Parte 3
La Santísima Madre dicta
a Catalina
(Los Dolores de la Virgen María)
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
1) Muchos Profetas hablaron de Mí; vieron
anticipadamente que era necesario que Yo
sufriese, para llegar a ser digna Madre de Dios.
Anticiparon en la tierra Mi conocimiento pero, como
tenía que ser, de manera muy velada. Después hablaron
de Mí los Evangelistas, especialmente Lucas, Mi amado
médico —más de almas que de cuerpos. Posteriormente,
nacieron algunas devociones que tuvieron como base las
penas y dolores sufridos por Mí. Y así, comúnmente se
cree y se piensa en siete dolores principales
experimentados por Mí.
2) Hijos Míos, Su Madre ha premiado y premiará los
esfuerzos y el amor que han tenido por Mí. Pero como lo
hizo Jesús, quiero hablarles más extensamente sobre Mis
dolores. Luego ustedes los referirán a otros hermanos y
todos por fin Me imitarán ya que, por lo que sufrí, estoy
continuamente alabando a Jesús y no busco nada, sino
que El sea glorificado en Mí.
3) Miren hijitos, es triste hablarles de estas cosas a mis
propios hijos, porque toda madre oculta sus dolores solo
para sí. Y esto ya lo hice Yo cumplidamente en el
transcurso de la vida mortal; por tanto Mi deseo de
madre ya ha sido respetado por Dios. Ahora cuando
estoy acá, donde la sonrisa es eterna, y habiendo ya
ocultado como todas las madres los dolores que
experimenté, debo hablar de ellos para que, como hijos
Míos conozcan algo de Mi vida.
4) Conozco los frutos que recabarán de ello y como
agradan a Jesús, Mi adorado Hijo, les hablaré de ellos en
cuanto puedan comprenderme.
5) Mi Jesús dijo: el que es primero hágase último y
verdaderamente así lo hizo El porque es el primero en la
Casa de Dios, pero se abajó hasta el último peldaño.
Ahora no le quitaré este último y primer puesto que le
corresponde por razón de amor. Mas bien Me esfuerzo
por hacerles entender esta verdad y Mi gozo mucho
mayor será cuando acepten este convencimiento, no por
vía de simple conocimiento sino por medio de una
profunda y arraigada convicción. Sea El el primero y
nosotros todos, los verdaderos últimos.
6) Si El era el primero, debía haber un segundo en la
escala del amor y de la gloria y por tanto, de la bajeza y
humillación. Ustedes lo han comprendido ya: Ese Ser
debía ser Yo. Hijitos, alaben a Dios que, aún habiendo
establecido una distancia inmensa entre Jesús y Yo,
quiso colocarme inmediatamente junto a El.
7) Hijos Míos, no es lo que aparece al mundo lo que más
cuenta delante de Dios. El haber sido elegida Madre de
Dios implicó para Mi graves sacrificios y renuncias y la
primera fue esta: Conocer por Gabriel la elección hecha
en la intimidad de Dios. Yo había querido permanecer en
estado de humilde conocimiento y de ocultamiento en
Dios; deseaba esto más que toda otra cosa porque era mi
delicia saberme la última en todo.
8) Al conocer la elección de Dios, respondí como ustedes
saben, pero Me constó tanto subir a la dignidad a la cual
estaba llamada.
9) Hijitos: ¿comprenden esta Mi primera pena de que les
hablo? Reflexionen sobre ella, den a su Madre el gran
deleite de estimar aquella humildad que Yo estimé mucho por sobre Mi virginidad. Sí, era y Soy la esclava
a la cual puede pedirse todo y acepté únicamente porque
Mi entrega era del mismo grado que Mi amor.
10) Te gustó, oh Dios, elevarme a Tí y a Mí, Me agradó aceptar porque Te era grata Mi obediencia. Pero Tú sabes qué pena fue para Mí y que esa misma pena está ahora delante de Tí, requerida de luz para estos hijos que
amas y que amo. ¡Yo Soy la esclava, como se hizo
conmigo, así ahora sin dubitación, dejen oh hijos Míos,
que se haga con ustedes todo lo que Dios quiera!
11) La aceptación llevó a Dios la respuesta que llevará a
los hombres el acceso a la Redención y en esto se
verificó aquella frase admirable: "He aquí que una
Virgen concebirá y dará a luz un Hijo que será llamado
Emanuel".
12) El haber aceptado hacerme Madre de Emanuel
implicaba Mi donación al Hijo de Dios, de manera que
la Madre de El se donase a El mismo antes que la
Humanidad de Jesús se formase en Mí. Por eso Mi
donación fue efecto de la Gracia, pero también causa de
la Gracia y, si bien deba reconocerse la prioridad de la
primera causa que es Dios, sin embargo debe afirmarse
que Mi aceptación actuó en el plano de la Gracia como
causa concomitante.
13) Me llaman Corredentora por los dolores que he
sufrido; pero Yo lo fui antes aún por la donación que
había hecho por medio de Gabriel. ¡Oh, Hijo Mío
Divino! ¡Cuanto honor Has querido dar a Tu Madre en
compensación de la pena grande que sufrí al subir a la
dignidad de Madre Tuya!
14) Ustedes hijitos, están en el mundo ciegos, pero
cuando vean, cosas estupendas serán aliciente de su
regocijo para Mí. Verán qué unión de gloria y de
humildad hay aquí donde Mi Jesús Es el sol que jamás
se oculta. Verán qué sabio designio se llevó a cabo a
través de Mi renuncia, a la bajeza del ocultamiento.
15) Pero ahora, escúchame. Al avanzar Mi maternidad
tuve que hablar a algunas personas queridas y lo dije
ocultando lo más que pude, el honor que había
recibido... Lloré la renunciada conquista del secreto en
Dios, porque El Mismo Dios debía ser glorificado en Mí.
16) Sin embargo muy pronto tuve la alegría de saber que
era considerada como una mujer de tantas. Se alegró Mi
alma, porque frente al mundo era pisoteada la esclava de
Dios que anhelaba humillaciones como sólo Yo lo podía.
Cuando José se ocultó, Yo no sufrí, sino gocé verdaderamente, No digan que sufrí entonces, porque no
es verdad.
17) Así fue como Dios satisfizo Mi deseo de
humillaciones, esta fue la contra partida del Señor de
haber llegado a ser la Madre de Dios: ser considerada
como una mujer caída. Hija, aprende la sabiduría del
amor, aprende a estimar la santa humildad y no temas
porque es virtud que brilla con luz centellante.
18) Cuando se realizó el desposorio, no tuve ninguna
contrariedad, sabía como irían las cosas y no temía nada.
En efecto, Dios da a quien se entrega a El enteramente
una perfecta paz en las situaciones más paradógicas,
como era la Mía, de tener que desposarme, forzada por
el compromiso humano, con un hombre, aún sabiendo
que sólo a Dios podía pertenecer.
19) ¡Cuantos dolores He pasado en la tierra! No es fácil
hacer de Madre del Altísimo, se los aseguro. Pero
tampoco puede decirse difícil todo lo que se hace por un
fin purisimo y por agradar a Dios. ¡Recuérdenlo!
20) ¿Han pensado aluna vez qué fue lo que más dolor Me
causó en la noche Santa de Belén? Ustedes distraen la
mente con el establo, con el pesebre, con la pobreza. Yo
en cambio les digo que aquella noche la pasé toda en el éxtasis de Mi Hijo y, aunque tuve que hacer lo que toda
madre hace con su pequeño hijo, no dejé Mi éxtasis, Mi
arrobamiento y así, la única cosa que Me causó dolor en
aquella noche de amor, fue el ver la aflicción de Mi
pobre José al buscarme un refugio, un lugar cualquiera.
Consiente como estaba de cuanto debía suceder y de
Quien debía venir al mundo, Mi amado esposo, al ver
que Yo estaba confundida, se angustió y Me dio mucha
lástima. Luego, la alegría Nos colmó a los dos y
olvidamos toda otra congoja.
21) Huimos a Egipto y a esto, ya se han referido cuanto
era posible, si bien algunos centran su imaginación más
en la fatiga del viaje que en el temor de una Madre que
sabía que poseía el tesoro del Cielo y de la tierra.
22) Después ya viviendo en Nazaret el pequeño Jesús
crecía vivaz y en aquel tiempo, no nos causó sino
poquísimas y mínimas congojas. Toda madre sabe lo que
es desear la salud de su hijo y cómo cada simpleza
parece una gran nube negra. Mi Niño pasó todas las
epidemias y enfermedades infantiles propias de aquella época. Como todas las madres, Yo no podía estar
preservada de ninguna de las ansiedades propias del
corazón materno.
23) Pero llegó un día la verdadera nube negra que
oscureció la luz festiva de la Madre de Dios. Aquella
nube se llama Jesús perdido... Ningún poeta ni maestro
del espíritu podría imaginar a María al saber que ha
perdido a Su Bien adorado y que no tiene noticias Suyas
hasta tres días después... Hijitos, no se asombren de Mis
palabras, Yo experimenté la turbación más grande de Mi
vida. No han reflexionado lo bastante en aquellas
palabras Mías: " Hijo, Yo y Tu Padre Te Hemos buscado
por tres días ¿Porqué Nos Has hecho esto? Dios Mío,
ahora que hablo a estos amados hijos, no puedo dejar de
alabarte a Tí que te ocultaste para hacernos sentir la
delicia de encontrarte. ¡Oh! ¿Cómo de otro modo podría
conocerse la dulzura que pone en el alma un vaso lleno
de miel cuando abraza a Su Todo?
24) Ya lo ven, también les hablo de Mis alegrías; pero no
sin motivo, asocio y junto dolores y alegrías. Ustedes
saquen provecho de todo lo que pasó en la mejor forma
posible. Dios se oculta para hacerse encontrar, algunos
conocen esta verdad; otros, pensando en aquel dolor
atroz de haber perdido a Jesús, hagan todo por
encontrarlo. No deben permanecer inertes y abatidos.
25) Su Madre quisiera ahorrarles el tratar de cuanto queda
todavía por decir. Primero son cosas nunca dictas y por
lo mismo aún no apreciadas. Segundo, porque al
conocerlas tendrán que unirse a Mí en sufrimiento y en
penosas consideraciones. Mas se ha dicho todo lo que
Mi Jesús quiere sin oposición alguna.
26) ¿Creen que pasé tranquila la vida de familia de
Nazaret? Fue tranquila en virtud de la uniformidad con
el querer de Dios. Pero de parte de las criaturas, ¡cuanta
guerra hubo!…
27) Fue notado el singular modo de vivir que teníamos y
como efecto obtuvimos publica burla. Me consideraban
una exagerada por el solo hecho de que todas las veces
que Jesús se alejaba de casa, no podía contener las
lágrimas y Jesús lo hacía con frecuencia. José era
acosado como si hubiese sido un esclavo Mío y de Jesús. ¿Qué podía comprender el mundo? Dejábamos todo el
cuidado al que entre Nosotros vivía, adorado en todas
sus manifestaciones.
28) Qué amor de Hijo aquél jovencito más bello que el
mar, más sabio que Salomón, más fuerte que Sanson. Me
lo habrían arrebatado todas las madres, tal era el encanto
que lo circundaba. Sin embargo, los mezquinos
abrigaban juicios solaces sobre Mí, no ahorraban criticas
al infatigable padre que lo creían un sometido de su
esposa fiel, pero celosa. Todos conocían Mi integridad,
pero la creían una pasión egoísta, vulgar.
29) Esto es hijitos Míos, lo que no se sabe. Esto pasó
entre el mundo que no veía y no podía comprender y Su
purísima Madre. Jesús callaba sin alentarme, porque la
Madre de Dios, debía pasar por el crisol, es decir, como
una mujer del montón a la cual no debían ahorrarse las
opiniones.
30) Admiren la sabiduría de Dios en estas cosas y
encuentren aquel sentido divino que acopla la mayor
sublimidad a las pruebas que son más dolorosas en
relación con tal sublimidad, porque todo abismo llama a
otro abismo y toda profundidad llama a su profundidad...
31) Llegó la hora de la separación, la hora de la acción de
Jesús. Con ello, llegó el día temido de la partida de
Nazaret.
32) Jesús me había hablado muy extensamente de Su
misión y, me la había hecho amar por anticipado, los
frutos que debía darle a El y a todos. Fue necesario por
tanto, separarnos, si bien por breve tiempo... Se despidió,
nos besó y se encaminó a Su misión de Maestro de la
Humanidad. Pero el hecho no pasó inadvertido al
pequeño pueblo donde Jesús era tan amado.
33) Fueron demostraciones de afecto, de bendiciones y
por más que no sabían bien lo que Jesús iba a hacer, sin
embargo se presentía una pérdida para aquella gente de
mentalidad pequeña, pero en el fondo, de corazón
generoso.
34) Y Yo, entre tantas manifestaciones, ¿Como Me
sentía? Se Me agolpaban mil afectos; pero no retardó un
minuto Su partida. Mi Jesús conocía lo que le esperaba
después de la predicación, Me lo había dicho tantas
veces, Me había hablado tan profusamente de la perfidia
de los fariseos y de los demás. Y ya lo ven partir así;
solo sin Mí, para cumplir Su mandato. ¡Sin Mí que lo
había hecho crecer con el calor de Mi corazón. Sin Mí que lo adoraba como nadie nunca lo adoraría!
35) Después lo seguí, lo encontré cuando estaba rodeado
de tanta gente que no me era posible verlo. Y El,
verdadero Hijo de Dios, dio a Su Madre una respuesta
sublime como Su sabiduría, pero que traspasó este
corazón materno de parte a parte. Sí, Yo lo comprendía
plenamente, pero no por eso me ahorraban las penas. Al
parentesco humano, El opuso el divino en el cual estaba
comprendida Yo, es verdad, pero sin embargo los
comentarios de los demás no dejaron de lastimarme.
36) Al golpe inicial siguió la alegría de ver Su grandeza,
de verlo honrado, venerado y amado por la gente, así pronto cicatrizó también esta herida.
37) Recorría con El los caminos, extasiada con Su saber,
confortada con Sus enseñanzas y nunca Me saciaba de
admirarlo y amarlo.
38) Luego vinieron las primeras fricciones con el
Sanedrín, ocurrió el milagro que suscitó tanto ruido en
las mentes de los Judíos, de los Sacerdotes soberbios.
Fue odiado, perseguido, acechado, tentado. ¿Y Yo? Yo
sabía todo y con las manos tendidas ofrecía en las manos
del Padre, desde entonces, el holocausto de Mi Hijo, Su
entrega, Su espantosa e ignominiosa muerte. ¡Ya sabía
de Judas, ya conocía el árbol del cual se tomarían los
maderos para la cruz de Mi Hijo.
39) No pueden imaginar la intima tragedia que viví junto
con Mi Jesús, para que la Redención tuviese su
cumplimiento.
40) Antes He dicho: Corredentora; para que lo fuese no
bastaban las penas usuales. Hacia falta una unión intima
con el gran sufrimiento de El para que todos los hombres
fueran redimidos de manera que, mientras iba de un
pueblo a otro con El, estaba cada vez más al corriente
del llanto desconsolado que Mi Hijo derramaba en tantas
noches insomnes que pasaba El en oración y meditación.
Se Me revelaba y ponía delante cada estado de animo
Suyo y ciertamente; comenzó entonces Mi calvario y Mi
cruz.
41) ¡Cuantas consideraciones agravaban cada día más Mis
dolores de Madre Suya y de ustedes!! Tantos pecados,
todos los pecados . Tanta congoja, todas las congojas.
Tantas espinas, todas las espinas; no estaba solo Jesús,
El lo sabia, lo sentía, veía que Su Madre estaba en unión
continua con El. Y se afligía por ello, todavía más,
porque Mi sufrimiento era para El mayor sufrimiento.
42) ¡Hijo Mío, Hijo Mío adorado, si supieran estos hijos
que pasó entonces entre Tu y Yo!...
43) Y llego la hora del holocausto, llego después de la
dulzura de la Cena de Pascua. Y desde entonces, debía
Yo reintegrarme a la muchedumbre; Yo que lo amaba y
adoraba de manera única, debía estar alejada de El. ¿Comprenden oh, hijos Míos?…
44) Sabia que Judas estaba dando sus pasos de traidor y
no podía moverme; sabia que Jesús había derramado
Sangre en el Huerto y nada podía hacer por El ¡Y luego
lo apresaron, lo maltrataron, lo insultaron, lo condenaron
inicuamente!
45) No puedo decirles todo. Les diré tan solo que Mi
Corazón era un tumulto de continuas ansiedades, un
asiento de continuas amarguras, incertidumbres, un lugar
de desolación, de abatimiento y desconsuelo. ¿Y las
almas que después se habrían perdido? ¿Y todas las
simonías y trueques sacrílegos?
46) ¡Oh, hijos de Mis dolores! Si hoy se les concede la
gracia de sufrir por Mi, bendigan al que se las dio, con
fervor, y sacrifíquense sin dubitación.
47 Ustedes piensan en Mi grandeza, Mis amados hijos.
Les ayuda a pensarlo; pero escúchenme, no piensen en
Mi, cuanto en El. ¡Yo quisiera ser olvidada si fuera
posible! Toda su compasión denla a El, a Mi Jesús, a su
Jesús, a Jesús amor suyo y Mío.
48) Así hijitos, la pena de Mi Corazón fue una continua
espada que traspasó de parte a parte Mi alma, Mi vida.
Yo la sentí mientras Jesús no; Me consoló con Su
resurrección, cuando Mi inmenso gozo cicatrizó de
golpe todas la heridas que sangraban dentro de Mi. "Hijo
Mío" Iba Yo repitiendo. ¿Por qué tanta desolación? Tu
Madre está junto a Tí. ¿No Te basta ni siquiera Mi
amor? ¿Cuantas veces Te consolé en Tus aflicciones? Y
ahora ¿Porque ni siquiera, Tu Madre puede darte algún
alivio?... Oh, Padre de Mi Jesús, no quiero otra cosa que
lo que Tu quieres, Tu lo sabes; pero mira si tanta
aflicción puede tener alivio; Te lo pide la Madre de Tu
Hijo.
49) Y ya en el calvario clamé: ¡Dios Mío, has volver a
aquellos ojos que adoro la luz que en ellos imprimiste
desde el día en que Me Le Diste! ¡Padre Divino, mira
que horror aquel rostro santo! ¿No puedes enjugar, al
menos tan copiosa Sangre? ¡Oh Padre de Mi Hijo; Oh
Esposo Amor Mío, Oh Tu Mismo, Verbo que Has
querido tener la Humanidad de Mi! ¡Sean plegaria
aquellos brazos abiertos al Cielo y a la tierra, sean la
súplica de la aceptación Suya y Mía!
50) ¡Mira Oh Dios, a qué se Ha reducido Aquel A Quien
amas! Es Su Madre la que Te pide un alivio a tanta
tristeza. Después de poco, Yo Me quedare sin El, así se
cumplirá enteramente Mi voto cuando lo ofrecí de
corazón en el Templo; sí, Me quedaré sola, pero aligera
Su dolor sin atender al Mío…