|  | EL EVANGELIOCOMO ME HA SIDO REVELADO
 
 
   Autor: María Valtorta 
 « PARTE 5 de 7 »
PREPARACIÓN PARA LA PASION
 
  Partes: 
      [ 1 ] 
      [ 2 ]
      [ 3 ][ 4 ]
      
      [ 5 ]
      [ 6 ]
      [ 7 ]
 
 
 541. Judíos en Betania de visita  542. Los judíos en casade Lázaro
 543. Marta llama a un criadoa llamar al Maestro
 544. La muerte de Lázaro  545. El criado de Betania refiere a Jesús el mensaje de Marta  546. El día de los funerales de Lázaro
 547. Jesús decide ir a Betania  548. La resurrección de Lázaro  549. Sesión del Sanedrín y audiencia en el palacio de Pilato  550. Misión de amor para Lázaro y contemplación absoluta para su hermana María. Jesús debehuir a Samaria
 551. Los apóstoles son informados, después de un alto donde Nique, del decreto del Sanedrín. Llegada a losconfines de Judea
 552. Preparativos y recibimientos en Efraím  553. Comienzo del sábado en Efraím. Los ladrones del Adomín y la ayuda prestada a tres niños  554. El sábado en Efraím. Con los apóstoles y los tres niños en una pequeña isla del torrente  555. Lección nocturna a Simón Pedro sobre el perdón de los pecados y sobre el dolor de los santos y de los inocentes  556. Otro sábado en Efraím. Intolerancias de Judas Iscariote. Palabras a los samaritanos sobre el tiempo nuevo  557. Llegan de Siquem los parientes de los tres niños arrebatados a los bandoleros  558. Con la comitiva que regresa a Siquem. Parábola de la gota que excava la roca  559. En Efraím, peregrinos de la Decápolis y misión secretade Manahén
 560. En las cercanías de Gofená, coloquio durante la noche con José de Arimatea, Nicodemoy Manahén
 561. El saforim Samuel,de sicario a discípulo
 562. Habladurías en Nazaret  563. Falsos discípulos en Siquem. Curación en Efraím del esclavo mudo de Claudia Prócula  564. El hombre de Jabnia y el final de Hermasteo. Reprensión a los samaritanos que carecen de caridad
 565. Jesús conforta a Samuel, turbado por Judas de Keriot. Lecciones de las abejas y de la vela plegada por el torbellino  566. En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas  567. Parábola de la tela desgarrada. Milagro a la mujer parturienta. Judas Iscariote, sorprendido robando, es censurado por Jesús  568. Comienzo del viaje por Samaria partiendo de Efraím en dirección a Silo  569. En Silo, la parábola de los malos consejeros  570. En Lebona, la parábola de los mal aconsejados  571. Llegada a Siquem y recibimiento  572. En Siquem, la última parábola sobre los consejos dados y recibidos  573. Partida para Enón después de un tira y afloja entre Judas Iscariote y Elisa, que se quedan en Siquem  574. En Enón, rescatado y acogido el pastorcillo Benjamín. Hacia Tersa  575. Mal recibimiento en Tersa. Extremo intento de redimir a Judas Iscariote  576. Encuentro con el joven rico en el camino hacia Doco  577. Tercer anuncio de la Pasión. María de Alfeo evoca la figura de José. La insensata petición de los hijos de Zebedeo  578. Encuentro con discípulos y hombres de relieve conducidos por Manahén. Llegada a Jericó  579. Judíos desconocidos refieren las acusaciones recogidas por el Sanedrín. Alegoría dirigida a Jerusalén  580. Delaciones de Judas Iscariote y profecías sobre Israel. Milagros en el camino de Jericó a Betania  581. En Betania en la casade Lázaro
 582. La víspera del sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Ofrenda extrema por la salvación de Judas Iscariote  583. Víspera del sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Despedida de las discípulas. El desdichado nieto de Nahúm  584. El sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Parábola de las dos lámparas y parábola viva del pequeño deforme sanado. El futuro de la Humanidad  585. El sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Judíos y peregrinos en Betania.El Sanedrín ha decidido
 586. El sábado anterior a la entrada en Jerusalén. La cena en Betania. Judas de Keriot ha decidido  587. El adiós a Lázaro   588. Iscariote con los Jefesdel Sanedrín
 589. De Betania a Jerusalén, predisponiendo a los apóstoles en orden a la Pasión inminente  590. El llanto ante Jerusalén y la entrada triunfal en laCiudad Santa
 591. Por la noche en Getsemaní. Los apóstoles llamados de nuevo a la realidad después de la embriaguez del triunfo  592. Lunes santo. Consuelo a la madre de Analía y encuentro con el soldado Vital. La higuera estéril y la parábola de los viñadores pérfidos. La autoridad de Jesús y el bautismo de Juan  593. El lunes por la noche en el Getsemaní con los apóstoles  594. Martes santo Lecciones sacadas de la higuera agostada. El tributo de César y la resurrección de los cuerpos  595. El martes por la noche en el Getsemaní con los apóstoles  596. Miércoles santo. El mayor de los mandamientos y el óbolo de la viuda. Los discursos sobre los escribas y fariseos, sobre el Templo nuevo, sobre los últimos tiempos  597. El miércoles por la noche en el Getsemaní con los apóstoles  598. Jueves Santo. Preparativos de la Cena pascual. La manifestación del Padre y el homenaje de los Gentiles  599. La llegada al Cenáculo y el adiós de Jesús a su Madre  600. La última Cena pascual    | 
      
      
        | 
		
             579- Judíos desconocidos refieren las acusaciones recogidas por el Sanedrín.Alegoría dirigida a Jerusalén
 Un gran número de personas  está agrupado en los prados de Nique, en que el heno se seca al sol. Dos carros  pesados y cubiertos están esperando en estos prados.
 Comprendo la razón de la  espera cuando veo que acompañan a ellos a todas las discípulas, y que éstas  suben en los carros después de la despedida y bendición del Maestro. También  María Sanísima se marcha con las otras discípulas.
 
 Se marcha también el  jovencito de Enón. Muchos discípulos se ponen a los lados de los carros, y,  cuando éstos se mueven al paso lento de los bueyes también ellos se ponen en  marcha. En los prados permanecen los apóstoles, Zaqueo y sus amigos y un  grupito de personajes muy cubiertos con su manto (como si no quisieran ser muy  reconocidos).
 
 Jesús vuelve lentamente sobre  sus pasos, hasta el centro del prado, y se sienta en un montón de heno ya  semiseco que pronto será llevado al henil. Está absorto, y todos, manteniéndose  en tres grupos distintos y un poco separados de Él y entre sí, respetan esta  concentración suya.
 
 La meditación se alarga. Se  alarga la espera. El sol se hace cada vez más fuerte y cae intenso sobre el  prado, que emana un fuerte olor de tallos herbáceos en desecación.
 
 Los que  esperan se refugian en los extremos del prado, en los lugares en que los  últimos árboles del huerto proyectan su sombra refrescadora.
 
 Jesús se queda solo, solo bajo  el sol ya fuerte, blanco todo con su túnica de lino y la prenda de cendal  -quizás es la que tejió Síntica-que cubre su cabeza y ondea levemente con el  paso de la brisa. De algún establo cercano llegan mugidos tenues, quejumbrosos,  de vacas; de las frondas del huerto, piar de pájaros implumes; de las eras,  piar de pollitos petulantes: la vida que continúa, renovándose en todas las  primaveras.
 
 Las palomas vuelan alto describiendo círculos antes de regresar con  vuelo firme y seguro a los nidos, bajo los aleros de los tejados. No sé si en  la cercana casa de Nique o si en algún campo, una voz de mujer canta una nana  arrulladora, y la vocecita del niño, primero alta y trémula como un balido de  corderito, ahora se atenúa y luego calla... Jesús piensa, sigue pensando,  piensa sin cesar, insensible al sol.
 
 En distintas ocasiones he  advertido esta superior resistencia de Jesús bendito frente a las inclemencias  climáticas. Nunca he comprendido si sentía calor y frío fuertemente y los  soportaba sin quejarse por espíritu de mortificación, o si era que, de la misma  forma que dominaba los elementos desatados, dominaba también el frío y calor  excesivos. No lo sé.
 
 Lo que sé es que, aun viéndolo todo mojado bajo aguaceros  o sudado todo bajo el intenso sol, nunca he advertido en Él gestos de desazón  por el frío o el calor, como tampoco lo he visto tomar las medidas de  prevención que el hombre toma contra los excesos del sol 
o del frío helador.
 
 Un día alguien me hizo la  observación de que en Palestina no se lleva descubierta la cabeza, y que, por  tanto, cuando yo decía que la cabeza rubia de Jesús, descubierta, aparecía  esplendorosa bajo el so1, hablaba con desacierto.
 
 No digo que no, respecto a  que en Palestina no se pueda ir con la cabeza descubierta; no he estado allí y  no sé. Lo que sé es que Jesús habitualmente iba sin nada en la cabeza.
 
 Y si  llevaba alguna prenda sobre su cabeza al principio de la marcha, pronto se lo  quitaba, como si le desagradaran los estorbos, y llevaba en la mano, y lo usaba  más que nada para limpiarse la cara del polvo del camino o para enjugarse el  sudor.
 
 Si llovía, alzaba un extremo del manto y con él se cubría la cabeza; si  hacía sol, especialmente cuando iba caminando, buscaba una hilera de sombra,  aunque estuviera entrecortada, para resguardarse de los rayos solares.  Raramente llevaba, como hoy, un velo ligero en la cabeza.
 
 Esta observación  podrá parecerles a algunos inútil, pero forma parte también de lo que veo; y yo  lo digo, mientras Jesús piensa...
 
 -¡Pero estar tanto tiempo ahí  le va a hacer daño! -exclama uno de1 grupo que no es ni el grupo apostólico ni  el de Zaqueo.
 
 -Vamos a decírselo a sus  discípulos... Además... yo quisiera... quisiera no detenerme demasiado tiempo  -responde otro.
 
 -¡Sí, claro! Que los montes  Adomín son poco seguros durante la noche...
 
 Van donde los apóstoles y  hablan con ellos.
 -De acuerdo. Voy a decirles  que queréis marcharos -dice Judas Iscariote.
 
 -No. No eso. Quisiéramos estar  al menos en Ensemes antes de que se haga de noche.
 
 Judas se marcha sonriendo con  ironía. Se inclina hacia el Maestro y le dice: -Dicen que es porque te puede  hacer daño el sol -aunque lo que realmente sucede es que a ellos puede perjudicarles  el ser vistos demasiado-, pero los judíos desean ya que los despidas.
 
 -Voy... Estaba pensando...  Tienen razón -y Jesús se levanta.
 -Todos, menos yo... -dice  Judas Iscariote con tono de enfado.
 Jesús lo mira y calla. Van  juntos adonde estos hombres a los que Judas ha llamado judíos.
 
 -Ya me había despedido de  todos vosotros. Ayer ya lo dije. Hablaré solamente en Jerusalén...
 -Es verdad. Pero es que  quisiéramos decirte algo, nosotros que... ¿Podemos hablar aparte contigo?
 
 -Dales este gusto. Tienen  miedo de nosotros, o más exactamente de mí -dice Judas de Keriot con esa  sonrisa suya de serpiente.
 
 -No tenemos miedo de nadie. Si  quisiéramos, sabríamos cómo tutelar nuestra tranquilidad. Pero todavía no todos  son villanos en Palestina. Somos descendientes de los prohombres de David, y,  si no eres esclavo ni despreciado todavía, debes mostrarte deferente con  nuestras estirpes, las primeras junto al rey santo, las primeras junto a los  Macabeos, las primeras también ahora, cuando se trata de honrar al Hijo de  David, y de aconsejarle.
Porque Él es grande, pero todas las criaturas, por  grandes que sean, pueden tener necesidad de un amigo en las horas decisivas de  la vida -responde con vehemencia uno que está del todo vestido de lino (incluso  el manto y la prenda que cubre su cabeza y que poco deja descubierto de su  rostro severo).
 
 -Nos tiene a nosotros por  amigos. Lo somos desde hace tres años, desde que vosotros...
 
 -No  lo conocíamos: Demasiadas veces hemos sufrido engaño con los falsos Mesías como  para creer fácilmente en cualquier aserción. Pero los últimos acontecimientos  nos han iluminado. Sus obras son divinas y nosotros decimos que es Hijo de  Dios.
 
 -¡Y creéis que tiene necesidad  de vosotros!
 
 -Como Hijo de Dios, no; como  Hombre, sí. Ha venido para ser el Hombre, y el Hombre siempre tiene necesidad  de hombres hermanos suyos. Pero, además, ¿por qué tienes miedo? ¿Por qué no  quieres que hablemos con Él? Ésta es nuestra pregunta a ti.
 
 -¿Yo? ¡Hablad! ¡Hablad! Los  pecadores son más escuchados que los justos.
 
 -¡Judas! ¡Creía que palabras  como éstas deberían parecerte fuego en los labios! ¿Cómo te atreves a juzgar  aquello que tu Maestro no juzga? Está escrito (Isaías  1, 18): "Si vuestros pecados son como la  escarlata se harán blancos como la nieve, y si son bermejos como la cochinilla  se harán blancos como la lana".
 
 -Pero  Tú no sabes que entre éstos...
 
 -¡Silencio!  Hablad vosotros.
 
 -Señor,  sabemos que está preparada la acusación contra ti.
 
 Se te acusa de violar la Ley  y los sábados, de amar más a los de Samaria que a nosotros, de defender a  publicanos y meretrices, de recurrir a Belcebú y a otras fuerzas tenebrosas, de  magia negra, de odiar al Templo y querer su destrucción, de...
 
 -Basta  así. Todos pueden acusar, probar la acusación es más difícil.
 
 -Pero  tienen dentro de ellos a quienes la sostienen. ¿O es que crees que allí dentro  son justos?
 
 -Os  respondo con las palabras de Job (Job 27, 5-8), que es figura de mí como  Paciente: "Lejos de mí el pensamiento de consideraros justos a todos.  Hasta el final sostendré mi inocencia. No renunciaré a la justificación mía,  que ya he comenzado. Porque mi corazón no me censura nada en toda mi  vida". Y todo Israel puede testimoniar -porque no me justifico a mí mismo,  con palabras que puede decir también un embustero-, todo Israel puede  atestiguar que Yo siempre he enseñado el respeto a la Ley; es más, que he  perfeccionado la obediencia la Ley, y que no he violado los sábados... ¡Habla!  ¿Qué querías decir? Has hecho un gesto y luego te has contenido. ¡Habla!
 
 Uno  del grupito... misterioso dice:
 -Señor,  en la última sesión del Sanedrín se leyó una denuncia contra ti. Venía de  Samaria, de Efraín donde Tú estabas, y decía que había quedado probado, en  numerosas ocasiones, que violabas el sábado y...
 
 -Y  sigo respondiéndote con Job: "¿Y cuál es la esperanza del hipócrita si  roba por avaricia y Dios no libera su alma?". Este infeliz, que presenta  una cara fingida y que debajo tiene un corazón distinto quiere cometer el gran  robo por avidez de mi bien, ya va por el camino del Infierno, y vano será para  él tener dinero y esperar honores y soñar con subir a donde Yo no quise subir  para no traicionar el decreto santo. ¿Pero nos vamos a ocupar de él, si no es  para orar por él?
 
 -Pero  el Sanedrín ha tenido para contigo palabras de burla: "Éste es el amor que  le profesan los samaritanos: lo acusan para atraerse la benevolencia de todos  nosotros".
 
 -¿Y  estáis seguros de que haya sido una mano samaritana la que ha escrito esas  palabras?
 
 -No.  Pero Samaria en estos días ha sido dura contigo...
 
 -Porque  los enviados del Sanedrín han creado en ella subversión y la han azuzado con  falsos consejos, suscitando descabelladas esperanzas que he tenido que abatir.  Además, escrito está (Job 27, 5-8), tanto respecto a Efraím como respecto a  Judá (y se podría decir respecto a cualquier otro lugar, porque es voluble el  corazón del hombre, que se olvida de los beneficios y se doblega ante las  amenazas):
 
 "Vuestra bondad es como nube matutina, como rocío que por la  mañana desaparece". Pero esto no prueba que los samaritanos sean los  acusadores del Inocente. Un amor equivocado los lanzó sañosos contra mí, pero  era un amor delirante. ¿Qué otra prueba hay de esta acusación de preferencia  por los samaritanos?
 
 -Se  te acusa de que los quieres tanto, que siempre dices: "Escucha  Israel", en vez de decir: "Escucha, Judá". Y que no puedes  censurar a Judá...
 
 -¿Verdaderamente?  ¿La sabiduría de los rabíes aquí se pierde? ¿Y no soy Yo el Germen de justicia  brotado de David por el que, como dice Jeremías (32, 6-9; 33, 15-17),  Judá será salvado? Entonces el Profeta prevé que Judá, sobre todo Judá, tendrá  necesidad de salvación. Y este Germen, sigue diciendo el Profeta, será llamado  el Señor, nuestro Justo, "porque, dice el Señor, nunca le faltará a David  un descendiente que se siente en el trono de la casa de Israel".
 
 ¿Y  entonces? ¿Erró el Profeta? ¿Acaso estaba ebrio? ¿Ebrio de qué? Sin duda, de  penitencia y no de otra cosa. Porque, para acusarme a mí, ninguno podrá  sostener que Jeremías fuera un hombre dado a la crápula.
 
 Bueno, pues él dice  que el Germen de David salvará a Judá y se sentará en el trono de Israel. Así  pues, se diría que, por sus luces, el Profeta ve que, más que Judá, será  elegido Israel; que el Rey irá a Israel, y ya será una gracia si Judá obtiene la  salvación, aunque sólo sea la salvación.
 
 ¿Al Reino, entonces, se le llamará  Reino de Israel? No. Se le llamara Reino de Cristo, de Aquel que une las partes  dispersas y reconstruye en el Señor tras haber -según el otro Profeta (Zacarías  11, 4-17) juzgado y condenado, en un mes -en realidad, en menos de un día-,  a los tres falsos pastores y tras haberles cerrado mi alma, porque la suya  quedó cerrada para mí y deseándome en figura no supieron amarme en mi  naturaleza.
 
 Así pues, Aquel que me envía romperá los dos cayados que me ha  dado, para que la Gracia quede perdida para los crueles, para que el Flagelo no  venga ya del Cielo, sino del mundo. Y nada es más duro que los flagelos que  los hombres dan a los hombres. Así será. ¡Oh, así! Yo recibiré golpes, y  dos tercios de las ovejas serán dispersados.
 
 Sólo un tercio, siempre sólo un  tercio de ellas se salvará y perseverará hasta el final. Y esta tercera parte  pasará por el fuego por el que Yo, Yo el primero, paso; y será purificada y  probada como plata y oro, y oirá estas palabras:
 
 "Tú eres mi pueblo",  y ella me dirá: "Tú eres mi Señor". Y alguien habrá pesado las  treinta monedas, precio de la horrenda obra, infame paga. Y no podrán volver al  lugar de donde salieron, porque hasta las piedras gritarían de horror al ver  esas monedas manchadas con la sangre del Inocente y el sudor del perseguido,  del perseguido por la más atroz de las desesperaciones; y servirán, como está  escrito, para comprar de los esclavos de Babilonia el campo para los  extranjeros. ¡Oh, el campo para los extranjeros! ¿Sabéis quiénes son estos  extranjeros?
 
 Son los de Judá e Israel, que pronto y durante siglos y siglos  carecerán de patria y ni siquiera la tierra de su antiguo suelo los querrá  acoger y los vomitará aun estando muertos, porque ellos quisieron rechazar la  Vida. ¡Horror
 infinito!
 
 Jesús calla, como quien se siente abatido, con la  cabeza baja, que luego alza. Extiende la mirada a su alrededor. Ve a los  presentes: los apóstoles, los discípulos ocultos, Zaqueo con los suyos. Suspira  como quien se despierta de una pesadilla. Habla así:
 
 -¿Qué  más decíais? ¡Ah, que se me acusa de querer a publicanos y meretrices! Es  verdad. Son los enfermos, los moribundos. Yo, Vida, me doy a ellos como vida.  Venid, redimidos de mi rebaño -ordena a Zaqueo y a los suyos. Venid y escuchad  mi orden. A muchos, más blancos que vosotros, dije: "No vayáis a  Jerusalén". A vosotros os digo: "Id". Esto podrá parecer  injusticia...
 -Y  lo es -interrumpe el Iscariote.
 
 Jesús,  como si no oyera, sigue hablando a Zaqueo y a sus compañeros:
 
 -Pero  os digo: id, precisamente porque vosotros sois plantas que tenéis más necesidad  del rocío que otras, para que vuestra buena voluntad reciba el auxilio del  Poderoso y ya crezcáis libremente en la Gracia. Sobre las otras cosas... el  mismo Cielo responderá con signos inconfundibles.
 
 En verdad, podrá ser  destruido el Templo vivo, y en tres días reedificado, y para toda la eternidad.  Pero el Templo muerto, que ahora será solamente zarandeado y creerá haber  triunfado, perecerá para nunca más renacer. ¡Marchaos! Y no temáis. Esperad en  penitencia mi Día. Su aurora os conducirá definitivamente a la Luz -dice  dirigiéndose a los que están cubiertos con el manto. Y luego dice a Zaqueo:
 
 -Y  marchaos también vosotros, pero no ahora. Estad en Jerusalén para la aurora del  día siguiente del sábado. Al lado de los justos quiero que estén los  resucitados, porque en el Reino del Cristo infinitos son los lugares: cuantos  son los hombres de buena voluntad.
 
 Y  se encamina hacia la casa de Nique a través del tupido huerto umbroso.
 
 Un  pequeño sendero pone una cinta amarillenta en medio del verde del suelo, y una  gallina cloqueante lo cruza seguida de sus pollitos del color del oro; y ante  tantos desconocidos la madre tiembla, se acurruca y, temiendo agresiones a sus  crías, extiende sus alas defensoras cloqueando más fuerte. Y los pollitos,  piando, van y se esconden bajo la pluma materna, y su piar se apaga al seguro y  parece que ya no están...
 
 Jesús  se para a contemplarla... y caen lágrimas de sus ojos.
 
 -¡Llora!  ¿Por qué llora? ¡Él llora! -susurran todos: apóstoles, discípulos, pecadores  redimidos.
 Y  Pedro dice a Juan:
 
 -Pregúntale  el por qué de su llanto...
 Y  Juan, con su ademán habitual, un poco inclinado en señal de reverencia y la  cara elevada de abajo hacia arriba para mirarlo a la cara, pregunta: ¿Por qué  lloras, mi Señor?
 
 ¿Es por lo que antes te han dicho y has dicho?
 
 Jesús  reacciona. Sonríe con tristeza y, señalando a la clueca, que sigue tutelando  amorosamente a su prole, dice:
 
 -Yo  también, Uno con el Padre mío, vi a Jerusalén, como dice Ezequiel (Ezequiel  16), desnuda y llena de vergüenza; y vi y pasé cerca de ella y, llegado el  tiempo, el tiempo de mi amor, extendí mi manto sobre ella y cubrí su desnudez.  Quería hacerla reina después de haber sido padre para ella, y quería protegerla  como esa gallina hace con sus crías... Pero, mientras que los pequeñuelos de la  gallina muestran su agradecimiento por los cuidados de su madre y se refugian  bajo sus alas, Jerusalén rechaza mi manto... Pero Yo mantendré mi proyecto de  amor... Yo...
 
 Luego el  Padre mío obrará  según su voluntad.
 Y  Jesús baja por la hierba, para no turbar a la gallina, y pasa, y más lágrimas  ruedan sobre su rostro enjuto y pálido.
 
Todos lo imitan siguiéndole. Hablan en voz baja  hasta llegar al límite de la casa de Nique. Y sólo Jesús entra en la casa, con  los apóstoles; los demás prosiguen hacia sus respectivas metas..
        
         |          |