III. El sacrificio de Cristo y la Misa
Sacerdotes ofreciendo sacrificio
Cada miembro del Pueblo de Dios es hecho miembro del santo sacerdocio de la Iglesia (cfr. 1 Pe. 2:4-5,9; Apoc. 1:6) así como Israel fue llamado “un reino de sacerdotes” (Ex. 19:6). Cada uno de nosotros es llamado a “ofrecer sacrificios espirituales” (cfr. 1 Pe. 2:4-5).
Como Cristo se ofreció en la cruz, también nosotros somos llamados a ofrecer nuestros propios cuerpos y nuestras propias vidas en la Misa. Unidos a Cristo en el bautismo, compartimos su sacerdocio. Con Él, nos ofrecemos como sacrificio.
“Los exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que se ofrezcan a ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: tal será su culto espiritual” (Rom. 12:1).
Y en este culto espiritual estamos unidos con todos los cristianos en todas partes donde celebran el mismo sacramento. También nos unimos con los santos en el cielo, todos los cristianos a través de todo el tiempo, compartiendo el único y perfecto sacrificio.
De hecho, la Misa es el cielo en la tierra, no por figura, sino literalmente. Esto va a ser el tema de la próxima lección: el hecho sorprendente y asombroso que donde sea que se celebra la Misa, el cielo está presente ahora mismo.