Segunda Parte
54» Jeri Westerson
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Jeri Westerson, periodista, escritora y novelista.
Dice sobre su conversión:
Yo era judía, pero sólo de nombre. Me consideraba atea y actuaba como tal, pero crecí en la tradición del judaísmo americano...
Yo quería ser novelista y estaba escribiendo mi última novela sobre los monjes de la Edad Media. Por eso, fui a entrevistar a monjes reales a un monasterio benedictino.
Yo no sabía si sería bien recibida como mujer y como judía...
Tenía muchos prejuicios y equivocadas ideas sobre la Iglesia como muchos no-católicos.
En el monasterio me dieron una habitación para alojarme.
Sobre mi cama, había en la pared un crucifijo. Algunos años antes, la presencia de tal símbolo me habría vuelto nerviosa, pero ahora no estaba nerviosa. ¿Era familiaridad? ¿Era otra cosa?
Pero en medio de mis reflexiones sobre la vida de los monjes, aquella primera noche sucedió algo.
Es difícil describirlo con palabras, aunque lo he intentado varias veces. Yo sentí, de repente, una presencia inmensa, que venía de fuera y que me rodeó y llegó a lo más profundo de mi ser. Y una voz, que no era voz, dijo dos simples palabras:
“Wake up” (Despierta). Yo me sentía como un vaso vacío que es llenado al instante.
En aquel momento, la atea judía se dio cuenta de que aquella voz no era imaginación, sino que era la verdadera voz del Espíritu de Dios...
¿Era aquello una experiencia cristiana? ¿Estaba aceptando a Dios y a Jesucristo?
Decidí intentar dormir, pero, después de una noche sin dormir, me levanté a las 4,45 a.m., la hora en que los monjes van a rezar...
En la misa, fui de nuevo tocada por una emoción que no podía comprender. Me senté y lloré sin comprender la gran magnitud de lo que el Espíritu Santo estaba haciendo en mí.
En mi camino a casa, mientras manejaba mi coche, me preguntaba qué pensaría mi esposo de estos sentimientos que estaba teniendo.
Yo pensaba que estos sentimientos podrían desaparecer en un mes y los olvidaría como un sueño agradable. Pero, para mi sorpresa, después de un mes, los sentimientos eran aún más intensos, hasta que le dije a mi esposo que estaba pensando en convertirme a la Iglesia católica...
Tuve que rehacer toda la novela y comencé a leer los Evangelios y a ir a misa...
Busqué hablar con un sacerdote, Fr. Gerard McGuinness, quien me llevó a su oficina y escuchó toda mi historia.
Empecé a leer libros sobre la Iglesia, pues no podía aceptar todo fácilmente. Escuchaba misa todos los días...
Después de varios meses de oír misa todos los días, comenzó mi preparación llamada “Iniciación cristiana de adultos”.
Algunas doctrinas, como la Trinidad o la Eucaristía, no fueron difíciles de aceptar, pero la devoción a María y rezar rosarios fue algo más duro...
Fui bautizada en Pentecostés, y ese día recibí la Eucaristía. Yo me emocioné muchísimo... Mi hijo fue bautizado seis meses después de mí y, dos años más tarde, mi esposo.
En mi primer año de católica, fui lectora y ministro de la Eucaristía, me uní al coro y llegué a ser profesora de educación religiosa.
En mi segundo año, me nombraron directora del coro y ahora soy coordinadora y enseño en el programa de Iniciación cristiana de adultos.
Me siento muy agradecida de haber vuelto a casa en la Iglesia católica137.
137 Moss Rosalind, Home at last, Ed. Catholic Answers, San Diego, 2000, pp. 60-70. Se puede contactar
con la escritora Jeri Westerson al mail writer@earthlink.net