Thursday March 28,2024
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Mi Cristo Roto Camina Sobre las Aguas

  
MI CRISTO ROTO CAMINA SOBRE LAS AGUAS
"Testimonio de Catalina sobre la obra "Mi Cristo Roto"
del P. Ramón Cué. SJ

  


»  Introducción del Editorial

»  Introducción de Catalina

 


PARTE I
EL INICIO DE ESTE TESTIMONIO

1 »  Pérdida en la verdadera historia

2 »  El momento que estoy viviendo

3 »  Un canto a la vida.
Nuevos senderos, nuevos
desafíos

4 »  Hablando de vida, una breve historia de perros

5 »  Regalos del Cielo

6 »  La Cruz de cada día ... ¡dánosla hoy!

7 »  Mi pequeña tristeza y la enorme tristeza de
la Virgen María




PARTE II
MI ENCUENTRO CON EL "CRISTO ROTO"

1 »  De la mano del Señor...

2 »  Vuelven los... ¿recuerdos?... ¿coincidencias?



La Obra que Inspira este Testimonio:Mi Cristo Roto, del Padre Ramón Cué, S.J.

3.1 »  Compraventa de Cristos

3.2 »  Dios tiene mano izquierda

3.3 »  Se ha perdido una Cruz




4 »  Vuelvo a mi testimonio

5 »  Palabras finales

 

 

 

 

 

 

 

 


 

2» El momento que estoy viviendo

Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org  

Desde hace casi tres meses estamos fuera de casa, y para ayudar a mi esposo a llenar las horas en las cuales trabajo junto al Director General del Apostolado y Padre espiritual mío, siempre estoy buscando para Hugo charlas grabadas en audio, para que vaya haciendo sus reflexiones y continúe
creciendo en el espíritu junto al Señor.

Este tiempo ha sido uno de los más difíciles para mí. Muy duro en sufrimientos, no tanto físicos –aunque felizmente estos jamás me faltan- sino, sobre todo, en los padecimientos anímicos y espirituales.

El motivo inicial de nuestra primera venida a los Estados Unidos, siete meses atrás, fue la enfermedad de Laura, mi amiga, mi hermana desde hace más de ocho años. Con un diagnóstico de Leucemia, llegó a este país, sola, sin conocer el idioma, y fue internada en un Hospital en el que no se hablaba castellano. Sin embargo, el Señor que es tan bueno, le dio una Doctora brasilera que es un ángel de Dios y ella sí lo habla.

La noche en que la dejamos en el Hospital, luego de un trámite de más de cuatro horas, lloré muchísimo, evitando que ella me viera. Le habíamos cortado el cabello David [el director de ANE-México] y yo, puesto que la doctora dijo que era lo mejor, porque la quimioterapia que le harían era tan agresiva que la dejaría pelada y no recomendaba que ella se
deprimiese al ver la caída por mechones de su cabello. Laura tuvo siempre un pelo largo y muy bien cuidado, que era quizás una de las características físicas más relevantes de su personalidad.

Veía que eso la haría sufrir, así es que le sugerí cortar
de raíz todo ese apego a la vanidad, que como todas las mujeres, ella tenía. Corté su cabello sin forma, lo más chico posible. Recuerdo que el P. Renzo me llamaba la atención diciéndome que estaba mal, que no era así, y yo le hacía señas para que disimulara.

Yo quería que ella se encontrara lo peor que pudiera, para que al raparle la cabeza las enfermeras, lo viese como una solución, y se sintiese mejor que estando con aquel corte desprolijo que le estábamos dejando. Pero el Padre no comprendía lo que trataba de hacer y vi a Laura sumamente deprimida, triste; creo que fue una de las poquísimas veces que la vi decaer anímicamente en todo este proceso.

Sólo el Señor puede saber lo que sentía y sufría yo a la sola idea de que Laura también se fuera con Él. Un año antes de perder a mi hermano y a mi mamy, se había ido Pepita, una queridísima amiga, a quien más que amiga, siempre consideré una hija más.

Fue tan tremendo para mí ese golpe -como para muchas personas del Apostolado que conocieron a Pepita- que únicamente el dolor de la enfermedad de mi mamá, pudo rescatarme de aquella otra pérdida… Hoy sé que fue lo mejor, uno de los tantos actos de Misericordia de Jesús para con ella y para con nosotros, y le doy gracias también por eso.

Asumí el cuidado de Laura con mucho amor. Yo era la persona que más cerca ella podía tener, a dos horas de vuelo desde Mérida, pero no era suficiente. Yo debía ver dónde y con quien la dejaba, guiarla en los primeros pasos y ofrecerle mi compañía para darle ánimos.

Luego de regresar dos veces a Mérida, el Señor nos trajo por un tiempo más largo a los Estados Unidos. Sin embargo, no fue tanto para estar junto a Laura, como en principio pensé, sino que Dios tenía otros planes para nosotros. Poco pude estar con Laura, aunque todos estos meses me tuvo cerca, en general a menos de una hora de distancia.

Hay dos cosas que no quiero omitir en este inicio del relato: En primer lugar, la profunda evangelización que recibimos todos cuantos estuvimos cerca de Laura: Siempre sonriendo, feliz de anunciar a quien quisiera oírla que "tenía cáncer", pero que confiaba en el Señor y que Él la sanaría. Siempre con una palabra de aliento a mis sufrimientos, si hasta parecía en muchas oportunidades que era yo la enferma y ella la sana... ¡qué vergüenza, Señor!

En segundo término, mi enorme gratitud hacia mis queridas amigas cubanas que asumieron el cuidado de Laura mejor de lo que yo habría podido hacerlo. Dios Ha hecho cosas maravillosas a través de Laura, lo sé, estoy segura de ello: Todo ese dolor, ese miedo, esa angustia e impotencia, se canalizaron hacia un arroyo de fe y de amor al Señor, en el cual Jesús la sumergió para sacarla de allá sana y fuerte, como - ¡Bendito sea Dios!- hoy está.

Estoy segura de que el ANE, cada uno de sus integrantes, las personas que se encomiendan a nuestras pobres oraciones, los que nos combaten, los que nos dañan, deben mucho a Laura, porque cada suero, cada "quimio", cada dolor, cada minuto de
silencio en un lugar donde hablan un idioma que no conoces, han tenido la suerte de ser elevados a Dios por todos nosotros, como sublime sacrificio, desde el lecho de la fe.

Allá se libraba una batalla tras de otra, entre el maligno que trataba de desanimarla y lo poco que podíamos hacer llevándole una que otra lectura, algunos CD's de música, charlas, lecturas, manualidades, etc. Triunfó una vez más el Señor de la vida y de la muerte. Triunfó y ella vuelve ahora a su casa, completamente sana, según los reportes médicos, para ser testigo del Amor Misericordioso de Dios en esta gran cruzada por la salvación de las almas.

   


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