Friday April 26,2024
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Mi Cristo Roto Camina Sobre las Aguas

  
MI CRISTO ROTO CAMINA SOBRE LAS AGUAS
"Testimonio de Catalina sobre la obra "Mi Cristo Roto"
del P. Ramón Cué. SJ

  


»  Introducción del Editorial

»  Introducción de Catalina

 


PARTE I
EL INICIO DE ESTE TESTIMONIO

1 »  Pérdida en la verdadera historia

2 »  El momento que estoy viviendo

3 »  Un canto a la vida.
Nuevos senderos, nuevos
desafíos

4 »  Hablando de vida, una breve historia de perros

5 »  Regalos del Cielo

6 »  La Cruz de cada día ... ¡dánosla hoy!

7 »  Mi pequeña tristeza y la enorme tristeza de
la Virgen María




PARTE II
MI ENCUENTRO CON EL "CRISTO ROTO"

1 »  De la mano del Señor...

2 »  Vuelven los... ¿recuerdos?... ¿coincidencias?



La Obra que Inspira este Testimonio:Mi Cristo Roto, del Padre Ramón Cué, S.J.

3.1 »  Compraventa de Cristos

3.2 »  Dios tiene mano izquierda

3.3 »  Se ha perdido una Cruz




4 »  Vuelvo a mi testimonio

5 »  Palabras finales

 

 

 

 

 

 

 

 


 

5» Regalos del Cielo

Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org  

Por motivos de salud tengo prohibidos los ayunos, y siento que esto es algo muy negativo para mi espíritu, porque en las épocas en que yo hacía mis ayunos, tenía una fuerza que no me permitía decaer, y me sentía como un gigante al lado de las pequeñas miserias diarias, las de mi alma y las de esta humanidad, que pareciera reclamar permanentemente sus halagos.

Por lo tanto, lo único que podía, desde hace años ofrecerle al Señor, era el no dormir en la noche, o dormir lo menos posible, para ofrecerle algún sacrificio y así vencerme y someterme yo misma a los pies de María, para que Ella me tenga siempre la mano asida a la Suya en el camino hacia Dios.

De ese modo el Señor me venía dando las fuerzas para no caer en un colapso, frente a tantos y tantos ataques con los que debo enfrentarme cada día. Al irme a la cama le decía: "Señor, permite que las pocas horas de descanso que voy a tener, me sean suficientes para seguir en pie..." y así todo este tiempo ha sido. Ahora el dormir poco ya no es un sacrificio, se me hizo un hábito y ya no me es necesario dormir muchas horas.

¡Cuántas llamadas de atención recibo por ello!, sobre todo de quienes me aman y se preocupan por mi salud. Ya lo sé: No es bueno, pero aunque a veces se me ve deteriorada y muy cansada, la verdad es que, salvo en ocasiones, por lo general me siento bien. Cada arruga de esta cara, que a menudo trato de borrar con los recursos que tenemos las mujeres, en el fondo me causa alegría, ¡qué hermoso es gastarse por el Señor!

No hace mucho tiempo atrás, tal vez hará un mes y medio, durante mi oración personal en la Comunión, tuve una visión: Fue como si estuviese frente a mí una pantalla. Allí me veía junto a Jesús y a la Virgen. Estaban llenos de paz, y sonriendo, se movían despacio, cuidadosa, amorosamente, pero también con algo de ceremonia.

Se acercaron y me revistieron con una túnica blanca. Sabía que era yo, pero me veía mucho más joven, tal vez como cuando tenía unos 40 ó 43 años. La Virgen ató un cíngulo, un cordón blanco, como el que usan los franciscanos, alrededor de mi cintura. Yo los miraba a los dos, agradecida y feliz.

De pronto desapareció todo aquello y me vi vestida con una armadura, un traje muy duro, pesado, lleno de metal y con el pecho con una coraza, como un soldado de la época de las cruzadas.

En la mano izquierda tenía unos papeles o un cuaderno y una pluma, y en la mano derecha una espada larga, plateada y brillante, que destellaba una luz propia, muy blanca. Abría mi boca y salía fuego como en llamaradas. Me asusté tanto por esa fea visión –sentía que estaba tirando fuego por la boca como un dragón— que cerré fuertemente los ojos,
apretándolos. En ese momento la voz de Jesús me dijo:

-Tal vez te asuste menos esto. Observa bien y luego dibújalo.

Y vi frente a mí un corazón rojo, como si fuera una bandeja grande, encima de él había un cuaderno, y nuevamente la pluma, y cruzando el cuaderno diagonalmente, la misma espada brillante y larga.

Desapareció la visión, volví al final de la Misa, siguió
la Antífona de la Comunión, la oración conclusiva, la bendición y de inmediato bosquejé la visión que había tenido en mi cuaderno, para enseñársela a mi Director Espiritual, quien me hizo una explicación de lo que podría aquello significar; explicación que, por cierto, no me dejó del todo tranquila.

Transcurridos unos días, tuve otra visión: Jesús se acercaba a mí y me estiraba las manos, le alcancé yo las mías y Él me puso Sus palmas sobre los dorsos de mis manos, las hizo resbalar delicadamente, luego tomó mis dos manos rodeándolas entre las Suyas. Sonrió y desapareció, dejando mi corazón que latía a mil por hora, y con una sensación tan dulce y cálida que es difícil de expresar.

   


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