Segunda Parte
43» Alfonso María De Ratisbona
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Alfonso María De Ratisbona(1814-1884) es hermano del anterior y es otro gran judío convertido.
A los quince años había sufrido al ver convertirse a su hermano Teodoro, que al poco tiempo se hizo sacerdote.
A los veintiocho años, siendo un banquero exitoso, anticristiano y sólo preocupado de las cosas y placeres del mundo, acepta el reto de su amigo católico, Teodoro de Bussières, de llevar la llamada medalla milagrosa y rezar cada día la oración Acordaos a la Virgen María (compuesta por san Bernardo).
En esos días, estaba en Roma a punto de casarse. Entra con su amigo a la iglesia Sant’Andrea delle Fratte de Roma y ocurre el milagro.
Mientras miraba la iglesia, desde un punto de vista artístico, se le aparece la Virgen María.
Dice así: Paseé maquinalmente la mirada en torno a mí, sin detenerme en ningún pensamiento; recuerdo tan sólo a un perro negro que saltaba y brincaba ante mis pasos… En seguida, el perro desapareció, la iglesia entera desapareció, ya no vi, o más bien, ¡Oh Dios mío, vi una sola cosa!
¿Cómo sería posible explicar lo que es inexplicable?
Cualquier descripción, por sublime que fuera, no sería más que una profanación de la inefable verdad. Yo estaba allí, prosternado, en lágrimas, con el corazón fuera de mí mismo, cuando M. de Bussières me devolvió a la vida.
Al fin, tomé la medalla, que había colgado sobre mi pecho, besé efusivamente la imagen de la Virgen, radiante de gracia… ¡Oh, era, sin duda, Ella! No sabía dónde estaba; si yo era Alfonso u otro distinto; sentí un cambio tan total que me creía otro yo mismo…
Buscaba cómo reencontrarme y no daba conmigo. La más ardiente alegría estalló en el fondo de mi alma… Sentí en mí algo solemne y sagrado que me hizo pedir un sacerdote.
Se me condujo ante él y, sólo después de recibir su positiva orden, hablé como pude: de rodillas y con el corazón estremecido99.
Todo lo que sé es que, al entrar en la iglesia, ignoraba todo; que saliendo de ella, veía claro.
No puedo explicar ese cambio, sino comparándolo a un hombre a quien se despertara súbitamente de un profundo sueño; o por analogía, con un ciego de nacimiento que, de golpe, viera la luz del día; ve, pero no puede definir la luz que le
ilumina y en cuyo ámbito contempla los objetos de su admiración.
Si no se puede explicar la luz física ¿cómo podría explicarse la luz que, en el fondo, es la verdad misma? Creo permanecer en la verdad, diciendo que yo no tenía ciencia alguna de la letra, pero “entreveía el sentido y el espíritu de los dogmas”.
Sentía, más que veía, esas cosas; y las sentía por los efectos inexpresables que produjeron en mí.
Todo ocurría en mi interior; y esas impresiones, mil veces más rápidas que el pensamiento, no habían tan sólo conmocionado mi alma, sino que la habían como vuelto al revés, dirigiéndola en otro sentido, hacia otro fin y hacia una nueva vida.
A partir de ese momento, mis prevenciones contra el cristianismo se borraron sin dejar rastro, lo mismo que los prejuicios de mi infancia. El amor de Dios ocupaba el lugar de cualquier otro amor100.
A su amigo Teodoro, que escribió un libro sobre su conversión, le pudo decir al salir de la iglesia:
La he visto, la he visto.
Todo el edificio desapareció de mi vista, vi un gran resplandor y en medio de aquel resplandor sobre el altar, se me apareció erguida, espléndida, llena de majestad y de dulzura la Virgen María y me sonrió, no me dijo nada, pero yo lo comprendí todo101.
Tal como su hermano Teodoro, se hizo un sacerdote ejemplar y hoy es un santo conocido como san Alfonso de Ratisbona.
En la iglesia de Sant’Andrea delle Fratte hay una inscripción que recuerda el milagro y donde se leen estas palabras en la capilla de la Virgen:
El 20 de enero de 1842, Alfonso de Ratisbona de Estrasburgo, vino aquí judío empedernido.
La Virgen se le apareció como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano.
Extranjero, lleva contigo este preciso recuerdo de la misericordia de Dios y de la Santísima Virgen.
99 André Frossard, ¿Hay otro mundo?, o.c., p. 34.
100 ib. p. 35-36.
101 Teodoro de Bussières, Conversión de Alfonso María Ratisbone, Ed. Balmes, Barcelona, 1951.