» Quinta Palabra:
"Señor, Señor… ¿Por qué Me Has abandonado…?"
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
Tenía el rostro muy pálido, deformado todo el
lado izquierdo, con el ojo casi completamente
cerrado por la hinchazón de la mejilla y el
párpado… -¡Tan brutal había sido el golpe recibido
que le había abierto el pómulo, que era como una
boca que dejaba ver la carne del Hijo de Dios!…
Jesús no abría los labios, pero yo lo escuchaba;
escuchaba esas Palabras que, dirigidas al Padre,
eran mezcla de amor, gratitud, resignación,
impotencia, dolor y mansedumbre... Yo sentía que
se me partía el corazón de pena.
"¡Padre Mío, mírame…! Como un sol eclipsado por
voluntad propia, Me Has dejado beber el amargo
cáliz de la gélida noche del espíritu, y Te doy
gracias por ello."
Luego se dirigió a mí diciéndome: "En este
profundo dolor que va oscureciendo Mi vista, hasta
el punto de que no puedo ya ver claramente a estos
seres que amo y que permanecen al pie de Mi
agonía, Sé que el Amor Ha vencido, que vencerá por
siempre."
"Ya lo ves, parece que no había sido suficiente
haber pasado por este mundo haciendo el bien a
todos. Llegué hasta el extremo del amor. Hice vida
aquello que había predicado antes: "Nadie tiene
amor más grande que el que da la propia vida por
sus amigos". Y yo di también la Mía por Mis
enemigos, por aquellos que Me estaban
crucificando."
"Precisamente por ese amor sin límites, en medio
de Mi insondable sufrimiento, no perdí la
confianza en Mi Padre, sino que Me invadía una
dicha inmensa al saber que estaba cumpliendo Su Voluntad y demostrando así Mi Amor a Él y a los
hombres."
"Señor, Señor… ¿Por qué Me Has abandonado…?"
El Señor me regaló la Gracia inmensa de poder
contemplar también ese momento. Sucedió así:
Estaba yo en oración con los ojos cerrados, frente al
pequeño altar de mi cuarto de trabajo, donde tengo
un crucifijo, una imagen de la Virgen, y una
pequeña cajita con las reliquias de algunos santos.
Abrí los ojos y frente a mí había otra cosa: No
estaba más aquel lugar, sino que veía un cielo
oscuro que relampagueaba, con truenos fuertes, y
tres hombres crucificados.
La imagen se acercó hasta casi tenerla a una
distancia que parecía de dos metros desde donde
yo estaba y solamente tenía a Jesús agonizante
frente a mí, tan cerca que estiré la mano, pero al
constatar que no llegaba, comprendí que era otra
visión.
Jesús jadeaba, y pude ver que hacía esfuerzos por
aspirar aire. Esto bien lo conozco por haberlo
vivido tantas veces… Sus ojos estaban
desorbitados, la boca tan seca que cada vez se le
dificultaba más el modular las palabras.
Comenzó a sollozar y las lágrimas ensangrentadas
corrían por sus mejillas heridas, cuando mirando al
cielo dijo: "Eli, Eli…lama sabactani… - Señor,
Señor... ¿Por qué Me has abandonado?"
No pude soportarlo y rompí en un sollozo, con un
llanto que pocas veces había derramado en mi vida.
Entonces escuché internamente Su voz:
"Hijita, hay muchas páginas escritas acerca de
estas palabras, que parecieran dar a entender que
únicamente sentí el abandono de Mi Padre en ese
momento, como Hombre. Esto iba mucho más allá.
Recuerda que desde la Cruz veía todos los tiempos
venideros y a todos los hombres y mujeres que
sufrirían: unos porque se fabrican cruces propias,
otros porque se las imponen sus hermanos, quienes
no pueden llevarlas…"
"En ese grito reclamé el abandono del Vía Crucis de
toda la humanidad. Sentí en Mis propias llagas
las infinitas llagas de todos los cuerpos que serían
torturados por el hambre y la miseria. Millones de
voces se unían a la Mía para decir: 'Señor, Señor…
¿Por qué me has abandonado? me estoy muriendo
de hambre, cuando hay personas que se enferman
de gula… ¡Mi vida es un ayuno continuo y
forzado, mientras hay personas que no saben en
qué consiste el ayuno y se dicen cristianos…!' "
"Sentía las heridas que son consecuencia de la
injusticia y la crueldad que sufrirían los
crucificados de todos los tiempos en el destierro, en
los campos de refugiados; el dolor de las llagas de
los encarcelados, rechazados y despreciados por la
misma sociedad que los llevó a ese lugar con su
egoísmo…Y esas voces desde el silencio se unían a
la Mía diciendo: 'Señor, Señor… ¿Por qué me has
abandonado? Tú no creaste fronteras, Tú no hiciste
cárceles, Tú no querías una sociedad de pocos ricos
y otra con multitudes de marginados…' "
"En Mis brazos y piernas sentía el dolor que siente
un minusválido, y en la cabeza, las espinas Me
enseñaban lo que sufrirían los deficientes o
enfermos mentales, a quienes, muchas veces, hasta
sus propios familiares humillan con su rechazo. El
grito de estos seres se unía al Mío: '¿Por qué,
Padre, permites que se rían de Mí, que me
marginen, que me encierren, si no tengo yo la culpa
de estar en este estado…? ¿No piensan que ellos
podrían un día estar como yo y sentir lo mismo?' "
"Sentía en Mi pecho el dolor que siente un anciano
cuando es olvidado por los suyos, por los propios y
extraños; cuando es abandonado en un asilo, a
merced de miradas y manos ajenas, porque ya sus
manos no son capaces de trabajar para dar de
comer a los suyos, o porque las nuevas y elegantes
amistades de sus hijos y nietos, no podrán entender
las limitaciones de una persona mayor."
"Están cansados ya de prohibirle que hable, para
que no diga cosas 'impropias', porque la memoria
ya no le funciona… En algunos casos,
'piadosamente' se compadecen de ellos y los
asesinan 'para que dejen de sufrir' y entonces sus
voces se unían a la Mía para decir: 'Señor, Señor, ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué permites
que me tiren a la calle aquellos a quienes enseñé a
caminar un día? ¿Por qué permites que los demás,
quienes pasan por mi lado, sientan asco de mi
pobreza, mis sucias vestimentas y me humillen,
haciendo gala de su juventud y su riqueza? ¿Por
qué este hijo mío quiere que me apliquen la
'Eutanasia' para acortar mis días y aumentar su
condena en los infiernos?' "
"Sentía en la piel el ardor de todos aquellos que
serían marginados por pertenecer a determinada
raza, y por lo mismo serían obligados a ubicarse en
la misma condición de un perro al que se le limita
el paso a determinados sectores de la casa. Sus
voces, llenas de impotencia y de dolor clamarían
junto a la Mía: 'Señor, Señor… ¿Por qué me has
abandonado? ¿Por qué permites que otro hombre,
tal vez más pecador que yo, tal vez más infiel,
quizá menos inteligente, con instintos más
parecidos a los de las bestias que a los nuestros, se
rebaje de su condición de Hombre y me rebaje de mi
condición de ser humano porque no tengo la piel
como la suya?' "
"Sentía la angustia de todos aquellos hombres y
mujeres que en el momento de su muerte se
encontrarían con que 'se habían equivocado'; con
que su vida fue una pérdida continua en el pecado,
en los placeres y en la negación de Dios y su
condenación sería inminente… ¡Por una eternidad
de eternidades, a cambio de haber vivido a su
antojo durante 'x' años! ¡Oh, dolor !..."
"Pero también sentía el dolor de aquellos
cristianos que en el momento de su muerte se
encontrarían con que estaban en lo cierto: que
habían creído, se habían alimentado y habían
vivido, supuestamente 'como buenos cristianos', es
decir, cumpliendo muchas cosas, pero omitiendo
otras tantas, como el llevar ese su conocimiento a
los demás, el pensar egoístamente en salvarse a sí mismo pero desentenderse de lo que pase con el
vecino, que vive sin conocer nada de Dios. ¡Y la
justicia es para ambos grupos: para los que no
quisieron conocer a Dios y para los que no hicieron
nada por llevar la fe, por ser portadores de la
esperanza para los demás!"
"Sentía en cada centímetro de Mi Cuerpo el dolor
de cada niño asesinado en el cuerpo de su propia
madre. Y su inocencia se unía a Mi grito de
impotencia humana: 'Señor, Señor, ¿Por qué me has
abandonado? ¿Por qué permites que esta mujer que
podría acunarme en sus brazos para calentar mi
pequeño cuerpo me condene a no ver la luz terrena
y se condene para no ver la Luz del Cielo?'
"Así, contemplando Mis heridas y las heridas de la
humanidad pensé en Judas y en todos los traidores
y también en todos los que serían traicionados por
sus amigos, vendidos por 30 monedas del infierno:
Por una situación económica mejor; a cambio de
mayor poder, para dejar salir a flote su soberbia;
por envidia que solo puede aplacarse con buscar el
desprestigio de la persona envidiada; por ambición
de poseer lo que no se posee…"
"Y entonces sentí el grito de aquellos que sentirían
el beso del traidor en su mejilla, como una baba
maloliente, como sentí el beso de aquel que un día
fue Mi querido hermano. En ese momento grité con
todas Mis fuerzas: 'Señor, Señor… ¿Por qué me has
abandonado...?' "
"El atributo más admirable en el hombre, con
respecto a otro hombre, es la capacidad de sentirse
'amigo', al punto de poder recibir de él un consejo o
una llamada de atención con amor, sabiendo que
con amor también uno se lo daría; al punto de
poder corregir al amigo y decirle: no por ahí,
hermano, porque te vas a equivocar; al punto de
entenderse ambos con una mirada, con una sonrisa,
y apoyarse con un apretón de manos que quiere
decir: 'aquí estoy, puedes contar siempre
conmigo'."
"Amigo es aquel que se incomoda, que se priva de
algo o de muchas cosas para ofrecértelas. Amigo es
aquel que es capaz de privarse de sus horas de
descanso para trabajar por ti. Amigo es aquel que
puede en un momento renunciar a la comodidad de
su casa para hacer que te sientas cómodo, querido
y apreciado. Amigo es aquel que deja su tierra
para ayudarte a salvar la tuya. Amigo es aquel
que te confía sus penas y alegrías, que siempre es
transparente para ti y que siempre te llevará hacia
un crecimiento en la fe y en el amor a Dios. Amigo
es aquel que edifica, que une, que reúne… no el que
destroza, destruye, derriba para sentarse encima de
los escombros. Amigo es aquel que da la vida para
salvarte… como lo hice Yo."
"Y porque Soy amigo de los hombres, cada una de
las heridas que sufren los Míos ocasiona Mi
compasión y Me obliga a buscar la medicina
apropiada. Quiero decir que tengo memoria muy
reciente y muy viva de cada injusticia, de cada
desprecio, de cada marginación, de cada 'beso
falso', de cada humillación…"
"¡No, Yo no Me olvido de aquellos a quienes
ustedes, los hombres olvidan! ¡Yo escucho a
quienes ustedes no oyen, porque los ruidos de sus
almas les impiden tener la paz para escuchar a los
otros y lo que sus acciones quieren decirles, por
irrazonables que les parezcan!"
"Yo coloco dulcemente en Mi Sagrado Corazón a
aquellos que ustedes dejan tirados por el camino, a
aquellos a quienes ustedes calumnian, a aquellos a
quienes ustedes destrozan por alcanzar lo que ellos
poseen: Bienaventuranzas!"