» Cuarta Palabra:
"Tengo Sed…"
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
La enseñanza de Jesús en este momento consistía
en mostrarme Su Rostro y dejarme ver que
estaba muy pálido, detrás de ese baño de Sangre.
En ese momento el cielo empezó a oscurecerse,
hasta ponerse casi como si fuera de noche, era
como si hubiera un eclipse.
Los oscuros nubarrones presagiaban tormenta,
decenas de relámpagos zigzagueaban en el
horizonte y truenos muy fuertes retumbaban
haciendo temblar la tierra.
De pronto aparecieron centenares de Ángeles
alrededor de toda la escena. En un movimiento
conjunto, perfectamente sincronizado, todos ellos
se postraron para adorar a Jesús, con las manos
juntas y en silencio, mientras sus brillantes rostros
reflejaban una profunda tristeza. Él Tenía la lengua
y los labios muy secos, pastosos. Nuevamente Su
voz adquirió un matiz cansado, como si le costara
hablarme, y me dijo: "Contempla esta escena,
querida Mía y aprende que los Míos no pueden
marchar sin cruz por la vida."
"Ve y dile al mundo lo que estás aprendiendo, y si
quieren callarte, grita más fuerte todavía, por la
fuerza del amor que te une a Mí, como unidos están
estos dos maderos para formar un instrumento de
salvación para el género humano."
"Di a las almas consagradas, que la cruz que
llevan, no es únicamente para que adorne su pecho
o los identifique superficialmente Conmigo.
Primero deben revestirse de ella, aprender a
'acomodarse' en ella, en lugar de huir de ella. Diles
que no pueden ambicionar el Tabor si no han
pasado antes por el Gólgota; que aquí, en la Cruz,
es donde aprenderán la caridad, la humildad, la
pobreza de espíritu, la templanza en todos los
actos de su vida."
"Asegúrales que Yo doy prueba y testimonio de
que, desde la experiencia de la cruz, se puede vencer
fácilmente al demonio. Contémplame: Soy
verdadero Hombre, en el cual la carne manifiesta
sus limitaciones, y verdadero Dios al demostrarles
la fuerza implacable del Amor agápico."
"Oren por aquellos que no conocen de sufrimientos,
porque de cierto, no están entre los Míos… Observa a estos dos condenados que Me flanquean
y medita acerca de las formas en que los hombres
llevan sus cruces."
"Unos la llevan con rabia, con rencor, en medio de
mucho pesar. Quien carga una cruz en semejantes
circunstancias y con esos sentimientos, de hecho
carga una cruz que no tiene sentido, puesto que en
lugar de acercarlo, lo aleja de Mí. Por lo general
esa es la cruz de aquellos que se niegan a
comprender el sentido del sufrimiento que adquiere
dimensiones sobrenaturales. Esa es la cruz que
tiene el ladrón de Mi izquierda: es la cruz que
siempre será pesada y que nunca podrá redimir."
"Dimas, a Mi derecha, acepta su cruz con
resignación, y hasta con dignidad, asumiéndola
primero, porque no le queda más remedio. Pero de
pronto, cuando Me reconoce y sabe que Soy el Hijo
de Dios, acepta esa cruz reconociéndose pecador y
pidiendo que a través de ella, la Misericordia se
acuerde de Él."
"Finalmente, Me tienes a Mí aquí, frente a ti.
Abrazado a Mi Cruz redentora, para enseñarles a
cargar la suya. Los invito a ser corredentores
Conmigo, reparando sus propios pecados y los de
todos los hombres. Sepan que esta forma de cargar
la cruz se refleja en su conducta, cuando frente a
ustedes tienen contrariedades y dolores y a través
de ellos se acercan a Mí, y sacan utilidad de ellos
para testimoniar ante los hombres; cuando
abrazan su cruz y desde allá pueden sentir que lo único que desean es fortaleza, porque la sed de
almas los abrasa a ustedes."
"Tengo Sed…"
"Sí, tenía la boca y la lengua secas, estaba
deshidratado y la fiebre Me quemaba, por eso
tomaron una lanza y con un estropajo, pusieron en
Mis labios hiel y vinagre, para burlarse aún más
cuando se Me ampollase la boca."
"Cuando dije tengo sed, aún tenía la vista fija en
Mi Madre, en Juan y un poco más allá, en la mujer
pecadora que ante semejante visión, ni siquiera se
sentía digna de acercarse para tocarme
compadecida. Tal era el sentimiento de culpa que
la embargaba, que se limitaba a llorar mirándome
con impotencia. ¡Bendita Magdalena, que
permaneciste al pie de Mi Cruz dejando que tus
lágrimas se mezclaran con la Sangre redentora que
iba cayendo en tierra!"
"Por tu amor y tu dolor fuiste redimida y premiada
con Mi primera aparición ante los hombres. Por
haber amado tanto, tus pecados fueron lavados y
quiso el Padre premiar tu conversión y tu
sacrificio, colocándote en los Altares junto a Mi
Madre y a Juan, para que todos los que se creían
"justos y sabios" se inclinasen luego ante la que
condenaban, y así se cumpla el Magnificat de
María al decir que Dios "enaltece a los humildes" y
que a los "hambrientos los colma de bienes".
Entonces Jesús empezó a explicarme los motivos y
los sentimientos que lo inundaban cuando dijo:
"Tengo sed", y todo va muchísimo más allá de lo
que uno puede imaginar. Jesús no dijo: "agua", que
hubiera sido lo más fácil y práctico, si de verdad
hubiese querido beber. De hecho, Él ni siquiera
pensó en agua, porque estaba diciéndonos que
tenía sed de nosotros, sed de almas, sed de que
entendiéramos todos, el infinito valor de aquello
que estaba sucediendo.
Quien ha sentido alguna vez verdadera sed... sed
de ingerir líquido, sabe lo que eso significa... Invito
al lector a que lo pruebe alguna vez, con la
prudencia necesaria y ofreciéndoselo al Señor… Dentro de las necesidades humanas, quizás la sed
sea la más apremiante, y mucho más aún en
situaciones de fatiga extrema... Pienso que fue
precisamente por eso que el Señor lo dijo... Quien
tiene sed no puede esperar para satisfacerla, es un
ansia que devora...
Jesús tenía sed de vernos unidos en torno a Sus
enseñanzas, tenía sed de ver una Iglesia unida y no
dividida, "porque en este grupo hay mejores cantos
o los predicadores hablan más bonito y en un
lenguaje más moderno que los otros..."; "porque
estos trabajan con ese padrecito y esos otros con
aquel..."; "porque este grupo es muy pietista, en
cambio el otro se identifica más con los pobres..."; "porque aquí no se me da el espacio que merezco y
allá sí..."
Tenía sed de ver a todos los que proclamamos a
Cristo como Salvador nuevo, unidos por el amor y
no separados por los intereses mezquinos, egoístas,
y materiales. Quería que aquellas
Bienaventuranzas proclamadas con toda la fuerza y
la dulzura de Su Corazón un día, como el único
camino de salvación para los hombres, hicieran
carne en los nuestros. Tenía sed, en fin, de vernos
ayudándonos, de hombre a hombre, de comunidad
a comunidad, de parroquia a parroquia, de
apostolado a apostolado, no compitiendo ni
destruyéndonos como si fuésemos enemigos
políticos que van en busca de un botín.
Tenía sed de ver a Sus Obispos y sacerdotes
uniendo, edificando, derramando Misericordia,
ayudando, apoyando, aconsejando, alentando a los
pecadores laicos, que muchas veces no sabemos
por dónde empezar a trabajar, porque nos ponen
cargas que muchos de ellos no pueden levantar,
con todo el camino que llevan recorrido,
supuestamente tratando de crecer en la Fe.
"Quería gritarle al hombre que venga tal como es y
que beba de Mi sed, de esa corriente de dolor que
nacía del Amor mismo. Tenía sed de ver que todos
los niños tuvieran un hogar feliz, no un padre o una
madre alcohólica. Tenía sed de ver niños
mentalmente sanos, sin traumas por haber visto
violada su intimidad y su inocencia. Tenía sed de
ver a esos pequeños que amaba tanto, con deseos de
construir un mundo mejor, y conociendo los
valores evangélicos."
Jesús tenía sed de los jóvenes que habrían de
entregarle su vida renunciando al mundo, y de
aquellos que estando en el mundo proclamarían la
Buena Nueva, desde el lugar que libremente
hubieran elegido.
Cristo tenía sed de mujeres que, tomando como
ejemplo a otras santas mujeres, edificásemos– comenzando por la Iglesia doméstica- una sociedad
más justa y con valores morales; enseñando a
nuestros hijos y a los ajenos a tener a Dios como
principio y fin de nuestro paso por la tierra.
Jesús tenía sed de almas, de todas las almas por las
cuales estaba derramando hasta la última gota de
Su Sangre. Desde lo alto de la Cruz, miraba tus
pecados y los míos y gritaba a la humanidad:
"Tengo sed de esta alma…" "Esta es el alma por la
que estoy sufriendo tanto, tengo sed, tengo hambre,
tengo necesidad de ella para poder aplacar este
calor que Me ocasiona la fiebre de las heridas, que
al infectarse han lesionado Mi humanidad…"
"Tengo sed de oración, de paz en las familias, en
las comunidades, en el mundo entero; sed de saber
que todos responderán a Mi llamado un día; sed de
almas generosas que se ofrezcan como "Pararrayos" de la justicia Divina, para salvar a
las otras almas…"
"Tengo sed de ti, hija Mía, de tu ayuda, de tu
perseverancia. Pero, cuidado con los lobos vestidos
de ovejas. Si ves que, quien trata de detener tu paso
es un comerciante, ten mucho cuidado, No vaya a
ser que quiera cambiarte la Cruz que te he dado por
una corrupta y pretendida sabiduría."
"Silenciosamente continúa tu camino, aunque con
mucha cautela, abrazando con mayor fervor el
madero que pesa sobre tus hombros, y sigue las
huellas de Mi Sangre para que te dirijan siempre
hacia Mí… Y si alguno de tus verdugos comienza a
golpearte de frente, no te cubras la cara contra el
insulto o el golpe, ni trates de defenderte… Ofrécele
también tus espaldas, para que el mundo te
reconozca Mía por tus heridas, porque te aseguro
que quienes te golpeen serán los mismos que Me
golpearon a Mí. ¡Alégrate por estar entre los que
pertenecen a Jesús!"
Esa sed que tenía Jesús era Su testamento,
dejándonos todos Sus méritos a nosotros, los
pecadores, para que en virtud de ellos nos
salváramos. Jesús tuvo sed incluso de aquellos
ateos y apóstatas que veinte siglos más tarde dirían
que el demonio y el infierno no existen; que la
Eucaristía es sólo un símbolo, una conmemoración;
que Él, siendo Dios, no sintió los dolores de Su
Pasión y que por ello no sufrió lo que hubiera
sufrido cualquier otro hombre; que se exagera
cuando se pintan retratos de un Cristo "demasiado
sufriente"; que el Cristo histórico es distinto del
Cristo idealizado por la devoción popular; que
Jesús no puede hablar ya a los hombres porque en
Su tránsito por esta tierra lo Ha dicho todo... ¿Y si no sabemos escucharle? ¿Si hemos perdido la
capacidad de asombrarnos con las enseñanzas del
Evangelio, de solidarizarnos con ese Cristo
sufriente, y de aprender a amar a nuestros
hermanos...?
Jesús tenía sed de ver cristianos que se
comprometieran a trabajar por difundir el Reino
de los cielos en el corazón de los hombres. No
quería nuestra cómoda mediocridad de
"asistentes a Misa el domingo" y nuestra "membresía" a algún "Apostolado" como si se
tratase de la filiación a un club, para entablar
mejores relaciones sociales y de paso tratar de
mitigar el peso de nuestras conciencias.
Cristo nos veía desde Su eternidad y sentía sed,
verdadera y acuciante necesidad de sacudirnos,
para despertarnos del cómodo letargo de la tibieza
espiritual en que caeríamos la mayoría de nosotros,
los supuestos "buenos católicos".
Esos y otros miles de motivos más, que alcanzarían
para llenar centenares de páginas, fueron los que
llevaron a Jesús a decir: "Tengo sed".