Monday March 18,2024
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Introducción


PRIMERA PARTE:

»  El Atéismo

Convertidos:

»  Ateos Convertidos

1»  Agustín María Schowaloff

2»  Illemo Camelli

3»  Charles de Foucauld

4»  Lecompte de Noüy

5»  Joergensen

6»  Eva Lavallière

7»  Charles Nicolle

8»  Henri Ghéon

9»  Huymans

10»  Evelyn Waugh

11»  Peter Wust

12»  Daniel Rop

13»  Leonard Cheshire

14»  Fred Copeman

15»  Adolfo Retté

16»  Takashi Nagaï

17»  Giovanni Papini

18»  Jacques Maritain

19»  Maria Meyer-Sevenich

20»  Alberto Leseu

21.1»  Paul Claudel
Parte 1

21.2»  Paul Claudel
Parte 2

22»  Martin Bormann

23»  Regina García

24»  Ignace Lepp

25.1»  Alexis Carrel
Parte 1

25.2»  Alexis Carrel
Parte 2

26»  García Morente

27.1»  Pieter van der Meer
Parte 1

27.2»  Pieter van der Meer
Parte 2

28.1»  María Benedicta Daiber
Parte 1

28.2»  María Benedicta Daiber
Parte 2

29.1»  Douglas Hyde
Parte 1

29.2»  Douglas Hyde
Parte 1

30»  Dorothy Day

31»  Svetlana Stalin

32.1»  André Frossard
Parte 1

32.2»  André Frossard
Parte 2

32.3»  André Frossard
Parte 3

33»  Sergio Peña y Lilio

34»  Sandra Elam

35.1»  Janne Haaland MatlaryParte 1

35.2»  Janne Haaland MatlaryParte 2

36»  Vladimiro Roca

37»  Narciso Yepes

38»  Leonardo Mondadori

39»  Vittorio Messori

40»  Conclusión
sobre Ateos Convertidos


SEGUNDA PARTE:

» El Judaísmo

Convertidos:

»Judíos Convertidos

41»  Hermann Cohen

42»  Teodoro de Ratisbona

43»  Alfonso María de Ratisbona

44»  Henri Bergson

45»  Edith Stein

46»  Max Jacob

47»  Raphael Simon

48»  Kenneth Simon

49»  René Schwob

50»  Jean Jacques Bernard

51.1»  Eugenio Zolli
Parte 1

51.2»  Eugenio Zolli
Parte 2

51.3»  Eugenio Zolli
Parte 3

51.4»  Eugenio Zolli
Parte 4

52.1»  Karl Stern
Parte 1

52.2»  Karl Stern
Parte 2

52.3»  Karl Stern
Parte 3

53»  Bernard Nathanson

54»  Jeri Westerson

55»  Jean Marie Lustiger

56»  Martin Barrack

57»  José Cuperstein

58»  Sor Mary of Carmel

59»  Reflexiones


TERCERA PARTE:

»  Consideraciones

60.1»  La ciencia
Parte 1

60.2»  La ciencia
Parte 2

60.3»  La ciencia
Parte 3


61.1»  ¿Existe Dios?
Parte 1

61.2»  ¿Existe Dios?
Parte 2

61.3»  ¿Existe Dios?
Parte 3

61.4»  ¿Existe Dios?
Parte 4

62»  Católicos Comprometidos

63.1»  Experiencia de Dios
Parte 1

63.2»  Experiencia de Dios
Parte 2

64»  Conclusión

65»  Bibliografía

 

 

Primera Parte

32.2» André Frossard
Parte 2

Autor: P. Angel Peña O.A.R  

Dios estaba allí, revelado y oculto por esa embajada de luz que, sin discursos ni figuras, hacía comprenderlo todo, amarlo todo... El milagro duró un mes.

Cada mañana volvía a encontrar con éxtasis esa luz que hacía palidecer al día, esa dulzura que nunca habría de olvidar y que es toda mi ciencia teológica...

Sin embargo, luz y dulzura perdían cada día un poco de intensidad. Finalmente, desaparecieron sin que, por eso me viese reducido a la soledad...

Un sacerdote del Espíritu Santo se hizo cargo de prepararme para el bautismo, instruyéndome en la religión de la que no he de precisar que no sabía nada.

Lo que me dijo de la doctrina cristiana lo esperaba y lo recibí con alegría; la enseñanza de la Iglesia era cierta hasta la última coma, y yo tomaba parte en cada línea con un redoble de aclamaciones, como se saluda una diana en el blanco.

Una sola cosa me sorprendió: la Eucaristía, y no es que me pareciese increíble; pero me maravillaba que la caridad divina hubiese encontrado ese medio inaudito de comunicarse y, sobre todo, que hubiese escogido para hacerlo el pan que es alimento del pobre y alimento preferido de los niños.

De todos los dones esparcidos ante mí por el cristianismo, ése era el más hermoso
63.

Me sentía agradecido a aquellas ancianas que iban a la primera misa... Un arranque de gratitud me llevaba hacia ellas y hacia todos aquellos que habían guardado la fe; hubiera dicho, por poco, que me habían guardado la fe.

La idea de que la religión habría podido desaparecer de la superficie de la tierra antes de mi llegada me daba el escalofrío de los terrores retrospectivos...

¡Qué bien estábamos bajo las vigas de piedra gris en la soledad de esos graneros donde el sacerdote, acompañado por la imperceptible música del amanecer, realizaba en el altar su milagro tranquilo!
64

Su padre lo metió en la Marina, donde estuvo 10 años.

Y dice: Por la mañana asistía a la primera misa. A mediodía, me iba a sacar una hora de oración a Saint Roch…

Tras esa hora, pasada al sol del sagrario con las delicias habituales, me llegaba a un pequeño restaurante vecino, confiando mis pensamientos a mi ángel de la guarda.

Por la tarde, entre dos parqués por encerar, recitaba el rosario, que se me hacía corto. No me cansaba la repetición de las avemarías.

Terminada la jornada, me iba a recibir una bendición aquí o allá, antes de reanudar la lectura de santa Teresa de Avila, por quien tenía una admiración sin límites…

Este género de vida parecerá hoy absurdo o extravagante.

¿Puede pensarse en un joven robusto, en el umbral de la vida, que pasa rezando seis horas al día y dedica el resto del tiempo a lecturas espirituales?

¿Puede pensarse en un joven, doliéndose de sus pequeñas distracciones y reprochándose no haber mantenido hasta la hora del sueño la cara vuelta a las invisibles cimas, de donde provenía su alegría?

¿Qué otra cosa podía hacer? El cielo era mi elemento natural. ¿Acaso se queja el pez de tragar demasiada agua?
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Quiso entrar, en dos oportunidades, cartujo o trapense, pero vio que no era la voluntad de Dios y buscó en el matrimonio la vocación de su vida.

Dice: Mi hijo no contaba aún tres meses y mi matrimonio no llegaba al año, cuando la Gestapo, seguida de una docena de soldados, vino a apresarme.

Llevado a la prisión alemana de Fort Montluc en Francia, se me acusó de ser judío. Mi abuela materna había sido judía.

En la prisión, yo rezaba, como siempre he rezado, sin muchas más palabras que las del avemaría…

Continua en: 32.3» André Frossard Parte 3


63 ib. p. 162-164.
64 ib. p. 137.
65 Frossard André, ¿Hay otro mundo?, Ed. Rialp, Madrid, 1981, pp. 100-102.

 

   


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