DIOS, EL TODOPODEROSO, ¿ESTÁ EN TODAS PARTES?
          Cuando Ketu completó doce años de edad, fue enviado a un maestro de un monasterio, con el cual estudió doce años. Al terminar su aprendizaje, volvió a su casa lleno de orgullo.
            Su padre, para probarlo, le dijo: ¿Cómo podemos conocer aquello que no vemos? ¿Cómo podemos saber que Dios, el Todopoderoso, está en todas partes?
            
            El chico comenzó a recitar las escrituras sagradas, pero su padre lo interrumpió: Esto es muy complicado; ¿no existe una forma más simple de aprender sobre la existencia de Dios?
            
            -	No que yo sepa, padre mío.  Hoy en día soy un hombre culto, y necesito de esa cultura para explicar los misterios de la sabiduría divina. 
            -	Perdí mi tiempo y mi dinero enviando a mi hijo al monasterio - se quejó el padre. Y cogiendo a Ketu por las manos lo llevó a la cocina. Allí llenó una vasija con agua, y mezcló un poco de sal de grano. Después, salieron a pasear por la ciudad.
            
            Cuando volvieron a la casa, el padre pidió a Ketu: "Trae la sal  que coloqué en la  vasija..." Ketu buscó la sal, pero no la encontró, pues ya se había disuelto en el agua. Entonces, ¿ya no ves la sal? - Preguntó el padre. No. La sal está invisible. Prueba, entonces, un poco de agua de la superficie de la vasija. ¿Cómo está? Salada. 
            
            -	Prueba un poco del agua del medio. ¿Cómo está? Tan salada como la de la superficie.
            -	Ahora prueba el agua del fondo de la vasija y dime qué gusto tiene.
            Ketu la probó y el gusto era el mismo que antes. 
            
            -	Has estudiado tantos años y  no consigues explicar con simplicidad cómo Dios es
            invisible y está en todas partes, - dijo el padre. Usando una vasija de agua y llamando sal a Dios, yo podría hacer entender eso a cualquier campesino. Por favor, hijo mío, olvida la sabiduría que nos aleja de los hombres, y vuelve a procurar la inspiración que nos aproxima a Dios. 
            
          Sacar provecho de un buen consejo, exige más sabiduría que darlo. Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciéndolo.