Parte 2 - Dios Padre dicta a Catalina
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
1) Veo, tembloroso, allá abajo en la penumbra de
Getsemaní, a Mi Hijo que, bajado del Cielo, tomó la forma y la sustancia de esa Mi criatura, que presume y
presumió poder rebelarse a su Creador. El hombre, aquel
hombre solo y turbado, es la víctima designada y, como
tal, ha debido lavar con Su propia Sangre a la humanidad
toda, que representa. Se estremece y horroriza al sentirse
cubierto, hasta verse dominado por la inconcebible masa
de pecados que debía quitar de las conciencias negras de
millones y millones de criaturas sucias.
2) Pobre Hijo Mío, el Amor te Ha llevado a ésto y Tú ahora estás amedrentado por ello. ¿Quién deberá glorificarte en el Cielo cuando, radiante, hagas Tu
ingreso en él? ¿Podrá alguna criatura darte una alabanza
digna de Tí; un amor digno de Tí? ¿Y qué es la alabanza
y el amor de un hombre, de millones de hombres, en
comparación con el Amor con que Tú Has aceptado la
más tremenda de las pruebas que jamás podrá existir en
la tierra? No, Hijo amado, nadie podrá igualarte en amor
sino Tu Padre, sino Yo que, en Mi Espíritu de Amor,
puedo alabarte y amarte por Tu sacrificio de aquella
noche.
3) Has alcanzado, amadísimo Hijo Mío, en quien apoyo
toda Mi benevolencia, el paroxismo de la muerte
sobreviviendo en la agonía amarguísima del Huerto. Tú Has llegado, en la esfera de Tu Humanidad verdadera y
entera, al cúlmen de la gran pasión que pueda tener un
corazón humano: sufrir por las ofensas hechas a Mí;
pero sufrir por ellas, con el amor purísimo e intenso que
hay en Ti. Has tocado, si bien con temblor, el límite por
el cual la humanidad debía alcanzar completa
Redención. Tú, Hijo adorado, Has conquistado, con
sudor de Sangre, no sólo las almas de Tus hermanos
sino, aún más, la Gloria Tuya, personal, que debía sobre
elevarte a Ti, hombre, al par Conmigo, Dios como Tú.
4) Tú Has arrastrado en Mí la más perfecta justicia y el
más perfecto Amor. Entonces representaban la Hez del
mundo y lo hacías por Tu voluntaria y libre aceptación.
Ahora eres, entre todos, el honor y la Gloria y el gozo
Mío. No eras Tú Mi ofensor, no Tú; Tú Has sido
siempre Mi Hijo amado en quien He puesto Mi
complacencia; no eras Tú la Hez; porque incluso
entonces, Yo Te veía como Has sido siempre: Mi Luz,
Mi Palabra, es decir, justamente Yo mismo. Hijo, que
temblaste y sucumbiste por Mi honor, ¡Tú Has merecido
que Tu Padre Te haga conocer al mundo; a ese ciego
mundo que Nos ofende y que, con todo, Nos es tan
querido!
5) Oh, Hijo amadísimo, Yo Te veo y Te veré siempre en
aquella noche de Tu amargura, y Te tengo siempre
presente. Por Tu amor, Estoy reconciliado a las criaturas
con las criaturas. Y pues, Tú no podías alzar a Mí Tu
rostro; tan cubierto estaba de sus culpas. Ahora, para
complacerte, hago que ellos alcen sus rostros a Nosotros
para que, vislumbrando Tu Luz, queden presa de nuestro
amor.
6) Ahora, Hijo Mío, siempre tan amado, haré lo que Te
dije cuando estaban en la sombra de Getsemaní y serán
grandes cosas para alegrarte y darte honor…