6» La Cruz de cada día... ¡dánosla hoy!
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
Pocos días después de haber tenido aquella última
visión, recibí noticias de que ciertas personas
estaban tramando desacreditar a nuestro Apostolado,
comenzando lógicamente por mí; escribiendo
cuestiones muy feas sobre mi persona, inventando y
manipulando cosas, difamándome, en fin, cuando
recién estaba comenzando a superar otro triste
episodio que vivimos con algunas personas muy
allegadas a nosotros.
Soy un ser humano, no soy una santa, ¡Ojalá lo fuera!
Por eso las injusticias me torturan, y mucho más
cuando veo que los ataques del demonio no son
precisamente a mí, aunque así parezca, sino a mi Amo
y Señor, a Quien trato de obedecer en todo, por Quien
vivo y a Quien me debo.
De verdad entiendo y siento que todos los demás son
mis hermanos y por ello es mayor mi sufrimiento.
Tengo hermanos de sangre, hermanos en la fe,
hermanos en la humanidad sangrante de Cristo, que
no acaba de hacernos entender que debemos ser UNO
SOLO...
Una mañana me llevaron a la ciudad, aunque un poco
obligada, porque realmente hubiera querido
quedarme sola y en oración. Pero hay gente tan buena
cerca de mí, que sacrifica su tiempo por hacerme
sentir bien, y que percibiendo mi tristeza, tal vez
comprendiendo la decepción y el dolor que trataba en
vano de disimular, decidieron que saliéramos a hacer
algunos trámites. Así pasamos el día, de un lado a
otro.
La verdad es que no disfruté del paseo, estaba
desalentada, muy cansada y algo molesta, porque
había mencionado
varias veces que eran las vísperas
del 4 de julio (aniversario de la última aparición de la
Virgen en Bolivia), pero nadie se había percatado de
aquel trascendental recuerdo.
Todos sabían que era la fiesta Patria de los Estados
Unidos, pues estamos en ese país, pero nadie más
recordaba que era la fiesta de la Virgen del Refugio,
una fecha que, yo sentía, debió ser importante para
todos los miembros de nuestro Apostolado.
Como buena tonta que soy, seguramente esperé mucho, pero tampoco quise hacérselo notar a los que
me rodeaban, no mencioné el tema, pero me sentía
cada vez más triste.
Sin embargo, lo que peor me tenía era lo que estaba
ocurriendo con aquellas personas que lanzaban
dardos de manera tan sucia contra nosotros. Sufría
nuevamente por tener que callar, me mordía la
impotencia por el respeto que debía a quienes se
estaban aprovechando de su situación privilegiada
para humillarme y maltratarme.
Ese obrar a escondidas, tan lejano a lo que nos enseña
el Evangelio que ellos mismos predican, era sin duda
lo que más me dañaba. Se me estaba echando una
tonelada de basura encima, pero por las espaldas; sin
preguntarme ni decirme nada, pero difamándome
públicamente…
Recordaba aquella historia, que seguramente han
escuchado muchos de ustedes, acerca de una persona
que fue a confesarse de haber hablado mal de su
prójimo, a la que el sacerdote le da como penitencia
que tome una gallina, le quite todas las plumas y las
eche desde lo alto del campanario hacia el vacío…
La historia cuenta que cuando el fiel volvió donde el
padrecito a decirle que ya había cumplido con su
penitencia, éste le dijo que ahora debía recoger todas
y cada una de las plumas, a lo que el penitente replicó que aquello era definitivamente imposible, porque
lógicamente el viento había esparcido las plumas por
todo el pueblo...
"Eso fue exactamente lo que hiciste al hablar mal de
tu prójimo. Aunque quieras reparar todo el daño que
le hiciste, nunca jamás podrás dar vuelta atrás en el
tiempo, y siempre quedarán residuos del mal que le
has hecho", le contestó el sacerdote, para enseñarle
que el dañar con la boca, muchas veces puede ser tan
dañino como asesinar a una persona, pues sus efectos
son igualmente irreversibles.
El respeto y la humildad que debía ejercitar aún
contra la injusticia, me estaban destrozando por
dentro; no por mí, pues a veces digo que, para eso,
parezco de hierro, y si debo decirle a cualquiera sus
maldades, difícilmente me las voy a callar; pero sí me
apenaba mucho por los demás, por toda esa gente que
quiere vivir de acuerdo con la Ley de Dios, que lucha
para devolver la dignidad al Señor entre su pueblo
que tanto lo lastima, que solamente quiere trabajar
por el Reino de Dios...
Me entristecía el triste testimonio que estaban dando
quienes estaban hablando mal de nosotros. Me dolía
pensar que, en el fondo, a Quien se estaba atacando
era al Señor.
Mascullaba mi dolor mientras se me venían a la
mente algunos pasajes bíblicos del Evangelio de San
Mateo, que transcribo a continuación:
"Cuídense de los falsos profetas: se presentan ante
ustedes con piel de ovejas, pero por dentro son lobos
feroces. Ustedes los reconocerán por sus frutos. ¿Cosecharían ustedes uvas de los espinos o higos de
los cardos?
Lo mismo pasa con un árbol sano: da frutos buenos,
mientras que el árbol malo produce frutos malos.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como
tampoco un árbol malo puede producir frutos
buenos. Todo árbol que no da buenos frutos se corta
y se echa al fuego. Por lo tanto, ustedes los
reconocerán por sus obras".
(Mt 7, 15-20 –Ver también la exégesis).
"¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, que
son unos hipócritas! Ustedes construyen sepulcros a
los profetas, adornan los monumentos de los
hombres santos. También dicen: 'Si nosotros
hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no
habríamos consentido que mataran a los profetas.'
Así ustedes se proclaman hijos de quienes asesinaron
a los profetas. ¡Terminen pues de hacer lo que sus
padres comenzaron!
¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo lograrán
escapar de la condenación del infierno? Desde ahora
les voy a enviar profetas, sabios y maestros, pero
ustedes los degollarán y crucificarán, y a otros los
azotarán en las sinagogas o los perseguirán de una
ciudad a otra.
Al final recaerá sobre ustedes toda la sangre inocente
que ha sido derramada sobre la tierra, desde la
sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías,
hijo de Baraquías, al que ustedes mataron en el alta,
dentro del Templo."
(Mt 23, 29-35)
Con estas referencias, creo estar dejando más o menos
claro el estado emocional en el que me encontraba por
lo que estaba viviendo. Rezaba mucho pidiendo al
buen Dios que me diera fuerzas, porque sabía que no
debía entrar en la pelea con las personas que me
atacaban, que nos atacaban… No debía siquiera
defenderme...
Sabía que si caía en la tentación de hacerles frente,
estaría dando gusto a los planes del demonio, como
seguramente estarían alegrando al maligno nuestros
detractores. Pero mi lado humano, aquel que a
menudo me cuesta tanto dominar, quería salir como
un toro al encuentro de nuestros atacantes.
En ese estado me encontraba el 3 de julio, y así me
había venido poniendo con el transcurso de los días,
de las semanas… Era como si todas las amarguras se
hubiesen venido juntando.
Volvíamos a casa y me fui a la parte posterior del
coche, rezamos el Santo Rosario en el camino y
encontré en la oración mucho consuelo, porque sentía
a la Virgen junto a mí de una manera muy especial.
No me decía nada, pero me invadió esa dulzura que
suele anteceder a Su Presencia.