Friday April 26,2024
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El Evangelio como me ha sido revelado

Autor: Dr. Scott Hahn
Fuente: Centro San Pablo
de Teologia Biblica

« LECCION 3 de 6 »

Un solo sacrificio
para todo el tiempo

Lección: [ 1 ] [ 2 ] [ 3 ] [ 4 ]
[ 5 ] [ 6 ]


I. Digno es el Cordero

»Los títulos de Jesús

»El Cordero de Dios

II. Jesús, el último y perfecto sacrificio

»Jesús e Isaac

»Jesús y el cordero pascual

»Jesús y el Todah

III. El Sacrificio de Cristo y la Misa

»La Alianza de Amor

»El Orden de Melquisedec

»Único y eterno sacrificio

»Re-presentando la Cruz

»Sacerdotes ofreciendo
sacrificio

IV. Preguntas para reflexionar

»Para Meditación Personal

 

II. Jesús, el último y perfecto sacrificio
Jesús e Isaac


El Nuevo Testamento ve a Jesús como el Cordero de la Nueva Pascua.

Pero más aún, el Nuevo Testamento presenta su sacrificio en la cruz como el último y perfecto sacrificio al que todos los sacrificios de la Biblia señalaban y anticipaban.

Como notamos en nuestra última lección, en la historia de la “atadura” de Isaac, los autores del Nuevo Testamento vieron una figura del sacrificio del Hijo de Dios en la cruz (cfr. Gen. 22:12,15; Jn. 3:16).

Y no es difícil hallar paralelismo entre los dos eventos. Un padre sacrifica a su único y amado hijo. Después de que Ismael fue desterrado al desierto (cfr. Gen. 21:9-14), Isaac fue la única esperanza de posteridad para Abraham “tu hijo Isaac, tu único, al que amas” (Gen. 22:2). El evangelio de San Juan ocupa el mismo lenguaje para describir el ofrecimiento de Jesús. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito” (Jn. 3:16).

La carta a los Hebreos dice que Abraham estaba dispuesto “a ofrecer su hijo único” y que “pensaba que poderoso era Dios aun para resucitarlo de entre los muertos” (Heb. 11:17-19). Y es interesante, también, que fue “al tercer día” que Isaac fue rescatado de la muerte (cfr. Gen. 22:4).

La víctima lleva la leña de su propio sacrificio. Además del paralelismo de un padre ofreciendo a su único hijo en la esperanza de resurrección, hay otro paralelismo. “Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac” (Gen. 22:6). 

Jesús también cargó con su cruz (cfr. Jn. 19:17), aunque, agotado por el maltrato, no pudo llevarla todo el camino (cfr. Mc. 15:21).

La víctima va voluntariamente a su propio sacrificio. Aunque en arte, Isaac es retratado frecuentemente como un muchacho joven, comentaristas judíos y cristianos han señala- do que no pudo haber sido una víctima contra su voluntad.

Era un joven fuerte que podía llevar suficiente leña para un sacrificio grande, y Abraham tenía más de cien años de edad. Si Isaac hubiera resistido, Abraham no habría podido ganar.

Creyeron que como Cristo, Isaac se hizo sacrificio a Dios, al igual que Jesús que libremente da la vida (cfr. Jn. 10:18) en obediencia de la voluntad de su Padre (cfr. Mc. 14:36).

El sacrificio se realiza en el monte Moria. Dios le dijo a Abraham, “vete al país de Moria” y “ofrece [tu hijo Isaac] allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga” (Gen. 22:2). 

La tradición antigua sostenía que Salomón construyó el Templo en el sitio donde Abraham había ofrecido a Isaac (cfr. 2 Cro. 3:1).

El lugar donde Abraham pudo ofrecer a su propio hijo se volvió el sitio donde el pueblo de Dios ofrecía sus sacrificios.

El Gólgota, en las afueras de Jerusalén, es también asociado con el monte Moria. Y allí Dios mismo sacrificó a su propio Hijo.

Dios mismo provee la víctima del sacrificio. Cuando Isaac preguntó a su padre, “¿dónde está el cordero para el holocausto?” Abraham le contestó: “Dios proveerá el cordero para el holocausto” (Gen. 22:7-8)

Y así fue: cuando el ángel de Dios detuvo el sacrificio de Isaac, Abraham halló un carnero listo para ser sacrificado (cfr. Gen. 22:10-13).

Así, en el supremo sacrificio, Dios proveyó el Nuevo Cordero, Su Hijo Único. Como dijo San Pablo: Él “no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros” (Rom. 8:32).

Como vimos en la lección anterior, la atadura de Isaac fue una figura del posterior sacrificio de la Pascua, donde otra vez un Cordero sustituyó al amado hijo primogénito.

Como veremos, los autores del Nuevo Testamento, cuidadosamente señalaron como la muerte de Jesús tuvo paralelismo con el sacrificio pascual.


   


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