Segunda Parte: Mi Encuentro con el "Cristo Roto"
3.2» Dios tiene mano izquierda
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
La misma tarde que compré mi Cristo, le pregunté al anticuario dónde estaría el brazo derecho.
- ¡Oh, imposible encontrarlo! –me contestó— Y no
crea usted que no revolvimos ya todo el pajar en
donde estaba tirada la imagen mutilada.
Encontramos, eso sí, la pierna izquierda y se la
pegamos pero de la mano derecha ¡Ni rastro!
El anticuario no sabía Señor por dónde andaba tu
mano derecha, pero Tú, Tú sí que lo sabes, la estás
desclavando continuamente y se te escapa siempre.
No, no me extraña que no la tengas, anda por ahí,
invisible pero eficaz.
¡¿Quién no siente de vez en cuando, el suave roce de
la mano llagada de Cristo?! Esa mano invisible que,
sin llamar a la puerta, se mete en todas partes; en el
hospital, en el lecho de muerte, en la oficina, en el
despacho, en la fábrica, en el cine, en el teatro. Se
cuela de puntillas como una ráfaga luminosa y
musical. No podemos dar un paso por la vida sin
tropezar con la mano de Dios. Pero tú, Cristo mío
roto, sólo tienes mano izquierda.
Y me imaginé que decía, después de sentir que mi
Cristo sonreía silencioso: "Qué poco y mal me
conocéis, ¿Qué sería de vosotros los hombres si yo no
tuviera mano izquierda?, La tengo, pero no para
evitar que me crucifiquen, sino para conseguir que mi
padre no os condene, Yo no uso mi mano izquierda
para salvarme de la cruz, sino para salvaros del
infierno, ¿Lo comprendes ahora?"
Toda la aventura trágica y divina de nuestra vida,
está en dejarnos guiar por las manos de Dios. Pero
hay en nosotros un elemento difícil, esquivo,
peligroso: la libertad. Y Dios la respeta
misteriosamente, infinitamente.
Para conquistarnos dispone Dios de dos manos, la
derecha y la izquierda que representan dos técnicas y
dos tácticas. La mano derecha es clara, abierta,
transparente, luminosa. La mano izquierda busca
atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no tiene
prisa, si es necesario actúa a distancia y finge la voz,
pero aunque izquierda no es maquiavélica ni traidora,
porque la mueve el amor.
Para cada alma Dios tiene dos manos, pero las emplea
de modo distinto porque todas las almas son
diferentes. Con la derecha, como a palomas blancas o
a ovejas dóciles, Dios guiaba a Juan Evangelista, a
Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco
Javier, a las dos Teresas...
Para conquistar a Pedro, a Pablo, a Magdalena, a
Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear
la izquierda. Ante la mano derecha, se rebelan,
entonces entra en juego la izquierda, busca un disfraz
y se trueca en rayo, en bala, trata de ser freno que nos
detenga, quiere alzarnos del barro en que caímos, se
nos mete en el pecho para ver si logra ablandar
nuestros corazones. Sus recursos son infinitos, hoy la
disimula con modernos y actuales disfraces, es el ser
más actual...
¡Se rompe una presa que arrastra mis fincas! Tengo
un descuido inexplicable en el trabajo, y la máquina
me siega un brazo. Íbamos en coche a 100 por hora,
nos salió inesperadamente un camión, murieron en el
acto mi mujer y un hijo, y quedé solo en la vida.
Jamás he tenido una enfermedad, pero me dice el
médico que tengo algo incurable...
Ante la mano izquierda de Dios, la primera reacción
es un grito de rebeldía y desesperación, olvidamos la
presa, el coche, el traidor, la muerte, porque
adivinamos que ellos no tienen en definitiva la culpa,
presentimos a Dios como responsable de ese dolor,
que por ser tan terriblemente profundo, no puede
venir de las criaturas y lógicamente nos encaramos a
Dios. ¡Le gritamos, le emplazamos, le protestamos, le
exigimos, le desafiamos, le condenamos! "¡PADRE…!
¡SI FUERAS PADRE, NO ME TRATARÍAS ASÍ!"
Gritamos, protestamos, nos rebelamos y luego… nos
quedamos solos.
Y vienen las primeras lágrimas nerviosas y
quemantes, y sin darnos cuenta, la primera oración.
Volvemos a protestar contra Dios, contra nuestra
primera oración... Sucede el cansancio, las lágrimas ya
son más serenas, ya rezamos sin protestar, tenemos
ganas de besar algo, ¿Qué? Oh sí, eso, ya lo
encontramos, un crucifijo, y con un beso le decimos a
Dios, que está bien lo que Él disponga...
Terrible, violenta, dura, implacable, pero bendita
mano izquierda de Dios. Se formulan absurdas
expresiones: "Bendita presa que se rompió, arrasó mi
fábrica, pero me acercó a Dios, yo andaba muy lejos
de Él".
Cristo mío roto, te lo digo en nombre mío y de todos,
porque todos somos valientes para pedírtelo desde
ahora: Señor, si no basta para salvarnos la ternura de
tu mano derecha, desclava tu izquierda, disfrázala de
lo que quieras: fracaso, calumnia, ruina, accidente,
muerte. Cristo, que seamos hijos de tu mano, de tu
derecha o de tu izquierda.
A la cabecera de tu cama, amigo, o en tu mesita de
noche, tienes un Cristo clavado en la cruz, ¿Por qué esta noche, antes de acostarte, no le besas la mano
izquierda? Dios sabrá compensarte ese gesto de valor
y resignación cristiana.