.
             Y  Jonatán se marcha casi corriendo. Vuelve después de un rato con dos pastores  entrecanos y robustos, los cuales realmente se precipitan abajo por la  pendiente para ir a donde Jesús.
               -La  paz a vosotros.
               -¡Oh!  ¡Nuestro Niño de Belén! -dice uno de ellos; el otro: «Bendita seas, Paz de  Dios, que has venido a nosotros». Los dos hombres están pronos sobre la hierba.  El saludo a un altar no es tan profundo como éste dedicado al Maestro.
             -Levantaos.  Os devuelvo la bendición, y me alegra hacerlo porque la bendición desciende con  gozo sobre quien es digno de ella.
               -¡Oh,  dignos nosotros!...
               
               -Sí,  vosotros, que habéis sido siempre fieles.
               -¿Quién  no lo habría sido? ¿Quién puede borrar aquella hora? ¿Quién puede decir:  "No es verdad lo que vimos"?
  ¿Quién  puede olvidar que Tú nos sonreíste durante meses, cuando, volviendo entre las  ovejas al atardecer, te llamábamos y Tú, al son de nuestros caramillos, batías  las manitas?... ¿Lo recuerdas, Daniel? Casi siempre vestido de blanco en los  brazos de su Madre; te nos mostrabas entre rayos de sol en el prado de Ana, o a  la ventana; parecías una flor depositada sobre la nieve del vestido materno.
             -Y  aquella vez que viniste, dando los primeros pasos, a acariciar un corderito  menos rizado que Tú... ¡Qué feliz se te veía! Y nosotros no sabíamos qué hacer  de nuestras rudas personas. Habríamos deseado ser ángeles para aparecerte menos  burdos...
               -¡Amigos  míos!, Yo veía vuestro corazón, y eso veo también ahora.
               
               -¡Y  nos sonríes como entonces!
               -¡Y  has venido hasta aquí, donde los pobres pastores!
               -Donde  mis amigos. Ahora estoy contento. Os he vuelto a encontrar a todos y ya no os  perderé. ¿Podéis dar hospedaje               al  Hijo del hombre y a sus amigos?
               
               -¡Señor!  ¿Tú lo pides? No nos falta ni pan ni leche, pero si tuviéramos sólo un bocado  te lo daríamos con tal de tenerte con nosotros. ¿Verdad, Benjamín?
               -¡Hasta  el corazón te daríamos por alimento, nuestro anhelado Señor!
               -Vamos,  entonces. Hablaremos de Dios...
               -Y  de tus parientes, Señor. ¡José, tan bueno! ¡María..., oh, la Madre! Fijaos, mirad este  narciso bañado de rocío, hermoso y puro con su corola como una estrella  adiamantada. Ella, sin embargo... ¡oh, esto no es sino fealdad en comparación con  la Madre! Una  sonrisa suya era purificación; encontrarla, una fiesta; oírla, santificarse.  ¿Te acuerdas de aquellas palabras
               también  tú, Benjamín?
             -Sí.  Te las puedo repetir, Señor. Porque cuanto Ella nos dijo en los meses en que  pudimos oírla está escrito aquí (y se señala el pecho). Es la página de nuestra  sabiduría. Nosotros podemos comprenderla porque es palabra de amor y el amor lo  entienden todos. Ven, Señor, entra y bendice esta morada feliz. 
             Entran  en una estancia cercana al vasto redil y todo termina.