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Saturday December 14,2024
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EL EVANGELIO
COMO ME HA SIDO REVELADO


El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: María Valtorta

« PARTE 5 de 7 »

PREPARACIÓN
PARA LA PASION

Partes: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ]
[ 4 ] [ 5 ] [ 6 ] [ 7 ]



541. Judíos en Betania de visita

542. Los judíos en casa
de Lázaro

543. Marta llama a un criado
a llamar al Maestro

544. La muerte de Lázaro

545. El criado de Betania refiere a Jesús el mensaje de Marta

546. El día de los funerales
de Lázaro

547. Jesús decide ir a Betania

548. La resurrección de Lázaro

549. Sesión del Sanedrín y audiencia en el palacio de Pilato

550. Misión de amor para Lázaro y contemplación absoluta para su hermana María. Jesús debe
huir a Samaria

551. Los apóstoles son informados, después de un alto donde Nique, del decreto del Sanedrín. Llegada a los
confines de Judea

552. Preparativos y recibimientos en Efraím

553. Comienzo del sábado en Efraím. Los ladrones del Adomín y la ayuda prestada a tres niños

554. El sábado en Efraím. Con los apóstoles y los tres niños en una pequeña isla del torrente

555. Lección nocturna a Simón Pedro sobre el perdón de los pecados y sobre el dolor de los santos y de los inocentes

556. Otro sábado en Efraím. Intolerancias de Judas Iscariote. Palabras a los samaritanos sobre el tiempo nuevo

557. Llegan de Siquem los parientes de los tres niños arrebatados a los bandoleros

558. Con la comitiva que regresa a Siquem. Parábola de la gota que excava la roca

559. En Efraím, peregrinos de la Decápolis y misión secreta
de Manahén

560. En las cercanías de Gofená, coloquio durante la noche con José de Arimatea, Nicodemo
y Manahén

561. El saforim Samuel,
de sicario a discípulo

562. Habladurías en Nazaret

563. Falsos discípulos en Siquem. Curación en Efraím del esclavo mudo de Claudia Prócula

564. El hombre de Jabnia y el final de Hermasteo. Reprensión a los samaritanos que carecen
de caridad

565. Jesús conforta a Samuel, turbado por Judas de Keriot. Lecciones de las abejas y de la vela plegada por el torbellino

566. En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas

567. Parábola de la tela desgarrada. Milagro a la mujer parturienta. Judas Iscariote, sorprendido robando, es censurado por Jesús

568. Comienzo del viaje por Samaria partiendo de Efraím en dirección a Silo

569. En Silo, la parábola de los malos consejeros

570. En Lebona, la parábola de los mal aconsejados

571. Llegada a Siquem y recibimiento

572. En Siquem, la última parábola sobre los consejos dados y recibidos

573. Partida para Enón después de un tira y afloja entre Judas Iscariote y Elisa, que se quedan en Siquem

574. En Enón, rescatado y acogido el pastorcillo Benjamín. Hacia Tersa

575. Mal recibimiento en Tersa. Extremo intento de redimir a Judas Iscariote

576. Encuentro con el joven rico en el camino hacia Doco

577. Tercer anuncio de la Pasión. María de Alfeo evoca la figura de José. La insensata petición de los hijos de Zebedeo

578. Encuentro con discípulos y hombres de relieve conducidos por Manahén. Llegada a Jericó

579. Judíos desconocidos refieren las acusaciones recogidas por el Sanedrín. Alegoría dirigida a Jerusalén

580. Delaciones de Judas Iscariote y profecías sobre Israel. Milagros en el camino de Jericó a Betania

581. En Betania en la casa
de Lázaro

582. La víspera del sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Ofrenda extrema por la salvación de Judas Iscariote

583. Víspera del sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Despedida de las discípulas. El desdichado nieto de Nahúm

584. El sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Parábola de las dos lámparas y parábola viva del pequeño deforme sanado. El futuro de la Humanidad

585. El sábado anterior a la entrada en Jerusalén. Judíos y peregrinos en Betania.
El Sanedrín ha decidido

586. El sábado anterior a la entrada en Jerusalén. La cena en Betania. Judas de Keriot ha decidido

587. El adiós a Lázaro

588. Iscariote con los Jefes
del Sanedrín

589. De Betania a Jerusalén, predisponiendo a los apóstoles en orden a la Pasión inminente

590. El llanto ante Jerusalén y la entrada triunfal en la
Ciudad Santa

591. Por la noche en Getsemaní. Los apóstoles llamados de nuevo a la realidad después de la embriaguez del triunfo

592. Lunes santo. Consuelo a la madre de Analía y encuentro con el soldado Vital. La higuera estéril y la parábola de los viñadores pérfidos. La autoridad de Jesús y el bautismo de Juan

593. El lunes por la noche en el Getsemaní con los apóstoles

594. Martes santo Lecciones sacadas de la higuera agostada. El tributo de César y la resurrección de los cuerpos

595. El martes por la noche en el Getsemaní con los apóstoles

596. Miércoles santo. El mayor de los mandamientos y el óbolo de la viuda. Los discursos sobre los escribas y fariseos, sobre el Templo nuevo, sobre los últimos tiempos

597. El miércoles por la noche en el Getsemaní con los apóstoles

598. Jueves Santo. Preparativos de la Cena pascual. La manifestación del Padre y el homenaje de los Gentiles

599. La llegada al Cenáculo y el adiós de Jesús a su Madre

600. La última Cena pascual

 

571- Llegada a Siquem y recibimiento


Ahí está Siquem, hermosa y adornada; llena de gente de Samaria que se dirige al templo samaritano; llena de peregrinos de todas partes dirigidos hacia el Templo de Jerusalén.

El sol la inunda toda, pues está extendida sobre las laderas del este del Garizim, que la supera por el extremo oeste, todo verde; tan verde el monte como blanca la ciudad. A su nordeste el Ebal, de aspecto aún más agreste, parece protegerla de los vientos del norte.

La fertilidad del lugar, rico de aguas que descienden desde la divisoria de los montes y se dirigen en dos arroyos risueños, nutridos por cien regatillos, hacia el Jordán, es magnífica, y rezuma por las tapias de los jardines y en los setos de los huertos.

Todas las casas se enguirnaldan de verde, de flores, de ramas donde crecen los pequeños frutos; y la mirada, recorriendo los alrededores bien visibles, dada la configuración del terreno, no ve sino verde de olivares, de viñedos, de matas de árboles frutales, y amarillecer de campos que dejan, cada día más, el color glauco del trigo tierno para ir adquiriendo un delicado amarillor de paja, de espigas maduras, que el sol y el viento, plegando y agrediendo, ponen casi de un blanco de oro blanco.

Verdaderamente las mieses "amarillecen", como dice Jesús, ahora realmente blondas, después de haber sido "blanquecinas" cuando nacían, y luego de un color verde de preciosa joya mientras crecían y echaban espiga. Ahora el sol las prepara para la muerte, después de haberlas preparado para la vida.

Y uno no sabe si bendecirlo ahora que las conduce al sacrificio, o cuando, paterno, daba calor a los terrones para hacer germinar el trigo y pintaba la palidez del tallo, desde el momento mismo en que asomaba, de un hermoso verde lleno de vigor y promesas.

Jesús, que ha hablado de esto entrando en la ciudad y señalando al lugar del encuentro con la Samaritana, y aludiendo a aquella conversación lejana, dice a sus apóstoles, a todos menos a Juan (ya su puesto de consolador, junto a María, que está muy afligida):
-¿Y no se cumple ahora lo que entonces dije? En aquella ocasión entramos aquí desconocidos y solos. Sembramos. ¡Ahora, mirad! Mucha mies ha nacido de aquella semilla. Y seguirá creciendo y vosotros recogeréis. Y otros, además de vosotros, recogerán…

-¿Y Tú no, Señor? -pregunta Felipe.

-Yo he recogido donde había sembrado mi Precursor. Y luego he sembrado para que vosotros recogierais y sembrarais con la semilla que os había dado. Pero, de la misma forma que Juan no recogió lo sembrado, Yo tampoco recogeré esta mies. Nosotros somos...

-¿Qué, Señor? -pregunta inquieto Judas de Alfeo.

-Las víctimas, hermano mío. Se requiere sudor para hacer fértiles los campos. Y se requiere sacrificio para hacer fértiles los corazones. Nosotros aparecemos, trabajamos, morimos. Otro, después de nosotros, toma nuestro puesto, aparece, trabaja, muere... Y otro recoge lo que nosotros regamos muriendo.

-¡Oh, no! ¡No digas eso, Señor mío! -exclama Santiago de Zebedeo.

-¿Y tú, discípulo de Juan antes que mío, dices eso? ¿No recuerdas las palabras de tu primer maestro?: "Es necesario que Él crezca y yo disminuya". Él comprendía la belleza y la justicia de morir para dar a otros la justicia". Yo no seré inferior a él.

-Pero Tú, Maestro, eres Tú: ¡Dios! Él era un hombre.
-Soy el Salvador. Como Dios, debo ser más perfecto que el hombre. Si Juan, hombre, supo mermar para hacer surgir el verdadero Sol, Yo no debo empañar la luz de mi Sol con nieblas de vileza. Debo dejar un límpido recuerdo mío.

Para que vosotros caminéis. Para que el mundo crezca en la Idea cristiana. El Cristo se marchará, volverá al lugar de donde ha venido, y allí os amará estando atento a vuestro trabajo, preparándoos el puesto que será vuestro premio.

Pero el Cristianismo no se  marcha. El Cristianismo crecerá por mi partida… y por la de todos aquellos que, sin apegos al mundo y a la vida terrena, sepan,  como Juan y como Jesús, marcharse... morir para dar vida.
-¿Entonces encuentras justo que te den muerte?... -pregunta, casi acongojado, Judas Iscariote.

-No encuentro justo que me den muerte. Encuentro justo morir en aras de lo que mi sacrificio producirá. El homicidio será siempre homicidio para quien lo lleva a cabo, aunque tenga valor y aspecto distinto en relación al que lo sufre.

-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que, si el homicida mandado o forzado, como un soldado en la batalla o un verdugo que debe obedecer al magistrado, o uno que se defiende de un bandido, no tiene de ninguna manera en su alma el peso de un crimen, o tiene un relativo crimen de haber quitado la vida a un semejante, en cambio, aquel que sin orden y necesidad mata a un inocente, o coopera a su muerte, se presenta ante Dios con el rostro horrendo de Caín.

-¿Pero no podríamos hablar de otra cosa? Al Maestro le hace sufrir, tú pones ojos de torturado, a nosotros nos parece estar en la agonía; si la Madre oyera, lloraría, ¡y ya bien que llora detrás de su velo! ¡Hay muchas otras cosas de que hablar!... ¡Ah, mira, vienen los notables! Así os callaréis. ¡Paz a vosotros! ¡Paz a vosotros!
Pedro, que estaba un poco adelantado y se había vuelto para hablar, hace ahora reverencias a un nutrido grupo de siquemitas pomposos que vienen hacia Jesús.

-La paz a ti, Maestro. Las casas que te han hospedado la otra vez abren sus puertas para recibirte, y muchas otras casas, para las discípulas y para los que vienen contigo.

Vendrán los que han sido agraciados por ti recientemente o lo fueron la primera vez. Sólo faltará una, porque se marchó del lugar para llevar una vida de expiación. Eso dijo, y yo lo creo, porque cuando una mujer se despoja de todo aquello que era objeto de su amor y rechaza el pecado y da sus bienes a los pobres, es señal de que verdaderamente quiere llevar una vida nueva.

Pero no sabría decirte dónde está. Ninguno la ha vuelto a ver desde que dejó Siquem. A uno de nosotros le pareció verla, como criada, en un pueblo cercano al Fialé. Otro jura haberla reconocido vestida míseramente en Bersabea. Pero no es seguro el testimonio de estas personas. Se la llamó por su nombre y no respondió, y hay quien oyó en un lugar que a la mujer la llamaban Juana; esto fue en el otro Agar.

-No es necesario saber más, aparte de que ella se ha redimido. Cualquier otro dato acerca de ella es vano, y toda indagación es curiosidad indiscreta. Dejad a vuestra conciudadana en su secreta paz, satisfechos suficientemente con que ya no cause escándalo.

Los ángeles del Señor saben dónde está, para darle la única ayuda de que tiene necesidad, la única ayuda que no puede perjudicar a su alma. Ahora sed caritativos con las
mujeres, que están cansadas, y llevadlas a las casas.

Mañana os hablaré. Hoy voy a escucharos a todos y voy a recibir a los enfermos.

-¿No te vas a quedar mucho tiempo con nosotros? ¿No vas a transcurrir aquí el sábado?
-No. En otro lugar, en oración.
-Esperábamos tenerte mucho con nosotros...

-Tengo el tiempo justo para volver a Judea para las fiestas. Os dejaré a los apóstoles y las mujeres, si quieren quedarse, hasta el atardecer del sábado. No os miréis así. Sabéis que debo tributar, más que nadie, honor al Señor Dios nuestro, porque el ser lo que soy no me exime de ser fiel a la Ley del Altísimo.

Se dirigen hacia las casas. En cada una entran dos discípulas y un apóstol: María de Alfeo y Susana con Santiago de Alfeo; Marta, María con el Zelote; Elisa y Nique con Bartolomé; Salomé y Juana con Santiago de Zebedeo.

Luego, en grupo, van juntos a otra casa Tomás, Felipe, Judas de Keriot y Mateo. Pedro y Andrés, a otra.

Y Jesús con Judas de Alfeo y Juan, entra con María, su Madre, en la de un hombre que siempre ha hablado en nombre de los habitantes del lugar.

Los seguidores y los de Efraím, Silo y Lebona, y otros peregrinos que iban a Jerusalén y, interrumpiendo el viaje, se han unido a los que seguían a Jesús, se esparcen en busca de alojamiento.

   


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