92-100» Vive la Santa Misa
Autor: Catalina Rivas | Fuente: www.LoveAndMercy.org
92) "La Santa Misa Soy Yo mismo prolongando Mi
vida y Mi sacrificio en la Cruz entre ustedes. Sin los
méritos de Mi vida y de Mi Sangre, ¿qué tienen para
presentarse ante el Padre? La nada, la miseria y el
pecado..."
93) "Ustedes deberían exceder en virtud a los Ángeles
y Arcángeles, porque ellos no tienen la dicha de
recibirme como alimento, ustedes sí. Ellos beben una
gota del manantial, pero ustedes que tienen la gracia
de recibirme, tienen todo el océano para beberlo."
94) La otra cosa de la que habló con dolor el Señor fue de
las personas que hacen un hábito de su encuentro con Él. De aquellas que han perdido el asombro de cada
encuentro con Él. Que la rutina vuelve a ciertas
personas tan tibias que no tienen nada nuevo que
decirle a Jesús al recibirlo.
95) De no pocas almas consagradas que pierden el
entusiasmo de enamorarse del Señor y hacen de su
vocación un oficio, una profesión a la que no se le
entrega más que lo que exige de uno, pero sin
sentimiento...
96) Luego el Señor me habló de los frutos que debe dar
cada comunión en nosotros. Es que sucede que hay
gente que recibe al Señor a diario y que no cambia su vida.
Que tienen muchas horas de oración y que hace muchas
obras, etc. etc. Pero su vida no se va transformando y una
vida que no se va transformando, no puede dar frutos
verdaderos para el Señor. Los méritos que recibimos en la
Eucaristía deben dar frutos de conversión en nosotros y
frutos de caridad para con nuestros hermanos.
97) Los laicos tenemos un papel muy importante dentro de
nuestra Iglesia, no tenemos ningún derecho a callarnos
ante el envío que nos hace el Señor como a todo bautizado,
de ir a anunciar la Buena Nueva. No tenemos ningún
derecho de absorber todos estos conocimientos y no darlos
a los demás y permitir que nuestros hermanos se mueran
de hambre teniendo nosotros tanto pan en nuestras manos.
98) No podemos mirar que se esté desmoronando nuestra
Iglesia, porque estamos cómodos en nuestras Parroquias,
en nuestras casas, recibiendo y recibiendo tanto del Señor:
Su Palabra, las homilías del sacerdote, las peregrinaciones,
la Misericordia de Dios en el Sacramento de la confesión,
la unión maravillosa con el alimento de la comunión, las
charlas de tales o cuales predicadores.
99) En otras palabras, estamos recibiendo tanto y no
tenemos el valor de salir de nuestras comodidad, de ir a
una cárcel, a un instituto correccional, hablarle al más
necesitado, decirle que no se entregue, que ha nacido
católico y que su Iglesia lo necesita, ahí, sufriente, porque
ese su dolor va a servir para redimir a otros, porque ese
sacrificio le va a ganar la vida eterna.
100) No somos capaces de ir donde los enfermos terminales
en los hospitales y rezando la coronilla a la Divina
misericordia, ayudarlos con nuestra oración en ese
momento de lucha entre el bien y el mal, para librarlos de
las trampas y tentaciones del demonio. Todo moribundo
tiene temor y el solo tomar la mano de uno de ellos y
hablarle del amor de Dios y de la maravilla que lo espera
en el Cielo junto a Jesús y María, junto a sus seres que
partieron, los reconforta.