» Tercera Palabra:
"Mujer, ahí tienes
a tu hijo… Hijo, ahí tienes a tu Madre…"
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
Mi Señor levantó un poco la cabeza como
queriendo liberar Sus ojos de la sangre que
entraba en ellos, para mirar una vez más a esos dos
seres que tanto había amado y que ahora se
quedaban como testimonio Suyo: Su Madre y Juan,
el hermano, el amigo, el hijo... quien, tal vez por ser
el más joven y el más puro entre los Apóstoles, se
identificaba mejor con Jesús.
Precisamente Juan, después escribiría el Evangelio
del Amor de Dios y hablaría de María, la Mujer del
Génesis: la Madre del Hijo de Dios, la "Llena de
Gracia", la perfecta colaboradora, discípula y a la
vez educadora de Jesús. María, nuestra amorosa y
dulce Madre.
Jesús me dijo en ese instante: "Cuando hablé en la
montaña aquel día sobre las Bienaventuranzas,
tenía a Mi Madre frente a Mí, escuchando atenta,
aprendiendo… -Felices los pobres en el espíritu… Felices los puros de corazón… Felices los humildes
y sencillos… Felices los que sufren y lloran…
Felices los que son odiados y perseguidos por mi
causa…- Y pensaba en todos los hombres que
serían llamados Bienaventurados o Felices,
tomando como modelo a María."
En ese momento, Ella se acercó más hacia la Cruz
donde estaba clavado ese Cuerpo que era carne de
Su carne. Sabiendo que quedaba poco tiempo,
María le dice interiormente: "¡Hijo Mío y Señor
Mío, llévame Contigo…!"
Jesús la miró con una ternura y un dolor inefables.
Ahí estaba Ella, la Mujer del Génesis, la Mujer de
las Bodas de Caná, la Mujer del Apocalipsis; la
Mujer que había sido destinada, elegida, formada
para ser Su Madre en la tierra...
Esa mirada de Jesús reclama de todos un respeto
profundo y verdadera piedad por quien ahora está viviendo los dolores profetizados por Simeón en el
Templo el día de Su Presentación... ¡Una espada
está atravesando su alma!
Después de haber tenido la visión de ese momento,
el Señor me dijo: "Mi Madre estuvo siempre
destinada a ser la Mujer que con Sus sufrimientos
Me ayudaría en la redención de los hombres...
Deben saber que aquel día, en la Boda de Caná,
cuando le dije que no había llegado aún Mi hora,
me refería precisamente a este momento: la hora en
la que Me marcharía para que Ella continuase Mi
Obra en la Iglesia que nacería de Mi Costado."
"Quiso el Padre convertirla en Madre del "Fruto"
de Su Amor, Yo quise convertirla en Madre del
Fruto de Mi Pasión y Mi Cruz: Mi Iglesia. Madre
de la Iglesia y Madre de los que creen en Mi
Nombre y se hacen Hijos de Dios."
"Esta Mujer, que habiendo dicho Sí a la Voluntad
del Padre cuando le fue anunciada Mi Encarnación,
que toda Su vida no fue otra cosa que un 'Sí' al
Divino Querer, va a convertirse ahora en la
primera cosechadora del fruto del grano de trigo
muerto. Y para ello tendrá que ser igual a Mí en
Misericordia para con el mundo."
"Ya lo ves, pequeña nada, ahora contemplando este
momento puedes comprender con mayor facilidad
por qué el sufrimiento humano tiene sentido
cuando es sobrellevado por amor, queriendo dar
cumplimiento a la Voluntad Divina; y es que el
mayor dolor, por intenso que sea, no mengua la
felicidad en el corazón de alguien que se dulcifica
con el mayor Amor."
"La verdadera felicidad radica en el amor a Dios y
como consecuencia a los hombres. Un amor que es
donación generosa, capaz de dar la misma vida por
agradar al Padre."
"Ha llegado Su hora y Mi hora: Yo vuelvo al Padre,
pero Ella deberá quedarse y suplicar como Yo
suplicaba para que no se pierdan los Míos. Debía
decirle, debía recordarle que era la Mujer del
Génesis, que si bien Nuestros Corazones se estaban
desgarrando de dolor, Yo debía marcharme y Ella
quedarse para que se cumpla la sentencia de Dios: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu
linaje y su linaje; él te pisará la cabeza mientras
acechas tú su calcañar." (Gen 3,15)
"Di a todos Mis hijos que postren su corazón ante
esta meditación, porque es uno de los momentos
más culminantes en la historia de la salvación del
hombre. Voy a encomendar la humanidad a la
queserá 'Medianera' entre el hombre y Yo."
"Ha llegado la hora del Génesis, la hora de
completar el milagro iniciado en Caná. Es el
momento en el que debo pedirle que adopte a Juan y
en él, que adopte por hijos Suyos a todos los hijos
de Dios, a todos Mis hermanos. Mi camino se
transformó en Su camino, y deberá beber hasta la
última gota del cáliz amargo del sufrimiento: Está entregando a Su Hijo por cumplir la Voluntad
Divina y deberá convertirse en Madre de la
humanidad; pero luego la humanidad, representada
en Mi Iglesia, repetirá Sus laudes y Su gloria
resplandecerá cuando el Universo se incline ante la
Reina de todas las virtudes."
"Es preciso que nuevamente Su Corazón
Inmaculado se abra a la Voluntad Divina y Su
obediente Amor sea más fuerte que Su humilde
Dolor… Ella debe recordar que es la Mujer de ayer,
de hoy y de mañana: Antiguo Testamento,
Evangelio y Apocalipsis…"
"Es preciso que Ella tenga un nuevo parto:"
"Mujer, ahí tienes a tu hijo… Hijo, ahí tienes a tu Madre…"
Nuevamente la Virgen Ha obedecido, Juan se
arroja en Sus brazos llorando y Ella, muy agotada
por la tristeza, pero digna, Señora como siempre,
majestuosa en su sencillez, que no necesita de
artificios para mostrar su hermosura… serena y
dulcemente abraza a Juan.
Sabe que el parto llegó nuevamente para Ella. Sabe
que este parto es muchísimo más doloroso que el
otro. En el primero, se le encomendaba al Hijo de
Dios, al Santo, a un niño puro como Ella que le
traería alegría, sabiduría, risas y bendiciones en
cada uno de Sus besos.
En este otro parto se convertirá en Madre de la
humanidad entera y muchísimos no sólo no
querrán reconocerla, sino que la ofenderán. Otros,
por atacar a la Iglesia de Su Hijo, la llamarán "demonio", cuando Ella venga una y otra vez a la
tierra en busca de las ovejas perdidas que ama el
Pastor.
En el primer parto, Sus brazos acunaron una
hermosa criatura que en Su carne fresca, tierna,
recibía los besos dichosos de una joven Mamá.
Ahora Sus brazos recibirán a Su Hijo muerto,
torturado y ensangrentado por salvar a hombres
miserables, que por culpa de sus pecados lo dejan
así, irreconocible, como un día había sido
profetizado por Isaías.
Sabiendo todo esto y viendo a Su Hijo en ese
estado, moribundo, oyéndolo… obedece y
consiente en adoptar como hijos suyos a todos los
hombres, también a los malhechores, a las
prostitutas, a los ateos, a los asesinos, a los
ladrones, a los mentirosos, a los que sucesivamente
y por todo el tiempo que dure la vida en la tierra,
irán ofendiendo, combatiendo y negando a Dios.
Nos recibe a los de ese y a los de este tiempo, y con
ello viene el parto: Acaba de dar a luz a la Iglesia
de Su Hijo. Así como un día el Espíritu Santo
depositó en Sus purísimas entrañas al Verbo para
traer la salvación al mundo, hoy el Hijo deposita
en Su Corazón Inmaculado a la humanidad, para
que en Ese Recinto sagrado pueda hallar refugio
el pecador que quiere salvarse.
No, no es fácil lo que le encarga el Señor y Ella lo
sabe porque Dios la colmó de dones; pero además,
le regaló el Don de ser la "Omnipotencia
Suplicante". Ese don que consiste en la súplica
permanente fue, y aún es hoy, la llave secreta para
abrir el Corazón de Jesús.
El Señor me dijo: "Ella sabía que tendría que
suplicar por cada uno de ustedes y deberían
aprender de María… De niño Yo seguía Sus pasos,
para que después Ella siguiera los Míos. Fue tan íntima Nuestra unión, tan perfecta, que sentía
todos Mis sentimientos y conocía todos Mis
pensamientos, porque en Mi Santo Espíritu, del
cual estaba llena, todo le era conocido. Así es
como Ella estaba en Dios y Dios estaba en Ella.
Por eso Su vida era silenciosa y orante."
"El hombre de hoy, cuando encuentra dificultades
en la vida, reflexiona, vacila o discute, en lugar de
rogar. Muchas veces el demasiado reflexionar
sobre los problemas es una huída a lo imaginario,
mientras que la verdadera oración es siempre el
retorno a lo real."
"Cuando Mi Madre se encontraba en una situación
difícil, no se ponía a reflexionar y a planificar, sino
que oraba. Por eso podía donarse en una forma
total, porque súplica y donación están íntimamente unidas."
"La súplica de María tiene el valor del regalo que
Dios espera de ella: es el mayor regalo, la manera
más perfecta de darse. La súplica no es verdadera,
no es pura, deja de ser cristiana, si no es una
manera de darse."
Contemplo nuevamente a Jesús y me viene a la
memoria el Salmo 22, 16-17, que dice: "Seco está como un tejón mi paladar, mi lengua está pegada a las
fauces, y me has echado al polvo de la muerte. Me
rodean como perros, me cerca una turba de malvados,
han taladrado mis manos y mis pies…"
Qué madre, frente a algo tan atroz como el ver a Su
Hijo crucificado, habría podido soportar tal
sufrimiento? Contemplé a la Virgen y sentí tanta
piedad que el amor por Ella iba creciendo en
intensidad, en respeto, en admiración. Pensé que
Su espíritu, a pesar de tanto dolor, albergaría la
esperanza en la Omnipotencia Divina, pero Su
humanidad sufría profundamente esa enorme
prueba.
Recordé una meditación del Vía Crucis que recita
una parte del Cantar de los Cantares: "Buscaba al
amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al
amor de mi alma. Lo busqué y no lo encontré... Me
encontraron los centinelas, que andaban de ronda por la
ciudad. ¿Han visto a mi amado? Apenas los había
dejado cuando encontré al amor de mi alma."
Recordé también al Profeta Jeremías que dice: "...
Ustedes que pasan por el camino, miren, fíjense bien si
hay dolor semejante al dolor con el que el Señor me ha
herido..."
Años atrás Jesús, al revelarme lo que sucede
durante la Celebración de la Eucaristía, había dicho
que ninguna Madre alimentó nunca a su hijo con su
carne y que El sí había llegado hasta ese extremo
del Amor dándonos como alimento Su Cuerpo y Su
Sangre.
Ahora, al contemplar ese Cuerpo del cual colgaban
lonjas de piel y carne, apreciaba exactamente lo que
quiso decirnos, y mi corazón se sintió tan culpable,
que pedía dejar de latir en ese momento para no
sufrir lo que estaba yo sufriendo. ¡Imaginemos lo
que estaría sintiendo en ese momento la Santísima
Virgen!
Hoy, cuando comprobamos cuánto se ha
degradado la mujer, pisoteando su pudor, para
entregarse desvergonzadamente a la mirada sucia
de tantos hombres...
Cuando vemos a todas esas jóvenes que se
vanaglorian de exhibirse en fotografías desnudas
porque están orgullosas de que sus cuerpos, a veces
perfectos en belleza, hayan sido elegidos para
mostrarse cual barata mercancía, o como si fuera
carne fresca colgada de ganchos en los mercados…
¿Es que no se nos ocurre pensar, ni queremos
creerlo, que ese cuerpo es TEMPLO Y MORADA DEL
ESPÍRITU SANTO...?
Nuestro amor debería admirar más la pureza de
María. No debería ser tal o cual modelo la que
inspire a nuestras hijas, porque la carne es carroña
que se pudre y la belleza más grande se envejece
para acabar convertida en polvo.
Todas las mujeres deberíamos tener como modelo a
María, imitar Su pureza, Sus delicados y auténticos
movimientos realizados siempre con aquella
femineidad y sobriedad que da mayor Gloria a la
Creación de Dios y no entristece al Espíritu Santo.
Y es que lamentablemente muchas mujeres, al
convertirse en entes que se mueven por el mero
instinto y el puro afán de seducción, con ademanes
que de tan exagerados resultan groseros, terminan
por atentar contra la misma estética que
supuestamente buscan.
No podemos convertirnos en piedras de tropiezo,
pues un día deberemos rendir cuentas a Dios por
cada uno de los hombres que a causa de nuestro
impudor pecaron, ya que no es tan culpable aquel
que peca mirando como aquella que se descubre
incitando al pecado.
Que Dios se apiade de nosotras, las mujeres que no
tuvimos el interés de reconocer a María, la Llena de
Gracia, como un posible modelo a imitar.
"¡Oh!, ustedes, por quienes He dado Mi vida,
Tienen ahora una Madre a la que pueden recurrir en
todas sus necesidades. Los He unido a todos con
los más estrechos lazos, al darles a Mi propia
Madre."