Saturday April 20,2024
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Mi Cristo Roto Camina Sobre las Aguas

  
MI CRISTO ROTO CAMINA SOBRE LAS AGUAS
"Testimonio de Catalina sobre la obra "Mi Cristo Roto"
del P. Ramón Cué. SJ

  


»  Introducción del Editorial

»  Introducción de Catalina

 


PARTE I
EL INICIO DE ESTE TESTIMONIO

1 »  Pérdida en la verdadera historia

2 »  El momento que estoy viviendo

3 »  Un canto a la vida.
Nuevos senderos, nuevos
desafíos

4 »  Hablando de vida, una breve historia de perros

5 »  Regalos del Cielo

6 »  La Cruz de cada día ... ¡dánosla hoy!

7 »  Mi pequeña tristeza y la enorme tristeza de
la Virgen María




PARTE II
MI ENCUENTRO CON EL "CRISTO ROTO"

1 »  De la mano del Señor...

2 »  Vuelven los... ¿recuerdos?... ¿coincidencias?



La Obra que Inspira este Testimonio:Mi Cristo Roto, del Padre Ramón Cué, S.J.

3.1 »  Compraventa de Cristos

3.2 »  Dios tiene mano izquierda

3.3 »  Se ha perdido una Cruz




4 »  Vuelvo a mi testimonio

5 »  Palabras finales

 

 

 

 

 

 

 

 


 

Segunda Parte: Mi Encuentro con el "Cristo Roto"
4» Vuelvo a mi testimonio

Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org  

Verdad que es impactante lo que nos dice Dios a través del padre Cué? No es necesario que diga ahora cuánto me conmoví al escuchar ese casete que aquí les comparto por escrito; de hecho, ese es el origen de todo este testimonio...

Debo confesarles que al principio, cuando el "Cristo roto" comienza a hablar al sacerdote que lo compra, me chocó un poco, por la forma dura con la que habla quien interpreta al Señor en la cinta.

Pero cuando fui escuchando el diálogo, iba sintiendo que era Dios mismo el que hablaba, especialmente cuando decía el Cristo… "Os rasgáis las vestiduras ante el recuerdo del que mutiló mi imagen de madera, mientras estrecháis la mano del que mutila a sus hermanos…"; "Hay muchos cristianos que tranquilizan su conciencia besando un Cristo bello... mientras ofenden al pequeño Cristo de carne que es su hermano..."

Pensé en tantos dolores que debemos sufrir quienes tratamos de hacer algo por llevar a las almas hacia Jesús... ¡Cuántas personas ofenden sin razón, sin motivo, lastiman y humillan aprovechándose del privilegio que les da "su propio altar"!

Cuando escuché que a su Cristo le faltaba la mano derecha, observé de inmediato a mi pequeño Cristo, y constaté que a él le falta la izquierda. Entonces me dije yo misma: "a este pobrecito mío le falta la izquierda"...

Y la cinta seguía: "Para cada alma Dios tiene dos manos,
pero las emplea de modo distinto porque todas las almas son
diferentes. Con la derecha, como a palomas blancas o a ovejas dóciles, Dios guiaba a Juan Evangelista, a Francisco
de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos
Teresas. Para conquistar a Pedro, a Pablo, a Magdalena, a
Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la
izquierda.

Ante la mano derecha, se rebelan, entonces entra en juego
la izquierda, busca un disfraz y se trueca en rayo, en bala,
trata de ser freno que nos detenga, quiere alzarnos del barro en que caímos, se nos mete en el pecho para ver si logra ablandar nuestros corazones. Sus recursos son infinitos, hoy la disimula con modernos y actuales disfraces, es el ser más actual.
"

Me senté de golpe en la cama, retrocedí la cinta, volví
a mirar una vez más a mi Cristo pequeñito y efectivamente, era el brazo izquierdo. Le dije:

-"Es cierto, Señor, es esa mano izquierda la que tienes
empleada conmigo. Yo no puedo estar en la categoría de la dulce Teresita del Niño Jesús, ni en la pobreza y amor de San Francisco de Asís, más me voy por el otro grupo… Soy tal vez torpe como Pedro, soberbia como lo fue Pablo, pecadora como la Magdalena… Pero, ¿por qué permites todo esto? ¿No ves que yo no lo puedo manejar porque es Tuyo? ¿Qué más quieres, Señor de esta pobre alma que no te sirve de nada...?

Rompí a llorar como no lo había hecho en mucho tiempo. Se me agolparon imágenes y situaciones vividas durante el último año, desde la muerte de mi pequeño hermano, pasando por la muerte de mi mamá, el no haber ido a mi patria ya por casi dos años, los golpes bajos que recibí de personas a quienes tanto quise y a quienes traté de dar lo mejor; los esfuerzos que tuve que hacer para mantenerme serena, paciente, sonriente con aquellos otros a quienes escuchaba hablar mal de mí, y el esfuerzo por tratar de recibirlos con la auténtica cara amorosa de Jesús, en lugar de cantarles las cuarenta o presentarles la misma careta hipócrita que ellos me presentaban...

Las miradas que procuré no ver cuando comprobaba que se me vigilaba como a una malhechora, tratando de ver en qué trampa caía; las presiones que tengo que soportar tantas veces porque cada cual quiere que haga lo que le parece que es lo mejor, sin tener en cuenta si es lo que verdaderamente quiero o puedo hacer, y el constatar que ni con todo lo que pueda hacer, poco o mucho, logro complacer a todos.

Los esfuerzos para no permitir que mis enfermedades me dejen un día entero acostada en cama; las veces que me despiertan en las pocas horas que duermo porque sonó el teléfono o porque vino el aguatero o porque… bueno, porque se le ocurre a cualquiera.

Las veces que tengo que pelear conmigo misma (¡Esa es la primera y más dura batalla del día, del momento, de cada instante que se repite!) sin poder terminar de domar ese potro salvaje que llevo adentro y que a veces quiere dar patadas hasta destrozar muchos corrales.

El tratar de conjugar los roles de esposa, madre, secretaria, amiga, buena cristiana, abuela cariñosa,
persona sociable, afectuosa madre espiritual, (por lo general, así nos llaman a las fundadoras de un movimiento laico), el procurar estar presentable y disponible a la hora en que los demás precisen de mí, aunque no sea más que para conversar tonteras, y encima poner cara amable, tratando de "disimular"– si vale el término- los momentos de desaliento, de enojo, de desagrado, de cansancio, de ganas terribles
de estar sola un día entero…

Entonces sí escuché claramente la voz de Jesús dentro
de mí:

"¡Te está doliendo mucho todo esto y aunque te resistes a llorar, Me estás culpando…!"

No ha salido a luz el pensamiento, ni se ha asomado
todavía a mi consciente, pero Él sabe hasta el último de nuestros pensamientos cuando empiezan a tomar forma. Siento una vergüenza terrible, como quien se ve hallado en falta y le pido: "¡Si así lo hice, perdóname, Señor! ¡Ten piedad de mí!"

Ahora sí que mi llanto ahora es a gritos, he lastimado al Señor, encima de todo, ¡Si no sirvo para nada! ¡Me estoy auto-compadeciendo, yo que detesto las autocompasiones…!

En ese momento la grabación decía: "… Cristo mío roto, te lo digo en nombre mío y de todos, porque todos somos valientes para pedírtelo desde ahora: Señor, si no basta para salvarnos la ternura de tu mano derecha, desclava tu izquierda, disfrázala de lo que quieras: fracaso, calumnia, ruina, muerte… Cristo, que seamos hijos de tu mano, de tu derecha o de tu izquierda…"

Apreté entre mis manos mi Cristo y le dije:
"Perdóname, perdóname, perdóname Señor, por este dolor que no piensa en el Tuyo, perdóname…" Ya no lloraba fuerte, solo eran sollozos entrecortados.

Tomé un poco de agua, me puse en oración y después de media hora volví a acostarme sobre la cama, y nuevamente encendí la grabadora para terminar de escuchar el casete.

"Atención, se ha perdido una cruz y no se da con ella (…)
¿Alguno de vosotros, ha encontrado una cruz? (…) Todos… todos, buenos y malos, santos y criminales, sanos y enfermos (…)


Oigo nuevamente la voz de mi Señor junto a la otra, como a dúo con el intérprete de la obra, pero en determinado momento se apaga la voz del casete para que yo entienda bien lo que Jesús me dice:

"Vamos, dame esa cruz tuya, dámela. Me doy en cambio a ti… Tómame, Soy tuyo, dame tu cruz, tómame… Júntanos, clávanos, abrázanos y todo habrá cambiado… Yo descanso en tu cruz y
ahora tu cruz se ablanda Conmigo en ella
."

Calló Jesús y siguió el intérprete solo, nuevamente en la grabación:

"Hemos encontrado una cruz, la nuestra, que resulta ser la
de Cristo. ¿Quién te partió la cara? …
"

¡Qué mezcla de sentimientos! La dulzura que suele invadir ante la voz del Señor, la vergüenza por sentirme tan débil, la gratitud por Su consuelo… ¡Anonadamiento total ante Su amada Presencia en toda mi sangre y en todo mi espíritu!

Me sentía como ese perrito a quien el amo lo sienta sobre sus rodillas para acariciarlo, cuando está todo lastimado por las garras y dentelladas de los perros de barrio ajeno. No tiene más que a su amo, sólo quiere que él lo acaricie y cure sus heridas, porque están demasiado abiertas como para que otra mano pueda acercarse. Sólo la voz de aquel que le provee todo es capaz de sosegarlo. Sólo aquel que lo limpia
misericordiosamente cuando los otros lo apalean puede esperar que, en señal de gratitud, le lama la mano…

...Y solamente a Él obedecerá y cuidará, y ayudará aunque solo sea dando ladridos para correr a los ladrones, a los malhechores que rondan queriendo despojar a su Amo de lo que le pertenece, o a los que tratarán de lastimarlo...

"'Oye, ¿No tienes por ahí un retrato de tu enemigo? De ese que te tiene envidia y que no te deja vivir, del que
interpreta mal por sistema todas tus cosas, del que siempre
va hablando mal de ti, del que te arruinó, del que dio malos
informes sobre ti, del traidor que te puso una zancadilla,….
" – sigue la voz de la cinta…

-¡Oh, Señor, no me pidas eso ahora! Dije nuevamente sollozando, espera un poquito, no puedes pedirme eso ahora…

Siguió la cinta: "…Tienes que ponerme la cara del blasfemo, del suicida, del degenerado, del borracho, del asesino, del criminal, del traidor, del vicioso (…) ¿No ves que todos ellos pertenecen a esta pobre humanidad doliente creada por Mi Padre? ¿No te das cuenta que Yo He dado la vida por todos?…"

-"Mi Padre se asomó desde el cielo para verme en la cruz y
contemplarse en Mi Rostro (…) Sobre Mi Rostro, vio
sobrepuesta sucesiva y vertiginosamente las caras de todos
los hombres.
..

Desde el cielo, durante aquellas tres horas terribles de Mi
Agonía en la Cruz, contemplaba el desfile trágico de la
humanidad vencida, mientras tanto Yo le decía: ¡Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen!"(…) Mi Padre vio pasar sobre Mi Rostro la cara del soberbio, observó, la del sectario, imaginando la destrucción de Dios, la del asesino frío y desalmado. Había labios repugnantes, ojeras hundidas marcadas con fuego de lujuria, alientos insoportables de ebriedad, palidez de madrugadas encenegadas en el vicio, turbadoras miradas de perversión y delito, de subterráneas anormalidades inconfesables y oscuras… Y Mi Padre…Dios las amó a todas y perdonó sus pecados.
"

En este momento yo estaba en el suelo, de rodillas,
temblando como una hoja. Temblando de dolor por Jesús, de vergüenza por toda la humanidad, de lástima por mis propios pecados, de gratitud por todo el mensaje que me estaba dando...

Hacía meses que estaba pidiendo un retiro espiritual, de aquellos que a una le sacuden el alma entre la dulzura y el amor, el arrepentimiento y la gratitud. ¡Qué pena no poder contemplar el esplendor de un alma pura, porque si pudiésemos verla, seguramente que gritaríamos de emoción y de alegría! El alma humana es espléndida delante de Dios. Y Él, que es tan delicado y tenaz, ve la manera de complacer al alma amada, pero siempre para elevarla, jamás para
que se engría...

Ningún retiro habría sido tan fuerte para mi espíritu.
Ninguna charla habría podido llevarme frente a un espejo y mirar mi desnudez, mi pobreza. Ninguna ventana me habría permitido contemplar a la humanidad en ese mosaico que brillaba ante mis ojos, impregnado de la luz de la mirada de Dios. Ningún encierro podría haberme llevado a la unión perfecta de sentir el gozo en medio del dolor y pedirle a Dios: "más, dame mucho más dolor, Señor, para que mi cruz Te sea agradable"

Santa Teresa decía: "Después de esta vida viene el Cielo para siempre, para siempre, para siempre..." Por lo tanto,
aunque no sepamos los motivos, aunque nos invadan las penas, Dios siempre quiere y hace lo mejor para cada uno de nosotros y así debemos agradecérselo.

La voz de la cinta concluía: "Recordemos el rostro que
mayor odio y antipatía nos produzca, acerquémoslo a Cristo, aunque sintamos temblar nuestro pulso; coloquémoslo sobre el Suyo e imaginemos que nuestro enemigo, ese ser que odiamos, ocupa Su lugar en la cruz.

Cerremos los ojos, acerquémonos al crucificado y besemos
reverentes y humildes su figura (…) Nos envolverá una voz cálida y musical, paternal y bondadosa. Aquella que hace muchos siglos nos dejara la más grande y maravillosa
herencia que hombre alguno pueda tener, encerrada en sólo
seis sencillas palabras: 'Amaos los unos a los otros'
. "

   


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